5 junio, 2021
La participación de las mujeres indígenas se ve mermada por la discriminación y el poco apoyo de sus partidos a pesar de la preparación de muchas de ellas. Además la cuota de diversidad del INE no garantiza realmente su participación en la política mexicana
Texto: María Ruiz
Foto: Asamblea Nacional Política de las Mujeres Indígenas
CIUDAD DE MÉXICO.- La primera vez que la diputada mixe Zoila José Juan fue discriminada era 2013. No la dejaron acceder al Congreso por su aspecto físico, pues los trabajadores del Congreso de Oaxaca no concebían que siendo indígena mixe fuera legisladora. En cambio, pensaron que era trabajadora del edificio. Un mes después dentro del inmueble le fue negado el acceso a los sanitarios por ser únicamente para los legisladores. De nuevo estaba siendo discriminada por su origen indígena.
Las mujeres indígenas se enfrentan a este tipo de violencias en su día a día. En 2019 la diputada federal Irma Juan Carlos, indígena chinanteca, fue discriminada por sus compañeros dentro de los debates del congreso. Se le puso el apodo de “Cleo” en referencia al personaje de trabajadora doméstica que interpreta Yalitza Aparicio en la película Roma, de Alfonso Cuarón.
Pero antes de ese tipo de discriminaciones y violencias, las mujeres indígenas que quieren hacer política se enfrentan a varias dificultades dentro de sus propios partidos. Zenaida Pérez, integrante de la Asamblea Nacional Política de Mujeres Indígenas y coordinadora del Programa de Mujeres Indígenas del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, lo cuenta:
“Me han contado las compañeras que los partidos las quieren pero para operar, contar los votos, repartir las despensas, todo lo que tenga que ver con el trabajo de base; pero no para impulsarlas a los puestos estratégicos de decisión. Las descartan aún teniendo potencialidades que han desarrollado por su propia cuenta en otros espacios de organización. Se les complica porque al final permanecen los cacicazgos dentro de los partidos”.
Estos obstáculos dentro de los partidos que militan ocasiona que se pasen a otros partidos con los que no comparten ideología. Zenaida Pérez cuenta el caso de una de sus compañeras, que al no tener el apoyo de su partido tuvo que pasarse al PES, con el que no comparte su posición en contra del aborto y que va en contra de las agendas que impulsan desde la Asamble Nacional Política de Mujeres Indígenas.
La defensora de derechos humanos y comunicadora ayuujk cuenta que las violencias son interminables. Ya que logran alguna candidatura se enfrentan a otros tipos de violencia política:
“Nos comentaba una compañera: ‘yo voy a estar en campaña y me quitan a mi suplente. Es una estrategia para desestabilizar porque en lugar de centrarme en difundir mis propuestas y generar alianzas tengo que estar buscando quién va a ser mi suplente’. Además se enfrentan a amenazas y acosos, porque dentro de los partidos hay corrientes y los que no quedaron buscan la manera de tambalear para mostrar que la decisión no fue correcta”, recuerda.
Lo que Pérez dimensiona con estos casos es que, a pesar de que México es un país pluricultural, las estructuras racistas y machistas continúan dentro de los propios partidos y la participación política de las mujeres sigue sin considerarse un derecho:
“Sigue pareciendo la buena voluntad del dirigente y en lugar de que te brinden el respaldo te dicen: ‘agradece que te di la oportunidad, que soy buena persona porque candidateas en mi partido pero no me pidas de más’. Lo hacen ver como concesiones cuando es una obligación” reconoce Zenaida.
A los partidos solo les importa conseguir más votos:
“Al final lo que siempre buscan es quien les va a dar votos, y no si su propuesta será útil o si traerán nuevas agendas, sino quien muestra más obediencia y lealtad. Es una cosa muy utilitaria”, expresa Pérez.
Otro error que ve la activista en los partidos es la falta a la exigencia del Instituto Nacional Electoral de que deben dar 3 por ciento de los presupuestos que les otorgan para capacitar a las mujeres. Los partidos usan ese porcentaje en mandar a hacer gorras, mandiles, y no para capacitar a las mujeres:
“Aunque tengan el fondo buscan al docente que dé el menor precio, no les importa la calidad sino gastar menos. Más porque no ven importante el tema de género” añade Pérez.
Para ella lo ideal sería un acompañamiento entre mujeres indígenas inmersas en la política:
“Que la que ya fue diputada te diga ‘mira aquí me atoré, en esto me hice para atrás’, que te pasen estos tips. Eso genera mejores relaciones, y mujeres entre mujeres se pueden acompañar. Reconocer estas experiencias como mujeres en plural. Que a pesar de estar diferentes partidos les mueve la agenda de género y de diferentes lados la están impulsando” sugiere.
—¿Por qué militar en partidos entonces?
— El problema es que [de forma independiente] te piden los mismos requisitos que si fueras un partido, un super empresario o si fueras El Bronco, con muchos millones. Yo que tengo solo mi chozita y mi media parcela, ¿con qué dinero voy a ir a competir? Es una competencia muy asimétrica. Con Marichuy, empezando con lo de capturar las firmas que debían ser con tu teléfono inteligente cuando la gente que te va a apoyar no tiene teléfonos inteligentes.
—¿Cómo hacer de estas competencias más iguales?
—Me parece que hay que revisar y reconocer nuestro país. Por ejemplo, en Santa maría de Tlahuitoltepec Mixe en Oaxaca, todos los municipios del Distrito 10 nos regimos por los sistemas normativos internos, ¿por qué para la federal tendríamos que votar por un partido cuando ni los conocemos? Aquí la gente vota por su presi porque es de su comunidad, habla su idioma, lo ves trabajando en el campo o es maestro. Un poco la propuesta, ¿por qué no se da la oportunidad de que en esos distritos también se elija a su diputado federal por ese sistema?, ¿cómo incentivar que los propios pueblos propongan modelos de participación? Que realmente identifiquen cómo funcionan las estructuras sociopolíticas y culturales, en cada una de las regiones, creo que la tarea es esa, como ponerse a revisar en términos reales y que dialoguen con los pueblos”
Además de que es una cuestión de proporcionalidad, las personas indígenas son el 25 por ciento de la población en México, para Zenaida es claro. Si no hay indígenas ocupando los espacios políticos nadie llevará sus agendas:
“Sabemos que por condición étnica estamos en desventaja de oportunidades, educación, en derechos básicos, salud. Si no estamos donde se toman decisiones, nadie más lo hará por nosotras. Hemos sido históricamente más desfavorecidos por muchísimas condiciones y justo para trabajar y poner el tema allá adentro se necesitan a las personas que venimos de procesos participativos porque traemos una agenda más completa, más integral. Realmente es una agenda ciudadana”.
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