Sembrando Vida. Los motivos de un reportaje

15 julio, 2024

Es fácil señalar un programa de gobierno como asistencialista cuando no conoces a las personas a las que supones sin voluntad ni capacidad de tomar decisiones. ¿Quién acusaría a un becario Fonca o Conacyt de estar en un programa asistencialista? ¿Quién calificaría el subsidio al metro de programa clientelar?

Por Leonardo Toledo Garibaldi / @leonardotoledo

Escribo esto desde afuera y desde lejos, pero también desde adentro y desde cerca.

Nací en la ciudad de México pero pasé buena parte de mi infancia en un ejido y el bosque fue mi patio de juegos, he usado el azadón, la pala y el rastrillo, he sembrado y cosechado frutas y hortalizas, aunque nunca me gustó demasiado. Tampoco me gusta mucho andar en el campo ni hablar con personas. Lo que a mi me gusta es interactuar con pantallas, sean de cine, de televisión, de internet o de lo que sea. Ese era mi trabajo hace 22 años cuando acompañaba a Gabriel Cámara a implementar sus aulas multinivel de la primaria comunitaria rural mientras me explicaba eso llamado “comunidades de aprendizaje”.

He caminado la frontera sur (Quintana Roo, Campeche, Tabasco y Chiapas) varias veces.

Conozco el campo chiapaneco porque he vivido en él, porque conozco a muchas personas que viven en y de él, pero no soy experto en ninguno de sus temas: ni de la agroforestería, ni de la agroecología, ni de la migración, ni del agronarco, ni de la ganadería, ni de la minería, ni de sus problemas de salud, comercialización, violencias, ni de su fauna y flora, ni de sus suelos y sus subsuelos.

Escribí sobre Sembrando Vida por tres causas directas: conozco a trabajadores (técnicos y técnicas); conozco a sembradores beneficiarios del programa y porque un día leí un reportaje en el que los autores afirmaban que los huertos de cacao del programa estaban surtiendo a una fábrica de chocolates, es decir, no tenían mucha idea de lo que tarda una planta de cacao en crecer y empezar a dar frutos suficientes para venderse.

En el transcurso de la manufactura de ese texto aprendí lo que significan las siglas MIAF; lo que es una Comunidad de Aprendizaje Campesina; descubrí que no sabía la diferencia entre reforestar, restaurar o regenerar ni la de una cobertura vegetal y una forestal. También conocí por primera vez una planta viva de zacate limón (el del té), interactué con una familia de saraguatos libres (muy enojados por mi presencia) y probé cinco formas nuevas de comer yuca recién cosechada.

No fue la intención construir juicios condenatorios o absolutorios. Solo fue un intento de comprender y compartir lo que alcanzamos a ver.

Sembrando vida en la prensa

La cobertura periodística del programa Sembrando Vida ha tenido estas etapas:

Una primera etapa inicial con notas explicativas sobre las características del programa y condiciones de ingreso, tanto para trabajadores técnicos como para sembradores. Hubo también posicionamientos de diversos actores: academia, el sector secundario y un sector de opinión muy particular vinculado a las secretarías y programas que verían mermado su presupuesto con la aparición del programa.

Una segunda etapa la ocuparon los anuncios de la ampliación del programa, tanto a otros estados como a Centroamérica. Columnas de opinión en medios abiertamente opositores señalaban fallas. Que no estaba basado en evidencia, que no tenía una vinculación con el mercado y no era claro a quién le iban a vender el producto (me llamó la atención esa columna porque los árboles del programa apenas tenían unos 10 centímetros de altura y en el caso de los maderables faltaba más de un lustro para que se pudieran comercializar).

La tercera etapa pudo haber sido el amago de renuncia de Javier May (marzo de 2020), pero por alguna razón la prensa decidió ignorarlo. Hubo notas periodísticas que dieron cuenta de las causas del desencuentro entre el operador del programa y la entonces secretaria de Bienestar, María Luisa Albores: denuncias de trabajadores técnicos, críticas de la academia, reclamos del sector secundario y, aunque de forma periférica sin mucha repercusión, las primeras denuncias acerca de la tala que hicieron varios productores en algunas regiones.

La cuarta etapa estuvo marcada por el decreto de prohibición del glifosato y la prohibición de que los sembradores lo usaran en sus parcelas (diciembre de 2020). Fue cuando apareció un reportaje de Bloomberg, que señalaba que Sembrando Vida alentaba la deforestación. Fue publicado meses después de que la prensa consignara por primera vez que había productores que habían derribado árboles para entrar al programa (hecho denunciado, por cierto, por una diputada de Morena), por lo que no estaba diciendo nada nuevo, pero lo decía Bloomberg y lo acompañaba de datos duros, sobre todo la cifra de 72 mil 830 hectáreas de cobertura forestal que según su autor se habían perdido. Ese dato lo obtenía de un reporte de WRI que sería publicado 10 días después, del cual destacan dos citas:

“[este análisis] “no es concluyente debido a la falta de acceso a información y coordenadas de las parcelas”

“Sembrando Vida no tiene como objetivo prioritario la restauración forestal y tampoco la reforestación […], ya que de acuerdo con el diagnóstico y propuesta de diseño del Programa ‘es una estrategia de productividad para zonas rurales y generación de comunidad que busca rescatar al campo y reactivar la economía local; atendiendo dos problemas centrales: la pobreza rural y la degradación ambiental”.

Pese a estas dos advertencias muchos de los análisis en prensa tomaron el dato como concluyente y como evidencia del fracaso del programa.

No queda ninguna duda de que en 2019 es el año que más cobertura forestal se ha perdido en México desde hace 20 años. El asunto es cuánto de eso se puede atribuir a Sembrando Vida. WRI México elaboró un método basado en el “exceso de mortalidad” (la metáfora es de ellos) comparando el promedio de los últimos cinco años (162 mil 16 hectáreas) con la de 2019 (239 mil 763 hectáreas) y así obtener el número de 79 mil 61 hectáreas y de ahí hacer un estimado donde atribuyen las 72 mil 830 a Sembrando Vida a partir de los municipios donde se implementó el programa. Dado que es una estimación, no pueden concluir que se deba a Sembrando Vida. No se sabe de cierto, pues. Como dice Eugenio Fernández Vázquez, el problema de deforestación es muy complejo, pero él lo explica mucho mejor que yo en este texto: https://piedepagina.mx/sembrando-vida-acaba-con-las-selvas-mexicanas/

La quinta etapa fue un giro más en la tuerca que inició con las negociaciones de México y Estados Unidos para que éste colabore en la financiación de Sembrando Vida en Centroamérica, como una estrategia de contención de la migración y de combate al cambio climático. El seguimiento en la prensa dio cuenta del estire y afloje entre ambos países, desde una negativa inicial de EU a siquiera poner el tema sobre la mesa antes de la COP26 a la forma en que su declaración final fue “capitalizada” por Andrés Manuel López Obrador, pues la declaración de Glasgow llamaba a sus países miembros a “detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para 2030”. Amlo declaró que la declaración había sido inspirada en Sembrando Vida, y así, un ir y venir que incluyó visitas de la Secretaria de Estado y posteriormente de John Kerry como enviado especial de Biden, el cual llegó hasta Palenque y terminó su gira respaldando el programa (octubre de 20221). Esta etapa terminó con el anuncio de “Sembrando Oportunidades”, que será el nombre del programa en Centroamérica.

La sexta etapa inició menos de una semana después del anuncio de Sembrando Oportunidades, con el lanzamiento del reportaje “Sembrando Vida y la fábrica de Chocolate” de Connectas, en el cual, a partir de una “inferencia” (a decir de una de las autoras) se vinculó la siembra de cacao con la empresa de chocolates de uno de los asesores del programa que a su vez es amigo de los hijos de Amlo. Luego de este reportaje hubo notas y columnas de opinión que sin nuevas aportaciones, mezclan los datos de Bloomberg y de Connectas, además de todo lo que se dijo en forma negativa del programa en la prensa de Estados Unidos después del anuncio de Biden acerca de apoyar su implementación en Centroamérica.

La séptima etapa comenzó con la gira de Amlo por Centroamérica (mayo de 2022), en la cual se anunció la puesta en marcha del programa en otros países y la demanda de que Estados Unidos liberara el presupuesto prometido. Aparecieron nuevos actores, como Julia Carabias quien afirmó que tampoco es buena idea reemplazar potreros por parcelas de Sembrando Vida, pues si bien “a veces no se tumba para sembrar, pero se coloca la parcela en donde había vacas, se siembra y el ganado se ubica en donde está la selva”. Es decir, la pérdida de cobertura forestal (hay que recordar que la plataforma solamente registra árboles de más de cinco metros) pudo deberse a que las vacas decidieron empezar a comer ceibas.

¿Las cifras no mienten?

Vale la pena detenernos a revisar un detalle sobre el informe de WRI: para poder establecer la cifra de 72 mil 830 hectáreas se partió de un promedio de cinco años a partir de los datos de Global Forest Watch.

Si replicármos el ejercicio a partir de los mismos datos de GFW pero a nivel estatal observamos que, en Chiapas, de 2015 a 2016 la pérdida de cobertura se duplicó al pasar de 32 mil en 2015 a 68 mil en 2016 (que nadie atribuyó a los apoyos de Pronafor, por cierto). Una brutalidad.

Sin embargo, GFW advierte hay que tener cuidado al comparar sus datos debido a cambios en los métodos de medición, principalmente a partir de 2015.

GFW aumentó el número de satélites disponibles para rastrear la tala y mejoró su algoritmo (especialmente en el conteo de pixeles, que es la técnica más aceptada para medir superficies forestales desde imágenes satelitales). En el sitio es fácil encontrar una serie de recomendaciones y sugerencias para hacer análisis de sus datos. Entre estas:

1) Ha habido cambios mínimos en el método y los datos satelitales después del año 2015, por lo que es menos probable que el análisis del pasado reciente incluya inconsistencias temporales.

2) Use promedios móviles de 3 años para suavizar las inconsistencias entre años causadas por la disponibilidad de imágenes de Landsat y dar mejor cuenta de los retrasos en la detección de incendios de fin de año y otras pérdidas.

3) Al comparar períodos de tiempo, como antes o después de 2011, o antes y después de 2015, tenga en cuenta que está comparando cambios en el modelo.

Global Forest Watch recomienda que no se haga lo que hizo WRI, cuyos datos son inconsistentes  porque hicieron un promedio de cinco años a partir de datos no comparables.

Si solamente se hubieran usado los datos generados por el mismo método de medición y se siguiera la recomendación de GFW de hacer promedios de tres años, es decir de 2016 a 2018, el “exceso de mortalidad” pasaría de 23 mil a 7 mil hectáreas. Es decir. la tercera parte.

No es mi intención regatear la pérdida de cobertura forestal que de por sí es grave, pero sí enfatizar que mezclar estándares, métodos o lo que sea en una medición es por lo menos una falla metodológica que altera el resultado. No logré encontrar en el reporte de WRI México una explicación de cómo estandarizaron los datos de esos cinco años, por lo que no es concluyente si el periodo fue determinado con dolo o es solamente arbitrario.

Malo para quién

Vivir y trabajar el campo es complicado. Luego pienso que no es necesario insistir en ello, pero también creo que mucha gente piensa que se trata de subirse al Uber y bajar en la parcela, o despertar y saludar al hermano sol mientras entras en contacto con la Madre Tierra como hacen los habitantes de Pandora en Avatar. No es reclamo ni queja, solamente que las comodidades de la ciudad son un gran magneto. ¿Quién no querría ir a dormir sin checar que en el techo no anden caminando alacranes? ¿Quién no querría llegar a casa y prender el streaming en lugar de revisar todo tu cuerpo por si se ha subido una garrapata con todo y su Lime? ¿O prender el aire acondicionado en lugar de aguantar los piquetes de mosquito con todo y su dengue, su chikungunya, su zika y todas sus complicaciones? ¿Quién no querría llamar a la ambulancia en caso de accidente en lugar de caminar dos kilómetros hasta llegar a la casa del vecino más cercano o a la loma donde llega la señal de celular? ¿O resolver los conflictos entre vecinos mandando whatsapps furiosos todos los días en lugar de esperar a la asamblea mensual? ¿O llamar a la policía (o al vigilante) cuando ves a un vagabundo deambular en tu banqueta en lugar de defender tus parcelas con palos, piedras y machetes?

Detrás de la decisión de quedarse en el campo hay varios actos de amor que algunos llaman compromiso y otros llaman espiritualidad. Trabajar la tierra pero cuidarla. Cuidar a la comunidad, cuidarse uno, reconstruir lo necesario para ver que la vida regresa. Esa Tierra de clima cambiante que han decidido cuidar y procurar.

¿A quién le conviene, entonces, que eso no exista? ¿Por qué tanta insistencia en decretar el fracaso? ¿O descalificar un programa inventando que las vacas irán a comer ceibas adultas? ¿A quién le interesa que no se detenga la migración forzada?

Es fácil señalar un programa de gobierno como asistencialista cuando no conoces a las personas a las que supones sin voluntad ni capacidad de tomar decisiones. ¿Quién acusaría a un becario Fonca o Conacyt de estar en un programa asistencialista? ¿Quién calificaría el subsidio al metro de programa clientelar?

Decidí emprender este reportaje desde el espacio en donde en aquel entonces encontré menos simulacros: las personas productoras y las técnicas del programa. Escucharles, mirarles, seguirles, caminar junto a ellas y ellos. No quise hacer muchas preguntas, para no dirigir demasiado su testimonio.

Todos los testimonios son de técnicos y productores de Sembrando Vida. A la mitad del reportaje llegó una instrucción que les ordenaba no hablar con la prensa, no dar entrevistas, no permitir visitas a los huertos, como una respuesta a los textos que se publicaron por la organización de Claudio X. González y el portal de noticias de la familia Madrazo.

Igual conocimos huertos, igual hablamos con productores y técnicos, pero decidimos presentar sus testimonios de forma anónima, para evitarles problemas. Salvo en caso del sembrador de La Libertad, que me dijo un par de días antes de que fuéramos a conocer su parcela: «Yo estoy orgulloso de lo que estoy haciendo, no me voy a esconder ni me pueden decir qué hago o qué digo».

Creció y reside en Los Altos de Chiapas. Estudió la licenciatura en comunicación social por la UAM-X y la maestría en antropología social por la ENAH. Actualmente trabaja como editor de la revista “Sociedad y Ambiente”, de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) y colabora con el proyecto Kinoki Media. Formó parte del Colectivo Frecuencia Libre (radio comunitaria de San Cristóbal de Las Casas) y del colectivo fotográfico Tragameluz. Es colaborador de Chiapas Paralelo y docente en la Maestría en Educación y Comunicación Ambiental Participativas de la Universidad Moxviquil, además de participar en el Consejo del proyecto “Bat’si Lab, fotografía y comunidad”