¿Esta generación de estudiantes pumas cansados, agotados, extenuados de todo lo que les ha tocado vivir por azares del destino y la pandemia pueden aún levantarse, rodear la laguna y vencer el temor del monstruo para defender a su Universidad?
Por Elena Portas
No se han cumplido aún 50 días desde que los pasillos de la Universidad Nacional Autónoma de México se llenaron nuevamente de jóvenes ansiosos por quitar la pausa que la pandemia obligó a poner en su proyecto de vida. Muchas familias foráneas volvieron a apretar sus cinturones, vencer las dificultades y regresar a los jóvenes a sus viviendas rentadas para poder alcanzar un mejor futuro, los chicos renunciaron a los trabajos que los últimos años les habían ayudado a sobrellevar las crisis de salud o económicas que habían experimentado sus familias, cambios que realizaron pensando que no habría un revés nuevamente, “esta era la buena”, que ahora sí podrían, después de tres interminables años, seguir adelante y concluir finalmente su formación académica.
La comunidad universitaria se dividió en tres: los académicos, alumnos, trabajadores o padres que presumían en redes sociales los pasillos llenos y el logro de haber vencido a la pandemia (a los que en lo siguiente llamaremos defensores del saber); los que regresaban a regañadientes compartiendo la apatía y el temor a los alumnos, que se negaban a levantarse, apagar la computadora y tomar el transporte porque decían considerar que la pandemia es un impedimento aún para regresar al contacto persona a persona (a quienes en lo sucesivo llamaremos defensores de la precaución) y aquellos que por diversas razones pensaban que lo que nos mantuvo en casa no existe, no fue tan importante, nos mantuvo a salvo de la creciente inseguridad que nos va embargando por cruzar las calles; finalmente, otros (espero los menos) quienes consideraron que como único aprendizaje la pandemia trajo lo impredecible, la falta de estandarización de evaluaciones, la posibilidad de inflar promedios haciendo evaluaciones a libro abierto o en equipo dentro de casa, la comodidad de enlazarse en piyama y tumbarse en la cama mientras el historial académico se iba llenando solo (a los que en este texto llamaremos los defensores de lo incomprensible). Toda esta comunidad que forma y es formada como universitarios en la actualidad es también la misma que solucionará los problemas que todo mexicano tendrá las próximas décadas: de ellos saldrán los médicos que nos curen, los abogados que solucionen nuestros problemas legales, los ingenieros que elaboren todo lo estructural que nos sea necesario, los profesores que eduquen a las siguientes generaciones, los profesionales de la salud mental que nos apoyen a superar las crisis emocionales, etcétera, etcétera, etcétera.
Con ojos tristes vimos pronto la resistencia al cambio y a salir de la zona de confort que el confinamiento favoreció en muchas instituciones académicas (hablo de aquella con la que estoy infinitamente agradecida ya que le debo mi formación académica, pero podría hablar de otra decena de instituciones en condiciones similares), una vez más y como es costumbre la Universidad se volvió caldo de cultivo para fines que, a quienes la amamos, nos asombran y entristecen. Pareciera que “el monstruo” se mueve en lo más turbio de la laguna. Laguna de información que tenemos de aquellos que están utilizando, nuevamente la fuerza de una institución invaluable para fines que están completamente alejados de todo aquello comprensible a quienes deseaban regresar a clases, a todos quienes vencieron dificultades, sacrificaron algo para alcanzar un sueño, a todos los que aún recuerdan el nudo en la garganta que sintieron después del “aceptado” que leyeron tras haber luchado una o diez veces por obtener un lugar tan ansiado por muchos y alcanzado por pocos.
¿Qué me hace pensar que dicho movimiento apenas llega a ser rozado por intereses de los chicos? Permítaseme ofrecer una pequeñísima descripción de lo visto en las sesiones en redes sociales que determinan “la opinión de la supuesta mayoría respecto al rumbo que debe seguir cada facultad en cuanto al paro” :
Lo que confirmamos hoy con este triste revés es el poder de la infodemia, del manejo de masas a través de la tecnología, la confusión que genera en las personas ver todo y no saber nada. Lo que confiamos hoy es que ese poder revire su fuerza y se utilice a favor de la comunidad universitaria. Lo que nos preguntamos hoy es: ¿Esta generación de pumas cansados, agotados, extenuados de todo lo que les ha tocado vivir por azares del destino y la pandemia pueden aún levantarse, rodear la laguna del monstruo y vencer el temor del monstruo para defender a su Universidad de intereses ajenos? Dejo mi esperanza y corazón en manos de todos aquellos Pumas que agradecemos, amamos y valoramos la institución.
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