Si los gobiernos locales y estatales favorecieran la recuperación de los parques y entornos verdes a partir de procesos participativos y fomentaran el surgimiento de comunidades en torno a ellos, ese mismo proceso podría repetirse, pero a escala urbana. No desperdiciemos la oportunidad
Twitter: @eugeniofv
La pandemia de covid-19 que asuela el mundo ha puesto en plata la urgencia de replantear cómo vivimos en las ciudades mexicanas, de reverdecerlas y de construir o reconstruir las comunidades que las componen, habitan y dan forma y sentido. Obligados —como parece que estaremos por mucho tiempo— a vernos los unos a los otros en pequeños grupos y al aire libre siempre que sea posible, se vuelve crucial recuperar los espacios verdes perdidos o abandonados, a abrir nuevos espacios verdes a todas las escalas y a relacionarnos de una nueva forma con ellos.
Las ciudades mexicanas son mucho menos verdes de lo que deberían, y su verdor está terriblemente mal distribuido; en eso coinciden los poquísimos estudios al respecto realizados en el país. Sea en Hermosillo, Sonora, como muestra un análisis realizado por Francisco Lara Valencia e Hilda García Pérez, en Córdoba, Veracruz, como halló un artículo firmado por Gilberto González Kuk y colegas, o en la Ciudad de México, como encontró otro preparado por Rafael Fernández Álvarez, las conclusiones son las mismas: todo indica que mientras más pobreza registra un área menos espacio verde tiene, e inclusive las zonas más ricas de las ciudades tienen menos áreas verdes públicas de las que necesitarían según los estándares comúnmente aceptados.
Esto son malas noticias, porque las áreas verdes urbanas tienen muchísimos beneficios. El mero hecho de tener árboles en las ciudades, aunque sea nada más bordeando las calles y adornando las banquetas, es bueno para la población y para la biodiversidad, porque reducen la temperatura, favorecen los viajes a pie y sirven de hábitat para aves y otros animales. Aunque se debe tener mucho cuidado en la selección de especies que se siembran, en su distribución y cuidados, porque pueden absorber mucha agua en ciudades con un alto estrés hídrico, aportan mucho a la calidad de vida: donde solamente se oía el ruido de los autos se empieza a escuchar el canto de las aves, y donde no se veía más que el gris del concreto y el negro del asfalto, se ven todos los matices del verde y los colores de las flores.
Los espacios verdes, además, pueden servir como sustento para una población más sana y para comunidades más vibrantes y democráticas. Los encuentros significativos son fundamentales para la salud y para la vida. Sea porque retardan la aparición de enfermedades mentales en los más viejos o porque facilitan la adquisición de habilidades en los más jóvenes, son necesarios para una sociedad sana. Además, al propiciar las interacciones con otros a quienes no se vería en otras circunstancias facilitan la construcción del tejido social sin el cuál la democracia no existe, favorecen una mayor conciencia de comunidad y permiten una vida más plena al ofrecer relaciones más diversas y plurales, en muchas escalas y diversas intensidades.
Si la crisis actual se aprovecha a cabalidad, puede servir también de punto de partida para una nueva forma de vivir las ciudades, de gestionarlas y de sentirlas. Muchos de estos espacios se prestan muy bien para ser gestionados en forma plural y democrática como entornos comunes, como algo que entre todos cuidamos para disfrutar entre todos.
Aunque se suele presentar lo común en contraposición o al menos como algo paralelo a lo público, esta diferencia no siempre es real. El Estado puede favorecer la constitución de bienes comunes, como la reforma agraria cardenista impulsó el resurgimiento de las comunidades indígenas en entornos forestales por todo el país. Si los gobiernos locales y estatales favorecieran la recuperación de los parques y entornos verdes a partir de procesos participativos y fomentaran el surgimiento de comunidades en torno a ellos, ese mismo proceso podría repetirse, pero a escala urbana.
En la recuperación de tantos espacios verdes abandonados y en la apertura y construcción de nuevos espacios verdes públicos tenemos una oportunidad para forjar comunidades más unidas y un país más democrático. No la desperdiciemos.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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