En la «ciudad de los derechos» parece que uno está pendiente por cumplir: el derecho al refugio, pues el cierre del albergue en Tláhuac ha puesto en crisis a las autoridades y organizaciones civiles ante el constante flujo migratorio que llega a la capital del país para tramitar un permiso que les permita trabajar
Texto: Alejandro Ruiz, María Ruiz, Isabel Briseño y Alexis Rojas
Fotos: María Ruiz, Isabel Briseño y Alexis Rojas
CIUDAD DE MÉXICO. – Françoise salió de Haití a sus 35 años persiguiendo un sueño: conseguir trabajo para tener una vida digna. Su búsqueda lo ha llevado por caminos inesperados, algunas veces hostiles, como el que atraviesan día a día miles de personas migrantes que se ven desplazadas por la guerra y la pobreza que viven en sus países.
“Yo solo quiero trabajo, tener mis papeles y trabajar” dice aquél hombre haitiano, mientras junto a él cientos de sus compatriotas duermen sobre las lozas de la plaza Giordano Bruno, en la colonia Juárez de la Ciudad de México.
Algunos llegaron hoy: mujeres, niños, hombres. Familias enteras en tránsito que se han estacionado en la ciudad, buscando un refugio mientras esperan realizar sus trámites ante la Comar. Todos quieren conseguir un permiso de trabajo.
No todos hablan español, aunque conversan indistintamente en portugués o francés.
No es el caso de Françoise, quien fluidamente nos cuenta su historia:
“Yo llegué el sábado, y primero fui al otro albergue. Cuando llegué me dijeron que no estaban aceptando más gente, pero no me dijeron a dónde ir. Yo usé el internet y encontré este lugar, y me vine aquí. Después de mí han seguido llegando más personas”.
Françoise, migrante
El otro albergue del que habla Françoise es el que el gobierno de la Ciudad había habilitado en Tláhuac. El mismo que comenzó a desmantelar desde el fin de semana por no tener la capacidad de recibir a todas las personas migrantes que estaban llegando tras el fin del Título 42.
En esta ciudad, “la ciudad de los derechos”, parece que uno está pendiente de cumplirse: el de refugiarse.
Las autoridades, a regañadientes, se dicen rebasadas. También las organizaciones civiles, quienes denuncian el olvido y falta de apoyo gubernamental desde años atrás.
Los afectados, como siempre: las personas que salen de sus países para encontrar una vida mejor. Las y los migrantes.
La noticia circuló pronto: en Tláhuac el gobierno de la Ciudad estaba desmantelando el albergue para migrantes que habilitó desde el pasado 29 de marzo para que, justo, dejaran de ocupar las calles de la colonia Juárez aledañas a la Comar.
Sin embargo, las autoridades daban largas a la noticia, y la poca información que brindaban era confusa y contradictoria, mientras bajo engaños subían a los migrantes a autobuses con destinos en otros estados. Les prometían que allá podrían continuar sus trámites.
La incertidumbre generó el caos, y tras la negativa para recibir a más migrantes, éstos fueron buscando otros espacios dónde refugiarse, pues no quieren ir a otros estados, quieren la certeza de que Comar atenderá sus solicitudes para poder trabajar en el país y generar ingresos para subsistir.
Sobre esto, la jefa de gobierno de la Ciudad de México emitió una declaración días después. El rumor se confirmó: en Tláhuac el albergue había sido inhabilitado.
“En Tláhuac se había desbordado el albergue. Se trabajó junto al instituto Nacional de Migración para darle alternativas a los migrantes. Hoy regresaron a la Plaza Giordano Bruno y nuestro secretario de bienestar va a estar ahí. Acordamos que se instale una mesa en ese lugar para dar toda la orientación que se requiera y ver si se abre un albergue o no. Todo esto se hace en coordinación con el gobierno de México”.
En esa misma conferencia de prensa el Secretario de Inclusión y Bienestar, Rigoberto Salgado, proporcionó la siguiente información sobre este albergue:
“El albergue se diseñó para alojar a 180 migrantes, en su cierre había 4 mil personas en estado de movilidad. Concluye también en este tiempo la vigencia del título 42 en Estados Unidos y surge el furor o la intención de la población migrante de seguir avanzando. Por tal razón, y en coordinación de las autoridades migratorias, se pusieron a disposición de todas las personas que lo solicitaron, los medios para que pudieran trasladarse a tal suerte que el albergue quedó vacío” compartió.
De acuerdo con trabajadores de Sibiso, esta dependencia está realizando un censo en la plaza Giordano Bruno para determinar cuántas personas están en este espacio. Sus intenciones son habilitar un nuevo albergue, tal como lo informó el titular de esta Secretaria.
El censo lo realizan por las tardes, de 2 de la tarde a 10 de la noche, aunque los trabajadores estarán de guardia las 24 horas en ese espacio para dar atención a las personas que ahí duermen.
Pero, después de realizar un recorrido por la plaza Giordano Bruno, Pie de Página confirmó que la mayoría de las personas que ahí están instaladas acaban de llegar a la ciudad. Muy pocas estaban en el albergue de Tláhuac.
Por su parte, la delegación Cuauhtémoc abrió otro albergue en la calle Roma de la colonia Juárez. Según el departamento de comunicación social el albergue continúa con una afluencia de entre 80 a 120 personas. Este espacio tiene capacidad para 250 habitantes pero únicamente está habilitado para quienes estén realizando su trámite en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar). Las personas que pidan refugio en este espacio deberán comprobar que están haciendo su trámite, sino no tendrán acceso.
Entonces, ¿a dónde se fueron todas las personas migrantes que estaban en Tláhuac? Algunas, como afirman las autoridades, fueron subidas a autobuses rumbo a otros estados de la república, aunque el gobierno no ha dicho cuántas personas se fueron.
Otras decidieron quedarse en la ciudad, ya sea en la plaza Giordano Bruno, en el albergue de la Cuauhtémoc, o en espacios como Cafemin, quienes días atrás lanzaron una alerta en sus redes sociales pidiendo ayuda, pues ante el cierre del albergue en Tláhuac no se estaban dando abasto.
Otro espacio que se ha visto rebasado es Casa Tochán, quienes confirman la crisis por saturación que Cafemi anunció en redes.
Desde hace 12 años, Casa Tochan abrió sus puertas para personas migrantes. Pero ahora, el espacio que inició con 12 camas y llegó a 46, está saturado.
El albergue, que en principio era exclusivo para hombres, ahora ha tenido que ser flexible y brindar su ayuda a mujeres y niños. Esto, tras la cancelación del título 42 que ha provocado la llegada de muchas mujeres solas que tocan las puertas de Tochan.
En Tochan se vive la misma situación que han denunciado el resto de los albergues de la sociedad civil en la ciudad: la saturación provocada por el gobierno de la capital cuando cerró el albergue en Tláhuac.
Pero también, esta saturación tiene su origen en la falta de apoyo gubernamental. Por ejemplo, cuenta Gabriela Hernandez, directora de Tochan, desde 2021 las organizaciones civiles ya habían solicitado un espacio que diera apoyo a las personas migrantes. Nadie las escuchó.
En ese año, recuerda Gaby, comenzaron a llegar personas de Haití. Desde esa fecha le dijeron a las autoridades que se necesitaba un albergue que funcionara y fuera operado por el Gobierno de la Cdmx.
“No puede ser que su albergue de Tláhuac no funcionara por más de mes y medio. Nosotros llevamos años, 12 años, trabajando de manera casi milagrosa gracias a los apoyos de la sociedad civil empática y consciente”, señala.
A la vez, Gaby afirma que la política migratoria la está imponiendo Estados Unidos:
“El gobierno está bailando al son que le toquen. Le dijeron que ya no recibiera más migrantes, que ya no diera más permisos. El gobierno de la Ciudad no midió el impacto que iba a tener el albergue de Tláhuac, no supo ni qué hacer y está obedeciendo al pie de la letra”.
La sociedad civil es la que está en apuros con la situación, son ellos quienes no pueden desentenderse de la gente. Camefin, que es el albergue más grande, ya está lleno. Casa Tochán también está lleno.
Tochan es un albergue pequeño que vive de donaciones. Sin embargo, Gabriela, su directora, explica que las donaciones que tenían ya se terminaron por atender a tantas personas en un breve lapso de tiempo. También cuenta que en algunas ocasiones han tenido que alquilar viviendas para poder atender a la gente.
Las personas migrantes continúan llegando, y Gaby no siente más que frustración y enojo al no poder recibir a más gente. Durante el día miércoles llegaron 10 personas más a solicitar apoyo; una pareja provenía del albergue de Tláhuac y las demás personas de estados del sur del país.
Por su parte, mediante un comunicado, diversas organizaciones de la sociedad civil enfocada en protección de derechos de los migrantes señalaron que «los intereses políticos y electorales internacionales, nacionales y locales, mueven las decisiones de las autoridades, y no así, el interés por la vida, seguridad, integridad y los derechos de las personas migrantes y con necesidades de protección internacional».
Hernández señala que el espacio está pensado para brindar un apoyo digno, en donde quien llegue tenga acceso a una cama, alimentos y actividades lúdicas. Por esa misma razón, y porque el espacio es pequeño, es que no se puede, aunque se desee, abrir la puerta a toda persona migrante que lo necesite.
“Las autoridades dijeron que ya no iban a tramitar más documentos, pero no pueden hacer eso porque es su obligación. Tienen que dar respuesta, atención, y ser claros, porque es su trabajo”.
Hernández considera que esa es una medida para desalentar a las personas migrantes y que sean ellos quienes estén de acuerdo en que los trasladen a otros estados de la república, vulnerando su seguridad sin garantías de nada.
“La idea del gobierno es sacarlos de la Ciudad de México, con decirte que hay un campamento en Acapulco”, asegura.
Gaby recuerda la tragedia en Ciudad Juárez, donde perdieron la vida 39 migrantes de diversas nacionalidades. Sobre eso, comenta: “No es posible que quede impune y que quien estaba a cargo de la estación migratoria en Juárez siga sin asumir su responsabilidad”.
En casa Tochan requieren apoyo con leche para bebés y pañales, así como ropa en buen estado, cobijas, comida enlatada, sandalias y toallas para baño. La directora del albergue pide que acudan a comprar artesanías que elaboran los migrantes o bien soliciten el servicio de serigrafía en playeras.
Como sociedad, reflexiona Gaby, es nuestra obligación pedir cuentas al gobierno del trato que se les da a los migrantes. Ser más empáticos. La idea de que todos somos migrantes debe cambiar por la posibilidad de que todos podemos ser migrantes debido a la situación que estamos viviendo en el país.
Sin embargo, esta visión no es compartida por gran parte de la sociedad, quienes han aprovechado la confusión entre las personas migrantes y han sacado provecho de su vulnerabilidad.
Sentados a las orillas de la plaza Giordano Bruno, una familia de haitianos espera las indicaciones del personal de Sibiso. Un hombre carga a su niña en brazos, su pareja aprieta fuerte una mochila entre sus piernas.
–¿Cuándo llegaron a la ciudad?
–Llegamos hoy, primero al centro. De ahí tomamos un taxi para que nos trajera aquí. El taxi nos cobró 300 pesos.
Abusos como estos son constantes. Por ejemplo, a las afueras de la Central del Norte de la Ciudad de México, taxistas inclusive ofrecen viajes para sacar los permisos de migración. El costo, como lo corroboró Pie de Página, es de mil 200 pesos.
Aquí un diálogo común en la terminal de autobuses:
–¿Vas por el permiso de migración?–, preguntó un taxista que ofrece servicio de transporte en la salida de la Central Camionera del Norte. –Te llevo por mil 200 pesos, ida y vuelta. El permiso te lo dan en 30 minutos, así que te espero en lo que te entregan el papel.
El taxista no se queda con la oferta de transporte, también ofrece comprar el boleto de autobús a la ciudades fronterizas como Tijuana, Mexicali, Nogales, Ciudad Juárez, Ciudad Acuña y Matamoros.
-Vuelos a Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez, Monterrey y Matamoros, ustedes digan si los llevo a Tláhuac por el permiso– anima el mismo hombre a un grupo de migrantes, sin decirles que en Tláhuac ya no están recibiendo a más personas.
El taxista espera en la salida de la terminal a los pasajeros. A los que llevan mochila le ofrece servicios al albergue de Tláhuac. Como si fuera un guía de turistas muestra en su celular las condiciones de la estancia migratoria. De nuevo, no repite que el albergue está inhabilitado.
-Espere un rato, voy a cobrar un dinero que me enviaron. En una media hora lo busco para que me lleve a Tláhuac – responde un migrante.
-No se apure, los llevo. En el camino me pueden transferir el pago- insiste aquél hombre, sin lograr su cometido.
En los pasillos de la central de autobuses el flujo migratorio parece bajo. Sin embargo, hay días en que el número de personas que llegan incrementa demasiado.
De acuerdo con un migrante venezolano, en la mañana hay mayor movilización en los pasillos de la central, pero después del mediodía disminuye, porque todos salen a buscar comida y su permiso migratorio.
“Espero salir en la tarde. De ultima hora nos cambiaron la hora de salida hacia Ciudad Juárez. A todos los migrantes nos están vendiendo boletos para viajar en autobuses a las cuatro de la tarde, no entiendo cuáles son sus razones” explica.
En los pasillos de la terminal no hay ningún anuncio que informe sobre la clausura del albergue en Tláhuac, o que brinde apoyo para que las personas migrantes puedan pernoctar en algún otro espacio. Todo su conocimiento ha sido por internet, o por oídas.
«Solo queremos condiciones dignas, aquí no tenemos baño, o dónde asearnos. Venimos a tramitar un permiso de trabajo, porque queremos trabajar. No pedimos otra cosa», concluye un hombre haitiano mientras la noche cae en la plaza Giordano Bruno.
Mientras tanto, en la plaza, la gente siguen llegando. Las casas de campaña abarrotan el espacio, y el nuevo albergue parece una promesa lejana, mientras la desesperación, y la tensión, aumentan.
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