“Tenía que desnudar la verdad en Oaxaca”: María Elena Ríos

5 agosto, 2022

CIUDAD DE MÉXICO 16JULIO2022.- La banda mexicana de rock en español Maldita Vecindad ofreció un concierto en la Plancha del Zócalo. FOTO: GRACIELA LÓPEZ /CUARTOSCURO.COM

La protesta de María Elena Ríos durante la Guelaguetza desnudó la hipocresía de un gobierno que exalta sus tradiciones, mientras intenta ocultar una realidad oaxaqueña marcada por feminicidios, racismo y violencia. En esta entrevista a profundidad, la artista narra los motivos detrás de una protesta que dio la vuelta al país.

Texto: Zaria Abreu Flores

Foto de portada: Graciela López / Cuartoscuro

NO SOY TU MUSA BLANCA, SOY LA ARTISTA PRIETA

CIUDAD DE MÉXICO.- El 16 de julio María Elena Ríos tocó en el Zócalo de la Ciudad de México junto a La Maldita Vecindad. En su vestido podía leerse en la espalda: No soy tu musa blanca y en el frente: Soy la artista prieta…

Una frase que era también denuncia. Una denuncia que quizá a muchos no gustó, pues se sabe que a las mujeres se les quiere buenas víctimas, calladas y sufrientes. Pero María Elena es de las que da batalla y no sabe (ni quiere aprender) guardar silencio. Así, el lunes 25 de julio –justo 10 días después del concierto en el zócalo– se presentó en la Guelaguetza. Entró acompañada de sus amigos y se dirigió a su palco… El palco B, a un lado del palco del gobernador Alejandro Murat, quien por cierto tenía de invitado a Salvador Cienfuegos, el ex secretario de Defensa Nacional que arrastra consigo los crímenes de Tlatlaya y Ayotzinapa.

A mí me sacan como la peor de las criminales, cuando Salvador Cienfuegos estaba sentado al lado del gobernador Alejandro Murat Hinojosa pues era su invitado especial. Hasta donde llega el cinismo del estado de llevar a esa gente, es una burla de verdad.

Lo que siguió después se hizo viral en redes: la imagen de María Elena sosteniendo la manta “Oaxaca Feminicida” corrió como reguero de pólvora; tuvo el apoyo de la mayoría de la población oaxaqueña, de asociaciones de derechos humanos, de periodistas, músicos, etcétera.

En el video publicado por la misma María Elena, puede verse rodeada de policías empujándola e intimidándola para que se retire del lugar. María Elena acepta retirarse pero se mantiene firme junto a sus acompañantes. Se le ve en medio de la multitud con su huipil amarillo ácido, rompiendo la gran farsa que es la Guelaguetza; en especial esta edición que el gobernador Alejandro Murat ha usado un poco como precampaña por sus intenciones de ser presidenciable.

La Guelaguetza, es sabido y denunciado cada año, funciona como una alianza entre políticos y empresarios. Como la fiesta privada donde se cierran pactos, se hacen acuerdos, se intenta pintar una imagen de Oaxaca, una imagen exotizante y por lo tanto racista…

A decir de Olga Montes García en La fiesta de la guelaguetza: reconstrucción sociocultural del racismo en Oaxaca:

La Guelaguetza misma es una construcción social, cuyo fin es (…) construir un orden simbólico. Esta construcción funciona tan bien (…) que se piensa que es una fiesta que hunde sus raíces en la época mesoamericana. (…) Para lograr la institucionalización de los comportamientos de los diferentes grupos se tuvo que desvalorar sus saberes y sobrevalorar los de la sociedad occidental. Proceso que se inició en la colonia y que hoy en día continúa cuando se califica el saber indio como ignorancia y superstición.

Y eso Maria Elena y la mayoría de los oaxaqueños lo sabemos bien, por eso es tan importante lo que hizo ella ese día. Su manta ‘Oaxaca Feminicida’ desplegada a mitad de lo que Murat esperaba como la gran coronación de días de festividades, es una denuncia por partida doble.

«También criticar esa parte del Oaxaca Blanco porque… cómo es posible que unos blancos nos gobiernen al 90% de los prietos en Oaxaca, no, pues no».

María Elena Ríos

Como sobreviviente de un intento de feminicidio (perpetrado con ácido), María Elena ha tenido que luchar por que su voz sea oída. La justicia no es la misma para todas, y está atravesada por la racialidad y clasismo.

Cuando entré a poder prieto, que me invitaron ¿no? , ahí me di cuenta del clasismo y racismo que vivía y que vivo. Sigo aprendiendo, me he percatado de que he vivido muchas situaciones de racismo desde chiquita y eso también ha influido en mi caso.

La acción de María Elena del 25 de julio en la Guelaguetza es también el modo de corroborar que es justamente LA artista prieta. El modo de denunciar el enorme racismo del país y de un Estado que folcloriza sus comunidades. Lo hace por medio de una “fiesta” que es el enorme tapete bajo el cual barre las múltiples violencias que se viven en Oaxaca.

Protesta de Elena Ríos en el festival Guelaguetza 2022. Foto: Diana Manzo

OAXACA FEMINICIDA

Entre enero y junio de este año, 72 mujeres fueron asesinadas de manera violenta en Oaxaca. De hecho, mientras las celebraciones de la Guelaguetza se llevaban a cabo, Aidé Hernández, víctima de feminicidio, era velada. En su ataúd podían leerse pancartas pidiendo justicia.

La Campamenta, una colectiva feminista que da acompañamiento a la familia de Aidé, escribió en sus redes sociales:

«Mientras ayer celebraban la Guelaguetza, nosotras enterrábamos a Aidé, víctima de feminicidio. Mientras celebraban la Guelaguetza, reprimieron a María Elena Ríos, sobreviviente, ante los ojos de miles de espectadores”.

Son aproximadamente las 7 de la noche; y María Elena está junto a su hermana desplegando una manta que hizo temblar a todos aquellos políticos y empresarios blancos que hacen de la Guelaguetza su fiesta privada.

“Cuando culminó la participacion de la delegacion de Tecomaxlahuaca, mientras repartían su guelaguetza, comencé a desfundar la manta, comenzó al unísono la canción mixteca “qué lejos estoy del pueblo donde…” y la alzamos lo más que pudimos, tenía ganas de llorar y no puede evitar hacerlo. La digna rabia de cientos de mujeres tenía que hacerse saber”.

María Elena Ríos

Esa es la imagen que da la vuelta al mundo:

Una manta que dice Oaxaca Feminicida a un costado del palco de invitados especiales del gobernador Alejandro Murat.

Durante el sexenio de Murat 657 mujeres han sido asesinadas en Oaxaca. Esas son de las que hay registro, porque sobre algunas no hay denuncias y otras más han sido catalogadas como desaparecidas, sin que existan protocolos de búsqueda por parte del Estado.

María Elena sufrió el intento de feminicidio en el año 2019 y todavía no ha recibido justicia. Dos de su agresores no tienen aún sentencia y uno de ellos sigue libre: Juan Antonio Hernández. La Comisión de Derechos Humanos ya emitió una recomendación al fiscal y al gobernador por el exceso de corrupción, obstaculización de justicia y violencia institucional. No ha habido respuesta.

Ahora que Alejandro Murat está por dejar su mandato y tiene pretensiones de contender por la presidencia, la Guelaguetza parecía la gran fiesta de auto destape; pero María Elena dijo “No” y habló en defensa de sí misma y de muchas más: de las que no sobrevivieron; de las que no están siendo buscadas; de las que sobrevivieron y todavía tienen miedo.

“Son cientos de feminicidios denunciados, pero otros cientos no se denunciaron por miedo. Muchos de esos feminicidios están en modo “desaparición” (pausa) Una de ellas es mi amiga, tiene dos años que desaparecieron a Zayra Leticia morales loyola, (suspira) me llena de impotencia la frivolidad de esta administración en como publicitaron la Guelaguetza como si no pasara nada”.

La pretensión de Murat de volverse presidenciable está muy agarrada con alfileres si no ha sido capaz, por ejemplo, de resolver un caso tan emblemático como el de María Elena. Un caso que de ser atendido debidamente podría ser ejemplar; pero persisten las corruptelas y las complicidades en un gobierno que eligió poner su presupuesto en la Guelaguetza antes que al servicio de la justicia:

“Con su Guelaguetza que solo beneficia a la élite, y sabemos quiénes son la élite ahí, los dinosaurios de partido y los restauranteros y hoteleros que ni siquiera son de ahí, que son blancos y son los mismos amiguitos de los políticos, están lucrando con la exotización y folclorización de la pobreza, una pobreza generada por muchos malos gobiernos, y en la Guelaguetza no les pagan a ningún bailador o delegación que representa su cosmovisión, utilizan a la gente originaria y al tiempo no están atendiendo los problemas de Oaxaca”.

Me dijo María Elena en una entrevista anterior hace 3 meses, por eso no me sorprendió ver el video de ella en la Guelaguetza sosteniendo fuertemente su manta mientras intentan arrebatársela.

Se acercó el que es secretario de Turismo, un blanco privilegiado y me dijo ’¡Baja esa chingadera!’ Me lo dijo muy enojado y le dije ‘NO’, y entonces como él se iba a ver mal en jalarme la manta, las y los policías que estaban vestidos de blanco me la empezaron a jalar, rompieron una parte, pero me la terminaron quitando para posteriormente correrme por la fuerza pública intimidante.

El blanco privilegiado Secretario de Turismo que se acercó a María Elena para ordenarle bajar la manta es Juan Carlos Rivera Castellanos, quien al iniciar las festividades de la Gulaguetza hizo un “anuncio” sobre la edición especial de la Cerveza Victoria para la Guelaguetza. En dicho anuncio se le ve estrechando la mano de Guillermo Rueda Pacheco, Gerente General de Grupo Modelo.

Rivera Castellanos festeja la edición especial “Guelaguetza 2022” diciendo que esto posiciona “nuestra fiesta máxima y la grandeza de nuestra tierra”, avalando así la presencia en Oaxaca de la transnacional Constellations Brands; empresa contra la que Mexicali libró una durísima batalla por defender su agua y expulsarlos de sus tierras.

Este mismo Secretario de Turismo es el que se acerca a María Elena para ordenarle que baje la manta. Al no lograrlo pide que sean los policías quienes se la retiren. Guelaguetza con sabor a despojo y a falta de libertad de expresión. Una Guelaguetza en la que el Secretario de Turismo le tuvo pánico a María Elena desde antes:

“A finales de abril, me invitó el presidente municipal de Huajuapan de León, Luis de León Martínez Sánchez, a ser portavoz del saludo del jarabe mixteco, como delegación representante en la Guelaguetza oficial del Cerro del Fortín (…). Una semana antes del primer Lunes, cuando nuevamente el presidente de Huajuapan me convoca para decirme que mi participación ya no se llevaría a cabo porque era una orden del comité de autenticidad del comité de la Guelaguetza, de la Secretaría de Cultura, Secretaría de Turismo y Gobierno del Estado, con el pretexto de que los espacios de la delegación eran muy limitados y no había cabida para mí (…). No entiendo por qué, si mi discurso era no sobre el jarabe mixteco y además una reivindicación de la cultura ñuiñe y el amor con que la hemos preservado (…) Le dije al presidente municipal que yo no pretendía otra cosa al dar el saludo porque sé perfectamente que si hacía lo contrario, injustamente a la delegación de Huajuapan de León no le iban a permitir participar por varios años (…). Como defensora de derechos humanos sé perfectamente y lamentablemente que además de lucrar con estas expresiones culturales de los pueblos, cuando las delegaciones participan, también son víctimas de un secuestro institucional”.

Una Guelaguetza a modo, que fiscaliza los discursos que van a decir los representantes de las regiones. Una Guelaguetza que pretendía usar a una víctima de intento de feminicidio para hacer como que “aquí no pasa nada”; pero antes, revisar lo que esa víctima quería decir en su discurso. Una Guelaguetza muy a tono con la folclorización y el extractivismo ontológico, cultural y ecológico que están creciendo desmesuradamente en Oaxaca; muy a tono con el gobierno omiso que prefiere hacer pactos empresariales antes que ejercer justicia. Una Guelaguetza blindada, pero no tanto, porque  ahí estaba María Elena y con ella todas las que se vieron y sintieron representadas por su acción.

“Le comenté al Presidente Municipal si me permitía, no a título de delegación, ni como vecina de Huajuapan, sino a título personal, hacer como parte del público una pacífica y simbólica expresión, la cual desnuda la realidad de la condición de vida que tenemos las mujeres en el estado de Oaxaca. El presidente me dijo que le parecía válido, justo y noble, por tal motivo fue el presidente el que me obsequió un boleto del palco B”.

Un saxofón sin notas

María Elena lo dice claro:

«Tenía que desnudar la verdad de Oaxaca y pensé ‘tiene que ser un mensaje simple, claro, conciso, fuerte y real: OAXACA FEMINICIDA’; y un saxofón que, en lugar de que le salieran notas musicales, le salieron manos ensangrentadas”.

Cuando ella pintó la manta supongo que no imaginaba el enorme respaldo que iba a recibir. Al final a María Elena le arrebataron la manta. Pero no lograron arrebatarle ni la dignidad ni el enorme apoyo que ha recibido: cartas, entrevistas, artículos y el pronunciamiento de más de 100 colectivos arropándola y denunciando la violencia recibida a ojos vistas tan solo por hacer uso de la libertad de expresión.

“Cuando quise ingresar al palco B, me dijeron (personas que decían ser parte del personal del gobernador) que ya no había espacios. Sentí rara esa situación porque yo llevaba boleto. [Pero] me dijeron que fuera al palco C porque ahí sí había espacio. Llego al palco C y me dijeron que tampoco había espacios, viendo que sí había, porque se veían huecos, me percaté que se acercaba el secretario de Turismo Juan Carlos Rivera Castellanos, quien me dijo ‘Ya no hay espacios en ningún lado, solo en el D’ (…). Esa situación me provocó más incomodidad, más incertidumbre, y desde luego, injusto.

«Siendo evidente que ya era algo muy personal, tomé la decisión de retirarme a insistir nuevamente en el palco B en donde me esperaban las personas que me acompañaban, cuyos nombres omito por seguridad ante toda la violencia y represión que sufrí por parte del estado (…). Cuando ya me dejan ingresar, de inmediato parte de la seguridad privada del gobernador, hombres y mujeres, así como elementos de la policía estatal comenzaron a generar violencia en mi contra (…) me percato de que hay aproximadamente como 8 o 7 personas de seguridad.

«Yo trato de ignorarlos y junto con mis acompañantes comenzamos a buscar asientos en ese palco. Mientras estas personas, sin disimulo ni cuidado alguno, nos iban siguiendo de manera amenazante, obsesiva, atosigante, intimidante, y por tanto violenta. Nos sentamos en los espacios que encontramos y estas personas nos seguían rodeando de manera estratégica sin dejar de observarnos pendientes de cada movimiento natural que yo hacía, como es bailar, tomar fotografías, reír, platicar”, narra.

El Gobierno del Estado de Oaxaca sacó un comunicado respecto a ese lunes 25 de julio. En el comunicado declara cínicamente que lo que sucedió ese lunes es que dos personas desplegaron una manta (sin mencionar su mensaje) obstaculizando la visibilidad. También decía que eso ocasionó un enfrentamiento entre espectadores y quienes llevaban la manta; aclarando que los elementos de seguridad se acercaron para detener el jaloneo y el enfrentamiento. En el mentiroso comunicado no mencionan que siguieron a María Elena desde que ingresó. Tampoco mencionan que uno de los supuestos espectadores era el Secretario de Turismo; ni que quienes arrancan la manta a María Elena son policías vestidos de civil. También omiten toda la violencia y represión ejercida desde que María Elena entró y hasta que logró salir, siguiéndola hasta la carretera.

“Las personas de blanco y gafete, especialmente mujeres, comenzaron a jalarme la manta y tras no dejarme, una de ellas me agarró de la muñeca de la mano derecha, apretándome fuerte y con toda intención de lastimarme, lo cual sí hizo, ya que, como es sabido públicamente, soy sobreviviente de feminicidio con ácido (…) mi piel está en un proceso de recuperación, ya que mis bracitos no tienen su piel original, es piel de otras partes de mi cuerpo (…) siendo por ello muy sensible, ante lo cual (la lastimadura causada) solté la parte de la manta y en ese forcejeo se rompió una esquina, quitándomela violentamente a mí y a mi acompañante”.

Después de que le quitan la manta, María Elena decide retirarse junto con sus acompañantes para evitar que continúen lastimándola, pero las agresiones persisten mientras elementos de seguridad la siguen. La intimidación llega hasta el grado en que ejercen violencia con las personas del público que intentan mostrarle su solidaridad.

“Mientras avanzábamos una joven me reconoció y me esperó en ese lapso del camino, y en sus ojos se veía mucha angustia e intentó abrazarme, pero la policía violentamente la empujó, ya que impedían que la gente que pretendía defenderme o ayudarme se me acercaran y se grabaran las palabras de apoyo que me decían”.

Leo las reacciones en las redes sociales, el apoyo no se hace esperar; pero no, no es solo apoyo, es alivio, lo que la gente se ha guardado todo este tiempo (el enojo acumulado sobre la Guelaguetza, la violencia feminicida, el estado de precariedad, racismo, violencia, extractivismo y corrupción en el que Murat tiene sumido a Oaxaca) encontró una voz, una voz fuerte. María Elena habló por todas. María Elena se paró frente al traje del emperador y gritó “El emperador está desnudo”. Por eso lo que se lee como respuesta, además de apoyo es alivio, el acto enunciativo de María Elena le devolvió a la sociedad oaxaqueña mucho de lo que la Guelaguetza le ha querido arrebatar.

No me arrepiento, era necesario

“La verdad no me arrepiento, denunciar es una responsabilidad social. Visibilizar el feminicidio, la corrupción, la impunidad y toda esta falacia de la Guelaguetza, toda esta mentira de que “nosotros somos el folclor, nosotros somos los indios que bailan bonito y divierten a los blancos” y nos minimizan, minimizan nuestra capacidad intelectual cuando nosotros somos seres supremos de esta tierra”, dice María Elena.

Y concluye:

“Si objetivo del gobernador (Murat) era poner en el mapa a Oaxaca, pues ya está, pero con la realidad, un Oaxaca Feminicida y no una farsa que lo único que pretende es la aspiración presidencial inmerecible”.

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