Muchos mexicanos que fallecieron en Estados Unidos por covid-19 y que soñaban con regresar a su tierra y retomar su vida en sus pueblos no volverán a México en féretro, sino en urnas con cenizas
Texto y fotos: Kau Sirenio
Antes de partir al inframundo Lucio Santiago no tuvo que lidiar con los perros para que lo cruzaran del río. Lucio murió por covid y su cuerpo no volverá a la región Cuicateca Alta de Oaxaca para escuchar música y tomar mezcal antes de despedirse de su familiares.
Muchos mexicanos que fallecieron en Estados Unidos no volverán a México en féretro, sino en urnas con cenizas.
En los pueblos zapotecos de donde forma parte Lucio, sin embargo, no se incinera el cadáver sino que se prepara para su último viaje al inframundo, guiado por un perro. Para el camino, en el ataúd le depositan un peine, una jícara, un jabón, para que el finado se bañe y llegue limpio ante su destino. Además, le colocan monedas para que pague las deudas que dejó pendientes.
La autoridad sanitaria impidió que Lucio hiciera el largo viaje a su pueblo, por lo que su cuerpo que se quedará en Los Ángeles, California. Sus familiares decidieron descanse en esa ciudad para que pueda hacer compañía a los enfermos que cuidó durante los 20 años que trabajó como ayudante de enfermero. Su oficio le permitió sonreírle la vida a los ancianos de un asilo del que él se hizo cargo, cuando recién llegó de Oaxaca.
La activista Oralia Maceda explica que el sueño de todos los migrantes es trabajar, ahorrar dólares para comprar un terreno y construir una casa donde vivir cuando regresen a su comunidad. Sin embargo, Lucio no alcanzó a ver los bienes que logró hacer mientras trabajaba en un hospital al Sur de Los Ángeles.
A dos meses de la pandemia de la Covid 19 en Estados Unidos fallecieron mil 36 mexicanos. Nueva York ocupa el primer con 671 muertos, le sigue California con 103, y el estado de Illinois con 73, de acuerdo con las últimas cifras oficiales.
Cuando se reunían los fines de semana, los migrantes mexicanos hablaban de sus sueños de regresar a México a morir. Entonaban canciones entre “paisas” en los surcos del Valle Central de California o en los restaurantes de Manhattan. Su deseo de volver jamás se concretó para poblanos, michoacanos, oaxaqueños, guerrerenses, chiapanecos, veracruzanos, tabasqueños…
De ahí, que en muchos encuentros en la casa donde vivían hacinados para ahorrar la renta siempre escuchaban El mojado acaudalado de Los Tigres del Norte. Con los años, convirtieron la canción en el himno del migrante: “Me estás esperando, México lindo/ Por eso mismo me voy a ir/ Soy el mojado acaudalado/ Pero en mi tierra quiero morir…”
Los que fallecieron en Nueva York regresarán en urnas y no en féretros como solían volver los que morían en esta ciudad. La repatriación de los cadáveres complicó todo antes de la pandemia. Cuando una persona fallece los paisanos cooperan para pagar los gastos fúnebres y el envió de los cuerpos de regreso a México para ser sepultado con los protocolos indígenas si fuera necesario.
Con la pandemia, no fue posible hacer la cooperación para los gastos fúnebres, sino que los paisanos se organizaron para conseguir alimentos porque se quedaron sin empleo, y sin comida. Ahora los latinos acuden a los comedores de las iglesias y organizaciones sin fines de lucro para almorzar, comer y cenar.
Estos migrantes en un momento sortearon veredas, desierto, policía fronteriza, policía migratoria y el racismo en Estados Unidos. Para llegar a su destino final, donde un familiar los esperaba y les brindaba lo necesario para hacer una nueva vida fuera de México.
El sueño que los llevó a otro país generalmente era trabajar un par de años, construir una casa, comprar un terreno, ahorrar para la boda con la novia que dejaron en el pueblo, aunque la boda no siempre se realizaba.
También hay historias de muchachos que prometen volver en dos años, pero esto nunca ocurría. Y es que es muy corto el tiempo para volver. En dos años apenas pueden pagar la deuda que adquirían para el viaje antes de salir de México. Una vez que cubrían su deuda, empezaba para ellos el descanso, y es ahí donde empiezan a hacer vida social y terminan en relación con una paisana o latina.
Muchos de los migrantes tienen vida temporal en los campos agrícolas. Por ejemplo, en la costa este, los jornaleros empiezan con el corte de tomate en Immokalee, Florida, y de ahí van recorriendo toda la costa hasta llegar a Carolina del Norte en la cosecha de tabaco y pepino.
En la costa Pacífico los jornaleros migrantes empiezan en Oxnard, California, en corte de fresa y hortalizas. Así recorren todos los campos agrícolas de California y Oregón hasta llegar a Washington, al corte y empaque de manzana. De ahí se quedan a la poda de arándano y corte de tulipanes.
Mientras que los que recorren los estados del centro de Estados Unidos lo hacen de Arizona a Illinois. En esta región los jornaleros se emplean en la avicultura, porcinas y bobin. Además, trabajan en la pollería de las trasnacionales como Tyson, Simon, Cargil, Jeorge’s en Arkansas.
De ahí la despedida de los migrantes: “Adiós, Adiós, California/ Texas, Chicago Illinois/ Me llevaré su recuerdo/ Porque a mi tierra me voy/ Pues aunque tengo dinero/ No soy feliz donde estoy/ Adiós, Adiós, Colorado/ Nevada y Oregon/ Adiós les dice el mojado…”
Los migrantes que trabajan en Nueva York, Chicago, Seattle, San Francisco, Los Ángeles, Dallas, Miami, Orlando y Washington D. C. primero aprendieron a cultivar verduras, frutas en los campos agrícolas donde pasaron gran parte de su vida antes de llegar a las ciudades.
Des los 671 migrantes que fallecieron en Nueva York, la mayoría eran chefs, cocineros, meseros, barman, garroteros y lavaplatos. Otro más trabajaban en mantenimientos de hoteles, en la jardinería y en la construcción.
La población de migrantes indocumentados en su mayoría que murieron en Nueva York son de la mixteca de Guerrero, Puebla y Oaxaca. Mientras que Chicago, Illinois, las víctimas son de Guanajuato y Jalisco.
De acuerdo con la información de la Secretaría de Relaciones Exteriores, los estados donde se registraron menor número de caso de muerte por coronavirus son: Colorado, Nueva Jersey y Wisconsin con 20 mexicanos fallecidos, le sigue Maryland con 13 víctimas; Pensilvania y Washington tienen 11 en cada uno, Texas con 10 decesos. Mientras que Indiana y Michigan, con nueve casos; Minnesota con ocho; y Carolina del Norte, Massachusetts y Virginia con seis cada uno.
Para los mexicanos que viven en el área de Queens, la mejor birria en toda Nueva York era del mexicano Jesús Román Meléndez. El chef se llevó consigo el conocimiento sobre los olores y sabores el 1 de abril, cuando perdió la batalla contra la covid-19.
El cocinero dedicó 20 años en la cocina del restaurante Jean-George’s Nougatine del Hotel Trump, 15 días después de haberse contagiado de coronavirus. El chef se contagió al mismo tiempo que su esposa Miriam Reyes.
Jesús Román nació en la colonia Maravillas de Ciudad Neza hace 49 años. Entre los mexicanos Jesús era muy conocido por su birria.
Antonio Barrera Hilario de San Miguel del Progreso, municipio de Malinaltepec, soñaba con volver a su pueblo para cortar café. Quería acompañar la lucha de sus paisanos que se oponen a la minera, en el corazón de la Montaña de Guerrero.
En la tradición me’phaa no hay antecedentes de cremación de cadáver. Pero el caso de Antonio se suma a la lista de cuerpos de mexicanos que esperan en la morgue de Nueva York para ser cremados, desde el 25 de abril cuando perdió la batalla contra la covid-19.
Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.
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