En lugar de ejercer la resistencia colectiva, ahora celebramos logros individuales de las mujeres de manera capitalista y neoliberal. Los comercios y servicios bombardean a las mujeres con publicidad, y venden mercaderías con lemas como ‘las mujeres somos fuertes’, convirtiendo nuestra lucha por la libertad en una triste excusa para el consumo
Por Jackline Kemigisa
El 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, era mi cumpleaños. Mientras escribía en mi escritorio en Uganda, una catarata de mensajes de fabricantes de todo tipo de productos llegaba a mi bandeja de entrada. “Te deseamos un feliz cumpleaños/día de la mujer. Aquí tienes un descuento”.
Este reconocimiento de mi existencia destinado a vender más es una triste forma de celebrar un cumpleaños, pero es especialmente mortificante en lo que respecta al Día Internacional de la Mujer. Estas festividades capitalistas del 8 de Marzo han disociado de tal modo el día de la mujer de sus orígenes radicales que intentar recuperar el espíritu socialista de esta fecha es como convocar a los muertos.
En 1910, Clara Zetkin propuso en Copenhague la idea del Día Internacional de la Mujer a más de 100 mujeres representantes de sindicatos, partidos socialistas y clubes de trabajadoras de 17 países. Fue la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras. Sería un día, dijo Zetkin, para que las mujeres de todos los países “presionen por sus demandas”. La conferencia aprobó por unanimidad su propuesta.
Dos años antes, en 1908, en un despliegue de resistencia socialista en Nueva York 15,000 mujeres trabajadoras marcharon exigiendo mejores salarios, jornadas laborales más cortas y derecho al voto. Esa protesta instauró el primer día nacional de la mujer en Estados Unidos.
La historia de las conmemoraciones del día de la mujer en África se remonta a una marcha en Sudáfrica en 1956 durante el régimen racista del apartheid. Unas 20,000 mujeres marcharon hacia Union Buildings en Pretoria, en protesta contra la ley de pases, que obligaba a los sudafricanos negros llevar un pase de identificación adicional para poder trabajar y viajar. Ahora, Sudáfrica conmemora el Día Nacional de la Mujer el 9 de agosto y, junto con el resto del continente, el Día Internacional de la Mujer cada 8 de Marzo.
Pero lo conmemoramos de manera capitalista y neoliberal. En lugar de una resistencia colectiva y confrontativa, vemos premios y narrativas que celebran a ‘la primera mujer en esto o aquello’, y otros elogios para personas singulares fuera de sus comunidades.
En lugar de confrontar al capitalismo y su continua explotación y subvaloración del trabajo de las mujeres, tenemos una lista interminable de empresas que ocupan espacio mientras ‘celebran’ a las trabajadoras a las que explotan y pagan mal durante todo el año. Peor aún, los comercios y servicios bombardean a las mujeres con publicidad, y venden mercaderías con lemas como ‘las mujeres somos fuertes’, convirtiendo nuestra lucha por la libertad en una triste excusa para el consumo.
La Unión Africana, a través de su agencia de igualdad de género, la Organización Panafricana de Mujeres, ha tratado de ‘africanizar’ las celebraciones mediante la creación del Día de la Mujer de África, el 31 de julio. Pero incluso este mantiene la práctica de opacar al colectivo, destacando a individualidades periféricas (muchas de ellas ni siquiera mujeres del África continental). Esta individualización, por supuesto, va en contra de la naturaleza misma de la organización de las mujeres africanas.
Estos mensajes ligados al capitalismo dicen a las mujeres que deben aspirar a se recompensadas con poder y prestigio para aspirar a integrar listas como la de ‘las mujeres más influyentes de África’ – en lugar de desear la libertad para todas las mujeres, como nos enseñó la poeta y escritora feminista Audre Lorde: “No soy libre mientras otra mujer no lo sea”.
Por lo menos en África, las organizaciones no gubernamentales (ONG) cargan con gran parte de la culpa de esta desradicalización. La escritora y activista Arundhati Roy, en su artículo ‘La ONGgización de la resistencia’, expone cómo las ONG neutralizan la resistencia convirtiendo la confrontación en negociación. Sus presupuestos dividen la opresión en ‘proyectos’ con insumos y productos que hacen poco por cambiar el sufrimiento de las mujeres como colectivo.
Incluso hoy en un continente donde casi todos los indicadores de bienestar de las mujeres siguen siendo sombríos, y a pesar de los 53.000 millones de dólares de asistencia para promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, las ONG todavía dedican tiempo a hacer listas de mujeres para invitar a eventos festivos y entrega de premios el 8 de Marzo.
En países como Uganda, las mujeres pobres son transportadas de sus aldeas a la ciudad para brindar audiencia a las celebraciones de ese día y luego devueltas a esas aldeas, donde siguen viviendo en la pobreza. ¿Por qué no mejor redistribuir el dinero que gastan en esas festividades entre esas mujeres empobrecidas? ¿Por qué no pusieron, en primer lugar, esos 53.000 millones de dólares directamente en los bolsillos de esas mujeres?
¿Qué pasaría si las instituciones celebraran a las mujeres apoyando las numerosas iniciativas locales dirigidas por ellas sin exigirles que escriban propuestas de financiamiento que limitan sus vidas a las áreas temáticas de las subvenciones?
Podrían, por ejemplo, redistribuir el dinero destinado a los actos del Día Internacional de la Mujer entre las cooperativas de ahorro y crédito, una de las principales fuentes de financiación de la agricultura en Uganda.
Los arquitectos del neoliberalismo – como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, muy criticados por obligar a los gobiernos, especialmente en el Sur Global, a desfinanciar sectores de bienestar social feminizados como la salud y la educación – también participan en las celebraciones del 8 de Marzo. Es un día libre de culpa, para darse palmaditas en la espalda con el consentimiento de las ONG de mujeres.
No hay libertad para las mujeres en esta absorción capitalista y neoliberal del Día Internacional de la Mujer y, por extensión, del movimiento de mujeres. Tales celebraciones son en sí mismas parte de la desradicalización del 8 de Marzo. Se asumen como una oportunidad para empaquetar la sangre, el sudor y los avances de las mujeres, a pesar de la opresión, en una «inspiración» mercantilizada del tamaño de un bocado a la que se puede asignar un valor de mercado.
Por eso ya no celebro el Día Internacional de la Mujer, porque ya no critica el sistema de opresión que facilita el tormento que enfrentan las mujeres, es decir, el «patriarcado capitalista supremacista blanco y cis-hetero», como lo nombra con claridad la escritora feminista negra bell hooks, recientemente fallecida.
*Escritora y periodista feminista originaria de Uganda.
Traducción Diana Cariboni.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona