La historia oficial sirvió para que el país fuera saqueado por el proyecto neoliberal, asegura el historiador Pedro Salmerón. En entrevista con Pie de Página, el director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México advierte que la 4T intentará revertir el proyecto económico, también desde la revisión histórica
Texto: José Ignacio De Alba
Fotos: Daliri Oropeza
Las batallas de la Cuarta Transformación están asumidas también desde el campo de la historia. En la primera línea está el historiador Pedro Salmerón quien recientemente fue nombrado director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM). Nos recibe en su oficina, donde escucha un concierto de Rimski Kórsakov.
El hombre está a la moda de 1910: usa patillas largas, un bigote y lentes que parecieran tener 100 años. Es alegre y esgrime respuestas con astucia. Pertenece a la línea ideológica más dura del nuevo gobierno, el círculo de intelectuales que se ha mantenido cerca al proyecto de Andrés Manuel López Obrador desde 2006.
Habla con Pie de Página días antes del primer grito de independencia de López Obrador como Presidente Constitucional.
—¿Cuál es la función de la historia para este gobierno?
—Andrés Manuel está convencido, y nosotros coincidimos con él, de que la historia es fundamental para la construcción de ciudadanía crítica, que es el tipo de ciudadanía que queremos para el nuevo régimen.
La “ciudadanía crítica” de la que habla es «la que se involucra todos los días en la vida pública del país», pues desde su visión, los ciudadanos deben tener un papel central en la toma de decisiones importantes, tanto económicas, como políticas y de infraestructura. Porque, “delegar las decisiones a los que saben, a los expertos, ya lo hicimos durante 36 años y el desastre está a la vista”.
Salmerón está convencido que para tomar decisiones es indispensable un conocimiento sólido de la historia, a la que este gobierno tiene en el centro de la estrategia para el futuro.
—Sin historia no se construye futuro. Y Andrés Manuel lo sabe. Entonces, ¿qué vamos a hacer después de 36 años en que la historia se intentó no sólo olvidar sino, incluso, digo yo, destruir? Hay que colocarla en el centro y eso le da al instituto que me toca dirigir un lugar central. ¿Qué queremos hacer? Bajo ninguna circunstancia una nueva historia oficial o una sola versión de la historia, sino estimular el debate y la discusión para la creación de esta ciudadanía, que hace falta y la construcción de ese futuro que hace falta.
En el fondo de los lentes vidriosos hay unos ojos chicos, pero vivos, Salmerón es un hombre que fácilmente discurre en explicaciones. El hombre se emociona, gesticula y alza la voz. Está convencido que el momento por el que pasa el país es decisivo. Que ésta, al fin y al cabo, es la Cuarta Transformación de la vida pública del país, la instauración un nuevo régimen.
Quizá eso explica la atención que se ha puesto en las festividades del 15 de septiembre. «Lo que pocos saben», dice Salmerón, es que la trasmisión del Grito de Independencia estaba concesionada a la empresa Ocesa.
—Como tantas cosas en este país la celebración del grito había sido privatizada, literalmente, se le entregó a una empresa privada. Ahora se recupera y se vuelve a hacer pública la transmisión, que volverá a estar a cargo del Sistema Público de Radiodifusión del gobierno mexicano — dice satisfecho.
— ¿Eso qué cambia?
—Lo que cambia es la frivolidad absoluta, se pasa a darle contenido histórico al Grito, un contenido cultural, plural. Previamente habrá historiadores de todas las posiciones, estará desde Guadalupe Jiménez Codinach, hasta Luis Fernando Granados. Todo el espectro de historiadores que han trabajado con la guerra independencia con seriedad.
—¿Qué veremos distinto en el Grito de Independencia?
—Tenemos un presidente que sin haber sido presidente ya llenaba el Zócalo. No va a haber gente en los balcones. No va a haber VIP y gente de segunda. Todos somos iguales, como invitados especiales solo estará el gabinete y el cuerpo diplomático acreditado. No habrá banquete de honor, en su lugar habrá aguas frescas muy mexicanas, antojitos muy mexicanos. Para los miembros del cuerpo diplomático acreditado y el gabinete. Todos los demás lo veremos como todos
— Eso en la forma, ¿y en los contenidos?
—Queremos poner un especial énfasis sobre cómo esta rebelión política se convirtió en una poderosa revolución social (…) Y también poner el énfasis en los actores colectivos — en los pueblos, los esclavos, las mulatas, los indios laboríos, los indios de comunidad, los rancheros — que hacen la Revolución.
Detrás de Salmerón hay una fotografía de Pancho Villa, con su uniforme de general, también una imagen de Emiliano Zapata y un gran cuadro de Francisco I. Madero. Sus estudios están concentrado en la Revolución Mexicana, al menos de esto tiene media docena de libros.
El historiador explica que durante muchos años los presidentes renegaron la historia, o en todo caso ofrecieron versiones muy conservadores de los acontecimientos históricos como en el sexenio de Felipe Calderón. Asegura que hubo “intelectuales” impulsados por los medios y los gobiernos que descalificaban o se dedicaban a la “pseudo desmitificación” que provocaron un abandono paulatino de la historia. No tiene empacho en decir nombres y enumera: Armando Fuentes Aguirre (alias Catón), Macario Shettino; luego menciona a las revistas Nexos y Letras Libres “ahora en números rojos, porque ya no les compra el gobierno”.
—¿Por qué cree que no había habido este interés por la historia?
—El neoliberalismo busca construir una idea de la sociedad basada en el individuo y el esfuerzo individual. Se llama “echaleganísmo”. Si tu le «echas ganas» ya chingaste, no importa si procedes de los 30 millones de mexicanos que iban a la escuela sin comer y que no tenían libros, si no tenían libros es porque no le echan ganas. Y el “echaleganísmo” está basado en individuo sin raíces, entonces para ellos hay que destruir la historia.
—¿Y qué demuestra la historia?
—La historia nos muestra que cuando la sociedad, el pueblo, los pueblos se organizan y toman su destino en sus manos cambian las cosas y las cambian hacia donde quieren cambiarlas.
El despacho donde atiende es un regadero de libros. Algunos sobre el sillón, la mesa, el escritorio, en el piso, en cajas. Un universo de historia allí regado.
Salmerón está seguro que los tiempos por los que cruza el país son históricos. Está convencido en que el país es más democrático que nunca y que el nuevo régimen abrió un frente contra el neoliberalismo: “¿Qué no queremos los mexicanos en el 2019?: corrupción y neoliberalismio. Porque la corrupción trae una cauda de cosas, por ejemplo, en la corrupción está la impunidad y en la impunidad está la cifra violencia que estamos viviendo”.
—¿Qué queremos en lugar del neoliberalismo?
—Un lugar de derechos, con una “S”, un Estado que nos garantice los derechos individuales; el primero que es el derecho a la vida y a la seguridad. Los derechos políticos, el derecho a la libre expresión, a la libre asociación, a la libre manifestación, a la organización. Los derechos sociales que consagró la Constitución de 1917 —la Revolución— y que ahora están devastados y el derecho a la tierra y a los recursos; el derecho a la educación, a la salud, a condiciones laborales dignas, al salario mínimo, los derechos sociales, los derechos colectivos y los derechos de las minorías o de cuarta generación. O sea, lo que hizo el neoliberalismo fue devastar el Estado de derecho, el Estado de derechos…
—El neoliberalismo es un sistema global…
—No nada más en México se va dando una reacción contra ese orden mundial. Hay que ver con más atención a Bolivia, ahora se va Macri… y hay que poner atención a otros países, el que sea un orden mundial no nos condena, nos abre oportunidades. Y en Sudamérica la gente está muy entusiasmada con lo que está pasando en México.
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Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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