La pandemia y la digitalización han puesto a las estructuras de derechos humanos y al periodismo desafíos sin precedentes, dice en entrevista Ismael Rins, defensor del pueblo de la ciudad de Río Cuarto, Argentina. ¿Cómo enfrentarlos?
Texto: Daniela Pastrana
Foto: Duilio Rodríguez
CIUDAD DE MÉXICO.- ¿Cómo hacer periodismo en esta época? ¿Cómo ser defensor? ¿Cómo ganamos tiempo? ¿Cómo generamos espacios de reflexión? Las preguntas las pone sobre la mesa Ismael Rins, Defensor del Pueblo de la ciudad de Río Cuarto, en Córdova, Argentina.
El diagnóstico es duro: la digitalización “invisibilizó la fila de los desposeídos” y la vulneración de los derechos humanos se está acelerando. Frente a eso, los organismos de derechos humanos necesitan transformarse y trabajar en la incorporación y participación real de la sociedad
“Uno de los mayores retos que tenemos es sostener la cuestión de lo colectivo en los derechos humanos”, dice el defensor, en entrevista con Pie de Página.
¿Cómo hacerlo? Las respuestas no son sencillas.
—¿Cuál es el escenario actual para la defensa de los Derechos Humanos en América Latina?
—Cuando hablamos de derechos humanos hay que hacer una reflexión en torno a la pandemia, sin duda. Vimos un redescubrimiento de los derechos humanos en ciertos sectores a los que el tema les era ajeno; las vulnerabilidades empezaron a resonar en otros actores de la sociedad en el derecho a la educación, por ejemplo, o el derecho a la salud. Sectores de la población que no se sentían afectados se vieron afectados, y los derechos humanos dejaron de ser problemas de unos pocos, que ciertas clases miraban de reojo, para pasar a ser una cuestión ya más generalizada.
En ese contexto pospandémico, empezamos con este retroceso y esa conceptualización de comunidad y solidaridad se va perdiendo de nuevo. Entonces, uno de los retos que tenemos es sostener esa cuestión de lo colectivo en los derechos humanos. De pensar agendas vinculadas a lo biocultural, a lo ambiental, por supuesto, y entender que no todo se resuelve desde la cuestión individual.
—Algo que se ha planteado en el congreso de la FIO, es el tema de la atención prioritaria a estos nuevos grupos
—Sí. Este congreso, conceptualmente, nos trae eso: cómo pasar de los grupos vulnerables a la atención prioritaria. Y hay un tema del lenguaje que es muy importante, cómo el lenguaje vulnera los derechos, porque cuando hablamos de población vulnerable es muy difícil identificar quien vulnera, entonces lo estamos cambiando y en lugar de población vulnerable hablamos de población vulnerabilizada, porque hay alguien que vulnerabiliza al débil, al excluido, alguien que se aprovecha de esa debilidad y lo vulnerabiliza. Ahí es donde tenemos que enfocarnos en la atención prioritaria de estos sectores, haciendo entender a la sociedad que los derechos humanos tratan agendas que benefician a todos y todos, que no son agendas pensadas simplemente en el foco de la vulneración sino con el foco en la atención prioritaria de sectores que nos convocan, muchas veces de forma permanente, pero otras veces no, como nos pasó en la pandemia,
—¿Como qué sectores?
—Como las personas trabajadoras, que no se consideran un grupo vulnerable. Pero en ese contexto, las personas trabajadoras se vieron vulnerabilizadas. Esto nos muestra que la atención prioritaria puede ir variando, entonces, creo que esos son los desafíos, la construcción de agenda y sobre todo de una agenda defensorial más allá de los gobiernos.
— De pronto parece que el lenguaje de derechos es poco asequible para la población…
— El lenguaje siempre fue un tema vinculado al poder, por eso el lenguaje jurídico no todo mundo lo aprendía, lo aprendían los juristas y con eso ejercían poder sobre el resto de la población. Creo que el lenguaje de derechos humanos se ha construido también un poco en esa lógica y tiene que deconstruirse. Pero también hay un tema ahora que tenemos que abordar, que es el tema del lenguaje digital, que nos está problematizando y transversalizando la defensa de los derechos humanos porque la digitalización nos ha dado vuelta la lógica de la vida.
—¿En qué sentido?
—¿Cómo vivíamos antes? El conocimiento se acumulaba en las personas mayores, acumular experiencia era nuestra razón de vida. Pero la digitalización nos ha puesto en el mundo de las vivencias, no de la experiencia. Entonces, el conocimiento no se acumula más, lo que uno conoce ahora, mañana cambia la aplicación y tienes que aprender de nuevo. Una vivencia. No vas acumulando experiencia digital y ahora las personas adultas mayores le tienen que pedir ayuda a las jóvenes, porque ya todo lo que aprendieron era para un mundo que no existe más o que está dejando de existir.
Este lenguaje digital nos hace necesario construir una nueva agenda que permita la defensa de los derechos humanos con un lenguaje claro, llano, accesible. Es evidente que no vamos a parar la digitalización ni la inteligencia artificial, pero sí tenemos la obligación, porque somos restauradores de derechos, de incorporar a esa fila invisible que se va generando, que ahora es invisible, porque la digitalización invisibilizó la fila de los desposeídos. Antes los desposeídos podían hace fila y hoy ya no los atienden más. Entonces, es la fila invisible y los tenemos que meter adentro. No se cómo, pero los tenemos que meter. Ese es uno de los desafíos, la cola invisible porque la digitalización vino a vulnerar los derechos de los vulnerados de siempre: los pobres, los viejos, los que no tienen acceso a esta tecnología. Y con un agravante un poco cínico: ‘tomá, te doy una Tablet y te doy la conectividad’. No es así, porque para acceder a esto tengo que tener todo un aprendizaje, tengo que aprender una serie de habilidades nuevas que no se si estoy dispuesto a aprender. No tengo la capacidad de hacerlo o inclusive las ganas de volver a aprenderla, porque tampoco es una experiencia que puedo acumular. Mañana la aplicación del banco cambia y tengo que aprenderlo de nuevo. O sea, es un ejercicio que incluso es absurdo.
La entrevista se realiza en los días del Congreso de la Federación Iberoamericana de Ombudsperson (FIO) que se realiza en la capital mexicana. Rins habla preocupado de estos procesos emergentes, que presentan retos enormes para los defensores de derechos humanos
—¿Cuántas veces su teléfono les dice a ustedes que prueben su humanidad? — pregunta. Luego él mismo se responde: —Me cago en la mierda, digo yo. Elige donde hay una moto, y si no ves bien, ¡agárrate, Catalina!, porque estás apretando los cuadraditos. Hemos naturalizado probar nuestra humanidad ante la máquina.
—Que no somos robots…
—Eso. Pruebe que no es robot, pruebe su humanidad, hay un lenguaje oculto en todo eso que hemos naturalizado. Y bueno, estos desafíos que nos plantea el Congreso: ¿cómo atendemos prioritariamente esta violencia, que muchas veces pensamos que no nos afecta y que dejamos pasar desapercibida? Vamos al banco y nos dicen; ‘pase al cajero automático’. En el cajero no te dan la respuesta y nadie te atiende. Es violencia. Por eso también siempre estamos empujando el derecho a la no digitalización, porque la no digitalización también debe formar parte del derecho. No puede haber un Estado que categorice a los ciudadanos entre digitales y no digitales, y encima que le dé más prerrogativas a los digitales. ¡Esto no pasaba desde el imperio romano, hemos naturalizado una nueva categoría!
—¿A qué se refiere?
— Porque los romanos categorizaban entre los que vivían dentro del imperio romano y los que no eran ciudadanos romanos. Nosotros, en nuestra ciudad, hacemos eso. ¿Vos sos ciudadano digital? ¿No? Ah, listo, pase para allá. Los ciudadanos digitales tienen 30 por ciento menos de descuento en los impuestos, tienen acceso a turno de la salud pública. ¿Usted no es ciudadano digital? Haga una fila.
—¿Cómo enfrentar estos retos en esta región, que es la más desigual del mundo, y frente a un sistema de derechos humanos en el que prevalece la burocracia?
—Yo soy un convencido de que lo que queda es un trabajo fuerte con la sociedad civil. Revalorizar la sociedad civil como esquema de nociones avanzadas de defensa y promoción de los derechos humanos y creo que ahí hay mucho por hacer entre las instituciones nuestras y las organizaciones. Y repensar porque es gracioso, ahora con el teléfono puedes hacer todo, pero con el teléfono no puedes votar. Te hacen votar con lápiz y papel, ¿es broma? ¿De qué esquema de seguridad me están hablando? ¿Y cómo enfrentamos este desafío con lo que tenemos? Pues evidentemente tenemos que transformar lo que tenemos y eso se hace con sociedad civil y con la incorporación y participación real de sectores, y pidiéndole al Estado que abra la información. No podemos tener en esta época falta de transparencia
— ¿Cómo afecta esto la polarización política?
—Ahí hay un tema que la digitalización ha hecho lo suyo, porque la digitalización nos trajo el sí y el no, me gusta y no me gusta. Nos quitó el tiempo de la reflexión porque la digitalización necesita velocidad. Y eso fue, a lo largo de los últimos 15 años, cimentando esta polarización.
Tú tenés que ir a una campaña electoral a decir: ‘me gusta o no me gusta’. No podés decir: ‘voy a analizar esto’. Eso va horadando la democracia, porque va afectando la capacidad de ir a una elección libremente. ¿Cómo haces para elegir libremente si al cabo lo único que lees es lo que te gusta? Porque te dicen: ‘mire, señor, a usted le mostramos lo que a usted le gusta, usted en su teléfono no va a leer algo en lo que usted este en desacuerdo?’ Nunca te va a llegar algo en lo que estés en desacuerdo. Entonces, eso va sesgando el voto y a partir de ahí se va manipulando la democracia, donde ellos medios de comunicación tienen una gran presencia y los poderosos, que ya eran poderosos pero se han vuelto mucho más poderosos, generan la polarización como un esquema de oportunidad para ellos.
Pero la vulneración de los derechos humanos se está acelerando tanto, que nos quedamos esperando que nos resuelvan el tema que se presentó en la Corte interamericana de Derechos Humanos hace 7 años, y en esos 7 años ya se inventaron 70 formas de violaciones de derechos humanos y nadie las está advirtiendo. Entonces, tenemos que pelear en esas nuevas formas y dejar los reclamos históricos en manos, quizá de organizaciones de sociedad civil que lo vienen haciendo ya muy bien desde hace mucho tiempo. Pero nosotros (defensorías y organismos públicos) tenemos que pensar en esto que viene.
— ¿Qué papel jugamos los medios?
—Hay medios que son parte y hay medios independientes que han quedado en su trabajo de informar, pero cada vez más los medios se han vuelto un negocio. Entonces, ¿cómo hacer para subsistir en una época del ‘me gusta-no me gusta’, con un análisis reflexivo que las personas saben que les va a llevar media hora de lectura? Tu forma de trabajar cambia. ¿Cómo hacer periodismo en esta época? ¿Cómo ser defensor en esta época? ¿Cómo ganamos tiempo? ¿Cómo generamos espacios de reflexión? Yo creo que la única batalla es esa. A lo mejor es una batalla perdida, pero la tenemos que dar porque de alguna manera tenemos que salir de acá
— ¿Por qué es importante el encuentro?
—Es como una gimnasia de la defensoría, si se quiere un poco endógena, que tenemos que hacer, de reflexión entre nosotros, porque nos enfrentamos a esquemas de poder que son difíciles. Entonces, nos tenemos que fortalecer, hacer un poco de catarsis y luego músculo. A partir de ahí, la posibilidad de compartir prácticas, de repasar conceptos, institucionalmente (el encuentro) te da un poquito de aire, de oxígeno, se respira un poco y tomamos fuerza. Segundo, porque encontramos temas que no teníamos en la agenda y vemos desde donde enfocarlos. Y tercero porque siempre está el desafío de mostrar a la sociedad que podemos solucionar conflictos, individuales y también estructurales. Ese es el leitmotiv de las defensorías: meterse en los estructural para cuestionarlo.
—Parece que van a tener mucho trabajo…
—Las defensorías van a cavar entre los gobiernos y la sociedad social. Los defensores del pueblo somos unas figuras raras, que dependemos de la política, pero necesitamos tener la suficiente posibilidad de poner un poco límites y luego hay que pelear contra ellos. Porque el poder se te mete ahí. Trabaja como sabe trabajar: cooptando la educación, el poder público, la justicia. Contra eso estamos, en un continente desigual, donde no pareciera que se va a revertir esta situación y donde, además, nos venden un modelo que ya fracasó. ¡Es una locura!
—Y con los organismos de derechos humanos que a veces le quedan muy lejos a la gente…—Queda muy lejos porque has hecho una forma de vida. Como vos vivís así, siempre hablas con los que te entienden. Pero el desafío es hablarle a los que no están convencidos de los derechos humanos y encontrar los caminos de conexión para aquellas personas que no están convencidas.
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