«Yucatán es mi casa, y la comparto con mucha gente»

19 octubre, 2024

Detrás del desarrollo y los megaproyectos, en Yucatán habitan otros relatos y saberes que, aunque aparentemente olvidados, abren reflexiones sobre la crisis climática, la identidad y la defensa del territorio. La periodista Katia Rejón los presenta en su nuevo libro: Tierra de sol: crónicas de una región hirviendo

Texto: Alejandro Ruiz

Foto: Cortesía Katia Rejón

CIUDAD DE MÉXICO. – En medio de huracanes y trenes, la periodista Katia Rejón se propuso contar otra historia de Yucatán, esa que existe entre la hierba, el monte, los cenotes y la búsqueda de la identidad. Y lo logró.

La historia que presenta no es sencilla, pues se construye en medio de una Península que en los últimos años ha sido el epicentro de los proyectos de desarrollo del Estado mexicano, pero también de transnacionales, hoteles, inmobiliarias y granjas de cerdos.

Tierra de sol: crónicas de una región hirviendo, su nuevo libro, editado por la editorial independiente Capulín taller editorial, ofrece esa mirada: la del otro Yucatán que siempre ha existido, y resistido.

En entrevista, la autora ahonda en los motivos que la orillaron a escribir esta gran crónica de seis relatos que, aunque definidos en territorios específicos, pueden ser universales en un mundo que, en afán del desarrollo, olvida voltear la mirada a los espacios y lugares comunes que se niegan a desaparecer.

Es un libro que, como dice Katia, «apuesta a la esperanza, la vida y la comunidad» desde «la experiencia de vida y el conocimiento de muchísimas personas”.

Una conversación urgente

–¿Por qué escribir Tierra de sol en este momento?

–En estos años hay conversaciones universales respecto a el territorio, la crisis climática y la identidad de los lugares. Estas conversaciones se están dando en espacios con perspectivas globales, y creo que hablar de cosas específicas siempre le da como un grado de complejidad a estas discusiones que pueden parecer muy grandes, o muy homogéneas.

«Con Tierra de sol lo que quise hacer es hablar, específicamente, de cómo estas conversaciones globales que está teniendo todo el mundo (que se están discutiendo en lugares como la COP, por ejemplo) afectan el lugar donde yo vivo; donde vive la gente que yo quiero, y que a la vez es el lugar donde yo trabajo.

«Lo escribo en un momento en el que hay conversaciones públicas sobre este tipo de temas, pero también, en un momento donde siento que hace falta hablar específicamente de Yucatán, porque es donde yo vivo».

Redefinir lo común

–Hablamos de territorio, de lo común; del progreso y del desarrollo. Parecen debates que pueden darse en cualquier territorio, latitud, espacio. Tu libro, aunque de forma indirecta, también demuestra esas contradicciones. Pero ¿son estos los únicos debates que se están dando en Yucatán?

–Los debates que hay en Yucatán son muy parecidos a los que están dando en otros lugares.

«Primero, está el tema de la identidad, y creo que eso es algo que todavía no tiene respuestas claras. Hay muchas personas jóvenes de la ciudad que nos estamos haciendo la pregunta de si somos mayas, si nuestras familias son mayas, y si podemos nombrarnos mayas.

«Esas tensiones respecto a la identidad también están en las comunidades, y aquí, para entenderlas, creo que es importante dejar de romantizar la idea de un pueblo originario. Gran parte de la pérdida del territorio y de las cosas que han sucedido tienen que ver con un proceso de blanqueamiento. Una asimilación. Sobreponer el deseo individual antes del colectivo, y eso le pasa a todo el mundo.

«No porque una persona se diga maya significa que va a defender territorio. Y viceversa: no porque una persona no sea maya, no significa que no puede sentirse parte del territorio y hacer labores de servicio hacia la comunidad.

«La identidad es un concepto que se está complejizando, y eso para mí es hermoso porque nos permite hacernos nuevas preguntas, y aunque no tengamos ahora las respuestas, en ese proceso estamos recuperando ciertas cosas que se perdieron por el racismo, por la educación colonial, y se está revalorizando el papel que tienen el turismo, el trabajo en las empresas, e incluso las escuelas en ello.

«Nos estamos damos cuenta de que nada de eso es algo que esté sólido, pero a la vez, estamos afirmando que lo que sí está sólido son las relaciones que tienes con las personas, con la comunidad de la que te puedes ayudar en los momentos de crisis colectiva».

Un viaje dentro de casa

–El libro, además de estas historias, también es una especie de viaje personal donde te cuentas a ti misma a través de las vivencias de otros, o de los territorios que visitas. ¿Cómo fue este proceso de narrarte en primera persona como un personaje más de las crónicas que relatas? ¿Entró en conflicto con tu formación como periodista?

–La primera versión de Tierra de sol sí tenía ese tono periodístico, y como que sí había una barrera entre las entrevistas y yo. Luego leí el libro Respondona de Bell Hooks, justo cuando yo estaba en Sotuta. Eso me ayudó, pero también otro hecho: cuando alguien me dijo que ya había un montón de crónicas de Yucatán.

«Eso era verdad, y me hizo preguntarme qué podía aportar yo a una literatura tan amplia sobre muchos pueblos en Yucatán. Ahí dije que lo que podía aportar era lo que yo sentía y tenía: mi honestidad más cínica, vulnerable. Mi historia, la de una persona que proviene de una familia maya, pero que creció en una ciudad blanca, y que ahora estaba encontrando respuestas sobre sí misma, sobre su familia, y también sobre el lugar donde vive. Obviamente eso implica navegar muchas contradicciones, pues no hay una sola respuesta de qué es Yucatán.

«Tierra de sol, en realidad, es el testimonio de lo que es Yucatán para mí, y me siento segura de compartirlo porque hay un montón de gente con la que conversé para armar esa idea de Yucatán. Las ideas del libro no solamente son mías, provienen de muchas preguntas que tuvieron muchas respuestas comunes.

«Y entonces digo: Yucatán es mi casa, y es una casa que comparto con mucha gente que también lo ve como su hogar. Para hablar del territorio tenemos que hablar de las relaciones que hay dentro de ese territorio».

Redescubrir paisajes

–En tu trabajo periodístico hay un entendimiento de la naturaleza, de los paisajes y el territorio como espacios políticos en disputa. El debate que abres, si bien no es nuevo, es vigente en estos tiempos donde hacerle frente a la crisis climática parece ser una cuestión de vida o muerte. ¿Qué reflexiones podemos encontrar en Tierra de sol sobre ello?

–Hay una frase que dice Arno García (un biólogo que es uno de los personajes que aparecen en el libro), y me parece que sintetiza lo que desarrollo a lo largo de las crónicas: ‘pensamos que los seres humanos somos una especie inteligente, pero en realidad somos parte una especie de muchas otras que forman parte de un sistema inteligente‘.

«La mayoría de las personas que están en el libro son personas que tienen eso muy claro: el lugar que les corresponde dentro de la naturaleza, dentro de un sistema súper complejo y súper conectado. Creo que la pregunta que abre cada historia es la de cuál es la función que cumplen los humanos en esta comunidad.

«Esa es una de las lecciones más importantes en mi vida, y que también moldea a lo que me dedico: el periodismo. Me genera muchísima curiosidad el conocimiento escondido que hay dentro de los paisajes.

«Después de este libro, después de haber como admirado a todas las personas que forman parte de él, y que tienen muy claro su lugar dentro de la comunidad y de la naturaleza, me queda el deseo de seguir explorando este territorio, Yucatán, del cual hay muchas cosas más que decir. Y también otros territorios. Quiero seguir conociendo lugares, paisajes, el monte, el desierto, las cuevas del mar. Esos lugares que vemos todos los días, incluso en las ciudades, en donde hay un montón de conocimientos, de nombres; cosas que no conocemos aunque las vivimos todos los días.

«Me rehuso a desconectarme de lo que existe alrededor de donde estoy caminando, de ver las cosas sin verlas en realidad, y eso es algo que tiene este libro, y mi trabajo en general».

Periodismo silvestre

–La forma en la que construyes el libro parece una mezcla de varios géneros. Discurres entre el ensayo, la crónica, la literatura y la poesía. ¿Qué sentiste al traspasar esas fronteras de géneros que, muchas veces, se piensan incompatibles entre sí?

–En el camino de encontrar mi lugar en la colectividad he tenido muchas reflexiones sobre el tipo de periodismo que quiero hacer. En ese camino, he pasado por periodos que han ido desde nombrarme periodista feminista, periodista comunitaria, y muchos otros calificativos.

«También me he preguntado qué género abordo más: ¿la crónica? ¿el reportaje? Y aunque suene como un lugar muy común, en realidad creo que no me importan mucho esos géneros o nombres.

«A mí me gusta mucho más la idea de lo salvaje, obviamente ciñéndome a la metodología periodística: ir a campo, entrevistar a la gente, contrastar la información, buscar información documental y verificar los datos que recupero de las entrevistas. Eso está en el libro, pero el proceso de escritura, reescritura, edición y reedición fueron un poquito más salvaje.

«Para ilustrar lo que digo me gusta usar uno de los aprendizajes que obtuve en el campo, en la siembra. Por ejemplo, hace una semana tomé un taller de agricultura sintrópica, y fue una cosa bien hermosa, porque al principio, antes de ir a la parcela a sembrar, tuvimos toda explicación teórica de qué es la sintropía. Luego, aprendimos el diseño y el tipo de plantas que íbamos a sembrar, y el por qué. Todo fue muy detallado, muy metódico, pero a la hora de plantar tocó resolver cosas del terreno, como las piedras, las calles, y recuerdo que al final, ya no importaba mucho, sino que era algo como una improvisación.

«Eso me hizo pensar mucho en la importancia de tener la estructura de las cosas, pero al mismo tiempo, tener esta flexibilidad de salirte del camino, tomar atajos sin desviarte de a dónde vas, esquivando cosas que te van estorbando, y luego regresar, porque al final de cuentas vas a un lugar.

«En ese sentido, este libro toma muchos atajos: se va por la maleza un poco, y agarra cosas de la poesía, del periodismo, de la crónica, del ensayo. Algo muy silvestre. Yo diría que es un libro de periodismo silvestre, si es que eso existe».

Si quieres conseguir una copia del libro puedes hacerlo en librerías de Ciudad de México, Oaxaca y Yucatán. Para consultar cuáles, puedes contactar directamente a la editorial en este enlace, o buscarlos en la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México.

Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.