¿Por qué si es militar es patriarcal?

7 septiembre, 2022

Se requieren más que hashtags como los que han surgido a raíz de las protestas que se oponen a la integración de la Guardia Nacional a la Sedena (#RedFeministaAntimilitarista #SiEsMilitarEsPatriarcal). Pero que la oposición al militarismo por fin cobre importancia en la agenda feminista es notable

Twitter: @celiawarrior

Se dice fácil: “Si es militar, es patriarcal”. Para quienes están familiarizadas con los conceptos la frase adquiere un sentido casi inmediato: el militarismo, en tanto sistema de dominación bélica, es una forma más de control sobre los cuerpos mujeres. Pero, en un contexto de desconocimiento de la genealogía y pensamiento feminista y tergiversación de lo ‘patriarcal’, vale la pena desmenuzar un poquito las ideas.

Hace no mucho leía una opinión en redes sociales de alguien que jura ser feminista, pero refuta la existencia del patriarcado. También llegó a mí entre el flujo digital la postura de una mujer que niega sostener un pacto patriarcal con un agresor, justificándose a través de un discurso humanista —cuasi religioso— en el que categoriza las violencias machistas reiteradas de ese hombre adulto como meras ‘equivocaciones’. En fin, no me interesa enlistar casos específicos, sino señalar el evidente desconocimiento, cuando no el uso capcioso, de conceptos.

Entonces, sirva el reciente posicionamiento de organizaciones de la sociedad civil que se reivindican feministas y plantean: “Si es militar, es patriarcal” —a raíz de la propuesta de integración de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y, con ello, la profundización de la militarización en México— para realizar un alto necesario y hacernos algunas preguntas básicas: ¿de qué hablamos cuando hablamos de patriarcado, de lo patriarcal?

Como siempre, los cuestionamientos y más aún sus respuestas son complejísimas, tratar de simplificarlas sería absurdo. De nuevo, las cuestiones planteadas si acaso son dudas que podrían ser detonadoras de algo más a colectivizarse y sacar de espacios contenidos, académicos, especializados.

Hablar de patriarcado/patriarcal, como lo han hecho durante décadas y décadas las teóricas feministas, nos debería permitir identificar, categorizar, analizar, explicar las formas de opresión y dominación de las mujeres. Su uso no puede ser gratuito ni desvincularse de ese objetivo primordial.

En La creación del patriarcado (1986), Gerda Lerner ensayó densamente cómo ese sistema se consolidó como “una costumbre histórica”, a través de la institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres, que “con su vínculo inseparable del militarismo, la jerarquía y el racismo amenaza la vida sobre la tierra”. Esa institucionalización va de la unidad familiar —“la célula de la que nace el amplísimo sistema de dominación patriarcal”—, a la formación de los estados nación como los conocemos; del espacio privado, al espacio público y viceversa.

Entonces, si lo patriarcal es todo lo que sostiene el sistema de dominación masculino: el pensamiento, las instituciones, etcétera; y la relación militarismo y patriarcado es inquebrantable, la ocupación militar del territorio, de las calles, es una extensión más del control del patriarca, el padre, el marido, sobre el cuerpo de las mujeres.

Hace tan solo unas semanas, en este mismo espacio inicié una reflexión al rededor de una posibilidad: plantear una ‘agenda feminista mínima’ para priorizar las problemáticas sociales que resultan urgentes e impostergables por el nivel de impactos que tienen en la vida de las mujeres y las niñas. El primer tema en la agenda sugerido era la oposición a la guerra y a la militarización.

Se requieren más que hashtags eventuales como los que han surgido a raíz de las protestas que se oponen a la integración de la Guardia Nacional a la Sedena (#RedFeministaAntimilitarista #SiEsMilitarEsPatriarcal). Pero que la oposición al militarismo por fin cobre importancia en la agenda feminista es notable. Aunque una ‘resistencia feminista antimilitarista’ resulte un pleonasmo, el apellido es necesario para dar énfasis a un propósito que durante mucho tiempo estuvo diluido.