9 enero, 2024
La protección de la biodiversidad en los mares y en el territorio debe darse tanto dentro como fuera de las áreas naturales protegidas. Impulsar el uso sustentable de los recursos naturales con salvaguardas para la biodiversidad y el impulso a prácticas regenerativas será clave para mitigar las múltiples crisis ambientales que atravesamos y para adaptarnos ante ellas
Por: Eugenio Fernández Vázquez X: @eugeniofv
En el Diario Oficial de la Federación de este lunes aparece el decreto de veinte nuevas áreas naturales protegidas, que abarcan una superficie de decenas de miles de hectáreas y que van desde los humedales de montaña cerca de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, hasta los bajos marinos al norte de la península de Yucatán. Los decretos en sí son una buena noticia y un avance, pero no habrán servido de nada si no se fortalece a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) —que debe velar por su conservación— con más presupuesto, personal y autoridad, y si no se toma en serio la tarea de defender y aprovechar la biodiversidad.
Las nuevas áreas naturales protegidas están en sitios enormemente variados. Van desde el lago de Tláhuac, donde se decretó un área de protección de tres mil 500 hectáreas en medio de la Ciudad de México, hasta el área marina alrededor de la Isla Isabel, frente a Nayarit, y a los Bajos del Norte, en el Golfo de México. De hecho, estas dos áreas son quizá la mayor novedad y las que más urgían.
La de Bajos del Norte, frente a las costas de Yucatán, es la única área marina protegida que se ha decretado en este sexenio, y es de gran importancia porque complementa el área natural protegida del arrecife Alacranes, un punto de diversidad vital para la zona y un estuario para todas las especies que habitan las aguas del Golfo de México. Si se toma el decreto con seriedad, éste podría ser el inicio de una nueva relación del país con la naturaleza que anima sus zonas marítimas.
Por otra parte, someter a un estatus de protección las aguas en torno a la Isla Isabel será clave para mejorar la salud de las poblaciones marinas de todo el litoral del Pacífico mexicano. La isla es clave para el área de importancia de tiburones y rayas del centro de Nayarit y marca el arranque del corredor migratorio de tiburones que va hasta el archipiélago de Revillagigedo y las islas Clipperton. Frenar la pesca ilegal en esa zona, emprender tareas de conservación y restauración de las playas de la isla y de su litoral y vigilar que el turismo no haga estragos será clave para su éxito.
Un decreto, sin embargo, no basta para proteger una zona. Conanp ha sido duramente golpeada por los recortes presupuestales y tiene hoy 30 por ciento menos recursos que al iniciar este sexenio. Por otra parte, la criminalidad sigue siendo la norma en gran parte del territorio y de los mares mexicanos, así como la pesca ilegal.
Un artículo que apareció la semana pasada en la revista Nature muestra que apenas el 17 por ciento de los barcos de pesca industrial que faenan en los mares de América del Norte pueden ser rastreados y monitoreados a cabalidad. Aunque en el continente suele seguirse más de cerca a los buques cargueros y petroleros, México brilla en el mapa como un manchón de opacidad, pues menos de la cuarta parte de los buques industriales que navegan sus aguas pueden rastrearse. Mientras esta situación no se corrija no podrán hacerse valer verdaderamente los nuevos decretos en defensa de Isla Isabel y de los Bajos del Norte.
Tampoco hay que dejar de lado que la protección de la biodiversidad en los mares y en el territorio debe darse tanto dentro como fuera de las áreas naturales protegidas. Impulsar el uso sustentable de los recursos naturales con salvaguardas para la biodiversidad y el impulso a prácticas regenerativas será clave para mitigar las múltiples crisis ambientales que atravesamos —climática, de biodiversidad, de desertificación— y para adaptarnos ante ellas. En los mares, sin embargo, las cosas han apuntado en otra dirección.
La torpeza del titular de la Comisión Nacional de Pesca, Octavio Almada, y de quienes trabajan con él llevó a que la exportación de camarón desde Sonora a Estados Unidos quedara suspendida porque no supieron prever a tiempo que una funcionaria tomaría vacaciones. Situaciones como éstas hacen más fácil la ilegalidad y, con ella, la depredación ambiental, que el trabajo por la sustentabilidad y por las economías locales.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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