Las granjas camaroneras, en rápida expansión en el oeste de México (muchas de las cuales son ilegales), están contribuyendo a la deforestación de los manglares de la costa del Pacífico, un hábitat importante para los jaguares
Texto: Sarah Brown / Mongabay Latam
Foto: Cortesía Rodrigo Medellín
Entre las delgadas raíces salinas de los mangles que bordean la costa occidental de México, el jaguar es el máximo depredador. Sin embargo, a pesar de estar en la cima de la cadena alimentaria, su existencia se ve amenazada por la abundancia de otra especie mucho más pequeña: el camarón patiblanco.
La acuicultura del camarón patiblanco (Litopenaeus vannamei), o camarón blanco del Pacífico, ha experimentado un auge en la costa del Pacífico mexicano en las últimas dos décadas, lo que ha despejado franjas de bosques de manglares y ha puesto en peligro hábitats cruciales para el jaguar (Panthera onca) en los estados occidentales de Sinaloa, Sonora y Nayarit.
“Con las granjas camaroneras en México, se ve la destrucción del hábitat de los jaguares. Pero también el de peces, cangrejos, aves y otros animales. Es muy importante tener un hábitat de apoyo con alta biodiversidad”, comenta a Mongabay Alfredo Quarto, cofundador de Mangroves Action Project, una ONG conservacionista.
La pérdida de hábitat y la caza furtiva han reducido la distribución de los jaguares en México un 54 %, y hoy en día quedan entre 4 mil y 5 mil de estos grandes felinos en estado salvaje. En Nayarit, un estudio de 2022 sobre un corredor de vida silvestre de casi 6 mil 300 hectáreas considerado importante para la conservación del jaguar reveló que la cobertura de manglares en la zona había disminuido del 35 % al 26 %, mientras que las tierras utilizadas para la agricultura y para la acuicultura habían aumentado del 38 % al 50 % en 20 años.
En medio de la pérdida de hábitat, una pequeña reserva en Nayarit ofrece un refugio para los jaguares. La Papalota era una granja de 368 hectáreas, que en 2008 se convirtió en la primera área privada en Nayarit dedicada voluntariamente a la conservación en el marco de un programa del gobierno nacional. La reserva está cubierta de espesos bosques de manglares al sur, con un mosaico de bosques tropicales caducifolios y de bosques secundarios en el resto del terreno.
El área es demasiado pequeña para proporcionar un hábitat completo para los jaguares, ya que estos necesitan miles de hectáreas para mantener una población viable, según Víctor Hugo Luja, biólogo conservacionista e investigador que estudia a los jaguares en La Papalota. Sin embargo, el lugar proporciona un refugio para al menos seis jaguares, que utilizan con frecuencia el territorio para alimentarse, aparearse y criar a sus crías. La reserva también ha proporcionado un refugio para unos doce nacimientos de jaguares, según Ignacio Vallarta, el propietario del terreno.
La Papalota es un ejemplo de cómo pequeñas áreas de tierra protegida pueden actuar como un “trampolín” entre lugares de conservación de alta prioridad para los jaguares, lo que permite que la especie se mueva de manera segura entre grandes reservas. La Papalota se encuentra entre la Reserva de la Biosfera Marismas Nacionales, un área protegida de 133 mil 854 hectáreas, que alberga aproximadamente el 20 % de los manglares de México, y los manglares de San Blas más al sur. Se encuentra directamente en el corredor que fue el foco del estudio de jaguares en el 2022.
Existen ocho corredores biológicos de este tipo en la región del Pacífico norte de México, y en todo el país hay 581 reservas como La Papalota: tierras privadas que se han destinado voluntariamente a la conservación. Según Luja, este mosaico de áreas destinadas voluntariamente a la conservación o ADVC, como son conocidas, abarca un total combinado de 1.14 millones de hectáreas en 28 estados y son esenciales para brindar movilidad a la vida silvestre, como los jaguares, y para garantizar la viabilidad de sus poblaciones.
“Nadie perturba [La Papalota] —explica Mauricio Cortés Hernández, coordinador regional de Pronatura Noroeste, una ONG conservacionista que trabaja con manglares y con jaguares—. Los dueños de La Papalota protegen al jaguar, lo vigilan, y nosotros los apoyamos con cámaras. Eso hace que el jaguar sobreviva”.
Sin embargo, fuera de la reserva, los manglares restantes están amenazados por el desarrollo urbano invasor y por la camaronicultura, incluso en áreas protegidas como la Reserva de la Biosfera Marismas Nacionales. Los manglares están protegidos legalmente en México, pero esto no ha impedido que la gente los tale para establecer estanques de camarones. Con frecuencia las autoridades no toman medidas, según informaron los conservacionistas a Mongabay.
“Cada vez que visitamos el sitio de estudio vemos granjas nuevas, casas nuevas, carreteras nuevas, y la velocidad de esos cambios es mayor que la capacidad de resistir de las poblaciones de jaguares —explica Luja a Mongabay—. Si la tendencia continúa sin que se tomen medidas, creo que en diez años podríamos no tener poblaciones de jaguares en los manglares de Nayarit”.
México es el segundo mayor productor de camarón de América Latina, solo detrás de Ecuador. En 2021, produjo más de 200 mil toneladas de camarón, de las cuales el 80 % fue de cultivo; para 2023, esta cifra aumentó a más de 243 mil toneladas. Entre 1993 y 2021, la superficie total de estanques de camarones a lo largo del golfo de California en México aumentó más de 1100 % ; a más de 114 mil hectáreas, según un estudio de 2023.
“La camaronicultura es una industria desenfrenada que está creciendo muy rápidamente —afirma Quarto—. El valor del camarón es tan alto que existe una competencia entre países para exportar la mayor cantidad posible. [Hemos estado] luchando contra esta industria durante muchos años”.
La costa oeste de México es clave para la camaronicultura pero, según Luja, más del 40 % de las granjas camaroneras no cumplen con las regulaciones federales. Con 980 granjas camaroneras solo en Nayarit, esto significaría que casi 400 de estas no cumplen.
“Estas granjas no son sustentables —sostiene Quarto—. Destruyen el mismo entorno que las sustenta”.
El aumento repentino de la camaronicultura en la última década está vinculado a los cárteles, que utilizan las granjas para actividades delictivas como el lavado de dinero, según aseguran los expertos. Esto complica los esfuerzos de conservación regionales y pone en peligro a los ambientalistas, que enfrentan amenazas de grupos criminales por oponerse a la expansión de la acuicultura.
“Existe una violencia asociada con la industria de la camaronicultura, como amenazas a las personas que protestan —comenta Quarto—. La gente local tiene poco qué hacer ante esta amenaza. A menudo no quiere hablar por temor a poner en peligro su vida”.
Los esfuerzos de conservación se han centrado principalmente en establecer parques, reservas y áreas protegidas en todo México. Sin embargo, los expertos destacan la importancia de conectar estas áreas a través de corredores biológicos y de refugios seguros, como La Papalota, para garantizar la supervivencia de los jaguares a largo plazo.
Estos corredores están cada vez más amenazados por la expansión urbana, la deforestación y el crecimiento agrícola. Los ambientalistas proponen fortalecer la protección de estos sitios, ofreciendo a los propietarios de tierras incentivos financieros para preservar la biodiversidad a través del pago por servicios ecosistémicos. Educar a las comunidades locales, cuyo sustento está vinculado a estas áreas, también promueve la coexistencia entre las personas y los jaguares.
“Trabajamos con las comunidades para influir en sus prácticas”, señala Luja. Esto incluye enseñar a los agricultores sobre la protección del ganado para evitar matanzas en represalia y crear zonas de conservación para los jaguares, al tiempo que se permite la extracción sustentable de recursos por parte de las comunidades locales.
Las organizaciones sin fines de lucro y los grupos conservacionistas, como Mangrove Action Project y Pronatura Noroeste, siguen abogando por la protección de los manglares y jaguares de México, pidiendo regulaciones más estrictas sobre las actividades que amenazan a ambos. Sin embargo, los desafíos persisten, ya que los desacuerdos entre las autoridades nacionales y estatales sobre las responsabilidades de aplicación complican los esfuerzos para frenar la expansión de las granjas camaroneras.
“No hay coordinación entre los diferentes niveles de autoridad —plantea a Mongabay Octavio Aburto Oropeza, ecologista marino y profesor de la Institución Scripps de Oceanografía, en Estados Unidos—. Las autoridades municipales, estatales y nacionales se culpan entre sí. Esta falta de coordinación es una de las principales cosas que debemos resolver”.
Algunos ambientalistas acusan a las autoridades políticas de aceptar sobornos de los cárteles para hacer la vista gorda ante la camaronicultura y sus actividades delictivas asociadas, lo que pone de relieve los desafíos de abordar la acuicultura ilegal. Además, la deforestación de los manglares a menudo se denuncia solo después de que ocurre, lo que les da a las autoridades una salida fácil para alegar ignorancia sobre su ocurrencia, según afirma Aburto Oropeza. Para abordar esto, los investigadores están desarrollando un “índice de amenaza de los manglares”, que predecirá los riesgos de pérdida de manglares con anticipación.
“Será un cambio radical —indica Aburto Oropeza—. Si estos manglares desaparecen, podemos exigirle cuentas al Gobierno porque sabían que esto sucedería y no hicieron nada”.
También depositan esperanza en la secretaria de Medioambiente entrante de México, Alicia Bárcena, bióloga que asumirá el cargo el 1 de octubre y que se ha comprometido a priorizar la protección de los manglares. Los expertos ven su nombramiento como un paso prometedor para la conservación de los manglares y, en consecuencia, para la protección de los jaguares y de otras especies que dependen de estos ecosistemas.
“[Los jaguares] son muy adaptables y resistentes —explica Luja—. Lo único que necesitamos es darles el espacio para que sigan realizando sus actividades”.
Luja, V. H., Navarro, C. J., Torres Covarrubias, L. A., Cortés Hernández, M., & Vallarta Chan, I. L. (2017). Small protected areas as stepping-stones for jaguars in western Mexico. Tropical Conservation Science, 10, 194008291771705. doi:10.1177/19400829177170
Luja, V. H., Guzmán-Báez, D. J., Nájera, O., & Vega-Frutis, R. (2022). Jaguars in the matrix: Population, prey abundance and land-cover change in a fragmented landscape in western Mexico. Oryx, 56(4), 546-554. doi:10.1017/S0030605321001617
González-Rivas, D. A. & Tapia-Silva, F. O. (2023). Estimating the shrimp farm’s production and their future growth prediction by remote sensing: Case study Gulf of California. Frontiers in Marine Science, 10. doi:10.3389/fmars.2023.1130125
**Esta historia fue publicada originalmente por el equipo de Mongabay en inglés aquí el 11 de julio de 2024.
ESTE TRABAJO FUE PUBLICADO INICIALMENTE EN MONGABAY LATAM. AQUÍ PUEDES CONSULTAR LA PUBLICACIÓN.
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