El despliegue comercial del 10 de mayo premia la maternidad que se usa como póster para mostrar qué estándares sociales hay que cumplir. Parece que este día es para todos, menos para ellas
Twitter: @luoach
En su cuenta de Instagram, @lulagomezfem tiene varios videos de figuras de plastilina animados en stop motion. La mayoría de las figuritas son cacas parlantes (sí, cacas), pero en uno de ellos sale la figurita de una anciana, con sus arruguitas de plastilina, un suéter azul y la expresión triste. «[…] a los 12 años criaba a sus hermanos. Era buena en matemáticas, pero no la dejaron ir al instituto. La casaron con su vecino; ella lo detestaba», la voz del video narra, «dejó su trabajo para ser ama de casa. Tuvo cinco hijos, quiso abortar el quinto pero su marido le dio una paliza cuando se enteró. Sus hijos le traen su ropa para que se las lave y cuide a sus nietos. Su marido descansa porque está jubilado; ella no puede. Le hicieron creer que era su destino por haber nacido mujer».
Ser mujer en el patriarcado es entrar en un juego interminable de demandas y exigencias que la sociedad te impone. (Los hombres también tienen sus mandatos de masculinidad, pero este texto no es sobre ellos). En cuanto a las mujeres, gana quien es bonita, buena, querida, reconocida y celebrada. Este juego divide el mundo entre mujeres buenas y mujeres malas.
Las buenas son las bonitas, las lindas, las educadas, las deseadas (que no desean, pero permiten ser objetos de deseo), las corteses, las atentas, las calladas, las serviles, las “familiares”, las alegres, las que sonríen, las que se depilan, las que no se enojan, las que no complican, las que complacen.
Después de cierta edad, estas mujeres buenas son las que se casan, las que procrean, las que eligen (como elección, claro, porque ahora en el siglo XXI somos modernos) formar una familia, cuidar a su clan, dedicarse a la casa (con o sin una carrera como pasatiempo para no ser “solo amas de casa”).
Mientras que las mujeres malas son las que no son bonitas o no les importa serlo o no modifican sus cuerpos para aparentarlo. Son las que no cumplen con satisfacer un estereotipo del deseo masculino. Son las que contestan, las que se inconforman, las “groseras”, las rebeldes, las que desean sin importar si son o no deseadas, las lesbianas, lxs no binarixs, las que destacan en algo que no sea ser bonitas.
Después de cierta edad, las malas mujeres son las que no maternaron, pero para ser más específicas, las que no procrearon.
Y esto abre toda otra gama de opciones de mala mujer:
A las buenas mujeres se les celebra, se les premia, se les reconoce. Así —con base en premios que la comunidad nos otorga por ser y hacer lo que de nosotras se espera— nos seguimos socializando hacia ser el epítome de la buena mujer. La buena, la que recibe los regalos y los premios y los momentos para redes sociales donde puede cosechar los “me gusta”, los comentarios con emoticones de corazones y aplausos y otras formas de confeti virtual; los alicientes que confirman que ser buena, antes de ser tuya y descubrir quién eres, es lo que importa.
Los regalos más populares en el día de la madre, según Google, son: ropa y accesorios, flores y joyería. A las buenas mujeres se les premia con símbolos reconocibles; colgándoles dijes que leen “MOM” de pulseras y blusas con leyendas que premian su sacrificio y abnegación.
En su artículo “Madrecita santa”, Martha Lamas invita a desligar este día de su expresión consumista. La celebración del 10 de mayo, nos recuerda, empezó en México para desarticular un movimiento feminista iniciado en Yucatán donde se planteaba (en 1916) la maternidad como una libre elección e impulsaban el diálogo para evitar los embarazos no deseados. Desde entonces, la celebración del 10 de mayo en México “estuvo vinculada a una manipulación política deliberada, frente al incipiente movimiento feminista mexicano”, escribe Lamas.
El día de las madres, como tantos otros ritos patriarcales, sirve para premiar públicamente a las mujeres buenas y castigar (por omisión y exclusión) a las mujeres malas. Sigan haciendo esto y se les seguirá valorando. Fallen y se les ignorará. Estos mecanismos nos ponen a unas en contra de las otras; nos obligan a competir: las que cumplieron contra las que fallaron.
Y ojo, que el problema no es la maternidad per se. Ni entendida como la procreación física ni como el acto de maternar; porque se puede maternar hijos adoptivos, sobrinos, ahijados, entenados, putativos, hijos de amigxs; se puede maternar en comunidad, en lo individual.
La crítica es hacia la apropiación del día de las madres por parte del patriarcado. Una apropiación en la que el día de las madres es para todos menos para ellas, aunque parezca todo lo contrario. Es una celebración que usa el patriarcado para señalizar qué es aceptable (ser madre) y qué no (no ser madre); y dentro de esa categoría, cuál es la madre buena y cómo premiarla para seguir incentivando ese tipo de maternidad. De preferencia que sea casada, no soltera; mejor heterosexual que lesbiana; con trabajo flexible o ama de casa antes que profesionista ambiciosa…
¿Para quién es el día de las madres? Porque ese despliegue comercial del 10 de mayo no celebra la maternidad en la intimidad, la que se vive hacia adentro, la que se ejerce todos los días; esa maternidad que, como hijas, nos llena de un amor cotidiano y constante. No, el 10 de mayo premia la maternidad hacia fuera, la que se usa como póster para mostrar qué estándares sociales hay que cumplir.
¿Para quién es el día de las madres? Parece que es para todos, menos para ellas. Por eso: felices 364 días, antes y después de hoy, a todas las madres que eligieron serlo y lo disfrutan en el placer cotidiano de maternar, no por un premio que nos divida; que las separe como buenas mujeres del resto de las mujeres a medias. Sino por ustedes, por ser quienes son como y cuando eligieron serlo.
Ha participado activamente en investigaciones para The New Yorker y Univision. Cubrió el juicio contra Joaquín El Chapo Guzmán como corresponsal para Ríodoce. En 2014 fue seleccionada como una de las diez escritoras jóvenes con más potencial para la primera edición de Balas y baladas, de la Agencia Bengala. Es politóloga egresada del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y maestra en Periodismo de investigación por la Universidad de Columbia.
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