La comunidad de talleristas del centro cultural El Rule denuncia malos tratos y acoso laboral y advierte que de fondo esconde un cambio en el enfoque en las actividades culturales que podrían cambiar la cara y vocación por completo del centro
Texto y foto: Arturo Contreras Camero
CIUDAD DE MÉXICO.- Reubicaciones repentinas, menos remuneración, presiones laborales, más carga de trabajo y peticiones fuera de lo pactado son algunos de los horribles cambios que han experimentado talleristas y facilitadores del centro cultural El Rule a partir del cambio de la dirección en el centro. El problema, según denuncian los talleristas de este centro, se replica en otros centros culturales, como el Faro de Aragón.
Para entender un poco el cambio y las presiones que han vivido los talleristas de El Rule es necesario entender la forma en la que ellos son remunerados por impartir talleres y compartir la cultura.
“Hace tres años y medio muchos de nosotros tuvimos fe de que a partir de la llegada de la 4T y todo este cambio de gobierno las cosas iban a mejorar. En la Secretaría de Cultura se abrió un programa desde la Dirección de Vinculación Cultural Comunitaria. En el programa estaba la realización de los 300 Pilares en la ciudad y la operación de los Centros Culturales –como el Rule– y los Faros, era construir desde la comunidad una nueva forma del trabajo comunitario y cultural”, cuenta al respecto Marco Von Boresten, uno de los talleristas del Rule.
“Nosotras, la mayoría, estábamos bien entusiasmadas de entrar a este programa, pero en los primeros años nos fuimos topando con varias contradicciones, algunas bastante complejas y difíciles, pero de menos en el Rule seguíamos teniendo cátedra abierta. Luego llegó la pandemia y las cosas se volvieron un despapaye”, narra Marco
“Dentro de Cultura, el 80 por ciento no son considerados trabajadores, sino beneficiarios de los programas sociales Promotores para el bienestar y Talleristas de artes y oficios comunitarios para el bienestar. Ese 80 por ciento somos los que habitamos los Faros, los Pilares, los centros culturales de la ciudad. Somos los que echamos a andar todos los centros culturales”.
Como son beneficiarios de un programa social, no se les puede considerar trabajadores. Incluso, Marco, como muchos otros, que lleva trabajando con la Secretaría de Cultura más de tres años, tampoco es considerado trabajador, pues está contratado como personal eventual, por honorarios.
“Ninguno tenemos derechos laborales, cada año hay que volver a concursar para quedarse en los espacios, los que siempre es una bronca y al final de año viene el anti aguinaldo, porque te pagan diciembre y si sí te vuelven a contratar, es hasta marzo que recibes el primer pago”, relata.
Al inicio, el problema no era no estar contratado, sino ciertas tareas que les encargaban a los talleristas, como asistir a los centros de vacunación covid o a los eventos del gobierno de la Ciudad a ayudar con la logística, cuenta Andrea Jiménez, también tallerista.
“Desde las vacunas nos empezó a saltar. Nosotros no teníamos seguro y no queríamos ir por eso mismo. O sea, ok, vamos, ¿y qué seguro nos respalda si nos enfermamos en ese momento?, pero en ese momento era: si no cumples, pones tu trabajo en riesgo”.
Andrea, como el resto, se ha sentido bajo constante amenaza desde que empezó como tallerista por no tener seguro médico ni laboral ni certeza sobre si al mes siguiente va a poder seguir desarrollando sus talleres en el Rule.
La gota que derramó el vaso, cuentan, cayó el 5 de abril, cuando les avisaron de una reunión informativa en el Monumento a la Revolución a la que estaba convocando la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, sobre la Reforma Eléctrica. Les dijeron que era una invitación voluntaria para que los que quisieran, pero que desde la Secretaría de Cultura estaban haciendo una lista de asistencia para que de cada recinto cultural asistieran 15 personas.
“Ninguno fuimos porque era acarreo, estando en veda electoral, no nos dejaban hablar de cosas políticas en los talleres. Nos negamos”.
Andrea, tallerista.
Estas peticiones sucedieron en medio de una serie de cambios tanto en la dirección del Rule como en la Dirección de Vinculación Cultural Comunitaria, que quedó bajo la gestión de Magali Cadena Amador, mientras que la dirección del centro cultural quedó en manos de Alejandro Rincón, antiguo director del Faro de Tláhuac.
Junto con la llegada de los nuevos directivos, y ante las peticiones de asistencia a eventos políticos, llegó también una lista negra al Rule.
“No nos amenazaban con despedirnos, porque solo nos pueden despedir si tuviéramos un contrato, más bien era una reubicación”, explica Marco. “Llegó la lista y nos dicen que a 19 de nosotros nos van reubicar, eso es el 25 por ciento de la planta del Rule y desmoronaría el trabajo que llevamos. No nos dan una justificación convincente de la reubicación, pero pareciera que somos vacas o folios que tienen que mover por sus pastizales”.
Las amenazas no solo eran por la lista, sino que también empezaban a haber cambios en las reglas de operación del programa, por lo que los talleristas del Rule decidieron organizarse en una asamblea. En los diálogos que organizaron incluso empezaron a sospechar de nepotismo y compadrazgos al interior de la Dirección de Vinculación Cultural.
“La asamblea se empezaba a organizar desde antes de la lista, ya habían pasado un montón de arbitrariedades y violencias con nosotras como trabajadoras. La lista era una, que no nos reconocen como trabajadoras, otra; pero después empezaron a hacer modificaciones a las reglas del programa. Cambiaron el día del depósito, estaba estipulado que nos depositaban dentro de los primeros 5 días hábiles después del mes trabajado, pero lo cambiaron a los primeros 15 días hábiles, y nos pagaban como hasta el 22. Después llegó la lista”.
Emma Hernández, tallerista.
Los talleristas dicen que también cambiaron la cantidad de horas y el estipendio otorgado, de 12 horas por 6 mil pesos a 30 horas por 7 mil pesos al mes, mientras que a los colaboradores contratados por honorarios tuvieron un recorte del 25 por ciento. A las condiciones se sumó el malestar provocado por la falta de pago entre los trabajadores, a quienes les adeudan desde uno a tres meses de salario.
Junto con el cambio de la dirección del Rule , también llegó un cambio en el rumbo del centro, como cuenta la tallerista Andrea:
“Nos dice el compañero Alejandro –el nuevo director– que ahora va a cambiar la vocación del Rule y que se va a dedicar al arte audiovisual y a la tecnología digital, y luego nos enteramos que a la gente que están pretendiendo sacar del Rule son a los que se dedican precisamente al arte digital y a la producción audiovisual. No había coherencia con las órdenes pero sí un desconocimiento de los proyectos que venían desde abajo”, cuenta.
Al respecto, Paulina Romo, otra tallerista, agrega: “Desconocen los programas, cómo funcionan, qué aportaba a las personas, no sé si no se daban cuenta o era a propósito, porque iban a desmontar programas completos”.
Desde que llegó la nueva dirección ha elaborado tres propuestas de trabajo distintas para el Rule, pero ninguna de ellas parece reflejar el trabajo que están intentando desarrollar, que según cuentan los talleristas, pareciera que quieren hacer que desde el Rule se den talleres para capacitar a talleristas de otros Faros o Pilares.
“Nosotros que trabajamos en la formación comunitaria creemos que una certificación puede funcionar, pueden ser buenas, pero la certificación no es algo que vaya mucho con las pedagogías abiertas, críticas de cómo vemos el saber y la cultura comunitaria”, opina Marco.
Hasta el momento la asamblea de trabajadores del Rule presentó un pliego petitorio tanto a la Dirección de Vinculación Cultural Comunitaria, como a la Secretaría de Cultura y al Gobierno de la Ciudad de México, en el que piden la no remoción de sus talleres, el respeto a los proyectos que se venían realizando en el Rule desde hace 2 y hasta 10 años, la regularización de los pagos y los ceses de la violencia de género. Hasta el momento no se ha despedido o removido a ningún tallerista, pero ya tres personas han renunciado por los cambios en la forma de la dirección y los malos tratos.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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