Voladores de ¿Papantla?… Rito en peligro

11 julio, 2020

Es un rito de fertilidad. Su origen provoca reyertas entre varios puertos. En Puebla, Hidalgo, Veracruz, San Luis Potosí, Guatemala y Nicaragua la danza de Los Voladores continúa viva y no pierde su solemnidad, aunque en otros lugares se hace a manera de entretenimiento circense 

@ignaciodealba

El poderoso rito de la fertilidad quedó convertido en un baile que destaca el folclor de los pueblos originarios de México. La historia de esta danza sagrada se remonta al año 600 A.C. Durante la conquista no se pudo desterrar, quizá por su singularidad sobrevive. Hoy se relaciona más a un espectáculo, parecido a las artes circenses, que a un rito sagrado.

En su sentido más profundo la danza sostiene la armonía del universo, se le debe el equilibrio de la vida. También, cada pueblo ha connotado diferentes aspectos, la mayoría de ellos relacionados con la fertilidad de la tierra. 

La mayoría de las investigaciones sugieren que el ritual se llevaba a cabo en muchísimo pueblos de Mesoamérica, desde Jalisco hasta Guatemala, antes de la llegada de los conquistadores europeos. En el proceso de colonización el ritual fue prohibido y considerado como cosa de idolatrías. Pero en algunos totonacas (Hidalgo, Veracruz), teenek (San Luis Potosí), nahuas (Puebla), ñañus (Hidalgo, Puebla), mayas kichés (Guatemala), piples (Nicaragua), se conserva con celo esta danza divina. 

Probablemente las destrezas y las peculiaridades de la danza aérea lograron que el rito no fuera eliminado del todo; mantenerlo como un espectáculo garantizó su supervivencia. En el Códice Azcatitlán se retrató una festejo bautismal católico del siglo XVI donde se celebró con el rito de de los voladores afuera de una iglesia cristiana, en Culhuacán (Ciudad de México). Curiosamente en varios pueblos donde sobrevive la tradición se coloca el palo volador frente a las iglesias, como en Cuetzalan, Puebla. También se lleva a cabo el ritual en días como Corpus Christi, en una forma extrema de sincretismo. 

En otros sitios, como a las afueras del Museo Nacional de Antropología e Historia o el el centro turístico Xcaret de Cancún, el rito de los voladores se usa como extravagante atractivo. Los extranjeros y connacionales contemplan la caída acrobática con admiración. Al final del “show” los voladores engalanados con ropas típicas piden propina. 

El vuelo ha evolucionando en función de la peligrosidad, más que por su sentido religioso. Poquísimo se guarda del ritual, que involucraba a la comunidad entera y necesitaba una rigurosa preparación en la que no se permitía tomar alcohol, encuentros sexuales, ni malos pensamientos antes de iniciar la danza. 

Aunque hay muchas variantes, el rito comenzaba desde que se cortaba el tronco en que se haría el vuelo –ahora sustituidos por un enorme tubo metálico-. La comunidad escogía el mejor tronco; por ejemplo, en Veracruz se utilizaba el llamado Tsaqat Kiwi –ahora en peligro debido a la tala clandestina–. Una vez cortado el tronco se pide perdón al bosque por haberlo despojado. 

Luego el tronco es colocado en el centro de la comunidad, las significaciones simbólicas las relata el antropólogo Jacques Galinier, quien explica: 

El palo del volador es en realidad un verdadero eje del mundo, llamado metafóricamente [en otomí] tete mahes’i, la “escala del cielo”. Permite unir los espacios celestes e infraterrestres […]. El palo se ubica exactamente en la intersección de los puntos cardinales [… y] expresa, por lo tanto, la ideología del “centro”, de la unión y de la separación del arriba y del abajo, de oposición entre las fuerzas diurnas (solares) y nocturnas (terrestres y lunares).

Los cinco participantes en la danza cósmica, previamente preparados suben hasta la punta del árbol y amarrados con cuerdas y mecates cuatro de ellos inician una danza aérea. El quinto hombre sobre el palo, en una pequeña plataforma, toca melodías con una flauta y un tambor, en honor al sol. Debajo del palo otros músicos con chirimías y flautines integran el cuadro musical. 

El desenvolvimiento de las cuerdas provoca un vuelo cada vez más holgado, en pleno vuelo los danzantes van formando una serie de posiciones, en todo momento abren los brazos, como extendiendo alas. Los bailarines se juegan la vida en el aire, sus vestimentas evocan los pájaros, reviven la fecundidad de sus pueblos a partir de una conciencia comunitaria muy fuerte. 

Hay sitios donde preguntar sobre el origen del rito de los voladores ofende, en Puebla se quejan que los veracruzanos “les robaron” la danza. En el totonacapan juran que ellos son los inventores. En Papantla y otros sitios los pueblos se construyeron alrededor del palo sagrado. 

La Unesco declaró en 2009 la Danza del Volador como patrimonio inmaterial de la humanidad, pero de eso le poco ha servido a las comunidades que aún conservan el ritual que está en riesgo de desaparecer. A veces parece que el trágico destino de este valioso ritual es convertirse en un mero espectáculo circense. 

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).