En México menos del uno por ciento de adultos mayores vive en asilos o residencias, espacios que fueron sumamente golpeados por la covid-19 en Europa. Con los antecedentes en esos países, encargados de esos lugares piden ayuda
Texto: Daniela Rea
Fotos: Duilio Rodríguez
“Nos agarró en curva, la verdad”, dice Iván García, encargado del asilo Casa Madre Teresa en Iztapalapa. El espacio atiende a 23 adultos mayores de 60 a 95 años de edad. Algunos con familia, otros sin ella.
A lo que Iván García se refiere es a las precauciones para la atención de la emergencia sanitaria. “No estamos preparados, no teníamos previsto nada. Ni los medios sanitarios que nos piden como gel antibacterial o cubreboca y que ahora tenemos que conseguir a alto costo, ni almacén de alimento a gran cantidad para prevenir el encierro”.
En el asilo San Judas Tadeo, ubicado en Coyoacán, donde viven 27 adultos mayores de 60 a 95 años de edad, las previsiones tampoco fueron suficientes.
Ambos asilos viven de donaciones y de algunas aportaciones que hacen los familiares de las personas internadas. Las donaciones económicas y en especie han bajado entre un 50 y 70 por ciento, pues éstas provenían de empresas o comercios que están en cierre temporal por la emergencia sanitaria, explica Miguel Carranza, uno de los encargados del asilo San Judas Tadeo, y esto tiene en presión el funcionamiento de los asilos.
En México al año 2015 casi 22 mil personas adultas mayores vivían en uno de los mil 20 centros de asistencia social, según datos del Censo de Alojamiento de Asistencia Social del INEGI. De ese total ocho de cada 10 está en casas hogar especializadas en el cuidado de los mayores y el resto vive en otro tipo de instituciones sin especialización; como albergues para población en situación de calle, refugios para mujeres, albergues migrantes, centros de rehabilitación para personas con adicciones o para enfermos mentales.
A diferencia de Europa donde gran cantidad de adultos mayores viven en residencias especializadas, en México este dato representa menos del 1 por ciento. La gran mayoría, casi un 90 por ciento, vive con sus familiares, y un 10 por ciento viven solos en sus casas.
En Europa, casi la mitad de las personas que murieron por covid-19 eran adultos mayores residentes en asilos. Sólo en Italia, el número alcanza los 6 mil, según la Organización Mundial de la Salud. En este reportaje de Pie de Página se explica que las muertes en los asilos se debieron a una serie de errores y omisiones. Por ejemplo, no se usaron cubrebocas, las visitas familiares continuaban mientras la epidemia estaba en apogeo, no se hicieron pruebas de covid-19 en las residencias. Mientras afuera se blindaban comercios, escuelas, restaurantes y se reforzaban hospitales, no se pensó en estos lugares de retiro de adultos mayores hasta que comenzaron a salir denuncias de las muertes contadas por decenas y centenas dentro de las residencias.
Tanto el asilo San Judas Tadeo como el Madre Teresa de Calcuta cerraron las puertas a visitas familiares desde el 9 de marzo, dos semanas antes de que la Secretaría de Salud anunció el cierre de escuelas para disminuir los contagios.
“No tenemos visitas de ningún tipo. El acceso al asilo sólo está permitido para los trabajadores, aquí somos ocho personas. Portamos uniforme, usamos cubrebocas y gel antibacterial y no ha habido casos de gripa. Cancelamos las visitas desde 15 días antes de que se anunciara primera fase de covid. No se permitía contacto y los familiares estuvieron de acuerdo”, dice Miguel Carranza.
Otra de las medidas que tomó el asilo, explica Miguel, fue cancelar las noticias. Y así no aumentar los niveles de estrés que pudieran estar teniendo las personas mayores por la sobre exposición a información . Se les informa de lo básico, sobre todo de los cuidados que se deben tomar. Además de que existe un doctor de planta que verifica posibles síntomas cada día.
“El doctor de planta nos dice que no nos alertemos aún, mientras tengamos el aislamiento y medidas. Podemos seguir trabajando normal, y mantener la estabilidad emocional de los abuelos. Eso es algo que nos preocupa muchos porque dicen: ‘ni han venido a verme, ya me olvidaron, porque no me buscan’. Lo que hacemos es que los familiares les llamen por teléfono y así se comunican, que no les den noticias feas de afuera”, dice Miguel.
En el asilo Madre Teresa de Calcuta el acceso se restringió desde el 20 de marzo y a la fecha, explica Iván García, no ha habido síntomas en los internos, además de que cuentan con servicio médico de planta.
Tanto Miguel como Iván señalan que no han recibido apoyo del gobierno federal o local para acceder a insumos médicos de protección, para adquirir alimento o para explicar cómo llevar el proceso de cuidado para evitar los contagios.
Iván señala que hace unas semanas funcionarios de la Secretaría del Bienestar acudieron a solicitar datos del asilo para enviar un apoyo, pero no han regresado.
“A los asilos no se les está ayudando, somos un sector olvidado. Dejamos de recibir donaciones porque no hay trabajo y muchos familiares que daban una cuota dejaron de darla porque tampoco tienen trabajo. Hay un desequilibrio económico al interior que nos pone en riesgo los insumos para cuidarnos como gel, cubrebocas, y para alimentar a los adultos mayores».
Miguel Carranza
«Tratamos de economizar gastos. Teníamos en bodega pañales, vamos al día, porque un abuelito consume mucho pañal, se nos están acabando los insumos”, dice Miguel Carranza.
“Se dice mucho cuida al adulto, lo dijo el presidente, lo dicen en las noticias. Que los cuidemos porque son los más vulnerables, que no los visites, pero nadie piensa en los adultos mayores que necesitan insumos. No tenemos cubrebocas de plástico, solo de tela, gel y guantes de látex”, reclama.
Ambos asilos están recibiendo donaciones:
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona