Otra tragedia en un salón de clases demuestra que la violencia escolar, lejos de ser erradicada, parecer estar recrudeciéndose. ¿En qué estamos fallando para que la violencia llegue a las escuelas?
Texto: Alejandro Ruiz
Foto: Staff
CIUDAD DE MÉXICO. – Los compañeros de Christian decidieron que era una buena idea rociarle gasolina y prenderle fuego al joven de 18 años con el que estudian en una Escula de Mecánica Automotriz en Texcoco, Estado de México.
La escena ocurrió frente a sus otros compañeros y el docente, quienes hicieron todo lo posible para apagar el fuego en la ropa de Christian.
El motivo de los ataques, dijeron los padres de Christian, es porque su hijo no tiene una motocicleta, algo que provocaba que algunos de sus compañeros se burlaran de él.
¿Por qué, para estos jóvenes, prenderle fuego a su compañero es algo normal, o parte de una broma? ¿Es que acaso las desigualdades sociales son motivo de exterminio? De ser así, ¿qué tan lejos ha llegado la intolerancia en nuestra sociedad?
En Pie de Página dialogamos con pedagogos y activistas por los derechos de las infancias y las adolescencias para encontrar respuestas, pero sobre todo, para averiguar ¿qué está fallando en el sistema para que un adolescente le prenda fuego a otro?
Jesús Villalobos es integrante de la Red por los Derechos de la Infancia en Mexico (REDIM), y además dirige una asociación civil con esto fines en el Estado de México, Utopías.
Al preguntarle qué opinión tiene sobre lo que pasó en el Cedva de Texcoco, Jesús es claro: no son hechos aislados.
“La violencia en el país se ha generalizado. Lo que hoy vemos, es que en México mueren 3.9 niños o adolescentes diarios producto de la violencia. Eso es una situación bastante preocupante”.
Para el activista, la estrategia de seguridad nacional que extiende la presencia de los militares en las calles no ha hecho otra cosa que normalizar la violencia en el país, la misma que desde la guerra contra el narcotráfico se ha recrudecido y vuelto parte de la vida cotidiana.
“La violencia es estructural, y la estructura nos dictamina el norte de las acciones que tenemos que realizar. La presencia de los militares, que hoy no están en sus cuarteles, sino haciendo labores de policía ciudadana, claro que recrudece los procesos de violencia. Y también, que todos los días, niñas, niños y jóvenes tienen acceso a videos y canciones violentas en la escuela, en la casa”.
Para Jesús Villalobos, todos los espacios de la vida pública y privada han sido atravesados por la violencia estructural, y ahora, “en ella se encuentran soluciones a las problemáticas del día a día, pero también a problemáticas estructurales como salir de la pobreza, o reivindicar derechos o principios. La sociedad es el caldo de cultivo perfecto que hemos fomentado para que las niñas, niños y jóvenes reproduzcan la violencia”.
Esta violencia, lamentablemente, también ha llegado a las escuelas, y las autoridades parecen rebasadas para atenderla, o simplemente desinteresadas.
De acuerdo con datos del INEGI sistematizados por la REDIM, en 2022 el 28 por cientos de las niñas, niños y adolescentes en escuelas aseguró haber sido víctima de acoso. El caso de Christian, alimenta esa cifra, como otros más que han sucedido en este año.
“Las escuelas no están siendo seguras para la niñez y adolescencia en México, no solamente en Texcoco, donde ocurrió el caso de Christian, que ahora es un caso paradigmático, porque tenemos que ver cómo no lo volvemos a repetir, pero el caso, cuando lo analizas, no solo se debe ver en dos partes (agresores y victima), sino en la totalidad de los actores: como profesores, o qué hicieron y cuál fue la respuesta de las autoridades escolares, los protocolos a seguir, y ahí te das cuenta que las escuelas no están interesadas en tener protocolos de protección a las niñas, niños y adolescentes”.
En realidad, todas las escuelas del país cuentan con un protocolo emitido por la SEP. Sin embargo, éste, de acuerdo a la doctora en pedagogía, Yadira Suhey Díaz, no se da a conocer mucho.
“Hay un protocolo a nivel nacional, no solamente exclusivo para el bullying, sino también para casos de abuso sexual, de abuso de un docente o trabajador de las escuelas, o cuando el docente se da cuenta de que el niño es abusado en su casa. Este protocolo se da a conocer poco, porque propiamente, aunque existe, no se le da una difusión como tal”.
Yadira, quien también es educadora popular y maestra frente a grupo, cuenta cómo funciona este mecanismo:
“El protocolo tiene pasos. Primero, los reportes de incidencia, luego los reportes que se presentan al director, sobre conductas disruptivas o inapropiadas en alumnos. Sin embargo, los docentes tienen poco conocimiento de los protocolos, y no hay un acompañamiento, ni por parte de los sectores escolares, ni de la propia secretaria. Es un programa en el que te dan un fichero y el manual te lo mandan en pdf, pero no hay un seguimiento, o un acompañamiento, para que los profesores tengamos la formación para evitar el bullying”.
Aunado a esto, a nivel local las estructuras encargadas de ejecutar los protocolos no están definidas concretamente, dependen, en muchos casos, de comités o estructuras públicas que no son conocidas por todos.
Una de ellas es el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), una subestructura federal que opera en cada estado de la República. En el caso del Estado de México, Jesús Villalobos, quien además de ser integrantes de la REDIM, es parte de este sistema.
“A nivel federal, la niñez y adolescencia parecen estar en un segundo plano, y ahora los sistemas que se impulsaban y tenían arraigo en instituciones, hoy en día se han relegado a un departamento que tiene menos incidencia en la elaboración de políticas públicas”.
Para el caso del Estado de México, el SIPINNA, cuenta Jesús Villlalobos, no sesiona desde hace un año. Esto, da una sospecha de que atender y proteger a la niñez y la adolescencia no es una prioridad gubernamental.
“Desde hace un año no se ha sesionado, como si los problemas de la niñez y la adolescencia no existieran. Pareciera que en este periodo no es importante, porque este sistema está en la incertidumbre. Si eso pasa a nivel estatal, a nivel municipal está mucho peor. Si eso pasa en los sistemas de protección, en las escuelas estamos peor. En el Estado de México, en el periodo anterior teníamos sesiones, pero se hacían solamente comunicados que se mandaban a las escuelas. Eran acciones de publicidad, mensajes en redes sociales”.
Y añade que, aunque las acciones y las sesiones eran un tanto insuficientes, y más bien protocolarias, al menos se hacía algo, “ahora, ni siquiera se hace esto, parecería que estamos empantanados. Lo que nosotros vemos, es que esos son los problemas en los que no hemos emitido soluciones”.
Pero entonces, ¿qué hacer ante un problema que cada día se vuelve más grave? La respuesta de Jesús y Yadira es contundente: trabajar con la comunidad.
Yadira Díaz habla de los retos que tienen las y los docentes para evitar la violencia escolar:
“Yo le apuesto a la formación. Un docente que no se forma, que no se involucra con los problemas, difícilmente va a tener una respuesta correcta. Va a seguir promoviendo lo que hay afuera: las diferencias e injusticias sociales, las etiquetas que no generan nada bueno. El docente tiene el rol de orientar, de ser quien le enseña al otro que tiene menos experiencia de vida cómo vivir. ¿Cómo enseñamos a vivir? Viviendo y formándonos”.
A la vez, reflexiona que el papel del docente en esto no debe ser pasivo, sino que debe orientar de una manera activa los procesos de enseñanza y aprendizaje emocional.
“Sería importante que el docente tuviera claro cómo trabajar relaciones de equidad, de justicia social. Pero si el maestro también se asume de una clase social distinta a sus alumnos, pues tampoco puede formar relaciones de iguales. Entonces, nos falta mucha formación en este sentido”.
Y después, añade que es necesario que las y los docentes reevalúen los programas de la Secretaría de Educación Pública. La intención: darles un enfoque comunitario, y no individualizado.
“Hablamos de una cultura de paz, de trabajar con los alumnos proyectos de educación emocional, que también aquí tendríamos mucho que ver, porque la educación emocional que promueven desde la Secretaría, pues es una educación emocional muy individualizada; que si bien, es cierto que tenemos que trabajarla en cuestiones personales, debemos aprender a trabajarla en espacios comunitarios, a estar con los otros y las otras, porque en este sentido, a los niños les enseñamos que sus emociones son de ellos y no repercuten en los demás, y no es así: las emociones de cada quién repercuten en la gente que está cerca de nosotros”.
Jesús Villalobos reflexiona en el mismo sentido:
“En las escuelas, lo que se tiene que cambiar es la mentalidad, no solamente de profesores, sino de padres de familia, alumnos y alumnas, para ponerle un punto final a la violencia. Esto tendría que ser a partir de las acciones de cada una y uno de nosotros. Si no partimos de ese hecho, estamos condenados a repetir las mismas cosas”.
Y también, añade que “los gobiernos tienen que reforzar las procuradurías de niñas, niños y adolescentes, y aplicar la ley. Si eso pasara, estaríamos avanzando de manera drástica, porque eso implicaría que también se legislarían políticas públicas encaminadas a la niñez y la adolescencia, y no enfocadas en el adultocentrismo. Se tiene que retomar, impulsar y reforzar los sistemas de protección a la niñez y las adolescencias”.
Yadira Díaz coincide con la visión de Jesús, y añade:
“Esta sociedad nos ha hecho muy individualistas, de abandonarnos unos a otros; pero yo creo en esta teoría de que debemos ser comunidad. No podemos estar solos, no podemos avanzar solos. Hay que hacernos conscientes de los problemas reales: de las guerras, el narcotráfico, y cómo afrontamos desde las escuelas eso. También, es importante estar atentos a todas las pequeñas señales que los niños tengan, y actuar conforme a los protocolos, no de forma visceral, porque también los victimarios tienen sus propias historias, muchas heridas qué sanar. Podemos acompañar a las víctimas y a los victimarios, no juzgar a priori porque los niños y adolescentes hacen ciertas acciones. También hay que buscar alternativas donde los estudiantes se formen de forma más comunitaria: algo que los motive en estar con los otros y las otras, que los motive a ser felices, y no estar solos”.
Y concluye:
“No tendríamos que llegar a tanto. Estamos en una sociedad de mucha soledad, y aquí lo que deberíamos de trabajar es formar comunidad. Igual no vamos a poder cambiarlos a todos, pero sí aportar para que el soporte afectivo que tienen ellos, sea un soporte para afrontar lo que viven de manera cotidiana”.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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