12 septiembre, 2022
Este domingo se realizó en Quintana Roo la primera jornada de búsqueda de personas desaparecidas encabezada por la sociedad civil. Se trata de personas que trabajaban o en el sector turístico o en la construcción, las dos principales actividades económicas de la entidad, ante el asedio del crimen organizado
Texto y fotos: Ricardo Hernández
QUINTANA ROO.- María Dolores Patrón apresuró el paso cuando oyó los truenos. Me voy antes de que empiece a llover, le había dicho a su esposo antes de partir. Estaba en El Ideal, un pueblito de Quintana Roo que hace frontera con Yucatán. Estaban ahí velando a un familiar y eran las tres de la madrugada cuando partió, pero igual se fue porque no podía faltar a la cita que tenía. Caminó unos 40 minutos hasta la carretera, donde tomó una combi que la trajo hasta Cancún.
“Llegué a las cinco, cuando ya estaba lloviendo, pero me dejó bien lejos y tuve que caminar hasta acá”, dice.
“Acá” es Paseos del Mar, una de las colonias con los mayores índices de violencia contra la mujer en Quintana Roo, que es justo donde desapareció en junio de 2020 la hija de María: Francisca Mariner Flores Patrón, de 17 años. Y María llegó a Cancún al amanecer de este domingo porque ella y demás miembros del colectivo Verdad, Memoria y Justicia planeaban realizar lo que se convirtió en la primera jornada en la historia de Quintana Roo de rastreo de personas desaparecidas llevada a cabo por la sociedad civil.
“Vengo con sentimientos encontrados. Por un lado, queremos buscarla con vida, queremos que vuelvan con vida, pero también la estamos buscando por si aparece su cuerpo en esta área”.
María Dolores Padrón, madre de Francisca Mariner Flores, de 17 años.
Si bien es la tercera jornada de búsqueda en la que el colectivo participa, las dos anteriores habían sido lideradas por la Fiscalía General del Estado (FGE) y no obedecían a las inquietudes y estrategias de las familias.
En esta ocasión, María y una pequeña comitiva, acompañadas de miembros de la Sedena y Guardia Nacional, recorrieron palmo a palmo un área de vegetación en los límites de Paseos del Mar, cercano a la casa de Francisca, porque ahí arrojó su última ubicación el dispositivo móvil que llevaba.
Con palas, picos y barretas, entre la tupida vegetación y los montones de basura; en los estrechos hoyos que dan a los ríos subterráneos característicos de la región y bajo la ligera lluvia que nunca cesó, el equipo rebuscó sin encontrar ningún indicio que diera con el paradero de Francisca.
María Esther Barrera ha perdido a tres hijos. El primero, de muerte de cuna; el segundo por una intoxicación; del tercero no sabe de su paradero, pues en diciembre pasado fue víctima de una desaparición forzada, en pleno corazón de la Riviera Maya, en México, donde cada vez son más frecuentes estos casos.
“A los otros dos he tenido el honor de enterrarlos, pero a mi hijo Artemio no”, dice María Esther en entrevista.
Desde 2018, entre Cancún, Playa del Carmen, Tulum e Isla Mujeres, los destinos turísticos más importantes del Caribe mexicano, localizado al sureste del país, se acumulan 27 carpetas de investigación por desaparición forzada, informó Carlos Maya Girón, vicefiscal general de la zona norte de Quintana Roo.
Se trata de personas que trabajaban o en el sector turístico o en la construcción, las dos principales actividades económicas de la entidad, que recibe al año, en sus 118 mil cuartos de hotel edificados, más de 10 millones de turistas, que dejan una derrama superior a los 10 mil millones de dólares.
Artemio Lorenzana Barrera, el hijo desaparecido de María Esther, nació en Tecpan de Galeana, en el también turístico estado de Guerrero, en 1968.
En búsqueda de trabajo, a los 17 años, Artemio decidió partir, primero a Jalisco, luego a Oaxaca y finalmente a Quintana Roo, donde se asentó y permaneció hasta el día de su desaparición, el 11 de diciembre de 2021.
En Playa del Carmen, Artemio había conseguido fundar una pequeño negocio de tours. En una diminuta caseta apostada en la Quinta Avenida, la más transitada del destino, ofrecía paquetes turísticos. María Esther narra que un grupo del crimen organizado no sólo lo despojó de su negocio sino que lo obligó a trabajar para éste.
“Lo obligaron a trabajar para ellos, pero él pidió permiso de irse, porque no quiso estar ya ahí. Como al inicio no protestó ni nada, lo dejaron, pero tuvo que pagar para irse”.
Guadalupe Lorenzana, prima hermana de Artemio, presente en la entrevista.
Artemio se fue a Tulum, a otra caseta de tours, en donde trabajaba Érika Hernández del Valle, su expareja, madre de una de sus tres hijas, quien está acusada ante la Fiscalía de su desaparición y se encuentra detenida y procesada junto con dos sujetos más.
“La desaparición fue por un particular, por esta señora. No sabemos por qué lo desapareció. No sabemos dónde está, si está vivo o lo tienen en algún lado. Lo único que sabemos es que ella participó, pero aún no tenemos justicia”, dice Érika.
Ángel Jhoan de la Cruz fue otro joven desaparecido. Originario de Macuspana, Tabasco, Ángel llegó a Quintana Roo para trabajar como ayudante de albañil en las obras del lujoso resort Planet Hollywood, erigido en la zona continental de Isla Mujeres. El 15 de junio de 2020 se presentó a trabajar y el sábado fue retenido por unos sujetos porque, según cuenta Vicente de la Cruz, padre de Ángel, el contratista de la obra les debía dinero.
“Fue para presionar al contratista”, cuenta el padre. Y como éste no pagó, lo mataron y arrojaron su cuerpo, junto a otros cuatro, a un costado del hotel, en lo que sería una de las primeras fosas clandestinas conocidas del Caribe mexicano.
El crimen organizado controla la mayoría de las obras de construcción en la zona conocida como Isla Blanca, según relatan fuentes oficiales, los propios trabajadores, algunos contratistas y especialistas en materia de seguridad como James Tobin, miembro del Consejo Nacional de Seguridad.
Tobin explica que los grupos criminales se han apoderado de las obras. Primero, explica, infiltran a uno de sus miembros en la obra, a fin de obtener información sobre los contratistas, personal y sobre los “dueños de la plaza”. Posteriormente llegarán más miembros de la organización criminal, contratados con base en amenazas, encargados de vender marihuana y otras sustancias. En caso de negarse, los albañiles, pasteros, carpinteros y demás obreros tendrán que pagar una cuota que oscila entre los 300 y 500 pesos. Mientras tanto, los contratistas tienen que pagar una cuota que depende del personal que manejen.
Por el ambiente que se vivía en Planet Hollywood, Óscar Carlos Inacua Magaña decidió dejar el trabajo que tenía ahí como plomero. Al poco tiempo consiguió emplearse en las obras de Waldorf Astoria, uno de los hoteles del complejo Amankaya, desarrollado por la marca Hilton en la Carretera 307, en Cancún. Pero un día de febrero de 2021, Óscar entró a la obra y de él no se supo más.
“Él llevaba muy poquito trabajando ahí. Entró a trabajar y ya no volvió a salir. Fue 11 de febrero. En resumidas cuentas no hay nada. Nosotros fuimos a denunciar y nos decían ‘sí, no se preocupen, vamos a investigar’. Ha pasado más de un año y no nos resuelven nada”, cuenta Lizbeth, su hermana, quien detalla que Óscar desapareció junto con otro trabajador.
Un arquitecto que trabajó en el diseño del hotel, quien pidió el anonimato, confirma que en las obras había presencia del crimen organizado.
“Muchos se hacían pasar por trabajadores solo para estar monitoreando la zona y hacer sus cosas, vender droga, saber quién es el que tiene el derecho de piso, para hacer de halcones”, cuenta.
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