Sacando madera y otros productos de los bosques y selvas, entrando en ellos por su belleza y por el futuro que nos ofrecen habremos hallado una de las claves para tener un mañana más próspero en el que el planeta se recupere y, con él, nosotros mismos. Apoyar a quienes los habitan y aprovechan es un paso fundamental para ello
Por Eugenio Fernández Vázquez / X: @eugeniofv
En un contexto como el mexicano, en el que los bosques y selvas han estado poblados desde hace siglos, lo mejor que les puede pasar es que haya motosierras en ellos, siempre y cuándo esas motosierras las usen las comunidades que las habitan, siguiendo un plan de manejo, con una buena relación con el mercado y respetando las salvaguardas ambientales necesarias. Eso se llama silvicultura comunitaria, México es uno de sus bastiones a nivel mundial y urge un esfuerzo gubernamental de gran calado para fortalecerla y rescatarla después de muchos años en el abandono.
La superficie y la salud de los bosques responden a las presiones que reciban desde afuera y la fuerza que, desde dentro, se encuentre para su defensa. Si el valor de los terrenos que ocupan o de los productos que albergan es mayor que lo que pueden ofrecer sanos y en pie, los perderemos ante la agricultura, la ganadería o la depredación de las madereras. Si, en cambio, hay quien pueda aprovechar el enorme valor que ofrecen, manteniéndolos como una fuente permanente de productos y servicios ambientales, entonces permanecerán en pie para deleite de todos y para darnos una vida mejor.
En contextos como el mexicano, donde pareciera que el Corrido de Guanajuato y aquellos versos por los que “la vida no vale nada” se han hecho una forma de vida para gran parte de la población, esto puede ser difícil. La urgencia de convertir la madera en valor ha llevado a la degradación de gran parte de los bosques y selvas del país. Las extorsiones del crimen organizado han llevado a la quiebra de empresas comunitarias y ejidales dedicadas a aprovechar y conservar los bosques. La presión del cultivo de forrajes y la cría de reses ha llevado a que perdamos las selvas del sur y del sureste por decenas de miles cada año.
Esto ha sido posible por una combinación de impunidad rampante, por la que la deforestación —el cambio de uso del suelo de bosques y selvas es ilegal en México— y el crimen organizado no se castigan casi nunca; por los recortes y el abandono de la Comisión Nacional Forestal, y por una regulación onerosa y pesada, que se ha visto agravada por el terrible rezago administrativo que arrastra la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, incapaz de castigar a quien desmonta, pero muy rápida para impedir el aprovechamiento de los recursos maderables por sus legítimos dueños y poseedores.
La salida, por lo pronto, es clara. Las dependencias a cargo de la regulación de bosques y selvas —en forma muy relevante la Dirección General de Gestión Forestal, Suelos y Ordenamiento Ecológico y la Dirección General de Impacto y Riesgo Ambiental— deben asumir el impulso a la silvicultura comunitaria (claro, con orden, rigor y respeto por la ley) como una prioridad, en lugar de poner el énfasis en el papeleo. El desarrollo forestal sustentable es materia de primerísima necesidad y no puede seguir sufriendo las incapacidades de la burocracia ambiental. La Comisión Nacional Forestal debe recuperar su presupuesto, pero sobre todo debe dejar de operar tras la ventanilla y salir al territorio. Otras secretarías —la de Economía, por ejemplo, pero también las encargadas de la seguridad— deben asumir también la protección de estas industrias como una responsabilidad propia y como un asunto urgente.
En general, lo mismo el gobierno federal que los gobiernos locales deben darse a la tarea de convertir a las comunidades que habitan en los bosques y selvas en comunidades forestales, que los cuidan, los aprovechan y viven de y con ellos. El país entero debería entenderse también como un país rico en esos recursos forestales y orgulloso de sus silvicultores.
Sacando madera y otros productos de los bosques y selvas, entrando en ellos por su belleza y por el futuro que nos ofrecen habremos hallado una de las claves para tener un mañana más próspero en el que el planeta se recupere y, con él, nosotros mismos. Apoyar a quienes los habitan y aprovechan es un paso fundamental para ello y para que México no viva junto con los bosques, sino con, por y para ellos.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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