Renovar el espíritu: la Semana Santa Yaqui

31 marzo, 2021

Microfilme Postal, columna de opinión por Daliri Oropeza Alvarez

La Cuarejma yaqui, con la danza del venado y los cantos en latín, es la muestra de que este pueblo no pudo ser conquistado ni por la iglesia Católica

Twitter: @dal_air

El pueblo Yaqui no permite tomar fotos de sus celebraciones sagradas de Cuarejma. Por ello esta crónica intenta ser descrpitiva en palabras, ya que no hay registro visual de los sucedido. Fotos: Daliri Oropeza

“Lo que hizo la Tribu Yaqui no fue resistir, ni venderse, 
es una ceremonia espiritual nueva. Hay un ala 
de los Yaquis que sueña con una organización 
como la de Cherán (…) muchos no creen
que los pueblos indígenas tengan un proyecto de nación,
hay que voltear a ver a los Yaquis,
dentro de esta autonomía que tienen” .
Raquel Padilla Ramos

LOMA DE GUAMUCHIL.- Danzas que imitan animales. Suenan capullos de mariposa atados a las piernas de quienes agitan y vuelan los pies del hombre-venado. Cantos de hombres y mujeres alimentan la música de violines. Mis pies están en un templo. Parece iglesia. Lo que sucede me hace pensar que no lo es. No es una semana santa católica. 

El hombre-venado entra y sale corriendo a este templo cuando llega el domingo de resurrección.

La danza del venado aparece en la última parte de la Semana Santa, a partir del sábado de gloria. Surgió cuando los cazadores vieron una manada que se reunía para contarse la naturaleza y la vida que los rodea. Uno de los machos se paró en dos patas y las hizo vibrar como sonajas. El cazador vio este ritual y así lo retomaron para crear la danza del venado.

“Somos católicos a nuestra manera, a la usanza yaqui. Estamos hablando del surgimiento de una religión que no es católica ni es yaqui. Y cada año hacemos un recordatorio, un llamado a la conciencia de lo que somos”.

Esto me cuenta Juan Silverio Jaime León, promotor cultural yaqui en 2015. Mario Luna y Fernando Jimenez aún estaban en la cárcel por oponerse al acueducto independencia. Juan Silverio en ese entonces también se oponía, aún no era  funcionario público. Ni siquiera sabíamos de la pandemia que vivimos hoy y que después él enfermaría y moriría por covid. Para Silverio la Cuarejma es una ratificación de su existencia como pueblo yaqui.

Para poder ser un buen venado o Pascola (otra de las danzas practicadas por los yaquis), o para ser un buen músico es indispensable ir al desierto por tres días y pedir ahí ese don. Sólo a través del sueño entrarán los elegidos o destinados a estas labores sagradas.

La semana santa yaqui tiene diferencias radicales con las representaciones sobre la pasión de Cristo. Los yoemes (como se dice a sí mismo el pueblo yaqui) están conscientes de que la raíz y sentido de su celebración reside en la cosmovisión ancestral que heredan mediante la tradición oral. Gozan de una gran autonomía de la iglesia católica, así como del Estado.

Para el Pueblo Yaqui, los cargos de la semana santa no sólo tienen que ver con el tiempo de la Cuarejma. Son parte de la vida cotidiana y compartida de los ocho pueblos yaquis.

“Las danzas prehispánicas, fuera del yugo del sacerdote, se hacían a escondidas allá en la sierra. Después se integraron”, cuenta Juan Silverio.

Fotos: Daliri Oropeza

Jueves, viernes y sábado santos

Las voces de cinco mujeres suenan hacia lo alto del cielo en latín. Es jueves, acaban de salir de la iglesia. Resguardan la escultura de Jesús que sostienen cuatro niñas coronadas con flores bordadas. La figura lleva una capa roja. La comunidad se acerca; es hora del Konti (rodear en lengua hiaki), la procesión.

En cada paso se hacen escuchar los Chapayecas (fariseos que tienen su enramada o cuartel al lado de la iglesia). Piden con insistencia la muerte de Jesús, se burlan de haciendo ruidos. Resuena un cinturón de uñas de venado en su cintura. Llevan 40 días de oración, de sacrificio, previos.

Un día antes fueron azotados después de que apagaron las doce velas del candelabro frente a la imagen de Jesús. Reciben los golpes para cumplir un mandato de pureza y limpieza. Le llaman miércoles de tinieblas. En la oscuridad, simulaban un bosque emitiendo aullidos de coyotes, cantos de pájaros, ladridos.

Cada Chapayeca representa la maldad. Porta una máscara que puede ser de algún personaje como el Chavo del ocho o Memín Pinguín. La máscara cambia cuando ascienden en el cargo. Pasan a ser máscaras tradicionales. Tienen ese personaje desde que son niños. Cuando suenan el cinturón y sus espadas de madera, pintadas de rojo con azul, es porque piden la muerte de Jesús.

En el Konti, la comunidad camina alrededor del primer círculo del pueblo. Andan con oraciones, con peticiones malignas de los Chapayecas, pero también con el resguardo de los Caballeros, kabayeon o cabos. El Konti se realiza cada día, desde el miércoles de ceniza. Tiene una dedicatoria por día: a la comunidad, a José padre de Jesús, a los personajes durante la Cuarejma, o a las autoridades de cada uno de los ocho pueblos.

Al azar, eligen a 12 niños yaquis para que cenen por última vez junto a Jesús. Salen de la iglesia, seguidos por cabos y Chapayecas. Peregrinan hasta la enramada que está entre la cruz principal de la plaza y las tres cruces.

Los niños portan coronas de mezquite, como Jesús. La enramada de la cocina alimenta a todas las personas presentes. Espagueti, machaca, ejotes, queso, flor de calabaza, nopales, capirotada, arroz, repollo, chícharos, atole, calabazas y cientos de tortillas de harina con las que los niños se hacen burritos.

A la par del festín, entran a la enramada de dos en dos los Chapayecas. Suenan su cinturón, significa que llaman la muerte. Las mujeres cantan en latín, predominan los rezos. Las niñas vestidas de ángel comen también. Al centro de la mesa hay quelite y piloncillo. Atrás de Jesús hay siempre un jarrón de barro con agua. Suena una flauta que provoca angustia. El ritual de la cena es tan tétrico que los niños presentes que observan lloran de miedo.

En la cruz principal, en medio de la plaza, hay cinco kabayeon a caballo. El principal porta una capa negra adornada con estoperoles, representa a Poncio Pilatos. Los cinco tienen la cara cubierta de negro en su totalidad. Dan la vuelta al Konti a caballo y a gran velocidad. 

La estatua de Jesús de capa roja se encuentra en las tres cruces. Pilatos da la espalda a la iglesia. Sostiene una lanza de madera con punta roja y una cruz pintadas. De la flecha descuelga una pequeña capa roja, los caballeros detrás hacen una formación rígida. 

Al otro lado de las tres cruces cantan al cielo azul abierto las mujeres en latín. Los rezos que provocan un clima de tensión mientras los Chapayecas hacen sonar sus espadas de madera culpando a Jesús.

Fariseos y cabos dibujan círculos a lo largo de la plaza en formación de dos filas. Corren desde la iglesia hasta donde están los jinetes sin rostro en el centro de la plaza. En esa formación pasan varias veces frente a la figura de Jesús vestida de rojo. Hasta que la llevan a la Iglesia.

Después, Jesús de carne y no de estatua, huye de los Chapayecas corriendo en el círculo del konti mientras mujeres con ramas de mezquite golpean las piernas a los chapayecas. Les gritan «ave María purísima”. 

Las mujeres de vestimenta colorida y tradicional, resguardan a la persona que representa Jesús, le dan agua. Mientras los Chapayecas las atacan y buscan arrebatar a Jesús. Lo trasladan hasta a la cruz principal frente a la iglesia, donde lo dejan tirado. Ahí postrado frente a la iglesia, colocan un plato de barro donde toda la comunidad arroja monedas. Del otro lado de la cruz hay tres Chapayecas que también piden dinero.

Jesucristo es ahora presa de los Chapayecas, quienes lo amarran del cuello y lo custodian en la iglesia. El viernes santo es el día de mayor maldad y tensión en los Kontis.  Los cabos resguardan a Jesús hasta el momento de su ejecución. Durante la noche, con gran ruido de cuetes, resucita.

El venado hace su primera aparición el viernes por la noche y durante la madrugada realiza constantemente la danza con la que busca la resurrección de Jesús.

Trascender junto al venado

Apenas sale el sol, cuando el venado emprende el paso rumbo a la iglesia. Pisa fuerte sobre un camino hecho de hojas de álamo que atraviesa desde el centro de la plaza hasta el centro del templo. 

Recorre el mismo camino que minutos antes, vírgenes con coronas de flores caminaron con la estatua de María Magdalena. Después de ellas un cabo lo recorrió con la estatua de Juan el Bautista. Llega a la enramada en donde ya suena el corazón del venado (una percusión de agua, instrumento tradicional yaqui).

Las vírgenes agitan las banderas roja y azul (los colores que representan la armonía de la bandera yaqui junto al blanco que ahora portan los chapayecas, la bandera que parece la síntesis simbólica de la Semana Santa). El coro de cantoras alza los tonos en latín.

El venado entra a la iglesia. rígido y agitando las sonajas de sus manos. Avanza hasta el altar, que está cubierto de una cortina blanca (el cielo) que solo se abre cuando hay gloria. El venado es el que abre las puertas de la salvación, de la resurrección, vuelan por la iglesia flores de colores y confeti. Esto solo sucede tres veces.

Su danza es imponente, fluye. Los pascolas bailan con fuerza similar. Juntos parecen una corte de animales que celebrara la resurrección de Cristo. Suenan sus patas delanteras con sonajas. La música de su danza predomina sobre las voces que cantan alto en latín. El eco de la purificación, de la sanción, retumba en todas las paredes del templo. En ese estruendo el venado irrumpe contra toda lógica, pero con todo sentido. 

Los chapayecas, antes pecadores, tienen ahora la oportunidad de arrepentirse y purificar su alma. Al contrario de los rituales de odio contra los fariseos, en la Cuarejma yaqui son perdonados. 

Es representar la oportunidad que se nos da en la vida.

“Se da una renovación de nuestra espiritualidad, a las nueve o diez de la mañana se canta la flora, purificar del alma. Ahí se da el surgimiento de un nuevo yoeme, un nuevo ser humano”.

Por primera vez en todo el ritual de semana santa, la música no provoca angustia. Los sonidos de las guitarras se conjugan con el corazón del venado y los instrumentos tradicionales. Además de colorida y emotiva, es una ceremonia en la que predomina la danza.

La figura de Jesucristo ahora se encuentra vestida de blanco. 

Resucitó.

Después de la fiesta de colores que es la gloria, los Chapayecas queman a Judas, envuelto en pirotécnica y explosivos, en la cruz principal. A su lado, los yaquis colocan las máscaras coloridas que portaron los últimos cuatro días. También las espadas con las que se pedían la muerte de Jesús.

Al atardecer de las ceremonias, el rojo del cenit del sol se pronuncia en las nubes alargadas entre el cielo azul profundo que predomina sobre la iglesia. Niños chapayecas juegan después de lo vivido.

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