Sueño con serpientes

15 noviembre, 2019

A las serpientes se les suele relacionar con la maldad, pero también hay serpientes buenas. Aparecen en forma de culebritas o de rayos, a veces en los relatos infantiles y en ocasiones en las historias fundacionales de nuestras culturas prehispánicas

Twitter: @Lydicar

El pequeño niño entrega a su mamá un dibujo hecho en la escuela. Tiene 3 años, así que se trata principalmente de manchones de crayola rojos, negros y una línea café que atraviesa ondulante toda la hoja. Un manchón más color verde, y unas bolas dibujadas con pluma. Como la mayoría de las madres, piensa que los manchones del hijo son la cosa más encantadora y llena de talento que existe. Pero debe reconocer que no tiene idea de qué se trata. 

–¡Oh, qué lindo está! ¿Qué es?

–Eh, lo azul es una tormenta, como la lluvia de ayer.

–¡Qué bien te quedó! ¿Y lo negro?

–Son los truenos, los rayos, los que bajan del cielo.

En efecto, el crayón azul se intercala con el negro. 

–¿Y la línea café?

–Es una serpiente. Se va a meter a su casa. 

A la mamá le extraña. Su hijo ha estado más interesado en peces, tiburones y autos. Coches de carreras. Incluso perros. Pero no en serpientes. El niño aclara: 

–Pero es una serpiente buena. No es de las malas. Es buena. 

[Esta anécdota es completamente verdad.]

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Elisa Ramírez Castañeda es una escritora que ha recopilado mitos y leyendas por los pueblos originarios de todo el país. En su libro “Héroes fundadores, reyes subterráneos y seres extraordinarios” habla de varios mitos, entre ellos, el de los rayos.

Ella escribe: “El rayo está íntimamente asociado al maíz–como dueño que es de la lluvia”. Luego narra sobre los animales vinculados al rayo y la lluvia: sapos, culebras. Muchas veces pelean contra serpientes destructoras. Y muchas otras veces, los rayos cobran la forma de una enorme culebra. Rayos, culebras. Vinculados al agua, la fertilidad. Bajo esta forma, suelen casarse con mujeres.

Había una vez un hombre que tenía una hija. Ya había muerto la mamá y él se volvió a casar. Pero esta mujer no quería a su entenada.

En una ocasión la madrastra destapó un jicalpestle que la muchacha tenía bien escondido. Y de ahí escaparon muchas culebritas. Cuando la muchacha regresó se dio cuenta y salió a buscarlas. Recogió todas las que pudo encontrar, pero no fueron todas. Después de eso se fue muy enojada, con su jicalpestre bajo el brazo y no regresó.

Cuando regresó el papá, y no vio a la hija salió buscarla. Después de tres días la halló en la Cueva del mar.

–Hija, ¿por qué me dejaste?

–Tú no tienes la culpa, papá. Es mi madrastra, quien así lo quiso. No quiere a mis hijos. Pero de aquí a ocho días iré a visitarte con tu yerno.

–Hija, ¿te casaste ya?

–Mira, papá, mi marido es Rayo…

Cuando lo fue a visitar, la muchacha llegó del brazo de “una culebrota”. 

Dice la gente que en la tierra tenemos culebras, por la mujer que destapó el jicalpestre. Si no lo hubiera hecho, no tendríamos culebras. 

[* Cuento mixe.]

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La madre observa por último las bolitas de pluma en un extremo de la hoja.

–¿Y estas bolitas que son?

–Es la popó de la víbora. Hizo popó.

De excrementos y desechos, hablaremos otro día.

Columnas anteriores:

“Ya supérenlo”


Mis cempasúchiles

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).

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