2 diciembre, 2021
El presidente de la República rindió su tercer informe de gobierno frente a un Zócalo repleto de gente. Después de tres años en la Presidencia, el acto frente a sus simpatizantes fue una fotografía de las contradicciones de su mandato. La militancia obradorista retornó a las calles
Texto: Alejandro Ruiz
Fotos: Presidencia, Alexis Rojas y Alejandro Ruíz
CIUDAD DE MÉXICO.- Un contingente de tseltales avanza sin prisa sobre la avenida 20 de Noviembre. Sus sombreros decorados de colores parecen romper el ritmo ajetreado de la Ciudad de México. Al frente va Ana Itelvina, carga a un niño en la espalda.
Ella y sus compañeros vienen de Oxchuc, Chiapas. Viajaron 14 horas para llegar al tercer informe de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
“Yo soy artesana, y junto a mis compañeros tenemos un grupo. Nos empezamos a interesar en el gobierno cuando vimos que había oportunidad para nosotros como artesanos”, dice mientras llegamos a una plancha del Zócalo con vallas y personas deambulando en busca de una sombra.
Es casi mediodía, y como Ana y sus compañeros, varios contingentes con banderas de Morena comienzan a llegar al Zócalo. Vienen de todos los estados de la república con el único objetivo de escuchar el informe presidencial.
“Hace un año no pudimos venir, por la pandemia”, comenta una señora que viene desde Campeche. Ella hizo 5 horas de camino.
“Se vino bien rápido el camión, yo creo que por la emoción”, dice.
Desde hace 15 años, la militancia obradorista también viaja largas horas para llegar a la capital del país. En ese entonces como oposición, defendiendo elecciones que habían ganado. Después promoviendo el desafuero. Otras más en defensa del petróleo.
Esto no es nuevo, ni para la militancia obradorista ni para el grueso del movimiento social. Viajar largas horas en defensa de ideales, de derechos, de proyecto de nación ha sido el método de lucha que por décadas se ha seguido en la izquierda mexicana. En esencia, la oposición en México es dueña de las calles. Hoy, sin embargo, una parte de la oposición se ha hecho gobierno.
Hace un año, con el arribo de la pandemia de covid-19, las calles tuvieron que vaciarse debido a la contingencia sanitaria. La movilización, la militancia, el activismo perdieron, momentáneamente, su campo de batalla.
En algunos casos, sin embargo, la necesidad de exigir soluciones llevó a las calles a cientos de personas. La justicia, a diferencia de la covid, no había llegado en los territorios en disputa de nuestro país.
El obradorismo, como gobierno, pero también como movimiento social, también resintió esto. La defensa de su proyecto tuvo que mudarse a otros espacios. En el congreso, en la virtualidad, al interior de su partido. Espacios que su oposición política, esa que durante décadas les impidió acceder al poder, conocía mucho mejor.
Esa crisis se reflejó y sacó a relucir sus contradicciones. Por un lado, la pugna al interior de su partido devino en un desvío de sus principios y conflictos entre la base y la dirigencia nacional. Por el otro, sus curules en el Congreso les orillaron a entablar alianzas para impulsar las reformas prioritarias de su gobierno.
La pandemia, además, posibilitó un sinfín de ataques mediáticos que pusieron en tela de juicio a sus secretarios de Estado. Tampoco fueron pocas las renuncias al interior de su gabinete, hechos que mermaron el avance político de su programa.
Pese a esto, este 1 de diciembre la militancia retornó a las calles. Y aún con la amenaza de una nueva variante de la covid-19, y contra todo pronóstico mediático, lo hicieron de nuevo, volvieron a llenar el zócalo capitalino.
Hoy, la militancia y simpatizantes de la Cuarta Transformación están de fiesta, pues las calles vuelven a ser suyas.
“Yo solo espero que siga gobernando bien, aun con los tropiezos que ha tenido”, dice Ana, mientras corridos de la revolución suenan como himnos en espera del presidente.
Han pasado tres años desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la Presidencia de México. En el camino se ha topado con una pandemia, pugnas internas de su partido y discrepancias al interior de su gabinete.
De sus promesas de campaña, no todas se han vuelto realidad. Una recesión global, sumada a un poder legislativo dividido, son tan solo algunos factores que pueden explicar esto. A la distancia, la cuarta transformación parece aún lejana, sin embargo, entre las miles de personas que han acompañado su camino, avanza.
Jerónimo Pérez viajó desde Tampico, Tamaulipas, para acudir al informe presidencial. Es obradorista y militante de Morena. Bajo el sol, sostiene una pancarta en donde exige transparencia en los procesos internos del partido.
“Creemos que la Cuarta Transformación está en curso, que se están cimentando las bases para que se dé. Creemos que la lucha por los más pobres está siendo eficiente, se ve reflejada. Pero también vemos vacíos de legalidad, democracia y justicia, y por eso estamos aquí”.
Jerónimo Pérez, obradorista y militante de Morena.
Mientras Jerónimo Pérez reclama, algunos asistentes le piden que mesure sus críticas, “pues eso es tirarle al presidente”.
Si algo se ha puesto en tela de juicio estos tres años de gobierno, es la falta de autocrítica dentro del Ejecutivo federal. Sus simpatizantes, muchas de las veces, se han caracterizado por deslegitimar las críticas que, desde otros espacios de lucha, se han elaborado frente a los hechos de las políticas gubernamentales.
Navegar en el mar de contradicciones, señala un profesor despedido de una Universidad de Bienestar, es también reconocer las propias “pero nos cuesta mucho la autocrítica”.
Esta discusión, avivada a la vez por la oposición que antes fue gobierno, polariza el debate público en el país.
Pero no solo hay una oposición “conservadora”, como lo ha señalado repetidas veces el presidente, también existe otra oposición. Una que defiende sus territorios, sus culturas, sus derechos y sus tradiciones.
Una oposición, que resiente los megaproyectos, que exige transparencia de recursos. Una oposición que, aún dentro de su partido, pide y anhela la democracia.
Jerónimo es parte de esa “oposición”. Cuenta, que desde hace 15 años ha acompañado al ahora presidente López Obrador en sus luchas. Está convencido del proyecto de la Cuarta Transformación, pero se dice desilusionado de su partido.
“Creemos que la dirigencia del partido se ha alejado de los principios fundamentales de la Cuarta Transformación. Creemos que le quedó chica la dirigencia nacional de Morena a la Cuarta Transformación. Le van a quedar mucho a deber al pueblo de México. El compañero presidente no merecía esto, el compañero presidente está siendo traicionado por la mafia en el poder incrustada, infiltrada, en Morena nacional”.
Mientras el sol sigue cayendo, Jerónimo se muestra convencido de que el camino para afianzar el proyecto presidencial es desde abajo, autocrítico, con principios, con democracia.
Aunque algunas personas asienten mientras Jerónimo lanza su discurso a la mitad del zócalo capitalino. Otras más se muestran ofendidas. Parece que vino a amargar el festejo. Pero la voz de este hombre, que viajó más de 5 horas por carretera para ver al presidente, es tal vez la ruta que puede evitar desvíos al interior de Morena de cara al 2024.
Asimismo, no repara en decir que se declara compañero del presidente López Obrador desde hace más 15 años:
“Junto a él (refiriéndose al presidente) aprendimos a denunciar, a ser firmes en nuestra postura. Nosotros no estamos de acuerdo en que se aplique la doctrina de seguridad nacional, no es justo, no lo merecemos, señor presidente. Creemos todavía en ti, tenemos mucha fe en ti, pero necesitamos que ordenes un cese al fuego en el sureste mexicano. Alto a la guerra en Chiapas, alto a la guerra en Oaxaca, en Guerrero y en Michoacán. Basta. Nunca más se vuelva a utilizar la desaparición forzada como método de acallar la denuncia, el señalamiento, la rebeldía. Aprendimos con él a ser rebeldes, a ser contestatarios. Hoy no merecemos que los defensores del agua, de la vida, de los derechos humanos, de los bosques, sean asesinados, desaparecidos o detenidos”.
Horas más tarde, desde el templete mientras leía su informe, el presidente de la República aseguró que en México ya no había desaparición forzada. Que en México no existían presos políticos.
A un par de metros, mientras Jerónimo expresaba su sentir, una manifestación de habitantes del pueblo de Culhuacán, Iztapalapa, tenía sitiado el Edificio del Antiguo Ayuntamiento de la Ciudad de México. Exigían la solución a un conflicto con su panteón comunitario y el reconocimiento de sus derechos indígenas.
La masiva concentración de militantes y simpatizantes en el zócalo fue, sin dudarlo, una demostración de fuerza. El obradorismo está lejos de ser un proyecto ajeno a las masas.
Miles de personas refrendaron su compromiso con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y otra vez salieron a las calles, llenaron el zócalo y mostraron que, aún con las adversidades coyunturales, arrebatarles su conquista política no será tarea fácil. Aunque contradictoriamente, sus “enemigos” estén también dentro de su partido.
Los logros a tres años de gobierno parecen sólidos. Incremento en el salario mínimo, cobertura amplia en educación. Recuperación del sector energético y el sistema de salud. Programas sociales que permiten, aunque sea un poco, paliar el hambre y la desigualdad.
Pese a esto, y aunque los indicadores oficiales muestran un descenso en los delitos del fuero común, hoy, en el territorio nacional, hay 100 mil efectivos de la Guardia Nacional en operaciones; 207 cuarteles construidos en tres años de gobierno.
“La paz se ha llevado sin violaciones a los derechos humanos”, repone el presidente durante la lectura de su informe de gobierno.
A un costado, y cerca del Templo Mayor, un migrante hondureño mira expectante como el zócalo retiembla.
“Mañana sale la caravana, pero van en tren. Allá en mi país la cosa está complicada, por eso vengo por acá”, comenta mientras el presidente exalta los logros de la Guardia Nacional. La misma que hace un mes contuvo a la caravana de migrantes centroamericanos en la frontera con Guatemala.
Para él, así como para miles de mexicanos, el sueño de la transformación parece que no acaba por cumplirse. Faltan tres años más, y la moneda está en el aire.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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