Trabajar, cuidar y militar: la triple jornada

7 marzo, 2024

Ocupar espacios empuja cambios. Y yo quiero creer eso, por mí y por todas, por las que deciden ya no marchar a en el 8M porque están comercializado con el discurso feminista, por las que protestan por primera vez sin mucha consciencia pero sí con mucho valor, por las que siguen manifestándose y han arrastrado la doble o triple jornada durante generaciones

Por Celia Guerrero / X: @celiawarrior

Entre feministas es común hablar sobre la doble jornada, señalar que hay mujeres trabajadoras realizando dos labores: las de producción, en la formalidad o informalidad del mercado, y las reproductivas, en el hogar o en lo íntimo, con tareas que sostienen la vida cotidiana, la supervivencia humana. Esta doble carga de trabajo en las mujeres es reconocida y analizada desde hace décadas. Pero, hay otras labores que se suman y son menos nombradas y visibilizadas, aunque no por ello menos comunes. Ejemplo, la militancia.

En unos días serán las manifestaciones del 2024 por el 8 de marzo, fecha que comenzó conmemorando el día de la mujer trabajadora y ahora reivindica de forma más general los derechos de las mujeres. Cada año, por lo menos en lo que al contexto mexicano respecta, las protestas del 8M crecen en popularidad, continúan masificándose. Podemos tener opiniones encontradas, matizar, debatir sobre lo positivo y lo negativo de un hecho que yace en el fondo: nos estamos acostumbrando a, por lo menos por un día, las mujeres tomen las calles.

Tan común es ahora manifestarse el 8M que la prima o que la tía, mujeres que jamás habían protestado, buscan un lugar en la marcha. Es el espacio propicio para homogeneizarse, para bien y para mal. No somos una, fuimos todas. Y así, buscando un contingente seguro para dar la bienvenida a la manifestación social a las primas que quieren marchar con bebes, descubrí que el grupo Crianza Feminista, uno que se formó precisamente a raíz de la marcha hace 6 años, no convocó en esta ocasión. La razón que explicaron en redes sociales es la sobrecarga de trabajo que tienen a partir de que se convirtieron en una asociación civil.

Resulta una ironía que un grupo surgido de la protesta se aparte de la misma por caminar intencionadamente hacia la institucionalización, aunque en realidad esta circunstancia ha sido una constante del movimiento feminista. Pero ese es otro tema. Lo que el caso de Crianza Feminista me llevó a reflexionar fue la incompatibilidad de los ambientes y la imposibilidad de sostenerlo todo.

Hay que trabajar, porque la mujer debe ser independiente económicamente. Hay que cuidar, aunque sea una imposición y sobrecarga, ¿si no lo hacen ellas, quiénes? Y encima también hay que ser una militante comprometida con este y otros innumerables movimientos, no fallar, sostener la lucha. Vaya discurso tóxico bien copiado del ‘patria o muerte’ y ‘venceremos’ de puño alzado, en el que no hay espacio para el descanso, ese que nos enseñaron ‘los viejos lobos de mar’—dice la defensora de la tierra, la oaxaqueña Lucero Rivero.

Luego, por azar o por destino llegué a la escucha del extraordinario podcast Centrales, sobre mujeres sindicalistas en América Latina, y sus reflexiones dieron en el clavo: las mujeres trabajadoras que llegan a estar más politizadas no llevan una doble, sino triple jornada. Son ellas las que con su militancia y presencia en los sindicatos —que “el relato oficial omitió, subestimó y hasta ocultó”, plantea el podcast— han aportado la visión interseccional a la clase trabajadora.

“El cuidado como una imposición social es un obstáculo para la militancia sindical de las mujeres”, plantean. Terminas por elegir entre pasar el fin de semana con los hijos o empezar un proceso de formación política, cuenta una. Con tres hijos, trabajaba, estudiaba, militaba lo que podía y, al final, lo que abandonó fue la facultad porque “no daba el cuero para ocuparme de tantas tareas”, lamenta la otra.

Súmale que la participación política significa casi siempre sobrevivir en espacios masculinizados. Y para qué. “¿Una mujer en el poder es una mujer con poder?”, cuestionan. Vives luchando con el hecho de que “los hombres son corporativos”, en palabras de una sindicalista brillante, explica: no es suficiente tener razón, “si atacas a uno de ellos, ellos se van a unir”.

A pesar de ello, concluyen: ocupar espacios empuja cambios. Y yo quiero creerles. Quiero creerles por mí y por todas, por las que deciden ya no marchar a en el 8M porque están comercializado con el discurso feminista, por las que protestan por primera vez sin mucha consciencia pero sí con mucho valor, por las que siguen manifestándose y han arrastrado la doble o triple jornada durante generaciones.