En México se hace periodismo digno. El panorama de los movimientos sociales se modificó por completo con la política 4T. En entrevista, el periodista Luis Hernández Navarro da su diagnóstico tras recibir la medalla John Reed
Por Daliri Oropeza Alvarez / X: @Dal_air
Grandes libreros custodian al periodista Luis Hernández Navarro a la hora de escribir. El coordinador de opinión del diario La Jornada recibió este marzo del 2024 la medalla John Reed a la trayectoria periodística. La presea es una gran responsabilidad, asegura.
Reed fue un periodista que acompañó a Francisco Villa y escribió sobre las luchas campesinas durante la Revolución Mexicana. Era corresponsal de guerra para la revista Metropolitan Magazine de Estados Unidos. Sus crónicas se convirtieron en un libro esencial para entender la historia de la División del Norte: México Insurgente. Antes había narrado las luchas obreras en NY y años después, escribió desde la Revolución Rusa.
Las crónicas de insurrecciones y movimientos sociales que ha escrito Luis Hernández Navarro sirven para entender el panorama de los movimientos sociales, indígenas, obreros, de izquierdas, revolucionarios en la actualidad.
Testimonios hechos libros como Chiapas: la guerra y la paz (1995), Chiapas: la nueva lucha india (1998), Sentido Contrario (2007), Cero en conducta. Crónicas de la resistencia magisterial (2009), Siembra de concreto, cosecha de ira (2011), Hermanos en armas, La novena ola magisterial (2016), por mencionar algunos.
A través de su pluma, Luis Hernández acompaña un abanico de fuerzas sociales, como muestra en su reciente libro La Pintura en la Pared (2023), un relato a través de los murales pintados en las Normales Rurales de todo el país y una mirada desde el trabajo de maestros que participaron en movimientos clandestinos y pintores comprometidos que esbozaron su brocha por el movimiento socialista, como José Hernández Delgadillo.
“Ha cambiado muy drásticamente el mapa de los movimientos a partir de la 4T. Se les tiende como si fueran clones de Antorcha Campesina. A sus dirigentes se les ve como intermediarios corruptos, incluso como enemigos. Una y otra vez se les acusa de ser conservadores, de hacerles el juego a la derecha, mientras simultáneamente, se le da trato de seda a grandes empresarios”, asegura el periodista, articulista y escritor.
La recién llegada primavera se luce en la ventana con el brillo del sol y eso abre paso para hacer la entrevista en un parque. Ahí donde brillan las jacarandas, nos acomodamos justo en la sombra, ocupamos una banca en el poco fresco del pleno calor.
Me cuenta cómo le fue en la Comarca Lagunera en la entrega de la medalla, con un evento lleno de asistentes interesados en homenajear al Maestro José Santos Valdés. Hasta cantó el último cardenchero, Lupe Salazar.
Un encuentro intergeneracional, donde asistieron los más grandes alumnos del maestro Santos y también jóvenes estudiantes que se acercan al periodismo que acompaña los movimientos sociales y muestran todo el interés.
Para él, “es una responsabilidad. Es una carga que me ponen sobre los hombros de seguir haciendo el periodismo en el que creo. Un periodismo desde abajo, comprometido”.
Luis Hernández Navarro habla en entrevista del diagnóstico de los movimientos sociales, del periodismo en México, de los retos de acompañar desde la narración las protestas populares y de qué periodistas le han inspirado en este caminar de su extensa trayectoria.
–Acabas de recibir una medalla que hace alusión a John Reed, un periodista que decidió acompañar insurrecciones sociales como la de Pancho Villa o la Revolución Rusa de 1917. ¿A ti qué te motiva, por qué decidiste acompañar movimientos sociales desde la narración?
–Valen la pena de ser contados. Hay historias significativas y relevantes. Literalmente, por irnos a los clásicos, la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Y esos movimientos sociales como expresión de esa lucha de clases, son la fuerza motriz que transforma nuestras sociedades, nuestro estado, nuestras formas de hacer la política.
Estar cerca de ellas, contarlas, es llevar el registro de ese proceso de transformación que en ocasiones, por mirar hacia arriba, mirar hacia el Estado, mirar hacia la política institucional, se pierde de vista. Yo prefiero ver hacia abajo, hacia sus movimientos y acompañarlos como siempre lo he hecho en mi vida.
–¿Existen los periodistas militantes-activistas-comunistas-socialistas, es válido tener una postura?
–Mira. En el prólogo del libro Diez días que estremecieron el mundo (1919), la gran crónica que John Reed escribe sobre la revolución bolchevique, precisa que él tiene un punto de vista sobre los acontecimientos. Pero que ese punto de vista no afecta la fidelidad con la que él busca comunicar los acontecimientos.
Lo hizo en las huelgas contra Patterson en Estados Unidos. Lo hizo con Pancho Villa, lo hizo en distintos momentos. Se va tener un compromiso, pero no deben falsificar los hechos. Ese compromiso indica dónde tiene uno que mirar. Qué es lo que uno tiene que ver. A quién se debe escuchar. Pero eso no implica que haya que mentir, ocultar, o trastocar los hechos para favorecer esa causa.
–¿Cómo iniciaste en el periodismo?
–Pues campechaneando…
Por un lado era parte de un equipo que hacía un periódico sindical, se llamaba Trabajadores en Lucha, que daba cuenta de muchas de las luchas obreras de comienzos de los setenta, sobre todo en el Valle de México, pero no exclusivamente. Era herencia de un periódico que se llamó la Causa del pueblo.
Simultáneamente, para ganarme la vida, tuve trabajos de periodista en la revista Deporte Color. Allí me tocó entrevistar, muy cerca de este parque, a un futbolista peruano muy famoso en aquella época, que se llamaba Juan José ‘La Cobra’ Muñante. Había sufrido un accidente en un partido de fútbol… Le habían roto la nariz. Entonces vine a su casa a entrevistarlo.
Escribí sobre lo que iba a ser el campeonato mundial de ajedrez, entre Robert Fischer y Spassky. Hice trabajo para distintas publicaciones en diferentes actividades desde corregir estilo, corregir galeras, como se hacía antes. También estuve en El Universal Gráfico.
Siempre combiné una cosa con la otra, por lo menos desde el año de 1974.
–Luis, tú has narrado movimientos obreros, campesinos, cafetaleros, indígenas… ¿Cuáles han sido los retos al ejercer el oficio periodístico, acompañando a los movimientos?
–Me ha tocado, efectivamente, narrar eso en México pero, también, las protestas altermundistas en Génova; el Foro Social Mundial en Brasil; lo que fue una verdadera batalla en la frontera entre Colombia y Venezuela cuando se estaba intentando un golpe de estado en contra de Nicolás Maduro… Movilizaciones y eventos en Bolivia, Estados Unidos y Canadá.
El reto es poder estar donde los hechos están. Es el primer tema.
Cuando fueron las protestas en Génova, por ejemplo, me fui a dormir al estadio de fútbol Giacomo Carlini, donde estaban los monos blancos y otros grupos de activistas que iban a participar en las protestas por varios días. Y desde ahí, durmiendo en cartones, sobre las bancas, dos tres horas, muy poquito, pude arrancar con toda la jornada de protestas, pude estar presente en los debates que había entre ellos. Y, cuando la policía iba a ocupar la casa que servía de centro de prensa, los compañeros de la Revista Carta llegaron a avisarme que era hora de salir corriendo de allí. Ese es el primer reto: estar donde las cosas pasan.
Un segundo reto es siempre contar con gente alrededor, que te pueda orientar, dar claves, contexto, anticipar lo que va a suceder… Cuándo tienes que irte de un lugar, cuando hay represión. Eso es muy importante. Y eso se va construyendo con el tiempo y en el momento también.
Lo tercero es llegar lo más preparado que se pueda a donde van a pasar las cosas. Leer todo lo que se pueda de ese país, de esa lucha, de ese movimiento, de esos dirigentes… todo. Y leerlo desde las más diversas fuentes. Hay que leer El New York Times y hay que leer el Guardian, hay que leer la prensa local, independientemente de sus tendencias políticas, hay que leer libros que cuenten la historia, que cuenten la geografía, libros que te den pistas.
Hay que tener, en la medida de lo posible, todo ese bagaje teórico detrás. Te permite tener sentido de lo que puede suceder. No caer entonces en cuestiones anecdóticas…
Un ejemplo. Hugo Chávez hablaba mucho de los pelucones para referirse a lo que después, López Obrador diría que son los fifís. Esta idea de los ‘pelucones’ venía de la lumpen aristocracia local que se ponía pelucas para ser más sofisticada y elegante. Pero si uno llega y no conoce esa historia previamente, pues no registras la importancia del término como tal. Hay que llegar preparado. Es un elemento fundamental.
Y hay que estar muy cerca de los fotógrafos. Voy a utilizar una imagen que a lo mejor no les gusta: son como los perros de caza. Tienen un olfato excelente y tienen una intuición de lo que va a suceder y de lo que está pasando. Rápidamente ellos saben a dónde llegar. Quién sabe cómo se las arreglan para verlo, pero de que lo saben, lo saben.
Yo siempre trato de apoyarme en los fotógrafos y aprendo muchísimo de ellos. Cuando está uno en protestas, tiene que saber por dónde va a salir y ubicarse estratégicamente y que no le toquen a uno los gases o la represión.
Tener Buena memoria, en lo posible. Investigación. Todos esos elementos son necesarios.
Hablaba de los fotógrafos. Creo que uno de los grandes retos, por retomar lo que decía Mariátegui, es siempre pensar un poco el periodismo como una película, donde hay que tener muy claras las imágenes, la acción, la trama, la acción para poderla después construir.
Estoy hablando en lo que tiene que ver con las crónicas o con los reportajes o con las notas. No con los artículos de opinión. Los artículos de opinión tienen otra lógica.
–Hablas de cosas que son muy interesantes y que incluso remiten al término de insurrección social. ¿Por qué es importante para la memoria colectiva dar cuenta, narrar insurrecciones sociales?
–Porque son los grandes momentos que cambian la historia de este país.
Tenía 15 años en el 68. Vi como observador el movimiento estudiantil popular. Pero ese movimiento lo transformó completamente todo. Otro ejemplo. El movimiento de la tendencia democrática de los electricistas le dio un giro a la lucha obrera en nuestro país. O las ocupaciones de tierras. Todos estos acontecimientos modifican la historia regional.
Hay ahí siempre historias que merecen la pena de ser contadas, personajes excepcionales, mujeres ejemplares, que muchas veces podrían parecer anónimas, pero que acaban siendo los, las grandes personajes de esas transformaciones.
–De movimientos sociales o conciertos…
–Lo mismo se puede contar con esa lógica un concierto… Me ha tocado hacer crónicas de Bob Dylan, Patty Smith, Eric Clapton o de Manu Chao, por decir algunos. Y pues es igual que con una cobertura. Hay que prepararse desde antes. No solo es cuestión de llegar al auditorio, al escenario, a ver qué va a pasar… por lo menos hay que ver cómo ha sido la gira.
–En una especie de comparación histórica, me gustaría pedirte tu diagnóstico de los movimientos sociales en el país actualmente…
–Bueno, los movimientos sociales en México han sufrido una enorme transformación con la 4T. Andrés Manuel López Obrador tiene una enorme desconfianza en las organizaciones populares. Las ve como una fuente de corrupción permanente.
Es muy crítico de los liderazgos sociales que están al frente de ellas.
Una parte muy importante de esas organizaciones, que habían hecho de la negociación y la interlocución con el Estado el centro de su actividad, han quedado bastante debilitadas.No tienen quien las atienda y quien resuelva sus demandas.
Sin embargo, vemos movimientos –y estoy utilizando de manera incorrecta como si fueran sinónimos organizaciones y movimientos, pero muchas de las organizaciones construyen o son parte de movimientos en el sentido más amplio– muy importantes durante la 4T que escapan a su control y que han transformado de manera muy relevante la sociedad.
Por ejemplo, el de las mujeres. Porque es impresionante lo que ha pasado. Es un movimiento que tiene, me parece, como eje central el asunto de la lucha contra la violencia y la inseguridad. Aunque no es lo único. Ahí hay muchas más demandas y así vemos cada mes de marzo, el 8M inundado de grandes movilizaciones y protestas, quemas de Palacios, intervención de edificios públicos, pintas, que muestran un nivel de radicalidad importante.
Segundo, es muy importante, el movimiento indígena. Sobre todo el articulado alrededor del EZLN y el Congreso Nacional Indígena . Son movimientos que enfrentan el sistema. Parten de la defensa del territorio. Muchas veces detrás de la defensa del territorio lo que se quiere decir es que están luchando por su tierra, la cuestión agraria y sus recursos naturales. Especialmente el agua.
Han enfrentando los asesinatos, los problemas de la inseguridad y la violencia que crean el crimen organizado, la militarización. Es un movimiento que tiene una matriz autonomista, que pone por delante la lucha por la libre de determinación, que provocó que el INPI tuviera que funcionar en el exilio porque le tomaron sus oficinas.
–Y siguen tomadas sus oficinas…
–Y que se haya propuesto después de más de cinco años de gobierno una reforma indígena absolutamente truncada, no solo que no tiene nada que ver con San Andrés, sino que no tiene que ver –ni siquiera– con lo que hablaron en las mismas reuniones promovidas por el INPI… Que dejan de fuera los derechos de representación política, dejan de fuera el derecho al territorio, entre otras muchas cosas. Muy importante, me parece este movimiento.
En tercera, con altas y con bajas, el movimiento magistral ha sido fuerte. Es un movimiento que viene desde más atrás, por lo menos desde 1979, y que ha logrado negociar con López Obrador. Y luego les cerró las puertas. Aunque este primero de abril van a volver a reunirse. Es muy importante el movimiento de desaparecidos, porque estamos hablando de un archipiélago variopinto de grupos, de organizaciones de expresiones regionales, que enfrentan una situación dramática y muy dolorosa.
Es un hecho que no se ha solucionado el caso de Ayotzinapa como punta de lanza de ese movimiento desaparecidos. La lucha de Ayotzinapa se empecina en en conocer que haya verdad, justicia, reparación del daño, y esto los empuja a seguir. Hay una variopinta expresión de movimientos por la defensa del medio ambiente, en apertura y derechos por cuestiones de diversidad sexual, movimientos específicos en las ciudades en contra de la gentrificación, de la inseguridad, por la falta de agua.
Ha cambiado muy drásticamente el mapa de los movimientos a partir de la 4T. Se les tiende como si fueran clones de Antorcha Campesina. A sus dirigentes se les ve como intermediarios corruptos, incluso como enemigos. Una y otra vez se les acusa de ser conservadores, de hacerles el juego a la derecha, mientras simultáneamente, se le da trato de seda a grandes empresarios.
–¿Se está haciendo periodismo digno en México?
–Sí, claro que está haciendo periodismo dignísimo por todos lados y de muchas formas. Por un lado, el cambio en el modelo de comunicación estatal alrededor de las mañaneras que ha transformado la forma en la que se pone en el centro la agenda política del país.
También por la proliferación de nuevas formas de comunicación, a partir de las redes sociales, o a partir de podcast. Hay una modificación dentro de esos procesos mediáticos.
Los periodistas freelance son una especie en extinción, es cada vez más difícil hacer ese tipo de periodismo. Y muchos portales que se habían venido construyendo, pues han desaparecido… por no hablar de los periódicos o publicaciones en papel…
Se hace periodismo dignísimo como el que tú haces, como el que hacen muchos colegas míos en La Jornada, el que hace Marcela Turati, y la gente de la Red de Periodistas de a Pie, Paula Monaco, por decir algunos nombres.
–En tu caminar, qué periodistas te han inspirado…
––Por supuesto, John Reed, desde siempre y desde muy pronto. Era este modelo de crónica, de imagen, de compromiso directo, de meterse a las cosas hasta estar donde hay que estar.
En esta época del internet, no es muy común. Pero bueno, él es una una referencia permanente para mí. Como lo es el maestro
Ryszard Kapuściński
También un escritor catalán que se llama Manuel Vázquez Montalbán, ya murió. Es extraordinario. Gunter Waldorf en Alemania. En México, resalta el periodismo que hacía Mario Gil, marido de Benita Galeana. Las crónicas, los reportajes de Carmen Lira sobre la Huasteca, sobre los electricistas democráticos, son extraordinarios.
Mencionar a Paco Ignacio Taibo II, por supuesto Elena Poníatowska, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco. Yo tuve como maestro a José Emilio Pacheco… Los reportajes de José Revueltas, que hacía cuando trabajaba para El Popular… Espléndido.
––¿Cómo fue tu experiencia en los eventos de la entrega de la Medalla John Reed al Mérito Periodístico?
–Fue una experiencia desconcertantemente hermosa y apasionada. Inesperada para mí.
El premio lo otorga el proyecto Revueltas de la Comarca Lagunera, que se concentra fundamentalmente en la promoción de la lectura. Es un proyecto que tiene un equipo promotor de gente muy comprometida históricamente con las luchas en la región, donde participan escuelas, universidades, centros de investigación, organismos sindicales. Es una convergencia muy amplia.
El evento se dividió en dos partes, una fue la entrega de la medalla junto a Sabina Bergman. Y un día antes, me pidieron que diera una conferencia sobre el maestro José Santos Valdés, fundador de la Escuela Rural Mexicana. Uno de los más grandes pedagógos que dejó un gran legado entre sus alumnos… Sus alumnos han recogido su obra en 20 tomos, que ellos han impreso. Fue militante del Partido Comunista entre 1932 hasta 1949, más o menos y luego militante del Partido Obrero Campesino Mexicano. Militante de izquierda hasta el final de su vida. Fue primero socialista o jacobino, luego fue comunista, más adelante hizo suyo un cierto tipo de nacionalismo revolucionario, pero de la revolución de Villa y Cárdenas, no de Carranza ni de Calles.
Me invitaron a dar una conferencia en su tierra adoptiva. Él nace en Matamoros y más adelante, después de ser un transhumante,v a a vivir a Lerdo. Ahí, para mi sorpresa, organizaron un gran evento cultural, donde además de mi conferencia, se interpretó canto cardenche, hubieron corridos, declamaciones, estaban la hija y los nietos del maestro Santos Valdés. Estaban dirigentes magisteriales, muchos de sus exalumnos, gente que viajó de Zacatecas, de Chihuahua, de Coahuila y de Durango para estar allí, presentes. Se convirtió en una verdadera fiesta político cultural, en el mejor sentido de la palabra, reivindicando al maestro Santos Valdés.
En Lerdo, acaban de quitarle su nombre a una vía para ponerle el nombre del anterior gobernador. Uno de los momentos más celebrados de la charla fue cuando dije que eso que habían hecho eran chingaderas y no se podía permitir.
No ha avanzado el acuerdo de llevar los restos del maestro a la Rotonda de las Personas Ilustres en CDMX. Ya está aprobado, pero no se hace, no camina, está atorado por alguna razón en la Secretaría de Gobernación.
Todo eso fue fue realmente una celebración. Un evento muy emotivo, muy las intervenciones de los viejos, o de los alumnos del maestro Santos Valdés recordando. Fue un homenaje justo.
Y luego la entrega del premio a Sabina y a mí que se realizó en un teatro hermosísimo,. Se le dio lectura en voz alta a una parte del texto de John Reed, del sueño de Pancho Villa que resulta muy oportuno porque entre otras cosas habla de cómo, Villa sueña en que no existen ejércitos y que los soldados se desmovilicen. Estamos hablando en plena revolución.
Al final lo leyeron en voz alta los niños y jóvenes. Fue un evento atravesado por los fantasmas de Carlos Montemayor ,que tuvo mucho que ver en la promoción de este grupo cultural Revueltas, el maestro Santos Valdés, debían estar cabalgando ahí en los cielos de la Comarca Lagunera esos esos días.
Tuve la la fortuna de que quienes me estuvieron trasladando, eran dos compañeras y un compañero que habían sido partícipes del Movimiento de Acción Revolucionaria, presos políticos, torturados. Pudimos platicar durante las horas de traslado de manera muy estimulante y muy amena.
Fue una celebración a los maestros, donde se puso por delante toda esa cultura educativa, todo el legado del magisterio rural, del villismo, en Chihuahua, estado gobernado por el PAN, Durango gobernado por el PRI, Coahuila igual gobernado por el PRI, Zacatecas está gobernado por un Morena que es igual o peor que el PRI. Fue realmente una experiencia muy bonita . Muy relevante.
–¿Qué significa portar esta medalla?
–Pues es una responsabilidad. Es una carga que me ponen sobre los hombros de seguir haciendo el periodismo en el que creo. Un periodismo desde abajo, comprometido.
Utilizaba yo una metáfora que viene de un escritor sueco, Henning Mankell. Decía, el extraordinario literato sueco solidario con la causa palestina hasta el último soplo de vida, explicó en La falsa pista, que hay dos tipos de escritores (periodistas). Uno es el que cava la tierra en busca de la verdad. Está abajo en el hoyo echando la tierra hacia arriba. Pero encima de él hay otro hombre devolviendo la tierra abajo. Él también es periodista. Entre ambos siempre hay un duelo. La lucha de fuerza del tercer poder por el dominio que nunca acaba. Tienes periodistas que quieren informar y descubrir. Tienes otros que ejecutan los recados del poder. Para mí, ser periodista es, aunque le incomode al poder, estar escarbando la tierra en busca de la verdad; es ver y contar el mundo desde abajo y a la izquierda.
Botas llenas de Tierra. Tejedora de relatos. Narro sublevaciones, grietas, sanaciones, Pueblos. #CaminamosPreguntando De oficio, periodista. Maestra en Comunicación y cambio social. #Edición #Crónica #Foto #Investigación
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