A un año, puede decirse que la pandemia cambió la historia de este sexenio. Provocó un vuelco en las costumbres sociales, hábitos cotidianos y expectativas de los mexicanos; enlutó al país y exacerbó los ánimos
Twitter: @chamanesco
Los primeros dos casos de covid-19 en México fueron confirmados por el subsecretario Hugo López-Gatell en la conferencia mañanera del viernes 28 de febrero de 2020.
Frente al presidente Andrés Manuel López Obrador y el secretario de Salud, Jorge Alcocer, el funcionario explicó que el “caso índice” había sido detectado en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias; se trataba de un hombre que había viajado al norte de Italia, cuyos contactos permitieron localizar el segundo caso en Sinaloa y confirmarlo ese mismo día.
Desde ese momento, el gobierno federal anunció medidas para preparar al sector salud para una enfermedad que, según advirtió López-Gatell, podría pasar de los brotes focalizados, a los brotes comunitarios y a una expansión generalizada del nuevo Coronavirus.
El presidente aseguró que el gobierno estaba preparado para enfrentar al Coronavirus, con los médicos, los especialistas y los hospitales necesarios para atender los casos conforme se fueran desarrollando.
“Decirle a la gente: serenos, tranquilos, tenemos capacidad para enfrentar esta situación”, dijo el presidente.
Entonces, se precipitaron los acontecimientos.
El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente la pandemia; el 18 de marzo, murió la primera persona de covid-19 en México; el 21 se suspendieron las clases y dio inicio la Jornada Nacional de Sana Distancia, y el 31 de marzo –cuando ya había mil 25 casos confirmados en el país y 29 defunciones– el Consejo de Salubridad General declaró la emergencia nacional sanitaria.
Empezó el confinamiento, y la covid-19 se convirtió en el tema más importante de la agenda nacional, pues desde el inicio de la emergencia se vislumbraron las consecuencias que tendría para la economía –de por sí afectada por la contracción a nivel mundial–, para la vida social y para la convivencia política.
Desde los primeros días, el presidente Andrés Manuel López Obrador acusó a los medios y a sus opositores de politizar la pandemia, y utilizarla para tratar de descarrilar a su administración.
“Desean que le vaya mal al país”, ha dicho una y otra vez.
México no construyó un acuerdo nacional para encarar la crisis de crisis; nunca fue convocado por el gobierno, ni auspiciado por la oposición.
De forma unilateral, el gobierno desplegó una serie de acciones, y convocó a algunos sectores para colaborar en actividades muy específicas.
El plan de ayuda económica no incluyó un rescate a las empresas o un paraguas de protección a las fuentes de trabajo, como se le demandó desde la Iniciativa Privada.
Y a los gobiernos estatales se les conminó a instrumentar las medidas dictadas desde el gobierno federal, como el semáforo epidemiológico instrumentado cuando comenzó la etapa denominada “nueva normalidad” (1 de junio), pero no se les convocó a diseñar una política nacional de combate a la pandemia.
El Consejo de Salubridad General sesionó por última vez el 31 de marzo, y el liderazgo de la estrategia nacional quedó en manos del subsecretario Hugo López-Gatell, quien cada noche, a las 19:00 horas, da una conferencia de prensa para informar sobre el desarrollo de la emergencia sanitaria.
Con el confinamiento vino un auge del trabajo a distancia, la educación a distancia, la diversión a distancia.
Pero no todos pudieron mantener sus empleos: entre marzo y julio se perdieron un millón de puestos de trabajo, según cifras del IMSS, y aunque luego vino una recuperación entre septiembre y diciembre, el saldo anual arrojó una pérdida de 647 mil empleos en todo 2020, de los cuales 560 mil eran formales y 47 mil eventuales.
El Producto Interno Bruto cayó en 8.5 por ciento, lo que significó la mayor contracción de la economía desde 1932.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) estimó un aumento de la pobreza de entre 8.9 millones y 9.8 millones de personas, como efecto de la crisis recrudecida por la pandemia.
En términos sanitarios, el registro de casos positivos y defunciones fue creciendo hasta llegar a sus máximos niveles entre diciembre y enero pasados, y hoy, las cifras oficiales muestran un panorama mucho peor que cualquiera de las estimaciones que se hubiesen hecho a principios de la pandemia.
Hasta el pasado sábado, se habían confirmado 2 millones 84 mil 128 casos positivos, 185 mil 257 muertes, y un millón 630 mil 2 personas recuperadas.
Aunque las estimaciones oficiales elevan estas cifras a 2 millones 278 mil 701 casos y 204 mil 787 defunciones.
Después de 90 días críticos, a finales de febrero comienza a bajar de nuevo la ocupación hospitalaria y, según la última actualización del mapa epidemiológico, por primera vez en nueve meses, no hay estados en semáforo rojo. Dos entidades (Campeche y Chiapas) regresaron a verde; 20 están en amarillo y 10 en naranja, incluida Ciudad de México, donde se han presentado más casos y muertes.
La enfermedad de covid-19 ha afectado a gobernadores y legisladores de todos los partidos, a medio gabinete presidencial y l propio presidente López Obrador, quien permaneció dos semanas aislado para recuperarse.
En estos momentos, el propio subsecretario Hugo López-Gatell se encuentra afectado por la enfermedad y ha requerido oxigenación suplementaria en su tratamiento.
También están enfermos el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, y el de Marina, Rafael Ojeda Durán.
En el recuento, la pandemia ha dejado saldos muy negativos para el país, convirtiendo a la covid-19 en la principal causa de muerte en México durante 2020.
Y su presencia no ha detenido otros problemas, como el de la inseguridad y la violencia, que dejaron un saldo de más de 4 mil 515 homicidios dolosos el año pasado, con una irrelevante disminución de 0.34 por ciento respecto a 2019.
Entre los daños provocados por el confinamiento destaca el aumento de la violencia doméstica y las agresiones en contra de mujeres y menores de edad.
La brecha digital ha excluido a miles de niñas, niños y jóvenes de la educación virtual, y los especialistas advierten sobre el incremento de los rezagos en la población más desfavorecida, a pesar del programa “Aprende en Casa” instrumentado por la SEP.
Se exacerbaron los ánimos, la polarización y la desinformación.
En abril, la Organización Mundial de la Salud advirtió sobre el daño provocado por la propagación de noticias falsas en materia de salud, y creó una nueva categoría para el análisis de la comunicación: la infodemia, consistente en la difusión deliberada de noticias falsas sobre el covid-19, ya sea para atacar a un gobierno, a una industria, para desorientar a la población, provocar el consumo de ciertos productos, o para crear teorías conspirativas sobre el surgimiento y desarrollo del virus.
La aparición de las vacunas ocurrió en ese ambiente y, como todo proceso mundial, su distribución está dependiendo también de factores económicos y políticos.
México ha logrado adquirir y distribuir 2 millones 383 mil dosis, y se encuentra en el lugar 18 de la lista internacional de países que han accedido a un total de 239.5 millones de vacunas. A la cabeza de la lista están los países más ricos, como Estados Unidos (72.8 millones), China (40.5 millones), Inglaterra (20.4 millones), India (14.2 millones) y la Unión Europea (en conjunto, 32.2 millones de vacunas administradas en sus países miembros).
El gobierno de la llamada “cuarta transformación” se ha propuesto vacunar a 47 millones de personas antes del mes de julio, para cubrir así a los mayores de 40 años, donde se encuentran los rangos de edad con mayores índices de mortalidad.
A un año, puede decirse que esta enfermedad cambió la historia de este sexenio. Provocó un vuelco en las costumbres sociales, hábitos cotidianos y expectativas. Enlutó al país y exacerbó los ánimos.
Fue inevitable la politización de la pandemia, el linchamiento en redes sociales a los responsables de la administración de la crisis sanitaria (especialmente López-Gatell), el uso de las cifras de enfermos y muertos para polemizar y señalar el fracaso gubernamental, y el manejo de la crisis sanitaria como instrumento de descalificación entre partidos y gobierno.
Ahora también la vacunación es bandera electoral.
Pese a todo, la popularidad del presidente se mantiene en niveles aceptables, según múltiples encuestas.
El país se encamina a las elecciones de medio término en un ánimo casi plebiscitario en torno al habitante de Palacio Nacional: AMLO sí o AMLO no, parece ser el tono de una campaña que formalmente arranca hasta el 4 de abril, pero de la que ya se anticipan desgarradoras escaramuzas.
Serán, también, las elecciones de la pandemia.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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