En medio de la discusión sobre la reapertura de clases presenciales, especialistas en educación de Puebla consideran viable repensar el modelo educativo y plantearlo desde un formato híbrido en favor del bienestar de estudiantes
Texto: Ray Ricardez @RayRicardez / Lado B
Fotos: Fotos Freepik y Fotopexels
PUEBLA.- Ha pasado un año desde que se decretó el cierre de las escuelas y con ello el inicio del confinamiento de la niñez y adolescencia en México bajo el esquema educativo a distancia. Y mientras los meses han transcurrido, alumnas y alumnos han sufrido un desgaste emocional y académico sin precedentes. Ante esto, la iniciativa de volver a las aulas mediante un modelo híbrido de clases llama la atención de familias y profesionales de la educación.
La crisis sanitaria también es educativa, advierte Rodolfo Cruz, profesor investigador en política educativa de la Universidad Popular Autónoma de Puebla (Upaep). La escuela, asegura, era un lugar en donde niñas, niños y adolescentes podían sostenerse cuando el contexto fuera de ella era adverso. Era un espacio más allá del hogar o la familia; era una oportunidad para el desarrollo personal y académico, misma que ahora se ha perdido.
Una alternativa para mitigar esto, de acuerdo con especialistas, es la educación bajo un formato híbrido. Para ello, se debe dejar de ver a la política educativa desde una perspectiva homogénea, de acuerdo con Cruz, y permitir que ésta se dé desde una visión situada; es decir, mirar de manera local el contexto de cada escuela y cómo puede cada una adecuar sus clases.
Dadas las condiciones actuales, ni es viable volver a las clases presenciales como antes, ni tampoco mantener el aislamiento con contenidos a distancia, piensa Cruz. Es por esto que él cree que es pertinente empezar a plantear, desde las instituciones educativas, un regreso a los salones alternativo, oportuno y paulatino.
Por su parte, Martín López Calva, decano en el área de Artes y Humanidades en la Upaep, piensa que este ciclo escolar (2020-2021) debe finalizarse a distancia dadas las condiciones sanitarias, haciendo una evaluación formativa y cualitativa del alumnado. Y a partir de ahí, se puede plantear este modelo híbrido.
Esta alternativa, de acuerdo con López Calva, implica regresar de manera escalonada a las escuelas, siempre y cuando no empeoren las condiciones sanitarias. Una opción que da es regresar en grupos reducidos, segmentados por días a la semana, procurando tener distancia en los salones y usando cubrebocas; mientras tanto, quienes no asistan determinados días, pueden realizar actividades en casa. A su vez, la división por grados escolares puede ser una opción: un día asisten alumnos de primaria y otro, las y los alumnos de secundaria, por ejemplo.
De acuerdo con López Calva, la aplicación de este modelo dependerá del espacio que se tiene y de las posibilidades de las escuelas para adecuarlo. En cuanto a esto, Cruz comenta que en algunos lugares se han dado prácticas educativas presenciales adecuadas a las necesidades que han surgido en torno a la pandemia (en playas o en espacios abiertos). Sin embargo, entiende que, dependiendo de cada sitio, estas podrán darse o no, y la presencialidad se dificultará dependiendo del contexto; tan solo el hecho de que en una escuela haya ventanas y en otra no, hace una diferencia, explica.
Desde la Secretaría de Educación Pública (SEP), Gabriela González, docente con más de 40 años de experiencia y directora de una institución de educación básica, cuenta que han recibido capacitaciones para este regreso presencial; en ellas se ha empezado a plantear un regreso dependiendo de las condiciones de cada institución. No obstante, anticipa que están a la espera de que el semáforo epidemiológico federal se encuentre en color verde para volver, situación que no se ve cerca.
González explica que el movimiento de escuelas particulares que presionan a las autoridades para que permitan el regreso a clases con medidas sanitarias ha ido al alza desde el norte del país y ahora circula en instituciones en Puebla. Aunque también detalla que hay sindicatos de maestros que se niegan a regresar por el miedo a los contagios, solicitando la vacunación masiva del personal educativo para que esto suceda.
Pero mientras no se plantee la creación de este modelo híbrido, la crisis en la educación continúa.
Foto: RODNAE Productions | Pexels
De acuerdo con el Balance Anual Redim 2020, titulado “El año de la sindemia y el abandono de la niñez en México”, el cierre de las escuelas afectó a 25.5 millones de estudiantes de educación básica y, a pesar de los esfuerzos gubernamentales por mitigar los daños con la iniciativa “Aprende en casa”, 48.5 por ciento de familias reportaron dificultades para llevarla a cabo; esto por falta de una computadora o internet. Además, 1.4 millones de familias no contaban con señal de televisión digital para tomar clases por esta vía.
Ante esto, Cruz advierte que, conforme pasa el tiempo, no todas y todos los estudiantes están aprendiendo, y lo que habían aprendido puede caer en el olvido. Anticipa que habrá una pérdida en los niveles de aprendizaje, misma que será inevitable en México y en el mundo. Es por esto que algunos países ya están optando por regresar a la presencialidad en un intento por no perder los avances en los cursos.
Por otro lado, el experto en política educativa explica que uno de los sentidos de la escuela es la creación de comunidad, no solamente de aprendizajes. “En la medida que yo estoy aprendiendo [en la escuela] lo que sea, estoy socializando y constituyendo lazos y relaciones con los demás”, detalla. Este espacio crea, de acuerdo con él, un sentido de pertenencia en las niñas y niños que están en el aula, tanto con sus amigas y amigos, como con sus profesores y profesoras.
A Daniela Blanco, psicóloga y docente de educación básica, le preocupa que no se considere el tema de la socialización para niñas, niños y adolescentes desde la modalidad a distancia. Ella considera que las y los estudiantes ven en el colegio un hogar en donde aprenden a vincularse, expresar emociones, convivir y formar su personalidad. Gabriela González asegura, en cuanto a esto, que es algo que sucede en todos los niveles escolares y, ahora, con la pandemia, se ha complicado.
Stephanye Hernández Tello, asistente de maestra en una escuela burbuja con modelo Montessori, está de acuerdo con que las y los niños vuelvan a las aulas con las medidas de sanidad pertinentes debido a esta necesidad de socializar, pues “están perdiendo su vida, su experiencia y creando problemas psicológicos que van a ser muy difíciles de componer; y el gobierno ahí no va a hacerse cargo”, advierte.
Aunado a esto, la crisis económica, laboral y familiar para la niñez y adolescencia siguen, haciendo que su desarrollo académico y socioemocional empeore. “El espacio familiar, que podría ser un espacio de sostén, no lo está siendo, porque los padres y madres de familia, si perdieron su trabajo, lo están buscando y están estresados, y si tienen [trabajo], [este] se ha duplicado”, advierte Cruz. A las madres, además, se les asigna de manera desigual las labores del hogar y, con estas, el acompañamiento de las niñas y niños en sus clases.
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Existe un cansancio general tanto para docentes como para alumnas y alumnos, cuenta González. Ella explica que, de acuerdo con la edad, se perciben diferentes afectaciones para sus estudiantes, mismas que, de acuerdo con su experiencia, son más evidentes en adolescentes, quienes necesitan más contacto físico, emocional y social, ya que están en una etapa en la que definen su personalidad.
Simplemente, no hay condiciones de educabilidad, sentencia Cruz.
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La estrategia educativa gubernamental a distancia, explica Cruz, se ha enfocado en la lógica centrada en los contenidos que se tienen en la escuela presencial. Asegura que se ve a la educación desde un ámbito de rendimiento y eficacia, pensando el ámbito educativo desde la creación de capital humano para ser una fuerza productiva. Él advierte que, ante esto, no se pensó en un proyecto diverso que creara diálogos en la pandemia con las y los estudiantes, sino que se priorizaron las entregas y tareas. Es suponer, de acuerdo con él, que siguen yendo a la escuela, pero sin que vayan.
Y es que, desde la perspectiva de Cruz, la educación se tradujo en una lista de tareas que había que presentar; de ahí que se dé la entrega de evidencias a distancia en vez de dar actividades complementarias para las niñas, niños y adolescentes. Esto ocurre no porque las y los profesores así lo decidan, sino por la idea que se ha impuesto, desde los mandos medios, de demostrar que se está trabajando. “Se privilegia la cantidad por la calidad”, considera.
Gabriela González asegura que la modalidad virtual a nivel educación básica nunca se había manejado y que, al momento de abordarla desde la escuela, había muchas dudas por parte de todos los actores involucrados (madres y padres de familia, docentes, directivos y autoridades educativas) sobre qué tanto podría darse el proceso de enseñanza-aprendizaje en menores a través de esta, lo que generó escepticismo y desconfianza desde las familias.
Angélica Maldonado, abogada y madre de dos hijos, cuenta que la educación a distancia de maternal y preescolar fue difícil de llevar los primeros meses que se instauró. Ella relata que, a través de videos largos enviados por la docente, su hijo perdió interés en la escuela. Debido a estas dificultades, muchas madres como ella, explica, decidieron no inscribir a sus hijas e hijos en el periodo escolar 2020-2021.
Carla Marbella, arquitecta y madre de una hija de preescolar, explica también que en las clases en línea pocas y pocos son los estudiantes que atienden las indicaciones de las y los docentes, debido a que el hartazgo les rebesa. Esto aunado a que algunas y algunos ni siquiera pueden conectarse.
“No estamos preocupados por cómo la están pasando los chicos [y chicas] y cómo esta forma educativa ha puesto sobre ellos, [ellas] y sus familias, la responsabilidad del acto con sus recursos personales y económicos”, alerta Cruz, quien asegura que en ningún momento se pensó en un proyecto diverso que creara diálogos en la pandemia con las y los estudiantes, sino que se priorizó las entregas y tareas.
Así pues, la preocupación de las y los docentes es la pérdida de aprendizajes importantes en la educación. González cree, por su parte, que el regreso a las clases presenciales es cada vez más necesario, ya que, a casi un año de confinamiento, los efectos en el ánimo, en la salud mental y emocional tanto de docentes, niñas, niños y adolescentes, empieza a hacer estragos.
Asimismo, considera que este es un buen momento para revolucionar la educación e implementar este modelo situado y contextualizado, quitando las ideas de que solamente en el aula se da el aprendizaje y de que, mientras más horas se pasa en ella, más se educa. De acuerdo con ella, es pertinente pensar en espacios donde se pueda ejercer autonomía y autogestión entre compañeras y compañeros dependiendo de su contexto local; es decir, un modelo híbrido.
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