En toda relación donde haya un vínculo amoroso, es imprescindible un marco ético, donde el respeto, el apoyo y la validación de nuestros sentimientos esté presente. Esta dimensión del amor implica responsabilizarnos de nuestras acciones, comunicarnos, poner límites, respetar los de la otra persona, establecer acuerdos, cuidarnos mutuamente. Cuidar de la otra/o y cuidar de mi. Querer bonito pues.
Por: María Teresa Juárez
Vivimos en una época frenética, donde todo parece ir a una velocidad que apenas nos permite darnos cuenta de lo que pasa. En esta era de la inmediatez y la fugacidad, los límites entre lo público y lo privado parecen ser cada vez más difusos. Las redes sociales se han metido hasta la cocina, literal y metafóricamente, causando estragos en la vida íntima de un sinnúmero de personas.
En este mundo saturado de adrenalina, aún hay pequeñas islas de quietud y contento. Una de estas geografías de los posible, es la amistad. Hay amistades de la infancia, de la juventud y de la época actual. Conforme pasan los años nuestro circulo de cómplices se vuelve más pequeño, pero al mismo tiempo más entrañable.
Lo nadie nos dijo nunca, es que también podemos dolernos por la pérdida de una amistad. En algunas ocasiones, simplemente se va diluyendo de a poco sin dejar huellas de tristeza. En otros momentos se trata de un alejamiento por tener intereses distintos.
Sin embargo, hay amistades que terminan por la pérdida de confianza, porque un pacto de lealtad ha sido roto. Es entonces cuando nos encontramos en medio de la nada. ¿Qué hacer?
Hace unos meses durante una entrevista para mi podcast, un experto mencionó el concepto “responsabilidad afectiva”. La responsabilidad afectiva no solo se refiere a las relaciones amorosas y/o sexuales. También alude a todo vínculo que implique afecto, ternura y lazos amorosos. Esto incluye familia y amistad.
En toda relación donde haya un vínculo amoroso, es imprescindible un marco ético, donde el respeto, el apoyo y la validación de nuestros sentimientos esté presente.
Aclaro que mi interés en este tema responde a la necesidad de entender por qué es tan importante cuidar nuestros afectos en medio de esta vorágine. No soy experta en la materia, simplemente, me resultó revelador saber que es posible renovar nuestros votos de confianza y alegría apoyándonos en la responsabilidad de los cuidados mutuos.
Espacios donde sea posible sentirnos seguras, sin miedo. Pero para ello es importante no dar por sentado nada y justo por eso, estos enfoques se hacen necesarios.
Tamara Tenenbaum autora del libro: El fin del amor, querer y coger en el siglo XXI, define la responsabilidad afectiva de la siguiente manera: “La responsabilidad afectiva es una ética cuyo objetivo es no hacer sufrir a la otra persona. Cuidarla para evitar todo dolor innecesario que provenga de nuestra interacción. Esto implica hacernos cargo”.
Esta dimensión del amor implica responsabilizarnos de nuestras acciones, comunicarnos, poner límites, respetar los de la otra persona, establecer acuerdos, cuidarnos mutuamente. Cuidar de la otra/o y cuidar de mi. Querer bonito pues.
Para la escritora y terapeuta sexual Alexa Castillo Nájera, el amor necesariamente plantea una ética relacional. Implica hacer acuerdos y establecer reglas. Este planteamiento tiene su raíz en los estudios de la sexualidad y los activismos por los derechos sexuales.
Se trata de revisar acuerdos y renovarlos a la luz de las transformaciones históricas y culturales sobre temas como el amor, la sexualidad, las relaciones de pareja y la amistad.
Hace unos meses en una entrevista sobre responsabilidad afectiva y autonomía sexual, escuché por primera vez que, la ética del cuidado mutuo, implica contar con espacios seguros.
¿Qué es y qué implica generar un espacio seguro? Este concepto tiene su raíz en el activismo por los derechos de la comunidad LGBTTIQ+ y los feminismos.
Durante la década de los 70 comenzaron a construirse espacios seguros para grupos y comunidades históricamente oprimidas. Se crearon espacios físicos como casas de acogida, salas de conversación y centros culturales para personas de la comunidad LGTTTIQ+, mujeres, migrantes o personas en el exilio. En estos lugares podían expresarse libremente sin miedo al rechazo, la exclusión o la violencia.
Posteriormente, este concepto incluyó la generación de lugares seguros dentro de la academia mediante lugares físicos como aulas y campus, así como otros espacios específicos como refugios, centros culturales o sitios en internet donde se proporciona atención y contención. Otro ejemplo de un espacio seguro es la psicoterapia. Un lugar donde podemos expresar un sinnúmero de temas que aluden a nuestras emociones y afectos.
Volviendo al tema de las querencias, la amistad es -o debería ser- uno de los espacios seguros por excelencia. Sin embargo, nadie nos dijo cómo cuidarlos o qué hacer para mantenerlos y renovarlos. Voces expertas, destacan algunas recomendaciones.
Respeto. Implica tener una comunicación clara, directa y cuidadosa respecto al tipo de relación que deseamos. Implica también, conocer nuestras necesidades y nuestro alcance en la relación que deseamos establecer. También implica identificar si estoy en una relación que no me gusta y saber que es posible alejarme si así lo deseo.
Corresponsabilidad. ¿Qué quiero? ¿qué espero? ¿qué me hace bien, qué me lastima o molesta?, ¿qué estoy dispuesta a dar? Esto va de ida y vuelta. Reconocer cuando nos equivocamos y corregir. Hacernos cargo forma parte de la corresponsabilidad en los afectos.
Reciprocidad. Cuando hablamos de amor, medir la proporción de lo que damos y recibimos es un tema que no pasa por lo numérico. Sin embargo, dentro de nosotras sabemos cuando una relación es recíproca y cuando no lo es.
Confianza. Cuando una persona querida nos cuenta algo íntimo, hay un grado de apertura que requiere una ética del cuidado. Mostrar nuestra vulnerabilidad nos hace humanas, pero también, pone en juego una serie de elementos que aluden a temas como la confianza, la corresponsabilidad y el respeto. Esto incluye no contar a mi pareja o a terceros la confianza que ha sido depositada en mi. También implica que eso que yo confié o me confiaron, jamás será usado para dañar. Aún cuando la amistad haya terminado.
La responsabilidad afectiva se trata de hacernos cargo de lo que hacemos y no dar por sentado nada. Se basa en el diálogo, el acuerdo y el consenso. Querer bonito, implica revisar y renovar nuestros acuerdos de complicidad mutua, confianza, respeto y cariño.
¡Por la amistad como un espacio de cuidado mutuo y querencia bonita!
Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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