Rescatarnos de la desmemoria

19 junio, 2019

Si no fuera por el trabajo y esfuerzos de muchas feministas conscientes de la importancia del rescate de nuestra historia, las mujeres que pasamos por esas puertas tumbadas nos acostumbraríamos a pensar que esa entrada siempre estuvo abierta y más temprano que tarde alguien llegaría a echarle llave

@CeliaWarrior

Soy “fanática intransigente” —en palabras del mismísimo señor Vargas Llosa [última vez, lo prometo, que menciono a un señor ñeñeñe]— de las historias de mujeres. Por ello celebro y compartiré la siempre maravillosa iniciativa feminista de señalar lo que de hecho sí fue y es censura, al tiempo que nos rescatamos unas a otras de la desmemoria.

Hace unos meses, la periodista feminista Jocelyn Soto Espinosa escribió una reseña del libro Justicia y Libertad, una biografía de Juana Belén Gutiérrez, escritora y periodista mexicana a finales del siglo XIX y principios del XX, realizada por la historiadora Alicia Villaneda. Enterarme que una mujer periodista decidió rescatar la memoria de otra igual a ella —que existió hace por lo menos un siglo— me emocionó tremendamente. Luego leí el trabajo y me emocioné doble, la historia de Juana me pareció fascinante, aunque me enojó el hecho de haberla ignorado hasta entonces.

“Juana Belén Gutiérrez de Mendoza fue liberal cuando estaba proscrito ser liberal, fue maderista cuando el régimen porfirista llenaba las cárceles de oposicionistas, fue zapatista cuando esta facción se puso ‘fuera de la ley’, fue anticarrancista cuando Carranza impuso su hegemonía. Fue indigenista muchos años antes de que el espíritu revolucionario reivindicara las raíces prehispánicas. Sintió la necesidad de la educación para el pueblo también años antes de la obra de Vasconcelos, luchó por los derechos políticos de la mujer antes, mucho antes de que otras mujeres le exigieran a los gobiernos posrevolucionarios la participación de la mujer en ese plano”, cuenta Villaneda en su libro [pa’que se pique y lo lea].

Poco después me llegaron señales desde redes sociales que indicaban que otras periodistas jóvenes están buscando recopilar los escritos y obra de Juana Belén. Tenían un genuino interés por conocer sus textos, pero estaban teniendo problemas para conseguirlos.

Actualmente, uno de los cuatro grupos ideológicos que integran el primer parlamento de mujeres de la Ciudad de México toma el nombre de Juana Belén. Sus integrantes son las participantes del parlamento con el perfil más reaccionario: “El de abajo y a la izquierda”, me comentó una de ellas. Y me pregunto, ¿cómo es que siendo tan importante y referencial, su trabajo y escritos han sido por tanto tiempo borrados? No, no está raro ni es gratuito.

Otra activista feminista de Monterrey, Claudia Muñiz, publicó hace tan sólo unos días otra mini biografía de una mujer que también perteneció a la generación que sobrevivió la Revolución mexicana. “La Valentina”, cuenta Claudia, se llamó una brigada comunista a la que perteneció en 2015. El nombre hacía referencia a Valentina, personaje que combatió en la guerra vestida como hombre y bajo el seudónimo Juan Ramírez.

“Desde que conocí su historia, La Valentina me sigue inspirando, ella representa la lucha de muchas mujeres que intentando cambiarlo todo tumbamos las puertas a patadas y nos infiltramos en los lugares que ‘no nos corresponden’”, escribió Claudia. Y como que mi pregunta se contesta sola.

Si no fuera por el trabajo y esfuerzos de muchas feministas conscientes de la importancia del rescate de nuestra historia —esa que se quedó fuera de LA Historia— las mujeres que pasamos por esas puertas tumbadas nos acostumbraríamos a pensar que esa entrada siempre estuvo abierta y más temprano que tarde alguien llegaría a echarle llave.

No sólo ello, es una carencia terrible del presente mantener en la desmemoria las historias de mujeres que nos precedieron. Nos pasa con las historias más cercanas, las de nuestras madres y abuelas que nunca nos contaron por vergüenza o porque “de eso no se habla”; esa falta nos atraviesa todos los días que seguimos guardando silencio porque “calladitas nos vemos más bonitas”. ¿Cuántos secretos, conocimiento, deseos, luchas fructíferas, renovables o permanentes, borradas?

Hélène Cixous, quien ensayó sobre la escritura de mujeres y la representación de las mismas en la literatura, escribió que desde los mitos griegos la mujer ha sido tratada como el “continente negro”, le han dicho que su región es negra y el negro es peligro, miedo y riesgo, “Y hemos interiorizado el horror a lo oscuro”, escribe en La risa de la Medusa. Pero “El ‘continente negro’ no es ni negro ni inexplotable: aún está inexplorado porque nos han hecho creer que era demasiado negro para ser explorable. Y porque nos quieren hacer creer que lo que nos interesa es el continente blanco, con sus monumentos a la carencia. Y lo hemos creído”. Hasta que comenzamos a rescatarnos de la desmemoria.

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