Si queremos construir un futuro en el que verdaderamente quepamos todos, debemos actuar y dejar de pensar que la crisis climática no es cosa nuestra. Deberíamos adoptar medidas en todos los ámbitos. México es una víctima muy pasiva de la crisis climática, y no alza las manos ni en defensa propia.
Twitter: @eugeniofv
Por todo el mundo, millones de personas se movilizaron este viernes para protestar contra gobiernos y empresas que no están haciendo lo suficiente para mitigar la crisis climática. Un día después de la protesta global comenzaron los trabajos de la Cumbre de Acción Climática que reúne a decenas de jefes de Estado y de gobierno en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, y que arranca bajo la sombra de una seria advertencia: según un equipo de científicos coordinados por la Organización Meteorológica Internacional, los compromisos globales en la materia deben triplicarse si queremos evitar el desastre. Y en todo esto, México brilló por su ausencia, como si el cambio climático fuera cosa de otros y por eso no hubiera que actuar, y como si hacer que otros actuaran no fuera cosa nuestra.
Aunque sea tan cansino, no está demás repetirlo: el calentamiento global afectará al país con fuerza si no se logra mantener el cambio de temperaturas por debajo de los 1.5 grados centígrados. Por ejemplo, un análisis liderado por el World Resources Institute ubica a México en el sitio 24 de los países más vulnerables en términos hídricos y lo pone entre los que tienen un grado alto de estrés por el uso y escasez del agua. De hecho, vastas regiones del territorio nacional, sobre todo en el norte del país y en el Bajío -de donde dependen el abasto de alimentos y gran parte de la industria- enfrentan grados de vulnerabilidad equivalentes a los de Qatar, Eritrea y otros países desérticos.
En un contraste irónico de esos de los que habrá montones en esta crisis climática que apenas empieza, los estados del sur y del sureste del país sufrirán el embate de lluvias más repentinas, más intensas y con vientos más fuertes, conforme el calentamiento de los océanos provoque huracanes más potentes. Al mismo tiempo, fenómenos como la granizada que cubrió las calles de Guadalajara con medio metro de hielo serán cosa rutinaria en varias de las ciudades del país, que también se harán más calientes y más difíciles de habitar.
Pese a ese panorama que debería ser desolador y asustarnos a todos, la manifestación de este viernes reunió a duras penas a mil personas en la ciudad de México, y la inacción gubernamental es escandalosa. Cuestionado la mañana de este lunes sobre si estaría a favor de declarar una emergencia climática, el presidente López Obrador lo descartó y defendió las acciones que ya se emprenden en el marco del programa Sembrando Vida, pero obvió el hecho de que el sector ambiental sufrió un recorte de más del 4 por ciento en el proyecto de presupuesto de egresos para 2020. Pasó por alto también que las dependencias a cargo de conservar el territorio y vigilar que no se lo dañe están entre las más afectadas por los recortes de personal y recursos. En la cumbre climática de la ONU México no asumió ningún liderazgo, y su presencia apenas se notó.
Esto es consecuencia de dos decisiones igualmente equivocadas. Por una parte, la clase política mexicana, y López Obrador en primer lugar, han asumido de lleno el discurso según el cuál los culpables de la crisis climática son en exclusiva los países desarrollados. En esa misma lógica, aunque México esté entre los 15 países que más abonan a la destrucción de la atmósfera, como el país es responsable del 1.4 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, consideran que lo que haga no es importante. En línea con ello la política energética sigue centrada en los combustibles fósiles y no hay una política coherente ni de mitigación desde el campo ni de apoyo a las ciudades y pueblos para que reduzcan sus propias emisiones por transporte, por ejemplo. Ni siquiera se actúa en lo que tiene también beneficios locales. Sin ir más lejos, el 15 por ciento de las emisiones del país son consecuencia del mal manejo de la basura y de los tiraderos a cielo abierto, pero ésa es otra oportunidad de acción que se pasa por alto.
Por otra parte, México es una víctima muy pasiva de la crisis climática, y no alza las manos ni en defensa propia. Aunque Sembrando Vida pueda verse en parte como un programa de adaptación al cambio climático, no hay un esfuerzo serio en la materia. En la arena internacional ocurre lo mismo: aunque se asume que otros son los culpables de lo que pasa, no se hace nada por presionar a los países desarrollados, a China y a India -los países que más dióxido de carbono lanzan a la atmósfera- para que adopten medidas tan radicales como las necesarias para recortar sus emisiones. Es como si la crisis climática no existiera, o como si no tuviera ni responsables ni remedio.
Al contrario, si queremos construir un futuro en el que verdaderamente quepamos todos y en el que haya cierta prosperidad, debemos actuar en todos los frentes y dejar de pensar que la crisis climática no es cosa nuestra. Deberíamos estar adoptando medidas en todos los ámbitos y a todas las escalas para reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y para adaptarnos a la nueva realidad. Deberíamos ser los primeros en presionar a los países que más contribuyen al calentamiento global a que tomen medidas contundentes y urgentes. Deberíamos estar reimaginándonos, tomando en cuenta la nueva realidad.
Pero parece ser que, como sólo conocemos soluciones del siglo XX, vamos a jugar a que seguimos ahí.
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Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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