7 noviembre, 2021
En entrevista con Pie de Página, María Luisa Albores defiende el programa que impulsa el presidente López Obrador como opción para contrarrestar la deforestación. También dice que el Tren Maya; puede ser una oportunidad para el sureste, pero todas las instituciones y la gente tienen que cuidarlo
Texto: Daniela Pastrana y José Ignacio De Alba
Fotos: Maria Ruiz
CIUDAD DE MÉXICO.- Es un área clave para el mundo. Su función es generar la normativa para cuidar el ambiente y vigilar que se cumpla. Una tarea compleja cuando se trata del quinto de los 12 países que albergan el 70 por ciento de la biodiversidad del planeta y hay una crisis ambiental mundial. Muchos países y empresas tienen puestos los ojos en los bienes naturales que brinda esa megadiversidad. En el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales ha tenido tres titulares en tres años. La última, una agrónoma ecologista convencida del trabajo comunitario y del cooperativismo, apenas cumplió un año en septiembre pasado, poco antes de asistir a la cumbre climática que se lleva a cabo en Escocia con la delegación mexicana. Su encomienda era promover el programa Sembrando Vida y negociar un financiamiento para lograr acuerdos ambientales.
Antes de viejar a Glasgow, María Luisa Albores González aceptó una entrevista con Pie de Página. Originalmente planteada para hablar del Tren Maya y de los proyectos de desarrollo del sureste, la charla se prolongó casi dos horas. Y nos faltó tiempo. Son tantos frentes abiertos —minería, fracking, granjas porcícolas, deforestación, megaproyectos, transición energética—, que necesitaríamos dos horas para cada uno de ellos.
La entrevista se realiza en la oficina que tiene la dependencia en los Viveros de Coyoacán. El resto de los funcionarios despacha en un edificio más grande que está en la colonia Anáhuac, al norte de la ciudad. Ella prefiere ese, donde puede salir a caminar. Aunque su función ahora es más normativa que en la secretaría de Bienestar, no deja de estar en campo. Habla con emoción de dos proyectos controversiales que nacen, dice, del corazón del presidente: Sembrando Vida y el Tren Maya. Se detiene en detalles técnicos. Pero insiste en un elemento eje: lo más importante es formar ciudadanía.
—¿Cuál es su diagnóstico después de un año en Semarnat? ¿Dónde estamos en medio ambiente?
—Nosotros llegamos el 3 de septiembre de 2020. Es diferente a lo que hice lo primero, en la Secretaría de Desarrollo Social. Ahí nos tocó cambiarle de nombre (a Bienestar) hacer la revisión desde el principio. Acá era acomodarme con lo que ya habían trabajado y con el equipo que se tenía. Empezamos a hacer una revisión de los temas prioritarios que nos había encomendado el presidente: primero el glifosato y el maíz transgénico. Eso si me tocó a mí: el 31 de diciembre de 2020 a las 6 de la tarde logramos tener el decreto (que plantea la eliminación gradual del glifosato).
Para nosotros es muy importante porque nos permite comenzar a hacer un trabajo en un tema importante: el uso de ciertos agroquímicos para la agricultura convencional, que se pega con todo un paquete tecnológico convencional con transgénicos. En México se utiliza sobre todo con algodón y con soya transgénica, en su tiempo con maíz. No solo el glifosato. Hay otras sustancias que también se aplican y también deben de estar reguladas. Pero es muy importante que se inicie con ese, que es el que más se usa y va ligado a ese tipo de agricultura.
—¿Por qué es tan nocivo para la salud y para el ambiente?
—Porque se utiliza como una sustancia herbicida y lo que hace primero es acabar con el sustrato herbáceo, las famosas malezas que no son malezas. Ya con eso tiene la capacidad de acabar con la primera capa de todos los microorganismos que tenemos en el suelo; después cuando llueve, las escorrentías hacen los primeros arrastres y estos acaban en el agua. Pero, además, la hierba tiene floraciones que son visitadas por los polinizadores: las maripositas, los insectitos, las abejitas. Nadie se fija ni los ve, pero sí hay una afectación directa. La polinización es muy muy importante para el ciclo de la vida.
El decreto nos dice que se va a sustituir de manera gradual, hasta que nos vayamos, en 2024. Mientras se está haciendo investigación, dando capacitación para otras formas de agricultura. El otro punto importante es que no se permita la producción de maíz transgénico, para consumo humano. Esto es bien importante porque estamos hablando del principal alimento de las y los mexicanos.
Este tema de la agroecología ya se venía trabajando desde Bienestar, dice la funcionaria, con Sembrando Vida.
—Nos tocó hacer el modelo de Sembrando Vida. En este programa impulsamos la agroecología y la agricultura orgánica a través de dos sistemas importantes: el Miar (la milpa intercalada con árboles frutales), que es un sistema que México le da al mundo. El otro el sistema agroforestal, que también México se lo da al mundo y queda muy claro con el sistema cacaotal y el cafetalero: siembra arreglada dentro de la misma parcela que tiene un estrato arbustivo y un estrato arbóreo, pero permite tener el estrato herbáceo. Entonces tienes un poco de los tres estratos.
—¿Puede explicarnos más qué implica eso?
—Es como cuando vas a un cafetal, el arbusto es el cafetal, la sombra es un cedro, una caoba o cualquier tipo de árbol, que es el estrato arbóreo. Y todas las hierbitas son el estrato herbáceo. Ese es el arreglo natural de un bosque o de una selva tropical, es como seguir más a la naturaleza en los ecosistemas que se tienen. Eso es lo que se impulsó en Sembrando Vida. Pero también impulsamos una forma de trabajar agroecología o agricultura orgánica a través de las biofábricas. La biofábrica tiene elementos que pueden ayudar a la producción, en este caso, de la milpa. Y un sistema agroforestal para el cuidado y el manejo de tu plantación. Eso es el primer impulso grande que se hace en este país de agroecología y de agricultura orgánica.
— Eso ya ha pasado, en menor escala, con los cafeticultores…
— La cafeticultora orgánica se hace un boom en el país en los 90, y es un logro mexicano. Porque a diferencia de países desarrollados, que normalmente hacen agricultura orgánica de forma individual y no de manera colectiva, acá estamos hablando de que la pauta la dieron los cafetaleros, que son comuneros o ejidatarios, que tienen que organizarse y hacen un sistema de control interno, porque para que ser un agricultor orgánico necesitas la certificación.
Cuando esto se inicia en nuestro país no había una certificación mexicana, tenían que venir certificadores europeas o de Estados Unidos. ¿Qué le dio México al mundo? Un sistema de control interno comunitario-colectivo. Empezaron las cooperativas a trabajar.
—¿Qué tan generalizado está en México?
—No son esfuerzos tan pequeños. La mayor parte del sector cafetalero está en este sector de producción natural, cuando no está certificado, que tampoco le pone tecnología convencional. La otra parte, la orgánica certificada, ahí hay un grupo muy grande de cooperativas. También para el sector cacaotero, aunque es menor. Normalmente ahí vemos una similitud entre el café y el cacao porque son sistemas agroforestales, pero también se tiene agro producción orgánica de arroz, cítricos y hortalizas. Pero el impulso más grande, desde el gobierno, lo da Sembrando Vida. Son un millón de hectáreas para que se trabajen en sistemas agroforestales o milpa, pero en agroecología, y con la formación y capacitación de las biofábricas.
—¿Estas acciones les han provocado algún tipo de ataque de parte de la agroindustria?
—Sí… se notó a través de todo lo que son los amparos que han metido, el presidente pidió que fuera la Secretaría, a través de la parte jurídica, llevamos todo eso. Así que hemos logrado algunas cosas.
—¿Hay muchos amparos?
—Sí, hay más de 22, los hemos ganado. El sustento más importante es el derecho a la vida. Entonces es una cuestión de salud, esa es la parte del sustento.
La secretaria dice que hay una cambio de mirada en la política ambiental, y para ella empezó desde la transición, cuando el presidente estuvo en San Luis Potosí, y dijo “no va el fracking”.
— Obvio que nosotros lo vemos muy bien, porque el fracking es una técnica que va directamente al subsuelo y que recarga con agua, arena y más de 700 químicos que lo que hace es inyectar presión y hacer fractura hidráulica y de ahí extraer el famoso gas sale o gas lutita, ¿Qué pasa con el agua contaminada? No se sabe. Entonces sí es una práctica bastante contaminante. Y esta secretaría, que es normativa, tiene que vigilarlo.
—¿Con qué herramientas legales se va contra el fracking?
— Tendríamos que caminar más hacia allá. Hay dos cosas que que están sustentadas en la voz del presidente: “no se permite más fracking y no más minería cielo abierto”. Justamente vamos a sacar un inventario homologado de presas de jale en este país. Es un inventario cruzado con el Servicio Geológico Mexicano y con lo que tenemos a través de las Manifestaciones de Impacto Ambiental, de la subsecretaría de Normatividad y Fomento Ambiental y lo que trae Conagua. Necesitamos saber bien cómo están esas presas de jale a nivel nacional, para hacer ese diagnóstico mucho más amplio. Porque al igual que la minería y el fracking, necesitamos herramientas legales.
—Ahorita están las Manifestaciones de Impacto Ambiental, pero ¿faltarían recursos jurídicos?
—Hay algo que no pasó en este país, que debió pasar. México, desde 1989, ha firmado el convenio 169 de la OIT y ahí marca claramente que las zonas indígenas deben tener una consulta previa, libre e informada. Eso no ha sucedido y muchos manifiestos de impacto ambiental fueron considerados dándole permisos a estos megaproyectos, pero no había como tal una consulta. El presidente nos ha mandatado que sí vayamos a la consulta. Ya se hizo la de El Boleo, en Santa Rosalía, Baja California Sur. Y estamos por hacer las consultas de Topolobampo, Sinaloa. Ahí son dos; la consulta popular y la consulta indígena.
—¿En estos casos qué es lo que se consulta?
-Minería a cielo abierto que ya estaba concesionada. Está la concesión y lo que meten acá normativamente es una Manifestación de Impacto Ambiental, para el uso ahí mismo en la concesión y que esté en funcionamiento.
— En tres comunidades de Yucatán acaba de haber “autoconsultas”. ¿Ustedes considerarían esas consultas?
— No la tomaríamos como consulta, porque lo estamos haciendo directamente nosotros.
—¿Tienen considerada la del Acueducto Independencia, como les ordenó la Corte?
-Sí, esa también la tenemos considerada. Y está considerada para este año, pero seguimos con los tiempos que nos va dictando el INPI (Instituto Nacional de Pueblos Indígenas). Recuerden que la coordinación con el pueblo Yaqui lo está haciendo el INPI.
—¿Qué diagnóstico tienen ustedes sobre las presas de jale para motivarse a hacer un monitoreo de cuántas hay?
— Hubo una desgracia cuando se rompe parte de lo que es la presa de jale del Rio Sonora y se hace un famoso fideicomiso de 2 mil millones de pesos por parte de la empresa. Después de un tiempo dicen que ya es remediación ambiental, ¡claro que no hay remediación ambiental! Las presas de jales están dentro de los lugares que hacen minería, pero llama mucho la atención que no hubiese un diagnóstico que dijera cuántas son y dónde están.
Y no solo es en el tema de las presas de jales. Voy a poner otro tema, que ya traías: el de las granjas porcícolas de Yucatán. Yucatán es un estado que parece queso gruyer, que tiene un suelo calcario, no tiene ríos, no tiene arroyos, lo que tienen son cenotes. ¿Qué nos encontramos? El gobierno del estado dice que hay 250 granjas, la asociación porcícola de Yucatán dice que son 500. Las que nos encontramos acá, en Semarnat, son 109, que están con Manifestación de Impacto Ambiental. Entonces hay que hacer un cruce y un diagnóstico. En eso estamos ahora en esta mesa técnica, jalamos un poco a la Comisión Nacional del Agua para hacer una revisión sobre los puntos de donde ellos ya tenían un estudio, que son 40. Ha habido algunas denuncias por parte de poblaciones hicimos un trabajo ya directamente con Profepa en la revisión. Tenemos clausurado parcialmente cuatro ¿Por qué parcialmente? Porque son cerdos y si los cierras vas a tener problema peor porque los vas a dejar muertos y estamos hablando de muchos cerdos.
En la parte de la minera empezamos a hacer esta revisión. Yo sí me espanté de que, teniendo una Secretaría que no se hizo ayer, no es Sedatu, es una Secretaría que existe desde 1994 y no es posible que no hubiera un registro. Hicimos ese cruce y por eso jalamos al Servicio Geológico Mexicano. Pero nos falta todavía estar en territorio. En este país ha habido 36 derrames, el más visto y el más horrible ha sido el del Río Sonora. Pero no es el único y ni siquiera sabemos dónde están las otras presas de jale. El inventario homologado no está terminado, pero es una cuestión de transparencia. No sabemos cuál es la situación de las mineras y si están haciendo el compromiso de esa remediación ambiental. Lo que no queremos es dejar los pasivos ambientales.
—¿Hay casos donde las mineras hayan hecho un trabajo de remediación?
—Está marcado dentro de su Manifestación de Impacto Ambiental. Pero es que la minería a cielo abierto es muy agresiva, es quitar la tierra y prácticamente lavarla con químicos. Luego se echa toda la tierra en montañitas, y ahí me ha tocado ver que ponen sus viveros, donde se siembra la flora y donde va marcando su proceso de reforestación dentro de los terrenos que son las montañitas. Pero si las presas de jale no tienen un buen manejo y un buen mantenimiento puede haber un derrame directamente a los sistemas de agua y eso es muy rápido y llega directamente a una población. Por eso empezamos con esta cuestión de las presas de jales. Hemos visto, en El Boleo y otras minas en Colima que sí trabajan en la parte de la remediación. Pero necesitamos tener ese inventario para saber cómo están todas. Porque tampoco se trata de que regalen arbolitos para que te vayas a reforestar a otro lado, no. Tienen que remediar en el lugar.
—¿Qué es más preocupante para usted: el daño ambiental que causa la industria minera o del Tren Maya?
—Ni si quiera se pueden comparar. En San Luis Potosí quitaron un cerro entero para poner la mina; quitas suelo, quitas fauna, quitas todo, hasta la gente te estorba. Lo quieren equiparar con el tren, nada que ver. Nos estamos yendo a la vía histórica que se tienen, al famoso FIT, sobre ese trazo nos estamos yendo. Si vemos los países desarrollados como un ejemplo, ¿cuál es el transporte que ocupan más? ¡El tren! Porque tiene mayor desfogue, en vez de que la persona que está en Campeche y agarre su cochecito y se vaya a Mérida, y gaste más combustible y genere más contaminación, es mejor el tren, mejor transporte, no le veo ninguna comparación ambiental. Obviamente que han hecho ruido y también tienen los medios de comunicación que nos golpean en la mañana, a mediodía, en la noche y al día siguiente. Pero no hay ninguna comparación, del tren a la minería
—¿Qué se puede hacer en el tema del desarrollo del sureste y qué le toca hacer a la Secretaría de Medio Ambiente? ¿Cómo se van a remediar los daños que haya?
—Yo soy chiapaneca. De Ocosingo, luego me vine a Palenque. Esta idea del Tren Maya, así como Sembrando Vida está concebida desde el corazón y pensamiento del presidente. Lo fue armando a lo largo de sus giras y escuchando a la gente. El Tren Maya es algo muy sentido por el presidente pues tiene su espacio, donde le gusta estar, su rancho en Palenque. Quienes estamos y somos parte del sureste, pues hay un imaginario de que volviera ese tren, porque se veían las ventajas. Yo sí considero que pudiera ser la diferencia de desarrollo del sureste del país. Porque siempre crece el norte siempre, el centro ahí va, pero al sur tristemente no le ves ese crecimiento. Y estamos hablando de donde está la riqueza del país: de agua, electricidad, biodiversidad y de petróleo. Y está en datos que nos da Coneval de los lugares más marginados, ese es un sentimiento que tenemos la gente del sur. ¿Cómo se hace un plan de desarrollo diferente donde vayamos haciendo posible que en lugares ricos en biodiversidad, pueda la gente también no vivir en la pobreza? El Tren Maya, yo sí creo que pueda hacer la diferencia. Pero, tenemos que cuidarlo. En ese cuidado es donde debemos estar las diferentes instituciones coadyuvando.
Cuando yo llegué el trazo del tren estaba determinado que iba a pasar por 15 áreas naturales protegidas, ahorita el trazo, conforme se va encaminando, son 8. Tenemos que cuidar que no pase en las zonas núcleo, que se haga esta revisión de toda la parte ambiental. Nosotros somos unas secretará normativa y lo que tenemos que hacer es que hagan las cosas bien,
¿Qué considero que sí pueda pasar con el Tren Maya? Que se puedan beneficiar la gente que vive directamente en esos lugares. Que haya una diferenciación en el acceso a ese transporte, entre el pago que hace el local y el que hace el turista. Que haya estaciones y paraderos en los diferentes lugares donde ya hay población. Que se pueda cuidar, por parte de las diferentes instituciones, que no hay una cuestión desmedida por el acceso de los lugares. Que no nos pase un Cancún, que quienes se hacen ricos y millonarios son unos cuantos.
—Pero eso es algo que ya ha pasado, en Cancún, Tulum, Bacalar, Mahahual, donde todo cambió a partir de que llegó un Crucero, o la propia urbanización de Mérida, que parece ya inevitable ¿Cómo se puede soportar ambientalmente los movimientos de las personas a estas regiones donde se instalará el proyecto?
—Son dos instrumentos que nosotros tenemos que hacer cumplir: las Manifestaciones de Impacto Ambiental para proyectos grandes, estoy hablando de una minera a cielo abierto, una granja porcícola, con 100 mil cabezas, fraccionamientos, hoteles, y edificaciones grandes. Ahí es donde tiene que entrar la secretaría con toda su normatividad y hacer toda una revisión de si aguanta o no el proyecto.
El otro que estamos visualizando en los cinco estados que están dentro del Tren Maya -Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Es un ordenamiento territorial con un componente ecológico. Es que ya se firmó es regional. después de eso tocan los ordenamientos estatales, algunos los tienen, pero no todos lo tienen bien.
Lo importante es que a partir del Artículo 115 pueda quedar un ordenamiento territorial ecológico, que son de las cosas nuevas que estamos haciendo como federación. Están los planes urbanos, que trae Sedatu. También está el nuestro, que es el ordenamiento ecológico. Pero no coinciden el urbano con el ecológico. Entonces, algo que estamos instrumentando entre Sermarnat y la Sedatu es que se trabaje un ordenamiento urbano y ecológico, con un modelo participativo. ¿Qué es lo valioso de esta herramienta? Que si lo hacemos participativo quienes tengan el conocimiento de la parte técnica, quienes hagan valer ese instrumento sea la ciudadanía. La ciudadanía necesita saber cuál va a ser su reservorio de vida y su reservorio de vida va a hacer siempre el agua
Los ordenamientos ecológicos existen desde 1996. El primer ordenamiento lo tiene Valle de Guadalupe, en Ensenada, que quedó muy bonito, pero no lo instrumenta. Ahí tienen una presión tremenda porque están llegando inmobiliarios no solo nacionales, sino que también internacionales. Están haciendo una gran disco, tipo Tulum, con fraccionamientos. No va a aguantar el Valle de Guadalupe, porque el problema también es el agua. Y además, la gente quiere conservar la vocación agrícola. Quieren hacer lo que siempre han hecho, dedicarse a la agricultura, a los viñedos a los olivares, de eso viven y tampoco son los súper empresarios. Desde la Secretaría de Medio Ambiente tenemos que impulsar que ese ordenamiento tenga una modificación y que tenga un instrumento participativo, que no quede solo en manos de las autoridades locales, porque si no cada tres años entra uno y hay intereses, entonces, no puede ser así. Tienen que ser un instrumento que esté en manos de la ciudadanía.
En Campeche, en Calkiní se acaba de tomar protesta del Comité Territorial Urbano Ecológico y Participativo. El primero fue el de Cuetzalan, Puebla, y no es que de gusto decirlo, porque de casi 2 mil 500 municipios ¿que solo haya dos? El planteamiento nuestro es que en el Tren Maya, los 41 municipios puedan tener ese instrumento legal, basado en el 115 pero que quede de manera participativa, que les puede fortalecer.
—¿Esto está previsto como para en qué tiempo?
—Lo que nos lleva un instrumento de esto… 14 meses. Lo que yo veo como una gran ventaja es que acaban de cambiar las autoridades municipales, aquellas autoridades que sí quieran a nuestro pueblo va a aceptar un instrumento de estos, porque le deja un legado a sus ciudadanos. También tenemos la otra cara, por ejemplo, el Ordenamiento Ecológico que quiso sacar Tulum el día Jueves Santo, que es un instrumento que técnicamente no pasa. Entonces nos fuimos a controversia institucional con Tulúm, que es la primera vez que pasa esto.
— ¿Semarnat entró en controversia con el municipio?
—Nosotros no aceptamos el ordenamiento ecológico de Tulúm, pero recuerden que los municipios se regulan por el 115, nosotros somos federación. Entonces se fueron ellos al amparo, nosotros nos fuimos a controversia. Y lo logramos parar, eso es histórico. Y ese mismo instrumento que les estoy platicando vamos a ocupar en Puerto Vallarta, por todo lo que ha sucedido con conchas chinas y toda la desgracia que es Puerto Vallarta. También en la parte de la cuenca, en Bahía de Balderas. El planteamiento es hacer estos ordenamientos ecológicos en lugares estratégicos, como en los pueblos Yaquis, también acá en el Valle de Texcoco.
—A ver si estamos entendiendo: ¿Es un instrumento que le da a la gente para pelear en caso de que el gobierno quiera hacer algún tipo de proyecto…
—Recuerden que en la zona nororiental del Puebla hubo mucha presión por parte de algunos megaproyectos y los pudimos parar a través del mapeo que teníamos de las unidades de gestiones ambientales por el ordenamiento que habíamos sacado que está soportado por el 115. Y el planteamiento nuestro, como federación, es no permitir que pasen esos instrumentos ecológicos cuando están cargados de la parte urbanística pero inmobiliaria.
—Además de los desarrollos turísticos que otro tipo de negocios saben ustedes que se instalarán alrededor del Tren Maya. Por ejemplo, nos decían que en Palenque la estación estaba conectada a una plantación de palma africana
—Lo de la palma africana, esto lo digo como agrónoma, es una desgracia porque compacta el suelo y como a los 10 años ya no puedes seguir ocupando esa misma palma porque es difícil para la cosecha, entonces tienen que volverla a quitar, pero ya te compactó el suelo; lo deja como un ladrillo. Y de esto soy testigo, por ejemplo, en Palenque varios de Sembrando Vida tenían la parcela sembrada con palma africana. Sí es un sistema que deteriora mucho al suelo, te lo deja como bloque, compacto y duro. Cuando llueve ya no filtra como debería filtrar, en el paquete tecnológico de los primeros años de la palma tienen que ver con esta cuestión de agroquímicos que decíamos. Todas las escorrentías a donde llegan a parar, primero a algunas partes de los pantanos de Centla. Yo considero que deben estar ligados con las muertes de manatís. Es todo un tema. El estado de Chiapas quitó un buen pedazo de la Selva Lacandona para meter palma de aceite. Ahorita si vas a la selva vas a ver un montón de palma de aceite, ya no está pequeña, ya es grande. Desde mi punto de vista es un sistema nada ecológico.
—Parece que el Tren Maya no es el único riesgo. Porque están los parques eólicos, los parques solares, las granjas de cerdos, la palma, hay toda una estructura que llegó antes a la Península y que ya están ahí ¿Qué le toca hacer a la Semarnat con todos estos negocios que están alrededor?
—Primero es regular lo que ya tenemos. Por ejemplo, la palma de aceite, que es un cultivo que se incentivaba desde los gobiernos. ¿Qué es lo bueno del sureste? Sembrando Vida. Prácticamente las 500 mil hectáreas quedaron en el sureste: 200 mil en Chiapas, 150 mil en Tabasco, 50 mil en Campeche y entre Quintana Roo y Yucatán otras 50 mil y Veracruz 150 mil. Y ahí es donde entra lo que está haciendo la población. La gente que tenía la palma de aceite la empieza a reconvertir a un sistema agroforestal que puede ser cacao, hule, café; dependiendo el sistema que tenga, pues ya está pasando un cambio. Estamos hablando de más de medio millón de hectáreas puestas en el sureste del país, directamente con la gente.
—¿Qué tan rápido se hace ese cambio?
— Al final de cuentas son plantas. Las plantas de café empiezan a ensayar a los tres años. Entonces el planteamiento que hizo el presidente para Sembrando Vida es que él quería ver al menos un ciclo completo, desde que lo siembras hasta que lo pasas a plantación y te fructifica. En el caso del café, en 3 o 4 años ya se está haciendo, en el caso del cacao también son tres años, sí son sistemas que se pueden hacer y que sí se vean cosechas redituables para el 2023-2024.
La otra que hicimos en Sembrando Vida es que una hectárea (de 2.5 que tiene cada sembrador) se utilice para el sistema milpa: maíz, frijol, calabaza, hortaliza, para que todo lo que tenga que ver con los alimentos de primera necesidad la familia los tengan ahí. Porque muchas veces se incentivó a que la gente mejor se fuera a la tiendita y comprara el maíz y frijol y no lo produjera porque salía más barato. ¿Pero qué tipo de maíz? Mínimo es híbrido, pero seguramente transgénico. Este cambio ha tenido que ver con lo que dice el presidente: nos dimos cuenta, con covid, que no somos una población saludable. Y que lo que nos estamos llevando a la mesa no es lo mejor.
Eso si lo cuidamos bien: un sistema milpa que camine, no el famoso y «tumboyquema», porque con ese también incentivas a la quema y la deforestación. Sino una milpa que tenga que ver con la agroecología, Eso si se cerró bien en el norte de Chiapas, por ejemplo, donde pegó muy bien y ya se está haciendo ese intercambio de maíces criollos, porque están produciendo más y logramos que no solo el maíz blanco entrara a Segalmex, sino que entraran los maíces de colores porque en este país los maíces son de colores. Y eso lo logramos en el primer año de Sembrando Vida porque la milpa es cada seis meses, y también tener hortalizas que no solo consume la familia, que ya está haciendo una sobreproducción y ya se puede vender. En varias parcelas de tabasco se están haciendo entregas para la capital o las ciudades un poquito más grandes.
—¿Qué podría hacer el gobierno para que los beneficios del Tren Maya los reciba la gente y no desarrollos turísticas o grandes potentados?
—El planteamiento que tiene el presidente es que se pueda trabajar de forma institucional, donde muchas dependencias apoyen en territorio a la gente donde están los proyectos. Por ejemplo, en el Tren Maya, está la Secretaría del Bienestar que está con el programa Sembrando Vida, que está a lo largo y ancho de los diferentes ejidos. Está la Secretaría de Educación Pública a través de las universidades Benito Juárez. Los ordenamientos territoriales en esos 41 municipios, con los ejidos que pasan ahí tenemos que empezar a hacer los ordenamientos comunitarios. Estamos hablando que también se democratizan procesos, y es ahí podemos empezar a cuidar lo que pasa en esos espacios. Eso es lo fundamental.
—¿Qué riesgos o qué retos ve en el proyecto?
—Dentro de la ruta del Tren Maya hay lugares bellísimos y paradisiacos, pero no para vengan otros que construyan y se hagan del recurso y el dinero. Y dejen a la gente siendo camarera. No, es ahí donde está nuestra responsabilidad de cuidar eso, y lo cuidas a través de crear instrumentos como la democratización, la conciencia y la ciudadanía
El caso de diferentes ejidos que pasan por Campeche, estamos planteando hacer un corredor biológico empiezan a entrar los ejidos que tienen esa vocación forestal. Los ejidos tienen parcelas de uso común que normalmente se encuentran conservadas. Si las vamos aglutinando las podemos tener como corredores biológicos, que no son están como tal en un Área Natural Protegida, pero empezamos a tenerlas como un área natural destinada también a la conservación. Y podemos impulsarlas con programas ambientales como el programa de servicios ambientales que trae Conafort, que es un programa directo, que va al ejido, que sirve para la formación, capacitación. En los lugares que ya están muy deforestados podrían entrar otro tipo de programas de restauración ecológica y afortunadamente a lo largo del trayecto hay muchos compañeros que están en Sembrando Vida. Eso te ayuda porque ya están haciendo agroecología, porque ya están haciendo un sistema agroforestal. Después de eso vamos a tener que hay cosas para consumo y hay cosas que tienes que vender, por ejemplo, el café; Si uno siembra solito su café no lo logra, pero si son varias personas sí lo logran. Ahí es cuando empezamos a hacer la cuestión de la economía social y solidaria.
—¿Y se está haciendo?
— En Campeche lo vamos a empezar a hacer. Un trabajo a nivel de territorio que pueda fortalecer economías locales, las economías locales tienen que ver con la economía social y solidaria, lo que tiene que ver con el cooperativismo.
—Pero para que eso funcione tienen que estar todos en el mismo canal…
—Sí hacer una apuesta, pero tiene que ver con la identidad que tú tengas en tu territorio y en tu espacio. Y también con una forma de entender la propia vida. Por qué estamos hablando de la misma inercia de lo que se entendía como desarrollo.
—Hay una preocupación por la disminución del presupuesto a Conamp y el cambio en Conafor, con la salida de Castaños
—En el caso de Conamp, que hubo un momento en que ya parte del recurso se ocupaba para muchos estudios, a través de terceros, pero no es algo que veas directamente ahí, donde la gente esté viviendo. A mí me tocó quitar un fideicomiso que tiene que ver con una remediación ambiental de un lugar donde se contaminó en Salamanca, lo crearon en el 96 y nunca ocuparon un peso para hacer esa remediación. En el caso de las ANP el planteamiento nuestro es hacer sinergia. Estamos impulsando mucho dos programas que van directamente con la gente, a trabajar en los ejidos, en las comunidades a hacer grupos de trabajo consolidados, cooperativas. En el Alto Golfo de California, este año salieron 61.
Es un cambio de visión. ¿Qué me encontré en las Áreas Naturales Protegidas? la verdad, es gente con mucha mística, con ganas de hacer las cosas, encontramos un equipazo y con ellos estamos trabajando un proceso que está bellísimo de educación popular. Porque a ellos no hay que convencerlos de que el agroquímico es malo. Yo si he encontrado muy buenos aliados. Ese es como un ruido que se trae con la elite ambientalista de acá, pero a nivel local yo he encontrado aliados en las ANP y gente que ahorita está ayudándonos a instrumentar la educación popular.
— ¿Terminarán?
Es un ejercicio de hacer ciudadanía. Quisiéramos ir a más rápido, no podemos. Pero ya tenemos ahí condensado qué es lo que tenemos que apuntalar, vamos a trabajar en zonas federales marítimas, estamos poniendo orden. Hicimos una primera delimitación, histórica, en Tulúm, porque también es una desgracia. Hay negocios hasta en el Parque Nacional que es zona federal. Entramos en otros lugares, lo de las presas de jales, tratando de poner orden, en lo que ya está.
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