El deslave de dos cerros en Naucalpan coloca sobre la mesa la relación entre una vivienda digna, el crecimiento de las ciudades y la interacción con la naturaleza.
Texto y fotos: Víctor Pérez y Camilo Ocampo
NAUCALPAN, ESTADO DE MÉXICO.- Bajo una carpa blanca con globos del mismo color, los habitantes de La Raquelito, en Naucalpan se preparan para llevar al panteón a sus seres queridos. Una tragedia que se podría repetir gracias al crecimiento desmedido de las urbes y la falta de planes de desarrollo adecuados.
Las combis de pasajeros y las patrullas transportan las coronas de flores, mientras una caravana de motocicletas se prepara para escoltar el cuerpo de quienes llevan a enterrar, aceleran sus motores y alzan las fotos de sus seres queridos, así anuncian que el barrio está de luto por cinco menores de edad que junto a su abuelo, fueron víctimas de un deslave provocado por las fuertes lluvias del lunes 16 de septiembre.
César Martinez, uno de los vecinos de la colonia, barre mientras la gente comienza a alejarse del panteón. Recargado sobre su escoba, contempla el altar, viendo las veladoras, narra cómo se dio cuenta de la tragedia y cómo la colonia se comenzó a movilizar para ayudar a las personas atrapadas.
“Escuché un golpe muy fuerte, yo pensé que había sido otra cosa, yo no sabía que había una casita ahí” dice César mientras señala con el dedo una pequeña brecha, al fondo se asentaron los restos de una casa de lámina y madera. “La gente se metió a vivir ahí, pues porque tienen la necesidad de tener un hogar ¿No?”.
“Estaban celebrando una fiesta, cuando se escuchó el trancazo y salió un joven gritando que les ayudaran, que se les había venido la tierra encima. Fue en ese momento, cuando los vecinos hicieron sonar la alerta vecinal y se percataron que una parte del cerro donde viven, se había desgajado y sepultado a una familia”.
Toda la gente que vive en la colonia comenzó a llegar con picos, palas y cubetas para ayudar, porque el barrio es bien unido, es como una familia, comenta César. Cuando pasa algo el barrio es el primero en moverse, porque si entre vecinos no se ayudan, nadie más lo va hacer; esa noche los cuerpos de emergencia tardaron como 40 minutos en llegar.
Además, considera que el actuar de las autoridades no fue el adecuado. “Nada más estaban dando vueltas sin hacer nada, nosotros (los vecinos) les gritábamos que nos ayudaran, que trajeran a los perros (los binomios caninos) pero tardaron como 50 minutos más en reaccionar”.
“Yo nunca creí que pudiera pasar una tragedia como esta, siempre pensé que sería del otro lado, donde se ve qué hay más riesgo” y vuelve a señalar con el dedo, pero ahora, a la colonia de enfrente donde las casas se encuentran en el límite del cerro que da hacia un voladero.
A un lado de donde ocurrió el deslave, un río puso en alerta a quienes viven en las orillas de los afluentes de las presas Totoliga y Cuartos. Hombres rellenan costales de arena y los cargan en carretillas hasta la fachada trasera de las casas, por donde pasa el río Totolinga, buscan reforzar el suelo en el que se encuentran las viviendas.
Víctor Emiliano Leal, de 30 años, carga costales. Su casa, ubicada en la calle Sauce, manzana 1, lote 12, es la que está en mayor peligro de la cuadra. Una semana antes del deslave de la madrugada del 16 de septiembre, a la colonia acudieron trabajadores de Protección Civil, a informarles del peligro que corrían.
“Nos dijeron que teníamos que desalojar nuestra casa, pero ¿cómo la voy a dejar? Son 30 años de trabajo de mi familia, hemos invertido mucho dinero para ponerla en píe. Ahorita, desde que me avisaron que está en riesgo, le he metido como 15 mil pesos, en una sola semana”
Mientras intenta reforzar la superficie sobre la que está edificado el inmueble, comenta cómo a partir de las lluvias, la tierra comenzó a desplazarse, reduciendo la distancia entre el cauce del río con las viviendas, dejando apenas unos centímetros. “Antes había como 4 metros de separación, pero ahora ve, hay menos de medio metro” exclama.
A pesar de ello ,su casa no es la única vulnerable del municipio. Desde 2020 solo el 5.4 por ciento de la población de este municipio goza de espacios de vivienda de calidad, mientras que el 4.2 por ciento dispone de acceso a los servicios básicos como agua, luz y drenaje en su vivienda, de acuerdo con el informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social.
“Eso ya está consolidado ahorita, lo que hay que hacer es ver cómo evitar que la población esté vulnerable a ello”, comenta sobre los asentamientos urbanos como el de La Raqulita, el profesor y geógrafo Juan Ratio.
“La particularidad es que el territorio donde está Naucalpan es una cañada en sí mismo, es el piedemonte de la Sierra de las Cruces y ese territorio prácticamente son fisuras, son barrancas”, explica en entrevista.
En esta zona, explica, no se puede hablar de un deslave, que es un término técnico, sino de un desplazamiento de material que se conoce como desgajamiento, que se ocasiona cuando se desprende material de una posición elevada, que por lo general son rocas, se desprenden y va hacia abajo, casi en caída libre.
“Las razones tienen que ver con la modificación al entorno y sobre todo al suelo. La primera importante es la pérdida de cobertura forestal, que ocasiona la pérdida de un material muy importante que retiene el suelo, el sustrato que permite que los suelos tengan la capacidad de absorción para el agua y también de retención de otro tipo de materiales que vengan de la superficie exterior” comenta Ratio.
La zona metropolitana del Valle de México, explica el profesor, está creciendo de manera exponencial y atraviesa fases de expansión y consolidación urbana paulatinas. Desde 2008 varias zonas urbanas se habían consolidado (un desarrollo estructural y de funciones que mejora los espacios urbanos). Pero después de la pandemia se retomó el proceso de expansión de la urbe, en la zona poniente, en municipios como Naucalpan hacia Huixquilucan
“Con el caso de Naucalpan, donde ya se hizo un desarrollo urbano, pues yo creo que lo que falta es un plan integral desde esta visión del cuidado tanto hídrico como social de las personas”. comenta.
“Lo primero es tener un programa de contención, incluso me atrevería a decir que junto con el municipio y el estado de México incluso de relocalización, porque una vez que ya un cerro se desgaja se puede continuar desgajando”.
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