Las alternativas energéticas disponibles van mucho más allá de la empresa pública contaminante quemando combustóleo y las empresas privadas aprovechando el viento a costa de aves, insectos y murciélagos y despojando comunidades enteras a su paso. Es hora de mirar hacia adelante y emprender acciones verdaderamente transformadoras
Twitter: @eugeniofv
Por fin quedó atrás la página de la reforma energética, que ha acaparado la discusión a lo largo de lo que va del sexenio y ha impedido ver más allá del combustóleo. Ahora ha llegado la hora de ver más allá y de impulsar una política energética, tecnológica y de transportes que supere esa idea, que realmente se inscriba en el mundo como es hoy —con varias crisis ambientales y sociales que se acumulan las unas sobre las otras— y que busque transformar al país de verdad y de fondo.
Hay dos enormes campos de oportunidades que se abren en materia de energía y de los procesos vinculados a ella. Por un lado, se liberan energías y espacio en el debate público para otras opciones para nuestra matriz energética. Las alternativas disponibles van mucho más allá de la empresa pública quemando combustóleo y contaminando nuestras ciudades y campos y las empresas privadas aprovechando el viento a costa de aves, insectos y murciélagos y despojando comunidades enteras a su paso.
Se puede, de entrada, fomentar el surgimiento e interconexión de pequeñas empresas de generación de energía constituidas como cooperativas, o que tengan como base a ejidos y comunidades, o inclusive se podría impulsar el surgimiento de empresas municipales de energía. Esto se ha hecho ya en otras latitudes, como en Barcelona, con un impacto muy interesante tanto en tarifas como en relación con usuarios y proveedores. En la propia Ciudad de México, en la Central de Abasto, se impulsa un proyecto de autogeneración con páneles solares que podría iluminar a los hogares cercanos e inclusive verter la energía excedente al tendido eléctrico, donde lo puedan aprovechar otros usuarios. El Instituto Nacional de la Economía Social ya tiene, además, una propuesta y una guía para impulsar cooperativas de energía sustentable en el país.
Aprovechar las posibilidades de la legislación vigente para impulsar estas otras alternativas que comerían el mercado a las grandes transnacionales del sector ayudaría a hacer más sustentable, más justo y mucho menos dañino en términos ambientales al sector energético nacional. Eso sí sería una verdadera transformación con miras al futuro.
Por otro lado, la iniciativa de nacionalización del litio y de constitución de una empresa pública a cargo de su extracción iba viento en popa en la Cámara, y todo indicaba al cierre de estas líneas que se aprobará. Esto puede ser una buena noticia, pero también puede ser un desastre financiero, ecológico y social.
Para hacer que su impacto sea verdaderamente positivo se tendrían que incluir en sus estatutos y documentos básicos principios de ética, sustentabilidad y respeto por las comunidades locales que hasta ahora están ausentes tanto de la lógica de acción de los privados como de los impulsores del organismo público. El hecho, por ejemplo, de que no se aprovechara la reforma a la Ley minera para quitarle el status de actividad de utilidad pública es muestra de que el extractivismo depredador tiene mucho espacio en las mentes y los corazones de los legisladores de Morena y en el gabinete de Andrés Manuel López Obrador.
Tanto la reforma energética neoliberal como la fallida de Andrés Manuel López Obrador responden a un mundo que ya desapareció, y al que además respondían mal. El país no necesita más despojos ni puede darse el lujo de destruir más el medio ambiente. Es hora de mirar hacia adelante y emprender acciones verdaderamente transformadoras, que nos adapten a la crisis climática que padecemos y a la crisis social que heredamos de la guerra de Calderón y de los estragos que dejó el autoritarismo tras de sí.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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