Las luces de las plazas de la ciudad más aglomerada del continente se apagaron. Los comercios bajaron las cortinas. Este año no estuvo Santa para tomarse la tradicional foto o para entregarle la cartita navideña. En cambio, llegó con comida para las familias que esperan afuera los hospitales
Fotos y texto: Isabel Briseño
CIUDAD DE MËXICO.- La máquina que corre a toda prisa y en todas las direcciones cada 24 de diciembre se detuvo. En la semana más transitada del año, la megalópolis se cerró las cortinas de sus plazas comerciales.
Con al menos 20 mil personas fallecidas por covid-19 y más de 5 mil personas hospitalizadas, de las cuales, una quinta parte están intubadas, la capital del país llegó a la Navidad con el peor escenario posible: el Semáforo Rojo, del que había salido desde el 27 de junio
Del total de hospitalizados, una tercera parte provienen del vecino Estado de México, «porque en la Ciudad de México hay más hospitales del IMSS, del ISSSTE, de (la Secretaría) de Salud, simplemente por la característica con la que creció nuestro país”, explicó la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
La gobernadora de la megalópolis, que con los 60 municipios conurbados suma más de 22 millones de habitantes que todos los días circulan en un espacio de 1,495 kilómetros cuadrados —por eso es la ciudad más aglomerada del continente y del mundo hispanohablante— explicó esta semana que se están aumentando el número de camas para llegar a 7 mil en los hospitales de la Ciudad de México, otras mil en el Campo Militar 1 (para convalecientes) y que esperan llegar a 10 mil en toda la Zona Metropolitana.
Mientras eso se consigue, desde la segunda semana de diciembre se ha registrado en la capital un promedio diario de 400 ingresos hospitalarios de pacientes graves y la ocupación hospitalaria de mantiene en 86 por ciento.
El ánimo de muchas personas que aguardaban noticias afuera de los hospitales en la Nochebuena no estaba para festejos. Tampoco lo era para quienes han perdido su empleo o están con la incertidumbre de perderlo por el cierre de la actividad comercial al que obligó la nueva emergencia sanitaria.
Ésta no fue una Navidad como las que conocemos, cuando el tráfico aumenta hasta 50 por ciento en las inmediaciones de centros comerciales, restaurantes, supermercados, estaciones de autobuses y aeropuerto. El gran monstruo se apagó. Estas son tres instantáneas de una Navidad insólita.
Centros comerciales prácticamente vacíos debido al cambio de semáforo epidemiológico, que ocasionó que los comercios con actividades no esenciales mantuvieran las cortinas abajo e intentando adaptarse a la “nueva realidad”. Algunos comercios implementaron las ventas en línea realizando entregas en áreas específicas a personas que compraron vía en línea. Pero a pesar de la innovación, las ventas fueron escasas.
Quienes decidieron acudir a realizar compras de último momento, tuvieron que hacer filas para ingresar a las plazas y cumplir con las medidas sanitarias estipuladas, además de hacer uso de las escaleras tradicionales.
En los alrededores del Hospital General de México, familiares de los pacientes ingresados en el nosocomio dijeron estar agradecidos con las personas que compartieron alimentos en la fría noche del 24 de diciembre. Las personas que esperaron a tener noticias de sus seres queridos afuera del hospital, dijeron sentirse afortunados de que pese a la actual situación económica que se vive en el país, aún queda gente que se solidarizó y compartió con ellos en esta nochebuena.
La mañana de este 25 de diciembre también se presentaron familiares que deseaban tener noticias de sus ingresados. Como María Ximena, quien llegó desde temprano para estar al pendiente de los informes que pudieran surgir en cuanto a la evolución de su mamá que es paciente por covid-19. “En mi casa no hubo cena navideña, estando aquí todo el día no queda tiempo ni ganas de nada, tampoco hay mucho que celebrar, perdí mi empleo, me separé hace seis meses de mi esposo y tuve que dejar a mis bebés encargados con una vecina, soy la única responsable de mi madre”, dijo. “Aquí entre nosotros nos acompañamos, nos desahogamos platicando nuestros casos porque aquí estamos solos esperando y esperando hasta que nos den información, ahora sí que nuestra cena navideña fue entre nosotros y comimos gracias a todas las personas que vinieron a repartir alimentos”.
Lulú tiene 60 años y cuenta que pasó la nochebuena con su hija Sheyla, fue a visitarla para conocer a su nieta Hanna que nació hace unos días. Cuenta que cenó pavo relleno con ensalada y durmió por esa noche bajo un techo. Después de que su hija la dejó asearse, volvió cargando con todas sus pertenencias a donde vive, en las calles de la alcaldía Cuauhtémoc. Ella vive y duerme desde hace años en las calles de la colonia Doctores, por el día trabaja ayudando a los vendedores ambulantes o acomodando autos pero en las noches debe cuidarse de los que intentan quitarle el espacio donde duerme. “Me gusta arreglarme, no importa que ande en las calles, me gusta verme bien porque a pesar de mi edad aún me conservo, ¿verdad?”.
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