Pobreza y violencia, comunes entre bailarinas de bar Caballo Blanco

30 agosto, 2019

Entre las bailarinas fallecidas en el bar Caballo Blanco de Coatzacoalcos predominaba la pobreza y la violencia machista en su contra. Ángel, quien les diseñaba su calzado especial, las despide en los entierros consecutivos en el Antiguo Panteón Municipal

Texto: Miguel Ángel León Carmona E Consulta Veracruz

Foto: Óscar Martínez

COATZACOALCOS, VERACRUZ.– Familias enteras que mantener, ilusiones por ver crecer a sus hijos y violencia machista son algunos lazos comunes entre las 13 bailarinas que dieron su última presentación en el bar Caballo Blanco, donde al menos 9 de ellas murieron asfixiadas o calcinadas en el ataque del 27 de agosto.

“Este trabajo exige desvelos, paciencia, una sonrisa e hígado para soportar a los clientes. Mis compañeras aguantaban eso y más para ganarse la vida. Cuando alguna se enfermaba todos cooperábamos para sus medicamentos. Nadie merecía morir así”.

Son las palabras de Ángel, quien surtía zapatillas a las mujeres que trabajan en el bar Caballo Blanco. De todas conoce sus nombres reales y aquellos que usaban “en el ambiente”; las canciones (tipo baladas) que elegían para desnudarse, pero, sobre todo, los problemas que ellas le confiaban como amigo.

“Cada una tiene su historia. Mujeres que tienen hijos, que fueron madres, y que la vida y la pobreza las trajo a este tipo de negocio”, comparte el hombre de voz entrecortada, quien acudió al quinto entierro consecutivo en el Antiguo Panteón de Coatzacoalcos.

“Allá viene Fernanda. La de allí es Suleyma. Ayer me despedí de Sugeidy y de Xóchitl”, dice mientras es arropado por más mujeres que, por fortuna, descansaron la noche del 27 de agosto. “Esa vez hubo 13 chicas. No quiero pensar qué hubiera pasado si la tragedia tocaba en fin de semana, cuando mínimo trabajan 25”.

En el bar Caballo Blanco, hombres armados irrumpieron lanzando disparos al aire. Según testigos, regaron con bidones gasolina sobre los pisos brillosos, cerraron la puerta con candados y prendieron fuego. El saldo preliminar: 29 personas muertas y 5 más al borde de la muerte por quemaduras en el 90 por ciento de sus cuerpos.

Las víctimas por quienes hoy lloran sus familias son: María del Carmen, Xóchilt Nayeli, Abril, Catalina, Anahí, María, Sugeidy, Rocío, Valeria, Suleyma, Dayana y Vanessa. La mayoría con hijos, de entre 20 y 30 años de edad, cuyas muertes engrosan los crímenes contra mujeres en Veracruz, entidad que encabeza las denuncias por feminicidios en todo México, según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

“La última que me habló fue Sugeidy; no pude entregarles unas botas negras”.

“Papi, ¿me conseguiste las botas que te pedí?», preguntó Sugeidy Vázquez a Ángel en un mensaje de WhatsApp, tres horas antes del atentado.

El martes 27 de agosto, Ángel publicó en su cuenta de Facebook que recién había sido hospitalizado. Sugeidy, pocos minutos después, le llamó por celular. “Papi, ¿cómo estás? Paso mañana a tu casa para verte, para ver cómo sigues y para que me des mis botas y ya me las estrene el miércoles”.

Esas botas negras de piel, del número 4, de cuarta plataforma y con agujetas, Sugeidy no pudo utilizarlas. “Ella me las había pedido 15 días antes. No alcanzó a recogerlas”, cuenta Ángel, quien llora al reproducir los audios de la mujer.

“Son unas botas muy, muy bonitas. Las bailarinas por lo regular usan zapatillas; pocas usan botas (…) Ella se enojaba de que le dijera gorda. No porque estuviera gorda, yo le decía gorda de cariño”, cuenta con una sonrisa discreta.

Sugeidy Vázquez tenía 23 años y era originaria de Cárdenas, Tabasco. Ángel y más compañeras la describen como una persona alegre, “con ganas de sacar adelante a su hija y que no pasara lo mismo que ella había pasado”.

Este 28 de agosto Sugeidy o “Anel”, como se presentaba en la pista de baile, fue velada en Minatitlán; sus restos fueron llevados a Tabasco. ugeidy dejó una hija de tres años de edad, quien quedará a cargo de su abuela materna. En tanto, Ángel asegura que no olvidará las veces que visitaron Tulum, Palenque y otras ciudades donde afianzaron su amistad.

La familia de Suleyma Hernández Sánchez aún no termina de despedirla entre cantos cristianos al interior de una capilla, cuando al camposanto entra otra carrosa con el féretro de María José Pulido De La Cruz. “Allá viene Fernanda. Ayer me despedí de Sugeidy y de Xóchitl», dice Ángel con lamento.

Ángel comparte que a María José también le entregó un último pedido el lunes 26 de agosto: unas zapatillas negras con plataforma brillante. A ella la describe como una persona alegre, emprendedora, a quien nada la detenía “su razón de ser fue su hijo, de dos o tres años”.

El entrevistado comparte un episodio que tuvo con Fernanda. “Yo llegaba a su casa para cobrarle un abono, estaba con su mamá, con su hijo. Ellos estaban comiendo caldo de camarón. ‘Puta madre -le digo-, cómo sufren’. Y ella me dijo que la estaba matando la cruda. Comimos y pasamos un bonito rato”.

Pasajes como el de Fernanda han sido registrados por las demás bailarinas. Xóchitl Nayeli Irineo murió a los 22 años de edad (anoxia por gases); deja dos hijos: Hellen y Alexander, de 3 y 7 años de edad. A Valeria Valencia Martínez, originaria de Jesús Carranza, su esposo y su hijo la buscaron durante 48 horas hasta que su muerte (anoxia por gases) fue confirmada por el Servicio Médico Forense de Cosoleacaque.

Suleyma Hernández Sánchez, originaria de Coatzacoalcos, bailaba 11 horas diarias para sostener a sus dos hijos, de cuatro y seis años. Su cuerpo fue identificado por un lunar que tenía en la quijada y sus brackets. Claudia Vanessa Cruz Hernández, de 20 años, fue declarada muerta en el Hospital de Alta Especialidad del puerto de Veracruz, tras 72 horas de agonía. Al igual que la mayoría, deja hijos en el desamparo.

‘Para ganar mil pesos debes desnudarse tres veces y beber 15 copas’

Una vez expuesta la tragedia del bar Caballo Blanco, Ángel y cinco bailarinas que han acudido a despedir a sus compañeras relatan las condiciones en que ellas se ganan la vida cada noche, de martes a domingo, de seis de la tarde a cinco de la mañana.

“Se ha dicho en medio que nosotras ganamos mil pesos por día. Eso es mentira. Para alcanzar ese dinero debes alcanzar lo que marca el tabulador: para tener derecho a un show debes conseguir que un cliente te invite cinco copas (cinco cuartitos de cerveza, cinco copas de Whisky), o privados (encierros con clientes donde ellas son acariciadas)”, cuenta una de las mujeres.

Pero la meta de mil 200 pesos es difícil de conseguir, cuentan. “A veces apenas sacas 333 pesos (equivalente a un show) a eso le quitas la comisión al DJ (50 pesos) y otros 50 (pesos) a la ‘mami’, quien nos ayuda a recoger el vestuario. Y para las que nos regresamos en taxi ya no te cuento con cuanto salimos al día”, explica una de ellas.

“A todas nosotras las circunstancias de la vida, la pobreza, nos orilló a este trabajo. Como mujer, lamentablemente, tenemos que ponernos bonitas, usar un buen perfume, oler bien para un cliente. A ellos no les interesan nuestros problemas. Así vivimos todas y así se van nuestras compañeras”, culmina una de las bailarinas que sobrevivieron al atentado en Caballo Blanco. Algunas comparten que ya tienen planes lejos de Veracruz. Lejos del miedo y la zozobra.

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