Esta es una conversación alrededor de las personas que cuidan, como Brenda Navarro aclara. Una conversación tejida con ideas que la escritora ha soltado en distintos momentos: La ausencia de políticas públicas para cuidar la vida, la necesidad de redefinir un Estado, la urgencia de mirar a mujeres que, concreta y diariamente cuidan Y lo que significa tener casas llenas en cuarentena
Texto: Daniela Rea
Foto: Montse Mármol
Brenda Navarro, autora de la novela Casas Vacías, conversa con Pie de Página desde Madrid, donde vive, sobre la emergencia sanitaria que evidenció la importancia de los cuidados para sostener la vida de las personas y del Estado.
Brenda nos habla desde dos pistas. La primera, nos comparte lo que está viviendo con la cuarentena en España, en su momento el país que llegó a tener la segunda tasa de contagios más altos en Europa. Y segunda, nos comparte o advierte qué podría suceder en México ahora que se esperan las semanas con mayor número de contagios.
–Escribías en tuiter sobre la trampa de hablar de «los cuidados» y no de las personas que cuidan, pues eso es conveniente al Estado. ¿Quiénes cuidan?
–Esto tenía un contexto. En España el Ministerio de Igualdad, dirigido por una mujer feminista activista, quería poner sobre la mesa el tema de los cuidados. El problema que vi de inmediato con esta crisis es que las personas que cuidan en España son mujeres migradas y/o mujeres muy pobres. Y desde una institución se habla de los cuidados –e incluyo a México en esto–, como si estuviéramos muy conscientes de ellos. Pero es la trampa, porque no hablamos directamente de cómo afecta a las personas que cuidan. Y no lo hacemos porque sería cuestionar el Estado mismo, cuestionar qué hacen con la productividad de los seres humanos.
Mientras tú y yo ponemos la tele a las hijas para que se entretengan y podamos producir, los políticos siguen en la cruzada de salvar la economía. En términos concretos hablan de dinero y de mantener el status quo.
Me cuesta mucho trabajo entender cómo saldremos de una crisis que habla de la vulnerabilidad física, si lo que se está cuidando es un Estado que no se responsabiliza de esto. Cuando se habla de los cuidados es como si se hablara de la mano invisible que sostiene las casas. Se cae en el mismo discurso de que las mujeres tenemos que sostener la productividad que ahora nos han traído dentro de las casas. Ya no es sólo el espacio público, sino que el espacio público ha invadido las casas y eso ha generado muchos problemas.
Lo que sucede es que las mujeres pobres seguirán sosteniendo esto y sin atención médica, sin seguridad social, sacrificando sus vidas.
–¿Quiénes cuidan?
-–Hay dos cosas muy interesantes. Por un lado son mujeres pobres, sin autonomía económica que generalmente han tenido que sacrificar su vida: madres solteras (muchísimas adolescentes que tienen interiorizado el deber de cuidar al hermano, papá, pareja, hijo). Pero también están las abuelas que están cuidando y están siendo el foco más vulnerable de esta crisis.
Cuando en España nos dijeron que los niños debían dejar la escuela, las mamás pensaron en llevarlos con las abuelas. Pero nos explotó la cabeza porque estamos tratando de proteger a las abuelas y estamos llevando el foco de infección a sus casas.
Por otro lado, aquí en España, los que están muriendo más son las personas que han mandado a las residencias, geriátricos, cuidados profesionales. Y han muerto solas. Esas personas que cuidan con su pensión a estas nuevas generaciones están muriendo descuidadas por el Estado.
–Quiénes cuidan y qué cuidan. Cuando se dice que se sostiene el Estado con nuestros cuidados, ¿de qué estamos hablando?
–Estamos hablando de mujeres pobres, mujeres adultas mayores, trabajadoras sexuales que están cuidando el deseo de los hombres. Mujeres pobres que, además, en México muchas están de planta: mujeres que toda la vida venían cuidando casas ajenas, ahora están a la decisión de las personas que las emplean.
Mujeres que van y limpian otras casas, además van y cuidan a sus hijos. Estas personas van a ser las más afectadas porque se les restringe el derecho a quedarse con su familia y las que se van se quedan sin sueldo, sin apoyo.
Por acá va México. Y también podemos hablar de las profesoras, las periodistas (trabajadoras esenciales sin recursos para cuidarse, cuidando la información), mujeres que trabajan en cosas de bancos (es esencial cuidar el dinero), cocineras, enfermeras, afanadoras.
Cuando hubo el paro del 9M en México había menos circulación de mujeres y muchas fotos en México decían: va vacío. Y veías el autobús semivacío con dos o tres mujeres pobres que iban a trabajar. No, no iba vacío, iban mujeres que no podían parar.
Estoy pensando en mujeres de las maquilas, costureras, campesinas, todas las mujeres que están en el cuidado de los alimentos.
En Europa cerraron fronteras y ahora piden que se abran para que vayan mujeres migrantes a recolectar el campo, mujeres de Europa del este a Reino Unido o aquí en España piden a mujeres que estaban en Ceuta y Melilla. Ellas, todas ellas.
–En una conversación que hubo con motivo de tu libro Casas Vacías, mencionabas la importancia de tener casas llenas. Casas llenas en donde hay una sobrecarga a los trabajos remunerados y no remunerados. Todo simultáneo, para sostener Estados que no son capaces de responder.
–Nos está pasando. Estamos trabajando, estamos haciendo esta entrevista e intentando que dejen de llorar, estamos pensando en el papá mayor que no se quiere cuidar, estamos planeando qué vamos a hacer de comer y todo esto al mismo tiempo.
En el espacio público se podía hacer esta división, acá no. Además constantemente el ruido en redes que te dicen: esta cuarentena, cuando no vas a hacer nada, haz la limpieza de primavera, ordena tu casa. Se pone en el discurso público que limpiar es un hobby y le quitan el valor al trabajo que se está haciendo.
Esta es una casa llena porque no hay espacio para nada: llena de gente guardada (hablemos del hacinamiento) y llena de todos los trabajos que se te acumulan. Una casa llena en la que se te está obligando a ser productivo y productivo, llena de muchas actividades.
Parece que lo que no quieren es que nos demos tiempo de descansar, de pensar. Nos quieren quitar este sentido de ir procesando las cosas porque en el momento en que lo procesamos vamos a salir a hacer la revolución: no nos están dejando, nos están llenando de todo, actividades, noticias, no nos quieren dejar en paz, no hay silencio. No nos quieren dejar en silencio. Pensar.
–Pienso al escucharte que habitamos casas llenas en donde no hay más espacio y nosotras terminamos vacías, del cansancio.
–Los estados están sobreponiendo demasiada carga en las mujeres, incluso en la educación de nuestros hijos con escuela en casa. Estamos sosteniendo a un estado que no está funcionando. Esto lo evidenció.
Pero también es verdad, y es algo que me conflictúa mucho, es cierto que estamos revalorando socialmente el trabajo que implica tener una casa llena, pero también hay muchas mujeres que están muy cómodas diciendo que lo hagan alguien más aunque ese alguien más es una mujer: quienes son las que están cuidando.
Y eso me causa enojo, mucho enojo y me hace pensar en que esto va a terminar generando lo que sucede en Estados Unidos. Cuando los migrantes irlandeses que se asentaron entraron a la clase media, luego fueron las personas negras y ahora los hispanos los que sostienen el Estado. Va a llegar una cosa que se va a afianzar: el nacionalismo; y se cuidará la nacionalidad y ciudadanía y quienes no tienen ese derecho de tener identidad son los más perjudicados; y ahora más, porque ya estaban siendo.
Cuidémonos entre nosotros implica un riesgo de nacionalismo. Si ya hay una batalla al hablar de fronteras después de esto hay que hacerlo más. Que una persona tenga una identidad y tenga sus derechos en cualquier parte del mundo.
No podemos permitir un Estado que quiere seguirse sosteniendo por la gente pobre.
–En esa misma conversación de facebook alrededor de tu novela hiciste una reivindicación de la maternidad dentro del feminismo. Se habla de los cuidados, pero no se habla de las madres.
–Cuando muchos feminismos trabajan para que haya igualdad de hombres y mujeres pongo un dedo en el renglón: no quiero igualdad, quiero equidad. Incluso entre mujeres; y esto tiene que ver con género, raza, clase social.
Creo que si dentro de nuestros análisis, por muy buenas que sean todas las teóricas feministas, no metemos las experiencias de las madres, todas las madres, no estamos hablando de una equidad para todas y creo que en este falso debate que existe, las mujeres que somos madres, al ser tan sobrerrepresentadas en el imaginario patriarcal, estamos siendo poco combativas, porque estamos cuidando y sosteniendo el Estado y nuestras reivindicaciones no suelen ser del interés de las teorías feministas.
En este momento no estoy cómoda que se me nombre como feminista. Me preocupa que dejen de vernos a las mujeres madres como la máquina de mujeres tontas que decidimos seguir sosteniendo el matrimonio el capital. Es un menosprecio tremendo hacia todas las mujeres que les hemos dado vida.
¿Cómo puedes despreciar a quien da vida? Por ahí entraría, y me quedaría en la reflexión de si no estás hablando de lo que sentimos las madres, de las necesidades de ser autónomas económicamente, no para viajar, sino para sobrevivir y dejar relaciones de violencia doméstica, si no estas entrándole a ese tema, de verdad que no; que el feminismo me represente.
–En twitter has planteado, frente al Estado de bienestar, la reconfiguración del Estado. Es decir, ningún Estado de bienestar basado en el trabajo de las mujeres y que siga sosteniendo la oligarquía.
–Se está pidiendo estado de bienestar pero necesitamos reconfiguración del estado, hay que escuchar más adecuadamente a las comunidades indígenas, ver cómo se están organizando políticamente. Ahí metería a ellas que quieren ser madres, tener familia y cuidar como reivindicación política y escuchar sus razones.
Estamos en un momento en el que esta crisis del coronavirus nos detuvo. Pero en América Latina se estaba generando una red de mujeres contra las violencias y ahora es muy momento muy bueno para configurar este estado que nos escuche a mujeres que están literalmente cuidando: comunidades indígenas, mujeres migrantes, comunidades trabajadoras sexuales, obreras. Escuchar sus reivindicaciones y seguramente dejaríamos de hacer estos remedos de Estado de bienestar, que no está funcionando ni en los países nórdicos.
Aunque en México nos encontramos pidiendo peras al olmo, un Estado que nunca ha sido protector. Esto es muy desolador. Como ya sabemos que no vamos a ser salvados, qué vamos a hacer nosotras y los hombres. Hay iniciativas para ayudar a médicos para seguir salvando vidas, a personas que no tienen acceso a trabajo. Eso es a donde tenemos que voltear, dejar de ver presidentes del mundo y ver qué estamos haciendo entre nosotras.
Pero con cuidado: en España se está pasando de cuidar a controlar, hay videos de gente que está vigilando a quien sale a la calle, con la intención de “cuidarse” se está controlando al otro. Este cuidarse significa estar siendo un controlador, vigilante de la sociedad. Hay que saber que también por ahí va la trampa.
Reportera. Autora del libro “Nadie les pidió perdón”; y coautora del libro La Tropa. Por qué mata un soldado”. Dirigió el documental “No sucumbió la eternidad”. Escribe sobre el impacto social de la violencia y los cuidados. Quería ser marinera.
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