Hay varias teorías para explicar el long covid: que se vuelve una enfermedad autoinmune o que se queda una pequeña reserva del virus en el cuerpo, y en algún momento se reactiva. Para quienes lo padecen hay una constante: no les creen, les dicen que es psicosomático. Este es el testimonio de Zaría, poeta, escritora y dramaturga, quien lleva meses en un calvario
Texto: Lydiette Carrión
Foto: Cortesía
CIUDAD DE MÉXICO.- “Para los que tenemos long covid, hay de dos: nos dicen que los síntomas, nos los inventamos, y que nuestros aparatos de medición se descompusieron. Si te sientes mal, es psicosomático, y si les muestras la baja saturación de oxígeno, el aumento de la frecuencia cardiaca, es que de seguro tus aparatos no marcan bien”.
Así lo explica Zaría Abreu, una mujer de 48 años, poeta, escritora y dramaturga. Ella fue una de los primeros casos de contagio nativo en México, en marzo pasado. «En los grupos de long covid casi todos inician diciendo en qué mes se enfermaron. Yo soy de las primeras».
Los síntomas la golpearon a finales de marzo de 2020. Hablé con ella en esa ocasión: el contagio no se debió a anduviera de fiesta ni tampoco fue en el super. Recién tenía un trabajo como jefa de escritores en una producción televisiva. En el edificio donde trabajaba una chica regresó del extranjero con covid. No sabe si se trató de un contacto directo –compartir el elevador o una oficina, por ejemplo–o por medio de un tercero.
Zaría Abreu se encerró en casa. Y desde el inicio advirtió que no se sentía como si fuera gripa.
Se hizo una prueba covid. Resultó negativa. Pero ella se sentía mal e insistía. ¿Algunos amigos suyos habrán pensado que era psicosomático? Porque en verdad, durante este año infernal cuántas veces no hemos sentido que nos hemos enfermado? Además, cuando una mujer dice sentirse mal lo primero que muchos piensan es que está exagerando o se lo imagina.
Pero no. No era psicosomático. Una segunda prueba confirmó lo que el cuerpo le decía. Estaba infectada y afectada por covid. Le dijeron que se encerrara a piedra y lodo por dos semanas, tomara agua y paracetamol.
Ella se encerró por casi un mes. Le daba miedo contagiar a su mamá, una médica en sus sesentas, con una enfermedad autoinmune.
En aquellos tiempos, Zaría explicaba lo solitaria que puede ser la enfermedad; el miedo a la muerte. El saber que si te pones grave nadie puede ayudarte. Más entonces, cuando se sabía tan poco, sólo que podías cursar la enfermedad relativamente sin problemas o ponerte muy mal y llegar al hospital.
Pero Zaría cursó una enfermedad con malestar, sí, pero sin datos de gravedad. Se sentía débil. Dejó pasar no sólo dos semanas, sino un mes entero para traer a su madre a vivir con ella y su pareja. Si iban a estar en cuarenta, mejor los tres juntos.
Pero no resultó como esperaba.
A las tres semanas de que llevó a su madre a vivir con ella, comenzó otra vez con tos, y unos síntomas idénticos a la vez anterior. “ Me hice la prueba, y salí positiva”.
–¿Crees que fue una reinfección?
–No fue reinfección, sino que nunca había salido. Me lo explicó muy someramente el infectólogo. Se les llama reactivaciones. Es como si te volvieras asintomática un ratito. Pero no sabemos con certeza: A lo mejor la primera vez no fue covid. A lo mejor esa primera, me dijo otra médica: ‘a lo mejor tuviste influenza en marzo…’. Pero me parece que es la misma cosa. Eran los mismos síntomas. Yo estoy casi segura de que desde marzo era covid.
Lo que era real es que para abril y mayo, Zaría estaba enferma de covid y había llevado a vivir con ella a su mamá, quien sufre una enfermedad autoinmune.
–Obvio no culpo a ningún doctor. Porque se sabía muy poco entonces. Y tampoco estábamos con excesivo miedo. Era como: tenemos que enfocarnos y sacar adelante esto. Fue al mismo tiempo un motor, salir de [de mi propia enfermedad]. Pero también había mucha impotencia: de tener a mi madre enferma al lado y no poder ir a cuidarla.
Zaría no lo narra en la entrevista, pero en su cuenta de Facebook en aquellas fechas hay todo un diario de batalla: conseguir un concentrador de oxígeno desde el inicio, como prevención para su madre; el enojo por la falta de cuidados de algunos laboratoristas que vienen a sacar pruebas: de sangre, de antígenos, de todo.
Ella contó con una ventaja que la mayoría de la gente no tiene: ambos progenitores son médicos; saben atender esto más que la mayoría y conocen a los mejores especialistas en su campo. Así que no perdieron tiempo: las dos se aislaron, cada una en su cuarto, para no recontaminarse mutuamente y aumentar su carga viral.
Previenen, monitorean y hablan con médicos conocidos. En aquel entonces, mayo, el primer pico tremendo de la pandemia, en el trabajo como reportera me encuentro historias en la calle de gente que no cree en covid; o familias que cursan la enfermedad todas juntas en una sola habitación, hacinadas. También de persona que no tienen ni el conocimiento ni la atención dedicada de médicos, y llegan al hospital cuando el daño es demasiado. Sólo llegan a morir. ¿Cuántas vidas perdidas por falta de acceso, por desigualdad, por falta de información oportuna?
Para mediados mayo, tanto Zaría como su madre tenían ya el alta. Cada una tenía una dos pruebas negativas de covid. Los análisis mostraban el daño típico: los pulmones con esas lesiones que parecen vidrio esmerilado, índices de inflamación altos en la sangre, mucho cansancio. Así que la cama seguía sin soltarla, sobre todo a la más joven, a Zaría.
Cuando una persona empieza a sufrir de pequeños daños o enfermedades en su cuerpo, aparentemente desconectados entre sí vale la pena preguntarse si no hay algo más de fondo.
Entre junio y julio, a Zaría le salió un absceso en una muela.
“Ya cuando comencé a contactar otras personas con longcovid te das cuenta de que muchos reportan abscesos, caída de dientes. Gente que, de repente siente algo duro en la boca y es su diente; y lo otro que reportan es como una inflamación en las encías.”
“Les cuento, tengo prohibido salir porque el covid nos dejó a la mamá y a mí los sistemas inmunes hechos mierda, pero por la misma razón, una muela que tengo pendiente para endodoncia se infectó y se me hizo un absceso. Ahorita me están tratando con compresas y antibióticos para ver si aguanto unas tres semanas antes de tener que hacerme la intervención y salir.”
Bitácora en Facebook, 27 ago 2020.
Pero los antibióticos le ocasionaron una reacción alérgica. Esa fue la segunda bandera roja. Entonces el médico le mandó hacer pruebas moleculares, para detectar alergias, a varios medicamentos.
Zaría resultó alérgica a más de cinco medicamentos, y con un nivel de reacción arriba del 60 por ciento. Así que fue diagnosticada con un síndrome de hipersensibilidad a múltiples drogas. Sobra decir que antes de covid, no sufría esta condición.
“Me da coraje, ¿sabes?, porque me decían: sí que te ha llovido. Y no. No soy la caricatura de la nube negra arriba de mí. Genera mucha desesperación, esperas que alguien pueda relacionar [los síntomas] y ayudarte. Y por otro lado, ver que la gente sigue saliendo, no se cuida, no le importa, sin poder detener los niveles de contagios. Me da coraje. Porque habemos quienes estamos en una reclusión absoluta en esta pandemia”.
Después del absceso empezó a tener dolor estomacal. Le decían los doctores que de seguro era estrés, o tal vez gastritis, colitis, detonadas por el exceso de medicamentos. Pero los días pasaron y el dolor se agudizó.
“Pasé, 12, 15 días con dolor de estómago, te dicen todo el tiempo que es nervioso”. Hasta que finalmente se percataron de que tenía una apendicitis (infección en el apéndice) que además ya había reventado.
¿Cómo atender una apendicitis, en la que hay riesgo de una infección generalizada, con una paciente que es alérgica a todos los medicamentos?
–Hicieron un protocolo buenísimo en ese sentido… y bueno, tengo que decir que yo tengo una ventaja que otros no están teniendo: le hablé a mi papá que es médico cirujano, y él me dijo a quien llamar. Y les dije: tengo problemas con la anestesia, tengo problemas con los antibióticos… Me cuidaron mucho antes de ponerme la anestesia. Y me pusieron otro medicamento que es para parásitos, intravenoso, mientras duró la intervención. El cirujano, me operó con laparoscopia para minimizar riesgos de infección, y además hizo un aspirado. Y de ahí todavía estaba con otro medicamento y una avapena no sé cuánto tiempo. El ciruujano, por cierto, le comentó que ya había visto a varios pacientes post covid con apendicitis.
Aún así, Zaría sufrió una reacción alérgica dos días antes de salir del hospital, sin antibióticos y sin analgésicos.
La saqué a fuerza de ovarios, caminando adentro del cuarto. Doblándote del dolor. Lo tienes que hacer para que esto [los intestinos, la cicatriz] se regenere lo más rápido posible, me traté ahí con herbolaria.
Y la saqué.
Anoche fue una de las peores noches. Al dolor se le sumó una reacción alérgica y después los clásicos maltratos hospitalarios. Estaba sola en el cuarto de hospital, llorando, asustada y sintiéndome inmensamente pequeña, así que fui al feisbuc a leer lo que me escribió V. Recordé esto otro que me mandó por whats al día siguiente de mi operación y lloré aún más […]. Lloré de saber que Val me estaba diciendo «gracias por seguir viva», yo no sé si ustedes toparon el riesgo, pero ella sí: sin opciones de antibióticos, antiinflamatorios y demás y con una altísima posibilidad de reacción a la anestesia… En fin, que anoche lloré muchísimo mirando una y otra vez: «Gracias por salir bien» y agradecí con todas mis fuerzas tener una amiga que me ama así.
Bitácora. Facebook. Septiembre de 2020.
Cada vez que intuban a una persona, hay riesgo de que el respirador lastime los pulmones de esa persona. Y la cirugía por la que Zaría pasó le dejó un edema en el pulmón izquierdo.
“Ahí fue donde empezaron mis problemas pulmonares más fuertes. Y ahí en septiembre empezó el verdadero calvario. El de no poder respirar, no poder tender mi cama… no puedo respirar después de esa operación”.
“Con esto llevo seis meses. De una lucha pulmonar, de no tener aire. Y pues, incluso la doctora que me atiende y que ahorita la adoro, al inicio me llegó a decir: creo que estás haciendo crisis de ansiedad.”
Y frente a los índices bajos de saturación: el aparato se descompuso. Frente al malestar general: es estrés, trastorno de estrés postraumático…
–¿Pero qué es?
–En estos momentos tengo un diagnóstico que se llama bronquiolitis, que suele dar a niños con enfermedades virales: Tu tac salen normales, tus funciones salen normales, pero eso se debe a que el problema está en las partes más chiquitas de los alvéolos.
–¿Tienes algún marcador en sangre que explique tu malestar?
–Los anticuerpos antinucleares, que son los mismo que se elevan en enfermedades autoinmunes, salieron muy alterados. Pero es lo único.
–¿Qué es entonces el long covid?
–Hay varias teorías. Pero no es que tengas el bicho. Una, es que el covid se nos vuelve una enfermedad autoinmune. Hay otros que dicen que se queda una pequeña reserva del virus en tu cuerpo, y en algún momento se reactiva…
–¿Cuántos, de quienes se contagian, presentan long covid?
–Hay una enorme discrepancia… hay [expertos] que dicen entre 10 y 30 por ciento. Pero hay quienes lo consideran incluso hasta un 50 por ciento.
Y es que quienes sabemos que tenemos long covid es porque estamos realmente discapacitados. Yo, si camino una larga distancia me da una desaturación, me sube la frecuencia cardiaca. Yo ya no tengo una calidad de vida. Estoy en silla de ruedas, no puedo salir de casa porque mi sistema inmune está destruido. Pero hay quienes tienen uno, dos o tres de los miles de síntomas.
Zaría continúa en tratamientos, exámenes, análisis, pruebas. Días buenos, días malos. Ella decide hacer público su testimonio para hacer visible lo que muchas personas pueden estar padeciendo, y exigir que el sistema de salud en México tome en serio este padecimiento y lo trate.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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