Vacunación a la generación de la inmediatez

21 septiembre, 2021

Resulta una ironía que seamos las mismas generaciones de adultos que alimentan la inmediatez en esta generación de jóvenes quienes al mismo tiempo hemos sembrado en su futuro la incertidumbre

Twitter: @pciselenaportas

Hace algunas semanas, al recorrer las noticias, una y otra vez me encontraba con jóvenes haciendo filas, por hasta cuatro horas, tras las que algunos se negaban a recibir la vacuna que a su juicio “no era la mejor” o “la que les prometieron”. Por primera vez me parecía que reinaba el caos en un proceso que se había llevado a cabo en la Ciudad de México casi admirablemente. Venía entonces a mi mente el conejo de Alicia en el País de las Maravillas, corriendo siempre sin saber a dónde quiere llegar. Me preguntaba ¿qué sucedió para que la situación cambiara tanto esas últimas semanas?, ¿quién es el conejo y hacia dónde se dirige? El panorama se modificó considerablemente y aquellos que esperaron su turno veían nuevamente pausada su oportunidad de lograr su protección mientras los que se brincaron la fila sonreían celebrando su logro.

Vuelvo a preguntarme entonces ¿quién es el conejo?… ¿Somos los mismos adultos que nos quejamos de que “los jóvenes no respetan a la autoridad”, “creen que todo lo merecen sin necesidad de esforzarse” o que “no hacen nada”?, ¿o somos los mismos que les sugerimos (e incluso insistimos) que se brincaran la fila, les facilitamos documentos de domicilios de conocidos de otras delegaciones o estados y les dimos dinero para que los compraran e hicieran el viaje?, o quizá ¿somos los mismos que presumimos con amigos y en redes que nuestros hijos, sobrinos o nietos ya habían logrado brincar la fila?, o podría ser que el conejo… ¿fue la autoridad ablandada que no supo decir espera por favor tu turno, estamos tratando de hacerlo lo más rápida y eficientemente posible?

Resulta una ironía que seamos las mismas generaciones de adultos que alimentan la inmediatez en esta generación de jóvenes quienes al mismo tiempo hemos sembrado en su futuro la incertidumbre; el no saber si los recursos naturales sobrevivirán al consumismo desmesurado que promovemos día con día. Estos mismos adultos somos también aquellos que les hacemos preguntarse si cuando deseen independizarse tendrán recursos suficientes para una renta, servicios médicos, transporte, alimentos, etcétera; somos también estas mismas generaciones de adultos que nos hemos encargado de crear un campo laboral donde reina la injusticia, la falta de prestaciones, los horarios que sujetos a la tecnología les han robado a los jóvenes empleados el principio y el fin todos los días. ¿Alimentamos entonces su ansia de inmediatez para que gocen el momento presente, olviden la inquietud por el futuro y la calidad de vida en su madurez o vejez?

¿Será que esos jóvenes desesperados por brincar la fila son acaso el reflejo de familias ansiosas que desean fervientemente dar vuelta a la página, olvidar estos meses y seguir adelante?; ¿acaso es la urgencia generada por las pérdidas de estabilidad económica en las familias la que les hizo apiñonarse en la fila sin pensar en los que no lograban vacunarse a pesar de haber esperado pacientemente su turno?, ¿o quizá solo fue el deseo de reintegrarse a la vida social tan importante en esas etapas o habrá sido el miedo de llevar contagio a sus familias?

Sería maravilloso que, como las grandes universidades, tuviéramos la certeza de que nuestra comunidad no va a estar segura hasta que todos estemos vacunados, que comprendiéramos que cada familia es tan fuerte como el más vulnerable de sus miembros, pero eso está muy lejos de suceder. El ejemplo institucional que han brindado las grandes universidades quienes consideraron tan valiosos a los miembros de todos los estados y se han negado a avanzar hasta que el más desprotegido esté vacunado es irreplicable en esta vida de prisa y eterna competencia.

Pareciera que pensáramos que al romper límites y proteger a los más cercanos el peligro se desvanece como el humo, que guardando silencio sobre la incertidumbre generada por el futuro o haciendo como que no se ve la trasgresión de reglas, los chicos podrán comprender por sí mismos el impacto de romper los límites y pasar unos sobre otros, pareciera que al permitirles hacerlo creemos brindarles un escudo protector que impide que imaginen que un día podrían ser ellos los que estén abajo.

Tendremos que esperar un rato para saber ¿quién es el conejo y hacia dónde se dirige?, sería bueno tener claro que cualquiera que sea la respuesta, nosotros hemos alimentado y cuidado a ese conejo durante años, ahora que ha llegado el momento de liberarlo podemos pensar la mejor forma de hacerlo. Aquello que hoy hagamos por estos jóvenes para brindar estabilidad, favorecer la empatía, la tolerancia y respetar a la autoridad será lo que regresará como boomerang en nuestros siguientes años. Seguramente el recuerdo que quede de infancia o juventud en esta generación estará tatuado por estos 18 meses en los que han tenido que esperar y darse cuenta de que comparten unos con  otros más vulnerabilidad de lo que jamás habían imaginado, que el virus ataca igual al pobre que al rico pero el segundo tiene más posibilidades de recibir atención médica oportuna y trato digno, que todos hemos perdido seres queridos, que es necesario proteger a todos para evitar el avance de una amenaza mundial, que a pesar de tener más recursos que otros deberán vacunarse en el momento en que esté disponible el recurso para todos. ¿Será que para recordar el privilegio que rechazaron o “agandallaron” debemos recordarles que hay poblaciones que han recibido solo el 2% de vacunas?  

Algún día seguramente veremos aparecer al conejo y podremos preguntarle hacia donde se dirige y de dónde viene, ojalá sea lo suficientemente temprano para poder ayudarlo a llegar a buen destino.

elenaportas.p@gmail.com

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