13 abril, 2025
Ante la crisis global provocada por las últimas políticas económicas del presidente estadounidense Donald Trump, el debate sobre la integración latinoamericana está más vivo que nunca. Pero ¿qué tipo de integración debemos buscar? La CELAC es un ejemplo de ello
Texto: Luciana Oliver Barragán
Foto: Celac
CIUDAD DE MÉXICO.- “No podemos seguir caminando separados cuando el mundo se reorganiza sin nosotros, pero tampoco podemos unirnos repitiendo las recetas del fracaso” criticó con fuerza Xiomara Castro, este miércoles 9 de abril, Castro durante su último discurso como presidenta pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
La región latinoamericana históricamente ha sido un espacio en disputa geopolítica. Por los enormes recursos naturales que se encuentran en la región, Estados Unidos y Canadá han liderado diversas alianzas comerciales y militares.
De esta forma, han logrado que los intereses de 662 millones de habitantes se subordinen a aquellos de las minoritarias élites gobernantes y económicas del norte global.
Por ello, la integración entre países latinoamericanos y caribeños sin la presencia, coordinación o liderazgo de las potencias anglosajonas, reconstruye los lazos comerciales y políticos y hace frente a la dependencia histórica que tenemos en la región.
Frente a los Tratados de Libre Comercio o a organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA) —que operan como extensiones de la política y los intereses estadounidenses—, iniciativas como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) o la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) encarnan proyectos de integración soberana para la región.
En el caso de la OEA, por ejemplo, Pedro Ernesto Fagundes menciona que aún con la propuesta de multilateralismo que inspiró su fundación, esta organización permaneció inerte frente a los interese e incluso sirvió a los intereses de “las posiciones políticas y la voluntad de cooperación del gobierno de los Estados Unidos”.
El hecho concreto de que la Organización de Estados Americanos no haya logrado solucionar ni una de las disputas de la región, según el brasileño Francisco Denes Pereira, ha generado mayor espacio de actuación para la CELAC. Así, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños comienza a incorporar en su “jurisdicción asuntos como la concertación política, que antes eran parte del rol de actuación de la OEA” dice Pereira.
La proyección de una Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe se dio a partir de 2010, durante la reunión conjunta entre la II Cúpula de América Latina y el Caribe y la XXI Cúpula del Grupo de Río en 2010. La ola de gobiernos progresistas de esos años, construyó un espacio propicio para cuestionar las iniciativas existentes como el MERCOSUR y la Cumbre de Presidentes Sudamericanos.
Como dice Julián Kan, no solo hubo un “rediseño de la integración latinoamericana” sino que se repolitizaron las iniciativas generando nuevas instancias, entre ellas la CELAC. Esto quiere decir que la propia fundación de la CELAC, proviene de una noción crítica de la integración latinoamericana. Lo que nos permite entender la importancia de este espacio.
Para Julián Kan, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños ha logrado frenar “los proyectos inspirados en el comercialismo como eje de vinculación”, dando lugar a “una integración más política”.
Finalmente en 2011 se aprobó el plan de acción de la CELAC dividido en diez temas de discusión y más de cincuenta acciones. A partir de esto, se han organizado diversos foros, encuentros o reuniones dedicados al diálogo entre los países de América Latina.
Si bien la CELAC estuvo estancada durante años, no fue sino hasta el 2021 con la gestión de Andrés Manuel López Obrador, que se “avivó la necesidad de articular esfuerzos y se le dio un nuevo impulso a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)” ante una pandemia que azotaba al mundo, como describe Veronika Mendoza en la revista Jacobin.
Cabe resaltar que CELAC ha sido también un espacio de promoción de acuerdos con China, la Unión Europea o Rusia. A corto plazo, esto parece venir bien en un momento en el que lo que más se habla es de la necesidad de “diversificación” de nuestras economías.
Pero ante la “multilateralidad” propuesta por Petro y su “referencia a lo común”, Lautaro Rivera nos abre la cuestión sobre la posibilidad de profundizar las condiciones periféricas de América Latina:
“¿Será América Latina y el Caribe un polo autónomo, soberano, descolonizado y anti-imperial, o será la periferia en “disponibilidad” de uno o varios hegemones?”
A esto, se puede sumar otra cuestión. ¿Realmente la CELAC, con su historia crítica hacia las alianzas subordinadas a los intereses estadounidenses, logrará incorporar las necesidades y problemáticas de las complejas masas populares de cada uno de los Estados de América Latina y el Caribe? ¿o se trata de alianzas económicas las cúpulas políticas de la región que no permean en la lucha contra la desigualdad de una región dependiente como la nuestra?
Durante la IX Cumbre de jefas y jefes de Estado y gobierno de la CELAC en el banco central de Honduras, en Tegucigalpa, la presidenta Xiomara Castro pasó su mando al presidente colombiano Gustavo Petro.
Algunas de las tareas o inquietudes de su nueva gestión irán dirigidas a realizar grupos de trabajo voluntarios para: una articulación militar y policial de América Latina y el Caribe; una estrategia latinoamericana y caribeña hacia Haití y su fortalecimiento democrático, así como la superación de los bloqueos a Cuba y Venezuela; alcanzar las energías limpias, la agencia de medicamentos, la inteligencia artificial y la red de fibra óptica y el desarrollo digital; y para resolver el tema de la Amazonía.
Los nuevos objetivos planteados por Petro adquieren relevancia al hablar de la reorganización de las reglas a partir de las que funcionan estas cumbres. Como mencionó Xiomara Castro, “La CELAC debe ser más que un foro”, pero para ello habrá que entender que uno de los limitantes de esta cooperación entre Estados Latinoamericanos y caribeños es que funciona a partir del consenso.
“Ni siquiera tiene la posibilidad que tiene la OEA, de votar y decidir”, como resaltó el asesor de la Unidad de Implementación del Acuerdo de Paz de la Presidencia de Colombia Mauricio Caruso, en una mesa de diálogo sobre esta cumbre de la CELAC.
La misma preocupación la expresó el presidente brasileño Luiz Inácio “Lula” da Silva, al mencionar lo “necesario del debate sobre la regla del consenso. Aun reconociendo su mérito de forjar convergencia, es innegable que hoy ha generado mayor paralización que unidad, transformándose en un verdadero derecho de veto”.
Lula propuso “la constitución de un grupo de trabajo que pueda presentar recomendaciones”, y con esto dar mayor importancia a la puesta en práctica de las decisiones tomadas en estas cumbres.
“Las personas ya no creen en la política. Tenemos acuerdos que ya no tienen representatividad (…) entonces es necesario que creemos mecanismos de consulta de la CELAC” dijo con preocupación Lula da Silva.
Justo después de la intervención emotiva del presidente de Brasil, la representante de Paraguay nos recordó que, en América Latina y el Caribe, las buenas voluntades políticas tendrán que fortalecerse frente a las crecientes propuestas antidemocráticas de la ultraderecha.
“Perdón, pero no hay consenso. Paraguay no da su consenso a la declaración”. dijo la representante y posteriormente dio su veto junto con Argentina y Nicaragua.
Como comentó Félix Molina durante la cobertura de la CELAC en el Canal 8, Canal oficial del Gobierno de la República de Honduras, la recién guerra de aranceles entre el gobierno de Donald Trump y el gobierno chino de Xi Jinping puede llevar a que Trump use la región latinoamericana para imponer su “enemistad con China”.
Por eso, la búsqueda de nuevas posibilidades, mencionó el ex presidente Pepe Mujica en una carta dirigida a Xiomara Castro, a Gustavo Petro y a Luiz Inácio “Lula” da Silva enviada justo antes del encuentro, “no puede estar ajeno a las respuestas que se construyan para enfrentar los desafíos que hoy tenemos como región y como humanidad. Causas que necesitan más que nunca de esfuerzos colectivos”.
La gestión de Castro durante el 2024 y parte del 2025 incluyó 12 cumbres ministeriales y 16 cumbres de coordinadores. Se ha caracterizado por las propuestas en torno de la paz. Al ratificar la alianza por la paz, Xiomara apoyó en la construcción de una declaración contra las bases militares estadounidenses en Latinoamérica y el caribe.
Un año después, el presidente colombiano Gustavo Petro ha llegado a la presidencia pro témpore de la CELAC en un contexto totalmente distinto, con una agenda propia en torno a la inteligencia artificial, la visión aeroespacial y la conexión con los Estados Africanos, la Unión Europea y Asia.
Durante la gestión de Castro en la CELAC, hubo dos momentos de tensión en la región que comprobaron que el funcionamiento por “consenso en todas las instancias” como menciona el plan de acción de la CELAC, puede significar una gran limitante.
El primer momento de tensión fue el asalto a la embajada de México en Ecuador que este sábado 5 de abril cumplió un año. En aquel momento el gobierno del presidente Daniel Noboa ordenó una operación en la que detuvieron al ex vicepresidente Jorge Blas violando la diplomacia internacional.
La convocatoria de Xiomara Castro para que juntos los presidentes latinoamericanos y caribeños discutieran la situación, a pesar de que hubiera una reunión urgente, no tuvo el consenso necesario.
Todos los países miembros de la CELAC tienen derecho a imponer un veto, lo que diversas veces ha impedido avanzar como bloque o unidad.
Otro caso en el que las decisiones por consenso implicaron una limitante para la CELAC fue el choque frontal entre el presidente colombiano Gustavo Petro y el estadounidense Donald Trump. Ante la llegada de migrantes encarcelados en condiciones indignas a Colombia, Petro solicitó a la presidencia de la CELAC una reunión de emergencia. Lo que tampoco tuvo éxito por la cuestión de consenso entre las y los presidentes.
La última gestión nos ha enseñado la urgencia de transformar las directrices organizativas de la CELAC, si no queremos que siga siendo omisa ante los ascensos antidemocráticos de las ultraderechas de los últimos tiempos.
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