La mujer que representó al gobierno más progresista del país duerme esta semana en la cárcel acusada de proteger un esquema de saqueo del erario. De sus años como militante de izquierda sólo quedan las fotos de Mao en su cuenta de Instagram y algunos amigos que no quieren hablar. ¿Cómo fue la transformación de un emblema de la lucha social y feminista a representante de uno de los gobiernos más corruptos de las últimas décadas?
Texto Andro Aguilar y José Ignacio De Alba
Fotos: Cuartoscuro
Asistida por uno de sus seis abogados, Rosario Robles Berlanga desciende de su BMW que conduce el litigante Julio Hernández Barros. Atrás, otra camioneta tipo Suburban los escolta. Es el 8 de agosto de 2019, fecha de la primera audiencia en el Reclusorio Sur para enfrentar las acusaciones de ejercicio indebido del servicio público.
Robles porta un elegante vestido blanco con olanes, el mismo que vistió en octubre en su comparecencia como secretaria de Desarrollo Territorial ante la Cámara de Diputados. Y calza unos zapatos que cuestan más de 13 mil pesos, de acuerdo con versiones periodísticas.
La imagen es muy distinta de otra, ocurrida casi medio siglo antes: el 17 de enero de 1974, cuando una Rosario Robles de 17 años, rodeada de otros estudiantes, trabajadores y académicos reclama en la explanada del Colegio de Ciencias y Humanidades Naucalpan por el despido de un empleado de su escuela. Y otras imágenes de ese mismo año, como la del 14 de junio, cuando junto con su hermano Francisco encabezó el cierre de la Facultad de Economía de la UNAM; para exigir la destitución de la directora.
El espionaje que la Dirección Federal de Seguridad le hizo de 1974 a 1979 como documenta El Universal describe a la joven Rosario como acompañante de una huelga laboral en Guerrero, defensora de planes de estudio de corte marxista, opositora a la rectoría de Guillermo Soberón o al frente de contingentes en marchas para conmemorar la matanza del 68 y el Halconazo.
La Rosario de ahora, a sus 63 años, en nada se parece a la activista universitaria que, con una base ideológica maoísta, quería cambiar este país.
Tampoco tiene nada que ver con la sonriente Rosario Robles que en 1997 se convirtió en la primera mujer fuerte de la capital del país, al ser nombrada por Cuauhtémoc Cárdenas secretaria general de Gobierno… del primer gobierno de izquierda en México.
“A lo que le tengo terror es a convertirme en una política tradicional, de las que piensan que han hecho todo muy bien”, le dijo entonces al periodista Arturo Cano, en una entrevista para La Jornada.
Tras cursar su educación básica en colegios católicos, proveniente de Echegaray, un barrio de clase media en el municipio de Naucalpan, Rosario Robles entró a la UNAM, primero al CCH Naucalpan y luego a la Facultad de Economía, donde conoció a dos maestros que después serían sus esposos: Saúl Escobar (secretario del Trabajo de la capital con Cuauhtémoc Cárdenas) y Julio Moguel, su compañero durante varias décadas y el padre de su única hija, Mariana.
En la Facultad de Economía, Rosario Robles se graduó, dio clases y se incorporó al sindicato de la UNAM, en una corriente dirigida por el actual alcalde de Iztacalco, Armando Quintero, donde destacó entre el predominio de hombres. Cuentan que le llamaban La Hormiga Atómica, por la energía que tenía en un cuerpo de metro y medio.
En esos días participó en la creación de la Organización de Izquierda Revolucionaria-Línea de Masas, donde ocupó una dirigencia en la Ciudad de México, y en 1988 en la del Movimiento al Socialismo impulsado por Adolfo Gilly, Imanol Ordorika, Carlos Imaz, Antonio Santos, Ricardo Pascoe, Pedro Peñaloza y Armando Quintero. Era parte de uno de los proyectos que nutrirían al Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Su tesis de maestría en desarrollo rural (por la UAM), Voces de las mujeres de Ixmiquilpan, le valió una medalla al mérito universitario.
En 1987, Julio Moguel llevó a Rosario a una cena con Cuauhtémoc Cárdenas y su hijo Lázaro en casa de Óscar Pintado.
Así inició relación política de Robles con Cárdenas y se consolidó, cuando un grupo de universitarios –el que venía del MAS– promovió la candidatura de Cárdenas y luego, ya en la campaña, con el acto de Ciudad Universitaria que derivó en la declinación de Heberto Castillo en favor del ingeniero.
Cárdenas estaba a punto de deslindarse de su militancia en el PRI y competirle la Presidencia de la República encabezando el Frente Democrático Nacional que fue la semilla para fundar el PRD, un año después de las controvertidas elecciones de 1988.
Quienes conocen de cerca la historia aseguran que su mayor relación fue con Amalia Solórzano viuda de Cárdenas, la madre del candidato, quien le tomó mucho afecto a la joven política.
En todo caso, Cuauhtémoc Cárdenas representó para la izquierda la entrada a la vida partidista del sistema electoral. Años más tarde, en 1994, el PRD consolidaba triunfos para la izquierda, entre ellos el de Rosario Robles, quien en ese año se convirtió en diputada federal.
Tres años después, en las primeras elecciones locales de la capital del país (antes era una Regencia del gobierno federal) Cuauhtémoc Cárdenas se convirtió en el primer gobernante de una entidad postulado por un partido de izquierda.
A más de uno sorprendió cuando, al nombrar a su gabinete, designó en el segundo cargo en importancia del gobierno de la ciudad a Rosario Robles.
Un funcionario saliente dice: “Lo difícil de andar en bicicleta no es pedalear, sino mantener el equilibrio. Los izquierdistas del PRD saben pedalear, pero nunca han dejado de hacerlo, nunca han gobernado, y se pueden caer de la bicicleta” ¿Qué opina de esa expresión?
—Los de izquierda hemos aprendido a vivir en la pluralidad y con la tolerancia. Pasamos de las definiciones sectarias a convivir con expresiones muy diferentes a las nuestras, a convivir en el PRD con proyectos que tenían otro origen y hemos tenido un aprendizaje muy importante para ser gobierno. Otra ventaja es la frescura. Llegar al poder sin estar atados a intereses ni a los patrones tradicionales de hacer política, de los cuales la gente ya está cansada.
(Rosario Robles, secretaria de Gobierno del DF, en entrevista con Arturo Cano en La Jornada, 1997).
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La carrera política de Rosario Robles dio un vuelco al llegar a la secretaría de Gobierno. Solía decir que había llegado la frescura y la mezclilla al poder. Y comenzó a acuñar una frase que ha repetido muchas veces: “tengo las faldas bien puestas”.
En agosto de 1998, cuando Cuauhtémoc Cárdenas pidió licencia para contender por la presidencia, Robles fue aceptada por los perredistas como natural para sucederlo.
Desde el gobierno de la ciudad impulsó políticas progresistas como la despenalización del aborto (llamada por sus detractores Ley Robles), llenó el zócalo de conciertos gratuitos, instauró el transporte nocturno y lideró causas feministas. Su imagen pública era mejor que la del propio Cárdenas, aunque ya desde entonces muchos empezaron a cuestionar el derroche que hacía en su promoción personal.
Un par de entrevistados para este trabajo, que aceptaron hablar sin ser mencionados, dicen que fue entonces cuando comenzó a distanciarse de sus antiguos compañeros de batallas. Internamente, dicen, era “soberbia, terca, y hasta déspota”.
Pero lo más delicado comenzó a conocerse con el cambio de gobierno. En su libro Con todo el corazón ella asegura que apoyó a Andrés Manuel López Obrador para que llegara a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en 2000. Entre los funcionarios que entraron hubo versiones de un desaseo en las finanzas de su administración. Pero las denuncias no se formalizaron.
En 2002, Robles se convirtió en la presidenta nacional del PRD, y desde ahí aspiraría a ser la primera mujer presidenta del país. Pero en pocos años su carrera dentro del partido quedaría truncada, y su vida personal daría un giro de 180 grados.
Para entender la relación entre Rosario Robles y Andrés Manuel López Obrador hay que regresar esta historia a 1996, cuando el tabasqueño le ganó a Heberto Castillo y Amalia García la contienda interna para dirigir al PRD y nombró a Rosario Robles como secretaria de Organización del Comité Ejecutivo Nacional perredista.
La mancuerna AMLO-Robles y la candidatura de Cárdenas en el entonces Distrito Federal llevaron al joven partido de izquierda a convertirse en la segunda fuerza política de la Cámara de Diputados en 1997.
A Robles se le adjudica la creación de las Brigadas del Sol, en las que jóvenes recorrían la capital para empadronar a sus habitantes en las listas de programas sociales y eventualmente sumarlos a su base electoral.
Este modelo organizativo es el mismo que años después, ya como priista, Robles intentó aplicar para la Cruzada contra el Hambre de Enrique Peña Nieto. Y es también la fórmula aplicada por el actual gobierno de López Obrador para crear su ejército de “Siervos de la Nación”.
“Ellos se conocen demasiado bien y conocen muy bien cómo organizar estas bases electorales”, dice un operador que conoció esa etapa de cerca y que asegura que Robles realmente nunca fue la operadora, sólo era la que capitalizaba el trabajo de otras personas que se mantienen cerca del presidente.
Varios entrevistados ubican desde entonces una suerte de “pique” entre ambos políticos que a la luz de lo que ocurrió después terminó en mutuas acusaciones de traición.
En 2003, Televisa presentó una serie de videos donde aparecieron importantes perredistas y funcionarios del Distrito Federal como René Bejarano y Carlos Imaz –exesposo de Claudia Sheinbaum- recibiendo dinero en efectivo de un empresario ligado sentimentalmente a Rosario Robles.
El rompimiento era inevitable. El jefe de Gobierno fue implacable en su deslinde con todos los involucrados. Rosario renunció al PRD.
Julio Moguel y Rosario Robles se casaron un 13 de marzo de 1993, después de vivir 17 años juntos.
Se habían conocido en una conferencia que él dio en el CCH Naucalpan, cuando ella cursaba su último año de bachillerato, y se reencontraron años después en la Facultad de Economía, cuando él fue su profesor y ella ya estaba divorciada de su primer esposo, Saúl Escobar, quien también había sido su maestro.
Ella diría después que desde el CCH decidió que se casaría con Moguel. Su relación, sin embargo, nunca fue sencilla. Él era un hombre celoso y ella siempre llamó la atención por su personalidad. Duraron casados una década, hasta la aparición en su vida del empresario Carlos Ahumada.
En el año 2000, el mismo en el que López Obrador se convirtió en jefe de Gobierno de la capital, el delegado de Iztapalapa, Ramón Sosamontes, presentó a Rosario Robles con el empresario Carlos Ahumada.
Dos años después, ya como dirigente nacional del PRD, la mujer estaba en busca de fuentes de financiamiento para las campañas electorales; por su parte, Ahumada buscaba contratos con el gobierno local para ganar dinero en el ramo de la construcción. Este vals empezó por necesidad y acabó en un amargo romance.
Ahumada deslumbró a Robles con las excentricidades de un millonario, en alguna ocasión el empresario organizó un viaje sorpresa en el que Robles abordó un jet privado que aterrizó en República Dominicana, luego un helicóptero la llevó al paradisiaco Punta Cana: lo que encontró la dirigente del partido fue un camino de velas que conducía a una mesa para cenar con el empresario.
La estudiante maoísta de la UNAM quedó en el pasado. Después de Ahumada nada volvería a su lugar.
Andrés Manuel López Obrador está convencido de que los videoescándalos fueron parte de un complot orquestado por Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos para minar su candidatura presidencial de 2006.
Los videos fueron grabados por el propio Carlos Ahumada en sus oficinas, pero el hombre decidió entregar las cintas al abogado Juan Collado –ahora detenido por operar una red financiera ilegal-. Según él, decidió exponer a los funcionarios debido a que el gobierno de la capital estaba cancelando contratos con su constructora Quartz. Collado entregó las grabaciones a Carlos Salinas.
En el sálvese quien pueda en el que se convirtió la novela Ahumada-Robles, lo único que queda claro es que a él poco le importaba la suerte de la entonces presidenta nacional del PRD.
El propio Ahumada ha dicho que fue utilizado por Fernández de Cevallos y Salinas de Gortari.
En su libro Derecho de Réplica el empresario describe a Rosario Robles como una mujer que “estaba obsesionada con ser presidenta de la República” y relata “una de las escenas más impactantes que he visto en mi vida”: una cena en la casa de Carlos Salinas a la que asisten Robles y Ahumada; los comensales pasan a la biblioteca donde el expresidente tiene una colección de condecoraciones y fotografías. Antes de despedirse, ya un poco bebidos, Robles le dice a Salinas que debe ser un gran honor portar la banda presidencial. El expresidente sube a la vitrina, saca la banda, se la pone a su oponente y le dice: “se te ve muy bien”.
El periodista Raymundo Riva Palacio, quien conoció de cerca a la pareja cuando dirigió El Independiente, un periódico cuyo propietario era Ahumada, cuenta que incluso Rosario Robles fue a la casa de Carlos Salinas en Londres, Inglaterra, para pedirle dinero que financiaría campañas del PRD. El expresidente llamó a tres gobernadores priistas que aportaron dinero para el partido de izquierda. La transacción se completó y Robles adquirió más relevancia en el partido.
En esos días Robles ya manejaba un BMW y vivía en la calle Reforma de la Colonia San Ángel, uno de los barrios más caros de la capital del país. Cuauhtémoc Cárdenas llegó a regañar a Robles por la vida ostentosa de la dirigente del partido.
Ahumada, dice Riva Palacio, fue para Rosario Robles “una reconversión política”.
Los alrededores de la iglesia Santa María Tonantzintla de San Andrés Cholula son vigilados por elementos del Estado Mayor Presidencial. Se espera una boda fastuosa entre un ex diputado federal y la hija de una secretaria de Estado.
Es el 26 de enero de 2013. Mariana Moguel Robles entra al templo escoltada no sólo por su padre, sino también por su madre, Rosario Robles, a petición de ella misma.
La miran pasar los secretarios de Estado Gerardo Ruiz Esparza y Alfonso Navarrete Prida, piezas del priismo mexiquense, con apenas dos meses de vuelta a Los Pinos.
Son invitados de honor de la mamá de la novia. Más tarde se incorpora el exgobernador poblano Mario Marín, padrino político del novio. Son las amistades de una Rosario Robles cercana al gobierno de Enrique Peña Nieto, desde que se sumó a su campaña presidencial.
Su acercamiento al peñismo inició cuando Carolina Monroy, la directora del canal TV Mexiquense, y esposa de Ernesto Nemer, entonces secretario de Gobierno con Enrique Peña Nieto, la invitó a colaborar en el programa Mujeres en el Risco.
La Rosario Robles del peñismo se definía hasta hace unos meses como una mujer de las grandes decisiones, con un estilo de gobernar “para trascender”. Decía ser la misma de siempre: “La mujer de las faldas bien puestas”.
La llegada al gabinete presidencial en 2012 le significó a Robles el regreso a las grandes ligas. Primero como secretaria de Desarrollo Social y después de Desarrollo Agrario, la experredista se consolidó como una de las principales figuras femeninas en el gabinete de Peña Nieto.
En una entrevista ofrecida en 2016, destaca el agradecimiento hacia Enrique Peña Nieto por haberla llevado de vuelta: “Mi mamá murió viéndome reivindicada”.
La política ha destacado siempre su condición de mujer. En 2006, después de su salida del PRD, fundó una empresa de asesoría política con otras mujeres llamada Sostén, con la que impulsó las campañas electorales de varias políticas, como la priista Ivonne Ortega en Yucatán o Blanca Alcalá en la capital poblana.
Desde entonces, también, ha aludido a una persecución política por ser mujer. Es uno de sus argumentos más recurrentes. En octubre pasado, por ejemplo, durante su comparecencia en la Cámara de Diputados, respondió así a Martha Tagle cuando la cuestionó por la llamada Estafa Maestra (el esquema de desvío de recursos que la tiene provisionalmente en la cárcel):
“Me llama mucho la atención que usted como feminista, como mujer comprometida con las mujeres, haya caído en esta trampa. Le pregunto: ¿se acuerda usted del nombre de alguno de los funcionarios o de alguno de los rectores? ¿Por qué se tomó la decisión de poner el nombre y cara de una mujer a esta investigación periodística? Eso se llama violencia política de género. Y usted y yo hemos luchado contra ello, señora diputada”.
Paradójicamente, son contadas las mujeres que han trabajado en sus equipos cercanos. Como si lo de ella fuera una constante batalla con hombres y entre hombres.
La Rosario Robles del peñismo vivía hasta hace unos días en una casa color marrón, que compró con su exesposo Julio Moguel en el sur de la Ciudad de México, con la que se quedó tras su divorcio.
Esta Rosario Robles, ya sin lentes y vestida con ropa de diseñador, aseguró en una entrevista con Fernando del Collado en 2018 que no le gusta el dinero. Pero sí el poder.
El 28 de agosto de 1998, Alejandro Gertz Manero relevó a Rodolfo Debernardi, el teniente coronel retirado del Ejército que fue el primer jefe de la policía del gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas en la capital. Gertz Manero, un abogado que había tenido cargos públicos en el gobierno federal y por esos días era Rector de la Universidad de Las Américas, ofreció ciudadanizar la seguridad pública.
El evento fue en el salón Independencia del Ayuntamiento. La toma de protesta del nuevo jefe policiaco fue encargada a la entonces secretaria de Gobierno, Rosario Robles, quien no sólo entregó el cargo esa vez a Gertz Manero, sino que, al ser nombrada jefa de gobierno interina, lo ratificó como jefe de la policía.
En noviembre del año 2000, cuando ya se preparaban los cambios de gobierno, Rosario Robles y Gertz Manero enfrentaron uno de los momentos más delicados de su gestión, cuando una protesta universitaria cerró el Periférico varias horas y ahorcó el tráfico del sur de la ciudad. La presion sobre el gobierno para usar la fuerza pública fue reconocida por el jefe de la policía en una entrevista con la Revista Proceso.
—¿A quién reconoce como superior: a la jefa de Gobierno o al presidente (Ernesto Zedillo)?
—Soy abogado y entiendo sus funciones y sus jerarquías Tengo dos jerarquías sobre mí: la jefa de Gobierno y el presidente.
Dos décadas después, como primer Fiscal General de la República, Gertz Manero es el responsable de la investigación que tiene a su exjefa en prisión preventiva.
¿Puede eso influir en favor o en contra?
“Gertz está loco y si sigue investigando puede llegar a la oficina de la presidencia”, dice Riva Palacio, en alusión a la costumbre del Fiscal de llevar a los tribunales a sus propios compañeros (lo último que hizo fue solicitar un amparo de la justicia contra la aplicación del programa Hoy no Circula en su auto).
En los círculos de López Obrador aseguran que él no ha buscado perseguirla, pero tampoco la piensa ayudar.
Y los priistas nunca la vieron como parte del equipo ni como alguien en quien pudieran confiar.
Está sola.
El único político de izquierda que estuvo en la boda de Mariana Moguel fue el alcalde de Iztacalco, Armando Quintero, quien ha sabido capotear su vieja amistad con Rosario Robles sin dejar su militancia.
Pero de sus antiguos amigos nadie quiere saber de ella. Todos los entrevistados para este trabajo pidieron hablar off de record y varios de sus colaboradores o amigos cercanos de la izquierda optaron por no hablar de Rosario Robles.
“Es una tragedia para la izquierda la forma en la que terminó”, dijo uno.
Ella, por lo visto, también quiere olvidar que tuvo una vida antes del PRI; ni siquiera a su exesposo o a sus mejores amigos menciona en las entrevistas.
Aficionada a los Pumas de la Universidad y al Barcelona de España, Rosario Robles destaca en su cuenta de Instagram a mujeres sobresalientes, desde Frida Kahlo hasta la campeona mundial de futbol Megan Rapinoe.
Es común que aparezca junto a su gata blanca de angora, llamada Luna.
Lo único que queda de su pasado maoísta está en sus redes sociales, donde tiene un retrato de Mao Tse Tung con una cita: “Para ganar Hunan hay que abandonar Hunan y hoy la estrategia es otra vez de la periferia el centro”. Quizá este tiempo era extra, de una suerte que estaba echada desde 2004.
Un año después, en una entrevista realizada por Fernando Botero Zea, Robles advertía sobre su destino con la eventual llegada de López Obrador a la Presidencia
— ¿Cómo es la relación con López Obrador hoy, si es que existe?– le pregunta el entrevistador.
— No existe. Espero que no me requiera por estas razones, porque opino, y no le dé por meterme a la cárcel cuando sea presidente de la República, porque le da por eso.
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