A 140 años de su nacimiento, vale la pena evocar los horizontes que vio el jefe del Ejército Libertador del Sur y que trazó desde la redacción del Plan de Ayala. ¡Feliz natalicio, Votán Zapata!
Cuántas veces he estado de frente al rostro del jefe, Emiliano Zapata, escuchando las consignas de quienes defienden el territorio, de quienes alzan el puño izquierdo y frente a su rostro exigen justicia. Nunca es el mismo rostro. Siempre está la Tierra de por medio. Sus ojos profundos atestiguan las sublevaciones.
Emiliano Zapata nació el 8 agosto de 1879 en una región náhuatl de Morelos. El artículo 6 del Plan de Ayala resalta ese origen del Jefe, pues hace referencia a lo que en dicha cosmoexistencia es el Altepetl, que con la colonización se intentó traducir en el concepto de “pueblo”. El sexto dice claramente:
“Hacemos constar que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados científicos o caciques a la sombra de la tiranía y de la justicia penal entrarán en posesión de estos bienes inmuebles desde luego los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos correspondientes á esas propiedades, de las cuales han sido despojados, por la mala fe de nuestros opresores, manteniendo a todo trance con las armas en la mano la mencionada posesión, y los usurpadores que se consideren con derecho a ellos lo deducirán ante tribunales especiales que se establezcan al triunfo de la Revolución”.
Es muy claro al plantear la defensa de “montes y aguas”, ese es el horizonte que posibilita la organización de un pueblo, las atl -aguas-, las tepetl -montañas-. Ese horizonte es en plural, ya que a lo largo del documento reitera a “los pueblos” como motor de las acciones revolucionarias.
La redacción del Plan de Ayala no se puede entender sin saber que 10 días antes de su creación en Villa de Ayala, Francisco I. Madero realizó su primera acción militar como presidente y fue para matar al jefe, de acuerdo con el antropólogo Francisco Pineda. Los maderistas cercaron Ayala en 1911, el General Robles le dijo a Zapata que estaba rodeado, «te rindes o te mueres». Zapata rompió el cerco y se fue a las montañas del sur. Por ello Zapata dirigió la redacción del Plan de Ayala desde Ayoxustla, con la pluma de Otilio Montaño.
Eso explica la redacción de los primeros dos artículos primer del Plan, donde desconocen a Madero por ultrajar los motivos de la Revolución, “por haber traicionado los principios con los cuales burló la fe del pueblo” y denuncia:
“Francisco I. Madero ha tratado de ocultar con la fuerza bruta de las bayonetas y de ahogar en sangre á los pueblos que le piden, solicitan o exigen el cumplimiento de sus promesas en la revolución llamándolos bandidos y rebeldes”.
La redacción de este plan resulta un poco más radical que la de los magonistas anarquistas, solo por señalar y hacer explícitos los monopolios y también por hacer una propuesta de organización social, la cual considero otro horizonte pues aunque se basa en Morelos, puede ser aplicada por cualquiera de los pueblos que defienden el territorio.
De acuerdo con Pineda, en esa época Zapata señaló a los que todo lo monopolizan, desde el ganado hasta el petróleo, y es que en Morelos vivían la fusión del terrateniente con el capitalista de la industria azucarera, quien además fijaba los precios altos por ser el único. En el punto 7 lo contrapone al Altepetl:
“En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos, no son más dueños que del terreno que pisan, sufriendo los horrores de la miseria sin poder mejorar su condición social ni poder dedicarse á la industria ó á la agricultura por estar monopolizados en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas por esta causa se expropiarán previa indemnización de la tercera parte de esos monopolios a los poderosos propietarios de ellos, a fin de que los pueblos y ciudadanos de México obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor”
Si bien magonistas y zapatistas coinciden contra la propiedad privada, es en el Plan de Ayala donde apuntan contra los dueños del capital que además son los mismos que han explotado siempre a los pueblos. Ahí eran: abajo las haciendas; acá el paisaje es: abajo las corporaciones que perforan la Tierra.
En el artículo 8, el plan da cuenta de la nacionalización de los bienes a hacendados, científicos o caciques que se opongan a devolver los montes y las aguas monopolizados, los cuales se destinarán para indemnizaciones de guerra pensiones de viudas y huérfanos. Esta figura podría ser inspiración de lo que ahora el Estado aplica con la ley de extinción de dominio a criminales, y cómo esos decomisos a criminales pasan a ser parte del Estado.
El horizonte que veo más constante, como palpitar de los pueblos que acompaño, es el que Zapata esboza para reorganizar la política. En el Plan de Ayala dibuja lo que después sería la Ley General de las Libertades Municipales (1916) y luego la Ley sobre Derechos y Obligaciones de los Pueblos (1917).
Lo fundamental, de acuerdo con Pineda, es que los propios pueblos deben definir su organización de acuerdo con las necesidades de los montes y las aguas donde viven, las cuales son diferentes. El Plan dicta que es en conjunto que la Junta de los Jefes revolucionarios de los diferentes Estados, nombrarán o designarán un Presidente interino de la República, pero también por región nombrarán al gobernador de cada estado, “para la debida organización de los Poderes públicos, con el objeto de evitar consignas forzadas que labran la desdicha de los pueblos”.
Es el altépetl en ejercicio, el organizarse de acuerdo con los montes y las aguas donde vivimos, es lo que ahora cientos de pueblos llaman a ejercer, la autonomía, la comunalidad. El ejemplo, lo que vivió Morelos durante el periodo en que los Zapatistas ejercieron sus leyes (Comuna de Morelos, diría Adolfo Gilly), en donde el Ejército Libertador del Sur solo era defensor de los pueblos pero no gobernante.
“Yo estoy resuelto a luchar contra todo y contra todos sin más baluarte que la confianza, el cariño y el apoyo de mi pueblo”, dijo Emiliano Zapata, en la carta que envía al coronel Gildardo Magaña algunos días después de la firma del Plan de Ayala. Esa confianza en los pueblos armados, en ese entonces con armas, ahora tal vez de palabras, también es un horizonte.
Más que ideales, sueños o planes radicales, son los horizontes los que hacen al Votán Zapata, guardián y corazón de los pueblos. Enuncian las comunidades zapatistas de Chiapas: “Tomó nombre en nuestro estar sin nombre, rostro tomó de los sin rostro, cielo en la montaña es”.
Gracias, jefe Zapata, ¡un coñac a tu salud!
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