28 diciembre, 2020
Un estudio del Instituo Weizman para la Ciencia asegura que este año el peso de las cosas hechas por el ser humano rebasan el conjunto total de plantas, animales, bacterias y hongos que habitan en la tierra. El modelo económico está detrás de esta hiper acumulación
Tw: @eugeniofv
En la superficie terrestre ya hay más concreto y grava que plantas y animales, según un estudio publicado por la revista Nature hace algunos días. El estudio, liderado por Emily Elhacham, del Instituto Weizman para la Ciencia, muestra que este año el peso de las cosas hechas por el ser humano rebasó el del conjunto total de plantas, animales, bacterias y hongos que habitan el planeta. Este estudio y otros en los que se basó muestran que es mentira que la nueva economía sea una economía “desmaterializada”; que el frenesí inmobiliario y de la construcción es mucho mayor y mucho peor de lo que imaginábamos, y que la cosa irá a peor si no hacemos algo pronto.
Las cifras que maneja el estudio son tan grandes que se vuelven incomprensibles por sí solas —¿cuánto son 1.1 teratoneladas de cosas hechas por el ser humano, por ejemplo? —, pero su dimensión se vuelve clara cuando se las pone en perspectiva: es un poco más del peso de todas las plantas, bacterias, hongos y animales que hay hoy en día en el planeta. El proceso por el que se llegó a este punto es doble: por una parte, el ser humano ha construido muchísimas cosas en los últimos cien años, y sobre todo en los últimos veinte; por otra parte, ha destruido muchísimos ecosistemas en ese mismo periodo, y el peso del ganado o la agricultura con la que ha llenado los terrenos que le ganó a bosques, selvas y pastizales no se aproxima ni de lejos a llenar lo perdido.
En una de las fuentes de los datos del estudio de Elhacham y sus colegas —un análisis liderado por Fridolin Krausmann— se puede ver la composición de lo que el ser humano ha construido y puesto en el planeta, y cuándo lo puso ahí, y los datos que ofrecen son muy elocuentes sobre la raíz del problema y las mentiras que se nos han contado. El grueso de los materiales que el hombre ha producido son concreto, grava y otros agregados, y ladrillos, y el uso de esos materiales se disparó precisamente conforme avanzaba la llamada “nueva economía”, ésa que se suponía desmaterializada, global y electrónica, que no dependía de infraestructuras físicas.
Como afirman Krausmann y sus colegas, “después de un periodo de rápida industrialización (1945-1972) con tasas de crecimiento anual del uso de materiales extraídos de 3.7 por ciento, el crecimiento en el uso de materiales se redujo marcadamente a apenas 1.8 por ciento anual entre 1973 y 2002. Solo después de 2002 se aceleró el crecimiento a un promedio de 3.3 por ciento anual en 2015”.
Es de notarse, además, que gran parte de lo construido en este auge del concreto que registran las cifras de los equipos de Elhacham y Kraussman será basura en un tiempo mucho menor que el que tardaba en degradarse lo construido en otras épocas. Como han señalado muchos estudios (aquí se puede ver una rápida reflexión sobre el tema) los edificios y construcciones nuevas, de acero, concreto y cristal, son más baratas de hacer en comparación con las ganancias y la escala que se pueden alcanzar con ellas, pero también caducan el doble de rápido que las construcciones de ladrillo, por ejemplo, o las de piedra. Esto quiere decir que no sólo hemos destinado más materiales hoy a construir todo eso, sino que en un mañana muy cercano esos materiales serán basura.
Aunque ni Elhacham ni Kraussman aventuran hipótesis al respecto, no es descabellado pensar que detrás de este auge de las construcciones está el proceso de acumulación de capital en bienes inmobiliarios que describió David Harvey hace tiempo y que todos los que vivimos en una ciudad podemos notar: se construyen decenas de edificios nuevos cada año, que son carísimos y que no solucionan los problemas de vivienda ni de precariedad, y que se quedan vacíos. Esto es porque responden a la lógica del mercado financiero, no del mercado inmobiliario, y son desastrosos para un barrio. Ahora sabemos que también lo son para las ciudades y para el planeta entero.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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