Hablar del suicidio entre adolescentes puede ser algo doloroso, pero necesario si se quiere prevenir. Esta es la historia de cómo en Los Altos de Chiapas, las juventudes hablan de ello, rompiendo tabús y el silencio
Texto: Mely Arellano
Video y Foto: Isabel Mateos
CHIAPAS. – Sólo por este día, el salón de clases es una improvisada sala de cine. El reflejo de la proyección ilumina 56 rostros adolescentes mientras sus miradas se encuentran con las de los personajes de la pantalla, con quienes comparten edad, rasgos y su lengua.
Están en la Secundaria Técnica 48 de Chenalhó, en Los Altos de Chiapas, viendo Kuxlejal, que en tsotsil significa “Vida”, un documental sobre suicidio adolescente en San Andrés Larráinzar, un municipio a tan sólo 23 kilómetros de distancia. En una escena dos chicos conversan a la orilla de un campo de futbol. Uno le cuenta al otro sobre su amiga Araceli:
–Araceli era una joven muy alegre, nunca la vimos triste. Pero Alfredo murió y Ara se sintió sola y comenzó a decaer, aunque no lo expresaba porque siempre trataba de sonreír. “Me gustaría ir con Alfre”, me dijo. “No”, le dije, yo le aconsejé varias veces. “Quitarte la vida no es la solución”, le dije. Casi una semana la estuve yo cuidando. O sea, salíamos, estaba conmigo hasta que se regresaba a su casa, y ya me quedaba tranquilo… Como a las nueve de la mañana llegó Neo en su moto y escucho el pip-pip. “Ey, murió Ara”, me dice. Aún estaba ahí colgada.
–¿Qué sentiste al llegar y verla?
–Asumecha, se siente bien gacho… culero. Te destruye. Se siente doloroso, que ese día no pude hacer nada. A veces pienso que fue mi culpa. Que no la supe cuidar.
Cuando acaba el documental suenan algunos aplausos. Humberto Gómez, Beto, productor de la película, empieza a hablar en tsotsil, la lengua materna de la comunidad. Pregunta quién no entiende y se levantan 4 o 5 manos, entonces habla en español.
–¿Quién tiene mejor amigo o mejor amiga? -dice Manuel de Jesús López, Chuy, uno de los protagonistas del documental.
Pocas manos se levantan. Hay desorden en el salón, Chuy alza la voz para hacerse escuchar.
–¿Quién tiene confianza para hablar con su papá o su mamá?
Otra vez, apenas 5 o 6 manos arriba. La timidez de los estudiantes y el desorden impiden que la charla prospere. Pero luego de año y medio visitando escuelas, Beto y Chuy han aprendido a respetar el silencio con el que la mayoría guarda sus sentimientos.
Afuera el viento menea las ramas de los árboles, al fondo de los salones y la cancha de la escuela se levantan enormes montañas recortadas por un cielo bien azul con hilachas de nubes.
Chuy tiene 24 años, mirada triste y sonrisa limpia. Es originario de Larráinzar, le gustaría ser como Dr. Dre, el productor afroamericano, que salió de un suburbio violento y logró ser una estrella del hip-hop.
“He tenido pensamientos suicidas desde hace mucho tiempo –dice– (…) Podría decir que la cosa más importante que deberíamos de trabajar son nuestras emociones y cómo manifestarlas (…). Creo que la vida ofrece muchas alternativas para expresarse, sólo hay que descubrirlas”.
La muerte autoprovocada es la cuarta causa de muerte de jóvenes en México, de acuerdo con el INEGI. Y en los municipios indígenas no es la excepción. La Universidad Autónoma de Chiapas reveló que, de octubre del 2012 a abril del 2013, en seis municipios de Los Altos ocurrían seis intentos de suicidio al mes. La OMS ha advertido que el suicidio es elevado entre grupos vulnerables y discriminados, como los pueblos indígenas tzotziles de Los Altos de Chiapas, donde se ubican Larráinzar y Chenalhó.
Fue ahí donde Vientos Culturales, una organización que trabaja desde hace 3 décadas con infancias y juventudes indígenas, y a la que pertenecen Beto y Chuy, realizó un reportaje al respecto. Era 2017 y los jóvenes entrevistados les compartieron:
“Creo que es no saber desahogarse, ni con quién, ni cuándo, ni cómo. La propia sociedad que tenemos nosotros, como que nos tacha de no sé qué, y pues es algo que nosotros, entre más puedas aguantar de todo, como que eres más hombre y cuando uno siente que ya no puede, pues elige la decisión de matarse, de quitarse la vida”.
“No confío en la gente con quien platicaba antes, a veces quiero contarles lo que quiero hacer, pero piensan que estoy loco. Pero ahora estoy bien. La vida está bien para vivir. Yo quiero cantar, a veces escribo canciones”.
En la comunidad creen que quien se quita la vida queda en pena y no entra al cielo, explica Beto. No lo consideran un problema social, lo adjudican a una influencia diabólica y eventualmente lo normalizan, no lo asocian al alcoholismo y la falta de comunicación intrafamiliar. Luego de ese reportaje, Vientos Culturales profundizó en el problema a través del documental Kuxlejal (2020), que fue abriendo terreno a la conversación.
En 2022 inició otra etapa del proyecto Kuxlejal: visitar escuelas, proyectar la película y abrir conversación sobre suicidio entre adolescentes en la región. Aquí, en la Secundaria Técnica 48 de Chenalhó, después de mirar el documental, Beto y Chuy reparten al grupo una encuesta titulada “¿Cómo vives?”, que dice “En mi vida…” y se proponen opciones:
Pegan. Empujan. Amenazan. Ponen apodos que ofenden. Prohíben hablar tsotsil. Inventan chismes que hacen daño. Rechazan. Cada estudiante lee las oraciones y encierra en un círculo una respuesta posible: Nunca. A veces. Siempre.
La oración número 23 dice: Han intentado matarse. Alguien encierra la palabra “Siempre”.
La encuesta ayuda a saber su percepción sobre las conductas de daño en donde viven, como amenazas, rechazo o abusos sexuales; conductas autolesivas como lastimarse, cortarse, o intentar matarse; y los daños directos o indirectos como quitar la comida, el dinero o prohibir que hablen tsotsil.
Pero “no sólo nos quedamos en la parte de los daños”, dice Martín Plascencia, psicólogo de la Universidad Autónoma de Chiapas, y quien diseñó la encuesta, “también preguntamos sobre prosocialidad, las acciones o conductas que se hacen sin necesidad de hacerlas”.
Se refiere a las oraciones que hablan sobre: Dar apoyo. Defender. Compartir. Enseñar. Invitar a jugar. Escuchar. Preocuparse por otras personas.
Terminada la encuesta, Beto propone un juego para decir palabras sobre lo que les hizo sentir el documental: Soledad. Problemas de familia. Vida. Introspección. Depresión. No se maten por una tontería. Antes de hacer algo como eso hay que platicar para encontrar una solución. El último chico no dice nada. No es fácil responder una pregunta tan íntima y profunda a unos extraños, en medio de tantas miradas. Una vez más, Beto y Chuy validan el silencio.
Vientos Culturales descubrió que una de las causas aparentes para autoprovocarse la muerte es el miedo al chisme. Porque no dicen bullying, dicen chisme. Ante el temor a la traición y a las “bromas hirientes”, optan por el silencio porque no encuentran empatía. “Hay mucha des validación dentro de las familias y todo tipo de violencias, abuso, acoso sexual, embarazos no deseados, problemas graves”, refiere Elke, directora del documental.
Alan Federico Barrientos, de la UACh, analizó la juventud indígena en Larráinzar y encontró que “en la lengua tsotsil ‘joven’ es una forma de referencia de quien no está casado y con obligaciones comunales”. “Los jóvenes ostentan cargos marginales, representan la inmadurez, insignificancia, inexperiencia, carencia de prestigio. Un joven soltero no es reconocido como parte importante de la comunidad”.
Sin embargo, señala Barrientos, con la llegada de la escuela y la globalización se reconfigura el contexto de las comunidades y se construye el referente de juventud, aunque “estos jóvenes no están totalmente libres de las exigencias culturales, responden a las normas e imposiciones de su comunidad”, como el matrimonio a temprana edad.
Vientos Culturales encontró que la modernización acelerada abrió una brecha de comunicación intergeneracional, que causa discriminación hacia adolescentes y jóvenes que quieren experimentar ese mundo globalizado visto a través de sus celulares. Una crisis identitaria en la cual las nuevas juventudes necesitan espacios de expresión o convivencia, donde sean valorades, puedan experimentar sin sufrir discriminación y así evitar que recurran a las adicciones, que tienen fuerte presencia en sus vidas desde la secundaria.
Después del descanso, Beto y Chuy esperan a les estudiantes de Chenalhó con una nueva actividad: escribir “algo que te gustaría que te dijeran y que te haría feliz”. La instrucción les hace reconocer que hay palabras que necesitan escuchar y nunca se las han dicho. Escriben de manera anónima, echan su papelito en una bolsa y luego sacan el papel escrito por alguien más, y lo leen en voz alta: “Deseo que alguien te diga que te vaya bien en la escuela”, lee el primer chico, y luego el resto. Son deseos sencillos: un te quiero, un beso, un reconocimiento, un deséame suerte, un sé feliz.
“Kuxlejal ha sido una herramienta para romper este caparazón alrededor del corazón ante todas esas circunstancias, y crear un ambiente tierno, empático, y un espacio de diálogo”, dice Elke. Aunque también han aprendido que “antes del diálogo, antes de hablar, está el silencio. Y cuando las chicas y chicos no hablan es como el primer paso”.
Al final del día Beto y Chuy reparten cartulinas y les piden dibujar o escribir algún mensaje sobre Kuxlejal: delinean el contorno de sus manos, trazan un corazón, calcan una imagen de su celular, arrugan hojas, repiten, forman grupos, alguien escapa del salón. Luego Beto les toma fotos para subir a las redes sociales de Kuxlejal e inspirar a más jóvenes como ellas y ellos. Kuxlejal busca cambiar las narrativas de sus propias historias; si el consenso común es “Mi vida no vale nada, estoy sola o solo”, cambiar a: “Mi vida vale, no estoy sola o solo”.
Pero el trabajo de Vientos Culturales no suple la responsabilidad del Estado de proveer atención oportuna de salud mental con pertinencia cultural y cesar con la criminalización de juventudes indígenas.
Mientras Beto desmonta el cine en el salón, Chuy y Nepstor, un voluntario del proyecto, preparan un concierto-muestra de los talleres de rap y hip-hop que imparten como un espacio de expresión y creación en lengua tsotsil. “La música, no sé, a lo mejor podría ser un súper poder, no es que sea como salvar el mundo, pero a lo mejor salva unas vidas”, dice Chuy.
Al final del concierto, la escuela se vacía en silencio. Tal vez, como dice Elke, este silencio, su silencio, sea un primer paso, como semilla de donde nacerá una palabra, una canción, una frase nunca antes dicha que consuele, que sane, que acompañe. Ojalá.
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En la página del proyecto se puede descargar la película, la guía pedagógica y la encuesta. Tan sólo en 2022, el proyecto impactó directamente a 1800 estudiantes de secundarias y bachilleratos de Los Altos de Chiapas. En la cabecera municipal de Larráinzar, el municipio donde empezó todo, no ha habido ni un suicidio en lo que va de este año.
*Este reportaje forma parte de una serie financiada por la Fundación W.K. Kellogg
Trabajo en el portal de noticias Lado B, en Puebla. Estudié Lingüística y Literatura Hispánica. Me gusta contar historias. Creo en el periodismo como un instrumento de la sociedad para la democracia.
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