Una Navidad en la Montaña de Guerrero

23 diciembre, 2019

Foto: Lenin Mosso

Este es un retrato de la infancia Na’savi en la Montaña de Guerrero, son comunidades que guardan lo tradicional, el idioma mixteco y convivencia entre niños y adultos. Algo que comparten también son las necesidades económicas

Fotos y texto: Lenin Mosso

COCHOAPA EL GRANDE, GUERRERO.- Niños Na savi (mixtecos) rompen piñatas que ellos mismos elaboran. Alrededor hay árboles frutales, un terreno grande lleno de pasto y animales silvestres. Acá las posadas y fiestas se disfrutan al aire libre: en la imponente de la Montaña.

Desde las 2 de la tarde, los niños se juntan en la primaria del pueblo, luego van al cerro a romper piñatas: su patio natural. Entre ellos está Patricio un niño de nueve años de edad con mirada brillante. Los niños juegan y ríen. Pese a que este es un municipio con los índices de pobreza más altos en México, acá, en esta temporada son momentos de gozo y disfrute.

Los niños hicieron sus piñatas con materiales reciclados como el cartón o frutos de su misma tierra. Las elaboraron en equipos. La salida estaba programada para las 3 de la tarde, pero ansiosos y sin actividad por realizar los niños apresuran a la maestra para poder partir. Yo disfruto sus risas  y me mimetizo para tomarles fotos, entre sus juegos.

Foto: Lenin Mosso

Patricio vive con su abuelita y tía, es hijo único. Sus padres tuvieron que migrar. Se fueron a los campos agrícolas del norte del país, más tarde a Estados Unidos, práctica común en la región de la Montaña, donde no hay más que trabajar en la siembra sin un pago a cambio. Es una tradición histórica que gente de los cuatro pueblos originarios: Na savi, Mè’phaa, Ñomda (amuzgos) y Nahuas salgan de sus pueblos para encontrar un empleo-mayormente informal-, en otro estado.

Patricio juega con sus compañeros fútbol con los pies descalzos. Me cuenta que  es su único par de huaraches, que no sabía dónde los había dejado en casa. 

La mayoría de los niños juegan descalzos, por la pobreza que han llevado desde pequeños, me cuenta una maestra, quien sonríe al ver la alegría de los niños jugando en los matorrales.

Foto: Lenin Mosso

Las comunidades Na’savi son tradicionales por su idioma indígena y convivencia entre niños y adultos. Pero también comparten necesidades económicas: está cabecera municipal es uno de los pueblos que suelen emigrar en fechas de febrero y junio con un mayor índice de niños en los diferentes niveles educativos que existe en el municipio: Preescolar, Primaria, Tesecundarian y Telebachillerato. Los maestros de esta zona dicen que unos suelen pedir permiso para ausentarse esos meses de clases.   

Motivado y ansioso por el paseo, Patricio lleva tostadas, prepara agua fresca con ayuda de sus compañeros, sin que la profesora se lo pida. Toma la iniciativa y lo propone en la asamblea grupal con motivo del último convivio escolar, e inmediatamente propone llevar el balón de fútbol para jugar en el cerro con todos sus compañeros.

Suele reunirse todas las tardes en la cancha del pueblo para poder jugar futbool con cualquier niño, joven o adulto que tenga balón y pueda organizar una partida de juego. 

Las noches en el mes de diciembre son frías, huele todo el tiempo a hierba fresca, se ven poderosos los altos pinos verdes todos los años. En las pequeñas tiendas del pueblo cuelgan luces de diferentes colores, cuando suele haber luz llegan a iluminarse, pero cuando se va es muy común que la gente repase lo iluminado del cielo. Para los niños ese es su horizonte: el hermoso cielo azul eléctrico con cientos de estrellas brillosas iluminando su natural estancia. 

Foto: Lenin Mosso

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