12 enero, 2023
La alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, justifica el retiro forzado de personas sin vivienda con una supuesta recuperación de espacios públicos que viola sus derechos humanos
Texto y fotos: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO.- Decenas de personas uniformados con chalecos de la alcaldía Cuauhtémoc llegaron la mañana de este jueves a desalojar a las personas que vivían afuera del Metro Hidalgo.
“No somos basura ¿por qué nos quitan así?”, dijo Gaby mientras miraba indignada como “limpiaban” con un gran chorro de agua el lugar en donde pasaba la noche.
Sandra Cuevas cumplió su palabra y se presentó desde temprana hora afuera de la estación del Metro Hidalgo para grabar el video que anuncia el desalojo de la población callejera que habitaba en esa zona.
Después de barrer con agua el espacio, los trabajadores colocaron unas cuantas plantas, quienes fueron obligados a retirar rápidamente sus cosas miraban indignados y con mucho enojo las acciones de la alcaldesa pues, lamentan, no tienen a dónde irse.
Mediante un comunicado emitido el pasado 28 de diciembre de 2022 por el gobierno de la alcaldía Cuauhtémoc indicó:
”No se permitirá que nadie se adueñe de los espacios públicos que le pertenecen a toda la Ciudad de México y a los habitantes de la Alcaldía Cuauhtémoc”.
De acuerdo con el gobierno capitalino, la alcaldía Cuauhtémoc concentra históricamente el 60 por ciento de las personas en situación de calle de la ciudad.
Antonio es alto y delgado, tiene ojos claros y vive en la calle. Anda sin playera con un jalador en una mano y en la otra sostiene una botella de pet con una mezcla de jabón líquido, limpia parabrisas en la avenida Hidalgo.
Ha hecho de la calle su hogar. Desde temprana edad ha vivido en la zona como sus demás camaradas. “Llevo aquí más de 15 años, me mataron a mi mamá. Ella era trabajadora sexual y me la mataron. No me da pena decirlo porque ahora sí que cada quien consigue el pan como puede, ¿no? Y ella veía la forma para mantenernos, pero me la mataron, desde ahí la calle ha sido mi hogar y estos carnales, mi familia”, dice el joven que ofrece a los conductores limpiar el vidrio de su auto.
El joven de 29 años y quienes habitan a la salida del Metro Hidalgo en avenida México-Tenochtitlán y la calle de Guerrero ya habían sido sorprendidos por gente de la alcaldesa Cuevas para pedirles que retiraran sus pertenencias de la acera con el argumento de que estorbaban el paso peatonal.
“Llegaron policías en dos camionetas y nos dijeron que nos teníamos que quitar pero les dijimos que no”.
Luego de la negativa rotunda de irse al albergue Coruña, los servidores públicos les pidieron mover sus cosas hacia un espacio de tierra, es decir dejar libre la banqueta para los transeúntes, al go que, según indicó el comunicado de prensa de la alcaldesa, “ratifica el total y absoluto respeto a los Derechos Humanos para garantizar la seguridad de los habitantes y visitantes de la demarcación”. Algo que, sin embargo, es un falso conflicto.
“No hay conflicto entre los derechos de la ciudadanía y los derechos de la población de calle. No puedes hablar de los derechos de unas personas y olvidar los derechos de las otras”, explica Luis Eríque Hernández, director del Caracol, asociación civil que trabaja con niños y niñas, jóvenes, hombres y mujeres, y personas con discapacidad que viven en las calles de Ciudad de México, quien señala que es un falso conflicto porque los derechos no se pueden contraponer.
Explica que quienes sobreviven en las calles no violentan los derechos de otras personas, ya que terminan en las calles por una serie de violaciones a sus derechos, en su mayoría desde muy temprana edad. Enfrentan la desprotección del Estado porque enfrentan temas de falta al derecho a la salud, a la identidad y que de manera cotidiana viven distintas violencias por parte de las autoridades desde hace mucho tiempo. “Que estén en la calle, no violenta los derechos de otras personas, eso no es real”, reitera.
De acuerdo con las distintas recomendaciones emitidas por la Comisión de Derechos Humanos las cuales establecen que es obligación del Estado mexicano, en este caso del gobierno de la Ciudad de México y de las alcaldías, diseñar programas que garanticen los derechos humanos y la protección al derecho a la vida, a la justicia, a la salud, entre otros, de las personas que viven en exclusión.
Desde el pasado 28 de diciembre de 2022 cobijas, bolsas negras, ropa y sus mascotas pertenecientes a este grupo de personas que habita frente al jardín San Fernando, fueron movidas para “no estorbar”.
Con carteles dirigidos hacia la alcaldesa Cuevas, manifestaron su inconformidad y cerraron la calle Guerrero.
“Sandra Cuevas queremos respeto al lugar donde vivimos y una solución, atte. chavos de la calle”. Pidieron en cartulinas naranjas.
Tres días antes del desalojo de este jueves, Pie de Página visitó a las personas afectadas para conocer su opinión.
La “Jefa”, el “Gallo” y Gaby desayunan taquito de huevo, me ofrecen pero ya he desayunado, así que les agradezco.
“La esa Cuevas pasó por aquí en un carro, ahora que andaba regalando dulces por Día de Reyes y nos gritó desde su carro: ‘¡Los voy a quitar!’», asegura “la Jefa” mientras agarra una tortilla más con huevito.
Desde el pasado 28 de diciembre en que les hicieron mover sus cosas ya no les habían dicho nada sobre retirarlos permanentemente, hasta la mañana de este jueves. Se habían percatado que la gente de Cuevas acudía en distintas horas del día para tomarles fotos.
“El gobierno tiene un chingo de casas solas, de que las tenga ahí abandonadas, mejor que nos dé una. No la queremos regalada, nosotros trabajamos y entre todos podemos pagarla”, dice la “Jefa”, una de las mujeres que también duerme en la calle con uno de sus hijos.
Las chicas comparten que no desean ir al albergue porque ya lo conocen y están en pésimas condiciones quienes viven ahí, de acuerdo con lo que han visto. “Tratan muy mal a la gente, por eso no nos vamos para allá”, indicó la “Jefa”.
Luis Enrique Hernández explica qué es la “limpieza social”. Cita a la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, que señala en la recomendación 23/2009 qué es el retiro forzado de las personas sin que haya una orden de un juez y aunque en México no está vinculada con hechos de sangre como en Brasil, Colombia o Guatemala, el retiro forzado atenta contra la dignidad y la integridad de las personas.
El Gallo, La Jefa y Gaby piden respeto a esa parte de la sociedad que los mira por debajo del hombro.
“La vida da muchas vueltas y no sabemos cuándo nos tocará estar abajo”, dice “la Jefa”
“Queremos respeto de la gente, nadie sabe lo que se sufre en la calle. No somos víctimas, estamos aquí por necesidad”, continúa el “Gallo”, un hombre de 38 años.
De la misma forma agradecen a quienes se solidarizan con ellos y les donan artículos de aseo personal, comida, ropa y cobijas que son tan necesarias en ésta época fría del año.
Un ejemplo de generosidad lo dan los enfermeros de una clínica particular ubicada en Naucalpan. Personal de enfermería Abraham González, Guadalupe Trejo, Areli Vázquez y la doctora Carla Olivo, en memoria del doctor Vega quien falleció recientemente, llevaron ropa que entregaron amorosamente a el Gallo, la Jefa, Gaby y a quienes se enteraron de la donación.
“Hay gente con necesidad y hay que dar amor y ayuda”, señala la doctora.
Después de revisar con detenimiento la ropa, para tomar exclusivamente lo que les quede y dejarle a alguien más lo que no, los tres regresan contentos a su esquina.
“Vivimos en la calle pero no somos mugrosos, sí nos bañamos, trabajamos, limpiamos nuestro espacio, porque aunque sea la calle, es nuestra casa”, indica Gaby de 35 años de edad, quien insiste en dejar claro que sí se bañan pues pagan 70 pesos para irse a bañar en las regaderas públicas, pero cuando no logran reunir mucho dinero por los parabrisas que limpian, prefieren destinar sus ganancias a la comida que al aseo.
De haber tenido la oportunidad de estudiar, a Gaby le hubiera gustado ser veterinaria y se le nota su amor por los animalitos. Ella duerme junto a su perrita “Güera”, pero también cuida “a Rayas” y a “Deysi”, perritos que han adoptado. La “Jefa” dice que ya está tramitando su acta de nacimiento porque su “tirada” en este 2023 es estudiar desde la primaria para terminar la carrera de derecho penal y pelear por una casa que, indica, le quitaron.
El problema verdadero es que no existen programas ni acciones que permitan la integración de este sector de la población.
“¿Por qué la señora esa, la tal Cuevas, no nos da una oportunidad? En lugar de que nos corra de aquí, mejor que nos apoye, muchos no saben leer ni escribir, que nos mande a alguien que nos enseñe, a los del INEA, o que nos den algún curso en donde podamos aprender un oficio y podamos dedicarnos a otra cosa. Pero la verdad es que no le interesamos, sólo quiere corrernos de aquí”, dice indignada Gaby.
Con esa reflexión final, que más bien suena a un mensaje directo para la alcaldesa, nos despedimos y yo quedo en volver. El “gallo” estira la mano y desde lejos me grita mientras entro al Metro: “no nos olvide”.
Me marcho pensando que se debe tener muy poca empatía para olvidarse de ellos o para pensar que la gente que habita en las calles, tiene menos derechos que los transeúntes.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
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