Los feminicidios, ¿asesinatos planeados por la persona más cercana?

5 mayo, 2023

Se lo dije muchas veces al MP y a los jueces: Ese hombre nunca me pegó ¡Directamente quería  asfixiarme! Mi nombre es Fabiola Pozadas y sufrí una tentativa de feminicidio hace 3 años y medio, por el que  en ese momento era mi pareja

Por: Fabiola Pozadas

Actualmente, él se encuentra en prisión preventiva oficiosa en el reclusorio Oriente, después de  haber estado un año prófugo, y está haciendo uso de todos los recursos legales e ilegales a su  alcance: apelaciones, amparos. Para retrasar, y entorpecer, la celebración del juicio en su contra. 

Antes había estado 6 meses en prisión preventiva justificada pero la 5ta sala penal le otorgó la  Suspensión Condicional del Proceso mediante el recurso de apelación. Lo liberaron en un día  naranja y nadie me avisó, aún cuando la autoridad sabía que yo nunca dejé de recibir amenazas, como si no supiéramos que la vida de las denunciantes siempre corre peligro. Qué fácil olvida el  Poder Judicial casos como el de Abril Pérez. 

Durante su fuga, se descubrió que en realidad él era parte de una red de delincuencia organizada y  no el arquitecto del que yo pensaba que me había enamorado. Vergüenza es lo que siento al  escribir estas palabras, muy parecida a la vergüenza que encerraban las súplicas de la maestra de  inglés exhibida mientras daba una clase vía zoom cuando su esposo empezó a agredirla “¡Déjame cortar la clase! ¡Ya escucharon! ¡Ya escucharon!” Suplicaba.  

Escribo porque la realidad que conocía no me alcanza para describir a la persona que quiso  quitarme la vida, y lo que pasó después. Son el no entender lo que te está pasando y la vergüenza  lo que hace que miles de mujeres permanezcamos en silencio, donde se ocultan todas las  evidencias que envuelven a un feminicidio.  

Pasó en mi propia casa, de una manera en la que ni yo misma puedo creerlo aún. Me lo presentó  un amigo que me estaba introduciendo en el budismo, dijo que era arquitecto, como yo, y era  bastante culto, además de muy inteligente.  

Había tenido un puesto directivo en grupo Walmart, cuando cuento esto, no puedo evitar volver a  recordar al feminicida de Abril Pérez, que fue asesinada un 25N, por encargo de quien había sido  su esposo y ex director de Amazon. El poder, presente en todos los feminicidios, se manifiesta de  diferentes maneras, y cuando contamos nuestras historias se van pareciendo.  

Hubiera deseado que mi imagen de arquitecta a cargo de una constructora propia permaneciera  inmaculada, nuevamente, como aquella maestra de inglés quien también había construido una  figura de autoridad, tan difícil de sostener para las mujeres en esta sociedad aún machista.  

Todo el mundo sabe que escapé por los techos de mi casa y las casas vecinas, en la obscuridad de  la madrugada, cuando logré zafarme de la vez que me inmovilizó, tapó y apretó, con sus manos,  mi nariz y mi boca para que el oxígeno no entrara a mis pulmones. Pero pocos saben de los 24 días  que viví a su lado secuestrada por él.

La primera vez que intentó asfixiarme fue el 22 de julio de 2019, horas después de haber fingido  una convulsión. En aquel momento no sabía que él estaba fingiendo, era de madrugada y hasta  llamé preocupada a una ambulancia. 15 horas después estaba encima de mí, inmovilizándome por  primera vez, con las dos manos apretando mi cuello. La pregunta correcta a esta situación no es  ¿Qué hice yo para que él actuara de esa forma? Sin embargo, voy a responderla: durante su  actuación de la convulsión, a través de los mensajes de su celular, descubrí que me engañaba con  una ex novia, tenían planes juntos. Así que en cuanto despertó de la “crisis” le pedí que se fuera  de mi casa. No dejó de chantajearme y lloró y suplicó. Inclusive me envió un mensaje de texto  diciendo que me amaba y que yo era maravillosa, pese a que ambos estábamos en la misma casa ¿Por qué querría dejar registro de esto? Al leer ese texto me dirigí enojada a la planta alta de la  casa, en donde estaba él, para decirle que llamara a su novia para que fuera a recogerlo y que  dejara de decirme estupideces. Fue la primera vez que la máscara de aquel hombre que se vende  como artista y gurú se desacomodó. Como si hubiera corrido un velo o apretado un botón cambió  todo: su mirada, su voz, su fuerza. Antes de eso yo no lo hubiera considerado un hombre fuerte, ni  había sido consciente de la diferencia de tamaño, de la diferencia de peso, de su altura.  

“Te crees muy lista ¿verdad? ¡Yo por las buenas soy muy bueno y por las malas soy un hijo de la  chingada! ¿Me querías conocer? Pues ya me estás conociendo”.

Esas fueron las primeras palabras que  pronunció al mismo tiempo que me inmovilizaba. Y se encargó de hacerme saber:

«¿Qué tengo que  hacer para que me dejes tu casa? ¿Qué tengo que hacer para que mi hija y yo podamos estar aquí  tranquilos sin ti?”. 

Se detuvo porque dejó marcas. La asfixia por estrangulamiento deja huellas inconfundibles. Él  mismo me curó las heridas. 

Me hizo creer que él no sabía lo que le estaba pasando, que nunca antes le había sucedido, y que  todo podía ser derivado de aquella “inesperada convulsión”. Veinticuatro días pasé en cautiverio al lado de  ese hombre que no se me despegaba, como aquellos esposos que no se apartan de sus mujeres  cuando las llevan al hospital después de haberlas golpeado brutalmente. Mi madre y una amiga de  él me llamaban por teléfono a escondidas para saber brevemente de mí y preguntar si no había  vuelto a pasar nada (“que nunca se te olvide” -me decía la amiga de mi agresor-, “Él ya te lo dijo,  quiere quedarse con tu casa”); yo, asustada, confundida, les contestaba cuando me era posible, eran días de locura, sin horarios, mal durmiendo, mal comiendo y siendo testigo de sus extremos  cambios de humor. Ese era el verdadero M. Santander: el que hablaba con galeristas y dealers  para traficar con arte y arqueología, para conseguir droga para su consumo, el que no tenía  cuentas de banco, el que no tenía propiedades a su nombre, el que necesitaba hacer uso de  prestamistas y prestanombres. Ese que frecuentaba casas de empeño, no sólo para financiar sus  negocios si no para tramar futuras estafas. 

Sí, hacía aproximadamente 12 años había sido alto directivo de Walmart con quien mantuvo 2  largos pleitos legales, primero Walmart lo denunció por fraude, luego, M. Santander  contrademandó. ¿Cómo lo supe? Porque él me lo dijo, en son de clara amenaza: si yo pude  ganarle a Walmart puedo hacer lo que yo quiera. 

Pero de los tiempos de Walmart ya no queda nadie, sólo él, uno de sus actuales abogados. Las  redes de delincuencia no pueden ser estáticas, ni sus integrantes permanecer intocables: hay que 

refrendar una y otra y otra vez el ejercicio de poder económico, político, físico o coercitivo. El  poder tiene un alto costo. 

En los asuntos penales no es diferente, nuevas administraciones, cambios políticos. Intereses,  fenómenos sociales y/o económicos, como la pandemia, son piezas que también participan en el  tablero. En un principio ni la víctima misma podría entender ni detallar lo ocurrido, porque el  crimen, que en un gran porcentaje SI fue planeado, permanece enterrado debajo de todas estas  demostraciones de poder socialmente naturalizadas: desde el caballero “protector” hasta el  hombre “de éxito”. 

Y en esta misma línea, nadie quisiera creer que los feminicidios no son crímenes de un momento  sino asesinatos planeados por la persona más cercana, y muchas veces la más querida. Pero ya hay  estudios de que ocurre con planeación. Una experta en criminología, reconocida  internacionalmente “Jane Monckton Smith” afirma que “(…) en el caso de las mujeres, el agresor  es su pareja o ex pareja en más de la mitad de los casos, según cifras periciales. Y rara vez sucede  por capricho.” (*) 

¿Quién no recuerda el sonado caso de Chris Watts? Aquel hombre originario de Carolina del Norte  quien asesinó a su esposa embarazada y a sus dos hijas pequeñas luego de que le dijera a la  primera que tenía una relación extramarital. El caso conmocionó a todo Estados Unidos, existe un  documental en Netflix, nadie podía creer que aquel amado esposo cometiera ese crimen y  posteriormente mintiera reiterada y sistemáticamente para evadir a la justicia. 

Pero lo peor de todo es que queremos creer que son casos aislados, y tal vez no lo sean. La  criminóloga Monckton explica “La mayoría de la gente piensa que esto sucede durante una  discusión que se ha salido de control, cuando algo -se rompe- en la cabeza del perpetrador.  Incluso hay un termino para eso: crimen pasional. Eso es una tontería, un mito persistente para el  que no hay evidencia científica. La verdad es mucho más siniestra. El asesinato de la pareja casi  siempre está planeado. Por un hombre, en más del 90% de los casos. A menudo la víctima, cuatro  de cada cinco veces mujer, ha terminado la relación antes y el perpetrador no quiere aceptar eso.” (*) 

Nadie quiere aceptar el punto al que nos ha llevado como sociedad la obsesión por el poder, y el  poder tiene distintas caras. M. Santander tuvo que cambiar de fuente de poder una vez concluido  el asunto de Walmart. Ya no habría “negocios” en la construcción de tiendas de autoservicio, y  migró al tráfico de “arte” y la prostitución de la “espiritualidad”. Alguna vez me dijo “No te voy a  dar detalles, pero a mí se me da lo chueco”, como si fuera una cualidad valiosa, como si fuera algo  aspiracional en este constructo social donde muchísima gente cree que puede enriquecerse y  subir en la escala social de maneras tramposas y rápidas sin reparar en el profundo y largo daño  que se ocasiona a otras personas al pretender alcanzar este fin. 

Y en este momento no puedo evitar preguntarme ¿Sabrá el magistrado que lo liberó cuántos años  de mi vida me arrebató con su resolución a mí y a mi familia? ¿Sabrá el largo impacto económico y  social que tendrá en las generaciones de mi linaje? 

Por eso la autoridad prefiere no ver, porque si viera tendríamos que echarlo abajo todo.

¿Cuántas veces habrá M. Santander inmovilizado a una mujer de la manera en que lo hizo  conmigo? No pude ser la primera, era un movimiento demasiado estudiado ¿Qué habría pasado  con mi cuerpo si M. Santander hubiera logrado su cometido? Lo primero que me dijo mi padre fue  “¡Fabiola, por favor entiende que ese hijo de la chingada quería matarte! ¿Qué hubiera hecho yo si  te desaparece? ¿Dónde te busco y cómo lo saco de tu casa? ¿Y qué hago primero?” 

Nadie quiere creerlo, pero que le pregunten a la mamá de Yang, a la mamá de Campira (sus hijas  fueron asesinadas por el mismo sujeto en diferentes años porque la policía no lo detuvo a tiempo),  o a la mamá de Zyanya (cuyo feminicidio en Puebla ha presentado mil obstáculos durante la  investigación) si el acceso a la verdad de lo que sucedió estando sus hijas muertas (silenciadas) no  ha sido sencillo. 

Yo le digo a quien lo necesite y a quien aún no lo entienda, para intentar explicar eso que da  tantas vueltas en la cabeza porque es un profundo trauma: yo fui una presa cuidadosamente  elegida por M. Santander. Me eligió de manera utilitaria, de la misma manera en la que eligió a su  siguiente presa, la abogada que lo asesoró en la denuncia que puso en mi contra y quien lo  defendió durante las 3 primeras audiencias una vez que se vinculó a proceso por el delito que  cometió en mi contra. 

La única diferencia entre un feminicidio y una tentativa es un momento de suerte. Pero ellas, las  madres de víctimas de feminicidio sí lo saben: que los feminicidas son seres comunes y corrientes  enfermos de poder, maquiavélicos, buenos actores, narcisistas. 

Entonces me pregunto ¿Por qué tanta gente piensa en un crimen pasional? Vuelvo a buscar la respuesta en criminóloga Monckton (quien afirma que un feminicida sigue ocho pasos antes de  asesinar a su víctima): “Es difícil ver al ser querido de alguien como un narcisista, un psicópata y un  asesino. La idea es que los asesinatos planeados son cometidos por monstruos, no por un hombre  normal que ama o solía amar a su pareja. Los espectadores a menudo miran al asesino con una  especie de compasión: buscan explicaciones que hagan más plausible su acto, lo ves en libros y 

películas ¿Él y su pareja sacaron lo peor el uno del otro? ¿Tuvo la víctima una aventura?” -Y  agrega- “Es hora de que dejemos de mostrar empatía por tales asesinatos y dejemos de culpar a  las víctimas. Una mujer tiene nueve veces más probabilidades de ser asesinada por su pareja que  por un extraño ¡Nueve veces! Casi nadie quiere aceptar eso, porque hace que nuestra visión del  mundo sea menos segura. Pero mientras sigamos negando esto no podremos abordar el problema  adecuadamente.” (*) 

A pesar de todo M. Santander en apariencia no era un hombre extraordinario, encantador al  principio, pero tan normal en lo cotidiano. Tenía 3 perros (que después supe que maltrataba),  sabía de plantas, de arte, de espiritualidad y rituales ¡Al principio tienen que ser maravillosos para  después poder ejercer el juego de coerción! 

Para darte cuenta de la verdad tenías que mirarlo con más detenimiento, y si eres una persona  buena, pacífica y trabajadora, te costaría trabajo entender sus movimientos: estaba escribiendo un  libro (que irónicamente hoy está a la venta en Amazon) del que astutamente logró que yo le  ayudara con 3 capítulos sin recibir nada a cambio. Citaba a fotógrafos y editores en mi casa, que es  una casa linda, de arquitecto ¡A escondidas les decía que era suya! Lo sé porque me trataban con  displicencia y no como a la dueña del lugar. Visitaba a sus abogados, en aquel entonces para 

detallar los planes que tenían en conjunto de despojar de una costosa casa a un cineasta chileno  fabricando el argumento de una “deuda pendiente”. Hablaba por teléfono de la venta de un  Toledo de origen no muy certero y del “problema” con un Diego Rivera. 

No, no eran negocios. ¿Cuántas mujeres vivirán evadiendo las “secretas transacciones” de sus  parejas? ¿Son cosas de hombres? Y hablo desde el albañil (o el bar tender como era el “mata  novias”) hasta el político, el narco o el alto funcionario ¿Y a qué precio? ¿Cuántas mujeres callan? Y volviendo a el mata novias: no, no es un asesino serial, es un “digno hijo del patriarcado”  haciendo uso de la ideología reinante de que las mujeres son como flores que los hombres pueden  cortar, haciendo uso de la impunidad, porque tal parece que hoy, aún en pleno siglo XXI la vida de  las mujeres no vale. 

Mucho tiempo no entendí lo que pasaba porque yo me tragué enterito el cuento de que todos  somos iguales y de que todos podemos alcanzar nuestros sueños. No si eres mujer, hasta la misma  Madonna lo ha declarado en su discurso. 

En el estudio de las violencias feminicidas aún hay mucho por describir. Como mujer  sobreviviente, volverás a sentir miedo y vergüenza cuando el mundo intente aplastarte al  minimizar tu experiencia de sobrevivencia, cuando la autoridad no le interese indagar los detalles,  el contexto, cuando parezca que eres tú (la víctima) el ser que está siendo evaluado a cada paso.  Entender lo que pasó se volverá una muy espesa bruma que socialmente no es conveniente que  disipes.  

Sólo hoy, después de 3 años y medio, después de descubrir muchas cosas para entender otras,  puedo decir con todas sus letras: M. Santander me mantuvo secuestrada en mi propia casa para medirme en todos los aspectos y planear cómo deshacerse de mí. Así, como  un objeto. Y al ser un delincuente reiterado, invicto, cada nueva vez que se miró sin castigo sintió  que era capaz de todo. 

Por eso yo no culpo exclusivamente a M. Santander: lo que me pasó es el resultado de una  sociedad y de un sistema, de la indolencia y de la corrupción. 

Dicen que la violencia siempre va en aumento. Es por esto que la autoridad debe comprometerse, este asunto no es muy distinto a otros ¡Es momento de que el castigo sea ejemplar! Nos  encontramos frente a un claro y reiterado y reiterado ejemplo de impunidad, de abuso de poder, que ha escalado, escalado y escalado.  

Por la construcción de una sociedad más civilizada no puedo quedarme ni en el desconocimiento,  ni en el miedo, ni en la vergüenza, porque de esa forma la verdad permanecerá en las sombras cuando ya no podemos dejar de gritar: ¡LA VIDA DE LAS MUJERES ES VALIOSA! 

Por Fabiola Pozadas. 

___________ (*) Entrevista a Monckton Smith Jane, Por Van Dongen Menno. “La siniestra verdad sobre el  asesinato de mujeres”, de Volkskrant, Países Bajos, 04 marzo 2023. Disponible en  https://www.volkskrant.nl/kijkverder/v/2023/de-waarheid-over-partnermoord-is-onheilspellend  ~v661776/

Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.