6 junio, 2024
El Instituto Nacional de Migración desalojó el refugio callejero que migrantes habían instalado en la plaza Giordano Bruno. Lo hicieron, dijeron, a través del consenso, aunque los migrantes contradicen su versión: «Cerraron la calle y nos dijeron que ya no podíamos estar aquí»
Texto: Alejandro Ruiz, Duilio Rodríguez y Daniela Rea
Foto: Duilio Rodríguez
CIUDAD DE MÉXICO. – Por segunda ocasión, el Instituto Nacional de Migración, junto a la Guardia Nacional, desalojó el refugio callejero que por años albergó a miles de migrantes en la Plaza Giordano Bruno, de la Ciudad de México.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Migración, en el operativo se desalojaron a 432 personas de Haití, Venezuela, Brasil, Chile, Perú, Nicaragua, Honduras, Ecuador y El Salvador.
De esas 432 personas, 83, informó el Instituto un día después del operativo, «aceptaron de manera voluntaria su traslado a los espacios migratorios del INM» en el Estado de México, Morelos y la Ciudad de México. A todos les ofrecieron una tarjeta de visitante por razones humanitarias, pero no les explicaron para qué era. 99 personas, afirma el Instituto, aceptaron este documento.
Una de ellas fue Maryelis, originaria de Maracaibo, Venezuela. A ella y a su hija las subieron a un camión y las llevaron al estado de Morelos. Ahí, dice, solo le hicieron firmar «muchos papeles», sin explicarle para qué era. Después, le dieron su tarjeta.
«Yo no sé si este carnet me afectará para entrar a Estados Unidos, porque apenas dijeron que van a cerrar las fronteras. No nos explicaron nada».
Este es su testimonio.
«Llegaron como a las 6 de la tarde. Eran como 10 camiones, y unas camionetas. Cerraron la calle y nos dijeron que ya no podíamos estar aquí. Llegaron rompiendo las carpas, diciendo que nos teníamos que ir a la buena o a la mala«, cuenta Maryelis, sentada en una banqueta de la calle Roma, en la colonia Juárez, justo frente a la Casa del Migrante inaugurada por la exalcaldesa de la Cuauhtémoc, Sandra Cuevas.
Maryelis sintió miedo cuando vio los camiones y camionetas del Instituto Nacional de Migración. Esto, por las experiencias que carga en su camino.
«Ya me había pasado. Hace un año yo estaba en Piedras Negras y me entregué en los Estados Unidos para solicitar asilo. Pero los de migración me regresaron hasta Tapachula. No es justo eso, porque yo gasté mi dinero en llegar hacia allá, y ahora volví a la Ciudad de México», cuenta.
Maryelis sospecha que el desalojo está relacionado con el endurecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos, pues un día antes, el gobierno de Joe Biden dijo que dejaría de aceptar solicitudes de asilo para migrantes que viajan por «vías ilegales». La política fue consensuada con el gobierno mexicano.
El asilo, afirmó Biden, aún será opción para aquellos que lleguen a la frontera mediante una cita a través de la aplicación CBP One. La restricción solo aplicaría para los migrantes que lleguen a entregarse en la frontera sin documentos y sin ningún tipo de cita. Esto, aunque se ha exhibido que CBP One, la app creada por el gobierno de Joe Biden para ordenar el ingreso de las personas migrantes a Estados Unidos, ha resultado insuficiente para frenar los cruces ilegales y para atender la demanda de quienes buscan asilo.
Leer más
«Eso es lo que hay detrás de esto», dice Maryelis. Después, sigue con el relato:
«A las 8 de la noche los de migración llegaron aquí. Yo no me quedaba en la plaza, sino aquí», dice, señalando el parque a un lado de la Casa del Migrante.
«La gente salió corriendo. Es mentira eso que dicen de que llegaron a convencerlos, o bueno, a unos sí, pero a otros parecía que los estaban persiguiendo. Otros no entendían lo que les decían, los haitianos por ejemplo, y ellos iban con mucho miedo. A mi me convenció una agente, como de mi edad. Ella llegó y me habló, me dijo que me subiera al camión, que iba a estar mejor, que lo hiciera por mi hija, que ella merece la oportunidad de estar bien. Entonces me convenció y subí al camión. Me dio miedo, porque nos dijeron que nos llevaban a Morelos, pero temí que nos regresaran al sur».
El viaje, cuenta, fue de más de una hora. Ella mandó su ubicación a personas que la han acompañado en su travesía. A eso de las 10 de la noche, Maryelis, su hija, y otro grupo de migrantes llegaron a Morelos.
«Eran unas oficinas, y nos pasaron. Ahí, nos hicieron firmar unos papeles que no nos dejaron ni leer. Nunca nos dijeron para qué eran. Después me dieron mi carnet que decía visitante por razones humanitarias, pero yo nunca he solicitado asilo aquí, yo quiero ir a los Estados Unidos».
Maryelis y su hija pasaron la noche en las Oficinas de Regulación Migratoria del INM en Morelos. Después, a las seis de la mañana, las sacaron del lugar.
«No nos dieron albergue, o nos dijeron a dónde ir. Conseguí dinero y me regresé a la Ciudad de México, y aquí estoy», cuenta, mientras mira con recelo la entrada de la Casa del Migrante inaugurada por Sandra Cuevas.
–¿Por qué no te quedas ahí? – le pregunto.
Maryelis responde:
«No nos gustaba quedarnos ahí. Uno, porque siempre estaba lleno, y lo otro, porque eran condiciones muy feas. A las mujeres las bañaban a todas en un solo lugar, te separaban de tu pareja, y a veces de tus hijos. No nos gustaba».
Luego recuerda un dato: «Cuando nos desalojaron estaba un funcionario de la Alcaldía. Yo creo que era el Alcalde. Era un hombre de lentes. Ese señor aplaudía a los de Migración, y les daba las gracias por quitarnos de la plaza».
Junto a ella están Alejandro e Irwin, también venezolanos. Alejandro reclama:
«Si nos iban a quitar de la plaza, era para que al menos nos dieran un lugar estable. Pero no. Nada más nos llevaron a otros lugares y tuvimos que gastar para regresar aquí. Esto no es asilo, nos dejan en la calle, porque tampoco ponen atención que a nosotros los migrantes una renta nos la cobran al doble que a los mexicanos. Y es difícil encontrar trabajo».
Irwin, enojado, añade:
«Nosotros no nos queremos quedar aquí en México, hay mucha inseguridad, nos asaltan, y hay gente que nos trata mal. Nosotros queremos llegar a Estados Unidos, queremos avanzar. Si estamos aquí, es porque por aquí pasamos».
«Cuando llegamos en la mañana, nos llamó la atención que ya no estaban», comenta Santiago Peña, un vendedor de garnachas quien desde hace más de 25 años tiene su puesto en la plaza Giordano Bruno.
Santiago, mientras prepara unas gorditas de chicharrón, reflexiona:
“La verdad es que vivían en muy malas condiciones de higiene, y pues los vecinos ya estaban fastidiados de la situación, además a nosotros nos afectaba en las ventas. Lo ideal es que tuvieran un lugar adecuado para quedarse y que después sigan su camino, la mayoría no se quieren quedar”.
Mientras Santiago cuenta cómo se siente, al lugar llega una pipa de agua junto con una cuadrilla de trabajadores del gobierno de Ciudad de México. Todos vienen con escobas y detergente. Rápido, unas 10 personas empiezan a tallar el piso donde anteriormente estaban las casas de campaña de las personas migrantes.
Entre las personas del gobierno aparece un agente del Instituto Nacional de Migración. Con su teléfono, comienza a tomar imágenes del operativo de limpieza. El lugar, en menos de una hora, quedó limpio.
Xóchitl Navarrete, trabajadora de participación ciudadana del gobierno de Ciudad de México, es la encargada de la limpieza. Platicamos, y confiesa que mañana (8 de junio) el gobierno tiene contemplado volver a utilizar la plaza. Van a reactivarla con actividades culturales, recreativas y de acercamiento con la comunidad, las mismas que se hacían antes de la ocupación.
“Se va a instalar aquí una Feria del Bienestar en las que participan varias dependencias de la Ciudad de México que ofrecen sus servicios a la comunidad, como actas de nacimiento gratuitas, servicio médico, asesorías jurídicas, estarán Pilares, Corena y programas como Ponte Pila, entre otros”.
Después del desalojo, el gobierno capitalino contempla ocupar el espacio permanentemente. La Feria del Bienestar es el inicio, y durará 10 días. Después, programarán otras actividades culturales o deportivas.
Antes del desalojo los vecinos de la colonia Juárez habían comenzado una campaña con el hashtag La Calle no es albergue. Esto después de que por años las personas migrantes ocuparan la plaza como refugio, mientras acudían a las oficinas de la Comisión mexicana de ayuda a refugiados que se encontraba a dos cuadras de la Plaza.
De las personas desalojadas, varios se fueron al campamento que está en la Plaza de la Soledad, otros 37 se fueron a albergues con apoyo de la sociedad civil, otro grupo de 20 personas fue trasladado por el INM a Cuernavaca, regresaron a CDMX porque en esa ciudad no había condiciones para estar. A otras el INM las dejó en el centro y no se tiene registro de ellas, pues a las parroquias que se organizaron para recibirles no llegaron. Tampoco se tiene registro de las personas trasladadas al Estado de México.
Gerardo Talavera Cervantes, director General del Programa Casa Refugiados AC, destacó que si bien el desalojo no fue violento, tuvo una perspectiva militar y policial que va en contra del hecho de que esta sea una Ciudad Santuario. Además, señaló que este desalojo es la evidencia de que las vías de regularización migratoria que ofrece el gobierno mexicano son resultado de decisiones discrecionales. “Es cruel y es violatorio condicionar la regulación migratoria, no escongruente a la narrativa de los derechos humanos”.
“Recibimos a 20 personas que (después del desalojo) habían sido enviadas a Morelos pero se regresaron porque no había condiciones allá, solo les dieron la tarjeta de visitante por razones humanitarias, que la han estado negando en los últimos 4 meses. No tiene que estar condenada la vía de regularización para nadie”.
Talavera Cervantes explicó que la vía de regularización es la tarjeta por razones humanitarias, la cual se da por varios motivos, entre ellos: cuando una persona decide solicitar refugio; cuando la persona es víctima de delito y lo denuncia; cuando la autoridad identifica vulnerabilidad o necesidad de la persona en movimiento.
En todos los casos, explica, hay discrecionalidad de su entrega y del tiempo de vigencia. Por ejemplo, a algunas de las personas que estaban en la plaza Giordano Bruno se les dio hasta que fueron desalojados y enviados a otros estados, además de que en algunos casos la tarjeta por razones humanitarias restringe la movilidad. “Son personas que están en tránsito, que están pensando trabajar para moverse, porque tienen necesidades que el estado no da. No condicionen su situación migratoria a salir de la entidad porque los vulneras, porque les impides su libertad de tránsito o la condicionas a que hagan lo que tú quieras”.
Isaac es vecino del campamento en la Colonia Roma, trabajaba de manera voluntaria talleres para las infancias que ahí vivían y organizaba visitas a los museos para las familias.
“Quedé muy impresionado de la magnitud del desalojo, lo que pude ver fue el miedo que la población tenía; las autoridades dándoles poco tiempo para recoger con dignidad sus cosas, las opciones que les daban sobre su destino no eran claras, y son personas que han vivido engañas, como que los van a regularizar y los deportan o los mandan a lugares que no conocen. No vi violencia de parte de los agentes, pero tampoco había humanidad ni paciencia. Siento que la falta de coordinación entre el INM y otras instancias termina por vulnerar los derechos de protección y migración de las personas”, dice Isaac a Pie de Página.
La relación que Isaac tenía con sus vecinos le ha permitido hacer seguimiento de las personas y supo que algunas de ellas pasaron la noche “en una oficina”, a otras las mandaron a otra ciudad y prácticamente fueron abandonados.
“Los agentes habían dicho que serían llevado a albergues, pero no los llevaron a albergues y ya que los desplazaron vaciaron, destruyeron las casas de campaña, llevándose ahí documentos, cosas personales, medicinas. Se llevaron a todos los migrantes de manera abrupta, los desalojaron, y al día siguiente pusieron una feria por parte del gobierno local”.
Después del desalojo, en la colonia aparecieron carteles xenofóbicos. Gerardo Talavera e Isaac Contreras coinciden en que si bien hay discursos xenófobos por parte de los vecinos, también hay otras acciones de cuidado hacia los migrantes, por ejemplo, fueron los vecinos quienes advirtieron a las organizaciones del desalojo realizado por el INM. Sin embargo, debería haber un rol mucho más humanitario, enfocado en proteger a las personas y no buscar deshacerse de la concentración de personas. Días antes de este desalojo vecinos de la colonia Anzures cerraron la avenida Circuito Interior en protesta para que la Comar no fuera reubicada en esta colonia.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona