Unas 15 mil personas viven en la ciudad de México del trabajo sexual. Para muchas, vender el cuerpo es la última opción de sobrevivencia. Pero ser reconocidas como trabajadoras es también una lucha por la dignidad, por salir del rincón del estigma. Esta serie de trabajos busca poner luces en un tema tabú: las putas del siglo 21
Texto: Daniela Pastrana y María Fernanda Ruiz
Ilustración: Inimisqui
CIUDAD DE MÉXICO.- A una compañera la mataron en la cárcel. Le dieron de comer vidrio porque denunció a policías de Tlalpan. Luego mataron a otras dos. Eran de una cooperativa que se acababa de formar. De las cinco de la mesa directiva mataron a tres…
El relato es de Elvira Madrid Romero, directora de Brigada Callejera, una organización que lucha por la reivindicación de derechos básicos de las trabajadoras sexuales en la Ciudad de México.
“Nada ha sido gratis”, dice la activista. “Todo ha sido a partir de la lucha, que ha costado vidas, que ha costado encarcelamientos”.
Hace un recuento de sus “conquistas”: el reconocimiento como trabajo no asalariado (“en momentos donde era de mucha persecución y criminalización a las compañeras”), trabajar ocho horas, tener pensión, acceso a la salud, a la vivienda…
Sin embargo, sigue pendiente que se reconozcan sus derechos laborales. Porque, insiste, “no es lo mismo que digas: ‘soy prostituta’ a ‘soy trabajadora sexual’. Ya desde ahí empieza el respeto”.
El reconocimiento del trabajo sexual, dice una y otra vez la activista, es un paso necesario “para que su familia, la sociedad, vaya reconociendo que es un trabajo como cualquier otro”.
En la ciudad de México, al menos 15 mil personas viven del trabajo sexual. Para muchas de ellas, vender el cuerpo es la última opción de sobrevivencia.
Pero no sólo se trata de sobrevivir. En las últimas tres décadas, ellas han peleado duramente por ser reconocidas como trabajadoras. Es una batalla, sobre todo, por la dignidad, por salir del rincón del estigma que durante siglos las ha colocado en el basurero social.
Y no es fácil. El obstáculo más reciente para ese reconocimiento ha llegado de una parte de los movimientos feministas donde hace algunos años comenzó a permear la idea de que, para derribar el patriarcado, es necesario erradicar todas las prácticas que cosifiquen y violenten los cuerpos de las mujeres.
El abolicionismo promueve que los gobiernos penalicen la demanda. Y tiene un fuerte argumento en su favor: el crecimiento de formas criminales de explotación sexual, como la trata de personas. Desde esta perspectiva, reconocer el trabajo sexual es una forma de legitimar la explotación y la violencia de género.
Quienes trabajan en la defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales, en cambio, insisten en no verse como víctimas, sino como mujeres que pueden valerse por sí mismas.
“Vivimos en una sociedad en la que la sexualidad nos la controlan”, dice Elvira Madrid.
Lo que tenemos que hacer para que esto vaya cambiando es ir educando a todas las mujeres para ser autónomas, para no depender de nadie económicamente, ni emocionalmente”.
Esa ha sido la razón de ser de la Brigada Callejera en apoyo a la mujer Elisa Martínez, que lleva ese nombre en honor a una trabajadora sexual con VIH a la que todos sus derechos le fueron violados.
“No la aceptaban en los hospitales y el medicamento en ese entonces estaba en 25 mil pesos mensuales”, cuenta.
Ahora, los antirretrovirales para las trabajadoras sexuales son gratis. Pero Elvira insiste:
Todas estas conquistas no han sido gratis, ni nos las han regalado. Han sido a partir de una lucha que ha costado vidas”.
¿Y qué, de todo esto, aborda el periodismo?
En mayo de 2021, buscando nuevas formas de narrar temas complejos, el equipo de Pie de Página comenzó un experimento: en lugar de decidir, desde el área editorial, como abordar el tema del trabajo sexual, optamos por preguntarles a las involucradas.
Que fueran ellas quienes definieran qué es lo que puede ser de utilidad social.
Programamos entonces un encuentro con un grupo diverso y amplio de organizaciones que han trabajado muchos años por los derechos de las trabajadoras sexuales, tanto cis género (personas que se identifican con el género que les fue asignado) como transgénero.
De esa reunión surgieron seis historias que comenzamos a publicar este 14 de febrero.
Las primeras dos buscan sacarnos del lugar común de la calle y contar qué hace una trabajadora sexual cuando no trabaja. En este ejercicio, Yazmín nos cuenta su propia historia de maternidad solitaria y Lola narra cómo fue que el trabajo sexual se convirtió en la única salida para poder ser lo que es: una persona con una identidad de género no binaria.
Otras dos historias ponen la mirada en los hombres, que son la mayoría de los consumidores de servicios sexuales y sin embargo, poco sabemos de sus motivos. En estos trabajos intentamos abordar la relación de las trabajadoras sexuales con sus clientes y cuáles son los resortes que provocan el consumo.
Las últimas dos historias están centradas en dos temas que siguen abiertos: las diferencias que hay entre la trata y el trabajo sexual y lo que nos define como mujeres, lo “femenino” y la explotación del cuerpo.
Estos últimos dos temas fueron quizá los más difíciles de concretar y no pretenden ser una discusión acabada. Por el contrario, buscan abrir caminos para el entendimiento y la reflexión colectiva de un tema tabú: las putas del siglo 21.
Fuentes: Brigada Callejera, Agenda Nacional Política Trans de México y Copred.
Yazmín relata su historia como madre de un niño y trabajadora sexual. Las posibilidades económicas que le da ese trabajo, el abandono a la que le lleva por el estigma y rechazo social, y su lucha es para que ninguna mujer viva su maternidad en soledad
Texto: Yazmín*
El trabajo sexual fue para Lola un atajo que le permitió expresar con relativa libertad su identidad, pero también le dio una vida dura. La suya es una historia de lucha contra los prejuicios de una sociedad conservadora, que orilla a los extremos. A ser libres solo en los rincones marginales
Texto: José Ignacio De Alba
Fotos: Duilio Rodríguez
Chicas de salón: el oficio olvidado
Tradicionalmente conocidas como ficheras, las mujeres que bailan con hombres se encuentran en una especie de limbo de trabajo sexual: no lo asumen como tal y tampoco son reconocidas por ley como trabajadoras no asalariadas. El suyo es un oficio que se ejerce en las sombras con los riesgos de la precariedad y violencia que eso implica
Texto y fotos: Isabel Briseño
El deseo aprendido. ¿Por qué consumimos trabajo sexual?
Todos los hombres que conozco consumen o han consumido algún tipo de trabajo sexual, desde la colección de DVD de sus hermanos a los servicios de una trabajadora sexual. Pocos reparan en por qué lo consumen, más allá del deseo desenfrenado que desde siempre nos han enseñado. ¿Es posible un consumo ético?
Texto: Arturo Contreras Camero
¿De qué hablamos cuando decimos que se cosifican los cuerpos de las mujeres? A través de un collage mujeres cis y trans, trabajadoras sexuales, hicieron el ejercicio de responder qué significa ser mujer, de quién lo aprendieron, y cómo impacta eso en su trabajo
Texto: María Ruiz
La confusión que hay entre el trabajo sexual y la trata de personas, generada y promovida a partir de las modificaciones a la ley que se hicieron durante la administración de Felipe Calderón, tiene costos emocionales, físicos y económicos para las trabajadoras sexuales. ¿Cuáles son las diferencias? Ellas nos explican
Texto: María Ruiz
Tertulianas. Amor romántico, trabajo sexual y patriarcado… una discusión pendiente
A tono con febrero, nuestra tertuliana mensual habló sobre el amor romántico, ese concepto que ha erigido mitos para sostener al patriarcado, y con esto, perpetuar la dominación económica, sexual y política de las mujeres; sin embargo, hechos como el trabajo sexual, libre y elegido, parece ser un tabú que podemos empezar a desmontar
Texto: Alejandro Ruiz
Este trabajo forma parte de un proyecto para la formación de periodistas en la cobertura de trabajado sexual en la Ciudad de México.
Agradecemos profundamente el tiempo, las asesorías y la reflexión colectiva a Dignificando el trabajo, Casa de las muñecas Tiresias, Brigada Callejera de apoyo a la mujer “Elisa Martínez”, Centro de Apoyo a las Identidades Trans, Agenda Nacional Politica trans de México, Equis justicia y Alianza Mexicana de Trabajadoras sexuales, así como del equipo de Sónica, de Guatemala, que nos ayudó a facilitar el encuentro.
Créditos:
Coordinación general del proyecto: Daniela Pastrana
Asistente editorial: Edith Victorino
Edición de textos: Daniela Rea
Edición de fotos y video: María Ruiz
Redacción: Yazmin, José Ignacio De Alba, Isabel Briseño, Arturo Contreras, María Ruiz, Daniela Pastrana
Fotografía: Duilio Rodríguez, Isabel Briseño y María Ruíz
Ilustraciones y animación: Inimisqui
Infografías y difusión: María José López, Daliri Oropeza, Lucía Vergara
Revisión de contenidos de difusión: Lola Dejavú
Diseño de información: Fernando Santillán
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