Después de tres meses de la ola más reciente del #MeTooMx, mujeres periodistas de distintas generaciones se reunieron para delinear el rumbo del movimiento. La ruta: justicia para las denunciantes, emparejar la balanza entre hombres y mujeres en los medios y crear nuevas estructuras de poder sin violencia
Texto y fotos: Ximena Natera
A tres meses de que se desatara en las redes sociales el movimiento #MeToo dentro del gremio periodístico, se realizó un conversatorio para discutir el futuro del movimiento y encontrar, en colectivo, posibles salidas a la violencia de género que sigue afectando a las mujeres en las redacciones.
En los últimos meses, más de 120 reporteras, fotógrafas y editoras han denunciado casos de acoso y abuso sexual por parte de colegas a través de redes sociales como Facebook y en Twitter a través del hashtag #MeTooPeriodistas.
“Decidimos hacerlo por un lado para demostrar que no es una cosa de millennials sensibles y que va más allá de las redes sociales, que estamos buscando respuestas y también para retar la idea de que no hay una discusión intergeneracional”, dijo Mayela Sánchez, reportera y parte de las organizadoras del evento.
El panel llamado #MeTooPeriodistas: abriendo la puerta a otras generaciones fue moderado por Celia Guerrero, reportera independiente, con la participación de Lucía Lagunes, directora de Cimac noticias; Frida Hartz, fotoperiodista fundadora de La Jornada, María Antonieta Barragán, reportera y profesora de la UNAM, Yuriria Ávila, politóloga del CIDE y editora de Animal Político, y Cintia Bolio, caricaturista política.
Al centro de la discusión estuvo la experiencia intergeneracional de las mujeres en las redacciones, la aparente falta de voluntad de los medios para crear espacios seguros para las mujeres y las medidas que se deben construir para erradicar estas prácticas en un futuro.
El objetivo para el futuro del metoo es, por un lado, que se hagan protocolos e instancias formales y efectivas de denuncia, pero la meta a largo plazo es transformar los medios, que se abran más espacios para mujeres en posiciones de poder que conlleven nuevas dinámicas que no repliquen la violencia del poder masculino.
Hartz, una de las fotoperiodistas más reconocidas del país y quien también fue la primera jefa de fotografía en La Jornada, habló sobre el largo camino de las mujeres para encontrar un espacio de oportunidad y reconocimiento para las mujeres en el campo del fotoperiodismo, una práctica que hasta la fecha es mayoritariamente masculina.
“‘Vas a entrar, pero no como fotorreportera, no, no, no. Vas a estar en el estudio, a revelar el trabajo de todos nosotros’, a pesar de ser la única que había estudiado foto del equipo (de hombres)”, dijo Hartz.
“¿Y el acoso? Todo el tiempo (…) pero había una gran necesidad de hacer lo que yo quería hacer, estar en la calle, hacer la fotografía, y en La Jornada hubo esa oportunidad, cuatro años después me ofrecieron ser la directora y fue muy duro, con los mismos compañeros en contra, te tenías que convertir un poco hombre y la pregunta era: ¿Hasta donde te conviertes en lo mismo? Era estar entre la espada y la pared”.
Para Lucía Lagunes, la situación que viven las mujeres en los medios es reflejo de su estructura de poder.
“Lo que ellos han construido como objetividad en el ejercicio periodístico surge de su subjetividad masculina. Si queremos mejores posibilidades para las futuras generaciones, hay que poner en crisis y transformar los medios desde adentro (…) Tienen que haber más mujeres en las cabezas, tomando decisiones”.
Por esto mismo, explicó Lagunes, la llegada del #MeToo ha sido tan difícil para los medios, pues los confronta con su propia estructura y con las prácticas que han construido desde su inicio.
“El #MeToo ha tenido un impacto enorme, la diferencia ha sido el internet, el acceso que tenemos a la información y no se puede ocultar (…) la revolución de las mujeres está siendo televisada y gracias a las redes, tuiteada”, dice Cintia Bolio, monera y colaboradora de medios como Milenio y El Chamuco. Mencionó también que aunque el medio de la caricatura política siempre ha acompañado a los movimientos sociales, no sucedió lo mismo con el #MeToo.
“¿Por qué? Porque estamos hablando de violencia contra las mujeres y todavía es muy desigual la presencia de mujeres en la caricatura”, dijo.
Lagunes por su parte apuntó que la reacción de los medios a las acusaciones de sus empleados fue decepcionante.
“En los medios la preocupación fue ‘¿qué hacemos para limpiar?’ y eso es muy patriarcal: limpiar el honor”, y que han sido pocos los que han reaccionado para proteger a sus trabajadoras mujeres, que muchas veces son agredidas por colegas y jefes.
«No se trata sólo de que las mujeres aprendamos a defendernos, si no de que cambien las dinámicas de poder, que los hombres se hagan responsables de su violencia», dijo Yuriria Ávila.
Durante su intervención, llamó a imaginar más allá de los protocolos contra el acoso. “El Metoo hizo evidente la necesidad de crear espacios de denuncia dentro de los medios y se tiene que socializar los canales, las sanciones, que (los empleados) entiendan qué es el acoso, qué es el abuso o el hostigamiento. Pero todos estos son puntos de partida, se tienen que cambiar las estructuras de poder”, dijo.
De marzo pasado a la fecha, media decena de medios ha cesado o suspendido a trabajadores a raíz de las denuncias de acoso, otros más han presentado protocolos de actuación frente a este tipo de violencia.
“El gran valor de este momento del MeToo es que ahora las denuncias están en las redes, ya nos atrevimos a denunciar y no se quedó solo dentro de la redacción, lo que nos queda es seguir trabajando juntas”, dijo Frida Hartz.
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Periodista visual especializada en temas de violaciones a derechos humanos, migración y procesos de memoria histórica en la región. Es parte del equipo de Pie de Página desde 2015 y fue editora del periódico gratuito En el Camino hasta 2016. Becaria de la International Women’s Media Foundation, Fundación Gabo y la Universidad Iberoamericana en su programa Prensa y Democracia.
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